La cadena forestal en nuestro país atraviesa un momento delicado, de la misma manera que lo sufre la industria maderera en todo el mundo. Precios bajos y concentración empresaria en ascenso. Con un caso argentino se puede comprender el problema global.
Redacción
Una cadena forestal estrechamente ligada al mercado externo como la argentina, corre riesgos de sustentabilidad en el futuro inmediato. Los precios cayeron entre un 20 y 30% por debajo de los costos de producción.
La unidad de medida por la cual se comercializa la madera aserrada es el “pie madera”, la cual se calcula internacionalmente según parámetros anglosajones. Es decir, un pie de largo, por un pie de ancho, por una pulgada de espesor. En Argentina, es más sencillo: 30,48 cm x 30,48 cm x 2,54 cm.
Según los informes de mercado a los que tuvimos acceso, el precio internacional del pie madera se encontraría por debajo de los 45 centavos de dólar. Usualmente, los contratos internacionales se efectúan cada 1.000 pies. Es decir, esa unidad de comercio rondaba a principios de julio a menos de U$S 450.
Los especialistas argumentan que tamaña baja en el precio no se daba desde los primeros meses de la pandemia en 2020. Por lo tanto, teniendo en cuenta lo mencionado al principio, significa que, a nivel internacional, se considera que el “costo normal” de producción de 1.000 pies madera ronda aproximadamente los U$S 600.
¿Cuál sería la situación en Argentina?
Más allá de la caída de los precios internacionales por la falta de demanda de los grandes mercados consumidores, la baja de la actividad a nivel nacional se hace sentir también el mercado interno.
Existe una débil demanda de madera para embalaje o logística, al igual que para la construcción. Los aserraderos continúan activos a fuerza de precios bajos que lindan el punto de equilibrio, y plazos de pago extensos.
El agravante nacional, es el costo logístico a raíz de las distancias del mercado a cubrir, respecto de la zona de principal producción como son las provincias de Corrientes y Misiones. Allí se fijan los precios de referencia a nivel nacional, más allá de algunas variantes específicas en otras regiones donde también se ejerce – aunque a menor escala – la actividad forestal.
Las fuentes también observan con preocupación el desfasaje que existe entre las provincias mencionadas en cuanto al abordaje de la materia prima. Misiones cobra una tasa forestal que Corrientes no. Por lo tanto, varias de las industrias se han volcado a esta última provincia. Sin embargo, las condiciones de infraestructura que presenta Corrientes, dificultan el ejercicio de la actividad: rutas y caminos en mal estado, distancia hacia a puertos o centros de transferencia, etc.
Además, la instalación de la firma ACON Timber, perteneciente al grupo austríaco Grupo HS Timber en Virasoro, provincia de Corrientes, también revolucionó la actividad de la cadena. Su estrategia se basó en reventar cualquier competencia.
Simple: compran plantaciones enteras, pasando por arriba cualquier demanda planificada y la reposición de plantaciones. Ofrecen mejores precios que el resto de los aserraderos en plazos más cortos, en un contexto de depresión como ya se describió más arriba.
Lo que seguramente sucederá es que ACON no tenga competencia regional en pocos meses, ni tampoco compre rollos forestales por su volumen de stock acumulado en estos meses. Por mayor escasez de plantaciones que haya en los próximos años, si hay un solo comprador de escala, el precio de la materia prima será el que determine esa empresa.
Esto que está sucediendo en Corrientes y Misiones de ha visto reiteradas veces en otras actividades en el reto del país. Sólo trae, desocupación, pérdida de capacidad industrial y despoblamiento.
El otro factor común es que los poderes institucionales alientan la instalación de este tipo de industrias. El caso correntino es arquetípico. Hay que seguirlo.
Fuente: INTA /INTI / Argentina Forestal / Archivo