La semana pasada se firmó el convenio para la reactivación de la PIAP entre la CoNEA, ENSI, la cartera de Energía y el Ministerio de Economía. La puesta en marcha de las instalaciones requerirá de al menos 25 meses de trabajos de alistamiento, tras casi 6 años de inactividad de la fábrica.

Redacción

Tras años de amagues, esperas y demoras, finalmente se reactivaría la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP). La noticia se conoció durante la tarde del pasado viernes, cuando desde la Comisión nacional de Energía Atómica (CoNEA) y con la participación del “superministro” casi presidente, Sergio Massa, y la secretaria de Energía, Flavia Royón, le dieron marco al acuerdo.

Así, el convenio para la conservación, mantenimiento y acondicionamiento para la puesta en marcha de la PIAP entre la CoNEA y la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería Sociedad del Estado (ENSI), permitirá que la Planta ubicada en la localidad de Arroyito, provincia de Neuquén, retome la actividad a partir de una inversión de $4.067 millones de pesos que financiará el Ministerio de Economía.

El anuncio giró en torno a lo que se viene especulando desde al menos 2020: la producción de las 485 toneladas de agua pesada que se necesitan para garantizar la provisión de este insumo estratégico para las centrales Atucha I, Atucha II y Embalse, hasta el fin de su vida útil.

Recordemos que la PIAP es la fábrica de agua pesada más grande del mundo y se encuentra paralizada desde 2017. La misma fue inaugurada en 1993 y posee una capacidad de producción funcionando a tope de 200 toneladas de agua pesada por año. Si bien es propiedad de la CoNEA, viene siendo operada por la ENSI, una sociedad conformada entre la CNEA y la Provincia de Neuquén, que tiene la mayoría accionaria.

Para Argentina, una planta de agua pesada es un activo industrial y tecnológico estratégico, ya que fabrica uno de los insumos principales en las centrales nucleares que funcionan con uranio natural. Nuestro país, es uno de los pocos en el mundo que domina el ciclo nuclear completo, con el aditamento que es un tipo de energía que no requiere del enriquecimiento del uranio. Vale decir, variante tecnológica sobre la cual se basa la tecnología aplicada al armamento que tan nerviosa pone a Estados Unidos.

Obviamente, el enriquecimiento de uranio posee otros múltiples usos además de los bélicos: medicina, industria electrónica y microelectrónica por nombrar algunos. En realidad, son estos usos los que ponen nerviosos a los yanquis. Imaginen por un momento que Argentina pueda dar soberanamente los pocos pasos que quedan para dominar ese otro ciclo a una escala interesante. Podríamos hacernos fácilmente del desarrollo de las tecnologías “de punta” de cara a la fabricación de micro y semiconductores. Es decir, los factores determinantes y estratégicos en el plano de las telecomunicaciones y la denominada “revolución digital”. Sin embargo, como han comprobado los técnicos de la CoNEA, hay cosas que pueden hacerse con el uranio natural.

Volviendo a los anuncios específicos, desde la CoNEA se dio a conocer que la reactivación también obedecería a la puesta en marcha de un plan de negocios orientado a la provisión de clientes extranjeros que utilizan el agua pesada como insumo para electrónica y usos médicos. Es decir, exportar producción y realizar el mantra del actual gobierno liberal: “obtener divisas, para pagar deuda externa y exportaciones”.

Por otra parte, la producción de la cantidad agua pesada mencionada, solamente ocuparía a una de las líneas de la fábrica y que requiere para su reactivación casi dos años de tareas de alistamiento. Con la otra línea, a la que hay que adaptar y modificar, el plan es fabricar urea para su aplicación como fertilizante, y utilizar las instalaciones de la planta para participar d la cadena de valor del hidrógeno.

Fuente: MEconN / SEN / CoNEA