Nada para festejar
7 septiembre, 2024
El autoritarismo de un liberal
8 septiembre, 2024
ver todo

1955-1958: Scalabrini Ortíz contra el gorilismo oligárquico y golpista

Tiemblen los Tiranos 196. Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. El texto de Maximiliano Molocznik, recorre la compleja situación de ideas luego del golpe de Estado de la Fusiladora. Allí, es de vital importancia la figura del pensador correntino.

Editor Federal

Durante diez largos años, la oligarquía argentina masculló su impotencia política. El peronismo —constituido como frente de liberación nacional— había acaudillado, entre 1945 y 1955, una verdadera revolución nacional. Esta se basaba en una política económica independiente y de defensa de la dignidad del trabajador; con ella había acorralado a los intereses del viejo país agrario semicolonial que, sin embargo, no se resignaba a morir.

En 1955, la situación política estaba en su máximo punto de tensión. La campaña anticlerical del gobierno y su proyecto de separación de la Iglesia del Estado vitalizan a la oposición que encuentra, en la procesión de Corpus Christi del 11 de mayo, un nuevo campo de acción. El gobierno expulsa a los Monseñores Tato y Novoa el 12 de junio. El clima se hace irrespirable.

El 16 de junio estaba previsto que la aviación militar rindiera un homenaje a San Martín sobrevolando su tumba. El “sentido homenaje” de estos asesinos consistió en bombardear la Casa de Gobierno —con el objetivo de matar a Perón—, la Plaza de Mayo y el Ministerio de Hacienda. El panorama de la plaza era dantesco. Mi padre, por aquel entonces un joven médico socialista que, si bien no era peronista, valoraba los logros sociales del gobierno, trabajaba en la asistencia pública y fue de los primeros en llegar con las ambulancias.

Siempre me contaba que lo que vio fue horroroso: cadáveres apilados, manchas de sangre en el asfalto, autos y colectivos incendiados mostraban que, a fuerza de matar trabajadores, la oligarquía argentina —ahora acompañada por la cúpula eclesiástica, una parte de las Fuerzas Armadas y la defección cobarde de la burguesía industrial— había encontrado el camino para desalojar al peronismo del poder.

Esto se produciría con el golpe gorila del 16 de septiembre. No tardaría mucho el revanchismo de clase en cobrarse nuevas víctimas. El 9 de junio de 1956 estalla un movimiento revolucionario encabezado por el General Valle. Aramburu y Rojas conocían los detalles de la conspiración y podían haberla evitado. Aun habiéndose rendido todos los participantes deponiendo las armas y antes de que se declarase la ley marcial, fueron fusilados sumariamente, sin posibilidad de juicio ni defensa alguna. Susana Valle, la hija del General Valle, visitó la residencia de Olivos para rogarle a Aramburu por un indulto. La respuesta, lapidaria, le llegó de la guardia: “El general duerme y no quiere ser molestado”.

La Revolución Libertadora, con sus manos cubiertas de sangre y su cuerpo untado de pestilente lodo, se presentaba así ante la historia para gran satisfacción de la oligarquía argentina que, ahora sí, sonreía satisfecha.

Raúl Scalabrini Ortíz, que había permanecido en una suerte de autoexilio interior en los últimos años del segundo gobierno peronista, fastidiado con los burócratas que detenían la marcha del proceso de liberación nacional, vuelve a la palestra política. Sus potentes artículos publicados en El 45 y El Líder, el diario de la CGT, son un ariete para la lucha en un momento de mucha dispersión y confusión en el campo nacional.

En octubre de 1955, dirigirá sus principales críticas contra el economista de la CEPAL Raúl Prebisch que intentaba mostrar que el peronismo había dejado una herencia económica nefasta. Prebisch buscaba quebrar la independencia económica y volver a la Argentina semicolonial. Scalabrini lo enjuicia duramente en su artículo “El gato es mal guardián de las sardinas” publicado en El Líder. También le solicita a Lonardi que no firme ninguna medida que comprometa la independencia económica.

En sus sesudos artículos publicados en El Federalista,escribe contra la reforma constitucional de 1957, defiende la Constitución de 1949 y dice —hondamente dolido—sobre los sucesos del 9/6/56 que hubo “27 mártires para una revolución que no disparó ni 27 balas”. Desde 1956 ya publica en la revista Qué su columna La carta de Scalabrini Ortíz en la cual fustiga el Estatuto Legal del coloniaje económico de la Fusiladora por haber liquidado el IAPI y la banca nacionalizada, por permitir la fuga de capitales y por asfixiar a las empresas nacionales.

En las elecciones de 1957, con el peronismo proscrito, Scalabrini decide no votar en blanco y lo hace por la UCRI que promete disolver la reforma constitucional del gorilismo. Algunos sectores del peronismo lo criticarán por “divisionista”. Él afirma que “votar en blanco es un gesto heroico y altivo, pero poco político”. Frondizi lo desilusionará muy rápidamente, primero con sus contratos petroleros con la Standard Oil Company y la entronización de Álvaro Alsogagay como ministro de Economía y, después, con la amnistía retaceada a los presos políticos y el homenaje que le brinda a Aramburu y a Rojas.

Desde este período truculento de la Revolución Libertadora nos queda una hermosa anécdota quien podría aplicarse a este aciago tiempo presente. A fines de octubre de 1955, Scalabrini Ortíz se encuentra de casualidad en el centro porteño con Leopoldo Marechal. Se veía ya como inminente la caída de Lonardi y la llegada al poder de Aramburu y Rojas. Van a tomar un café y Marechal le transmite toda su bronca y su angustia por el momento político que se vive. Scalabrini lo escucha atentamente, aunque parece ensimismado en sus propios pensamientos hasta que Marechal le dice:

–Raúl: ¿Y ahora qué vamos a hacer? Raúl le responde: “Ahora…Ahora vamos a empezar todo de nuevo”.

Fuente: Revista Punzó

Invitame un café en cafecito.app

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *