La visita de la generala Richardson a Tegucigalpa, deja en evidencia una nueva señal de la historia para la integración de los pueblos latinoamericanos. Honduras impulsa proyectos logísticos de envergadura y los conflictos comercial-globales pretenden controlar la situación.
Redacción
La presidenta de Honduras, Xiomara Castró de Zelaya, recibió en la capital de su país a la general del Comando Sur de Estados Unidos, Laura Richardson, el pasado lunes. Según los partes oficiales, en el encuentro se trabajaron los “temas en común” como defensa y seguridad. Es decir, la agenda del Pentágono para el continente.
Sin embargo, la presencia de Richardson y la comitiva tuvo otros condimentos más trascendentales, como ser comercio exterior, logística, inversiones regionales, y migración.
Tal vez el proyecto más importante fue el de la presentación del proyecto del tren interoceánico. Según Héctor Zelaya, hijo y mano derecha de la mandataria, preside la Comisión Nacional del Ferrocarril Interoceánico (CoNFI). La iniciativa busca conectar el golfo de Fonseca – sobre el Pacífico – con la salida al mar caribe hondureño, uniendo los enclaves de la isla de Amapala con Puerto Castilla.
Zelaya, declaró públicamente que con el megaproyecto se pretende construir “la seguridad económica como un componente esencial de la seguridad nacional, fundamental en un contexto en donde los canales comerciales globales enfrentan conflictos armados, crisis por sequía y elevados costos de transporte”.
Por otra parte, el ferrocarril interoceánico en Honduras traería beneficios al comercio internacional al ser un proyecto alternativo al canal de Panamá. Es allí donde a Estados Unidos – amo y señor del ducto panameño – muestra interés en controlar dicha vía adicional transoceánica.
Desde el gobierno hondureño, se manifestó que hay varios países interesados en participar de las inversiones para la obra: China, Francia, España, Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes y Japón.
Según los voceros de Tegucigalpa, el proyecto tendría un costo estimado total de 10 a 15 mil millones de dólares, y tomaría al menos una década de construcción.
La visita de Richardson fue clara: Estados Unidos estaría dispuesto a financiar una parte importante de las obras, siempre y cuando de las mismas no participe China.
La reacción yanqui es lógica. De hecho, Nicaragua también está impulsando proyectos de vías transoceánicas que compitan con el cada vez más limitado en operaciones, Canal de Panamá. Allí hizo punta el gigante asiático.
Es importante lo que está sucediendo en Centroamérica. Debe recordarse que hay dos alternativas de vías de comercio para unir el Atlántico y el Pacífico: o se aprovechan las múltiples ventajas geográficas que presenta Centroamérica; y /o se vuelve a ponderar al Canal de Magallanes. La idea de Estados Unidos y de China es poder tener control e influencia sobre las dos regiones.
Es hora que Latinoamérica vuelva a integrarse. Otra vez la historia demuestra que nuestros países poseen destino y suerte común.
Fuente: HonduDiario / La prensa / Nodal