El Líbano ha sido un escenario recurrente de resistencia y confrontación en la lucha contra la ocupación sionista. A lo largo de los años, este pequeño país ha soportado múltiples agresiones por parte del régimen de Israel, que han dejado cicatrices profundas en su tejido social, político y económico.
Por Tadeo Casteglione*
En este contexto de conflicto, los recientes ataques terroristas perpetrados por la entidad sionista de Israel, utilizando beepers y otros dispositivos explosivos, han sido parte de una ofensiva más amplia destinada a debilitar la moral del Hezbollah y llevar la guerra a toda la región. Esta ofensiva, que busca extender el caos y el temor entre la población civil, representa una escalada en las tácticas israelíes, combinando ataques aéreos y detonaciones masivas en un intento de desestabilizar la resistencia libanesa.
Los ataques de Israel no solo se limitan a objetivos militares, sino que se dirigen también a la infraestructura civil del Líbano, con el fin de sembrar el pánico y fracturar la unidad interna del país. En este sentido, el uso de dispositivos explosivos como los beepers ha sido una herramienta psicológica para intentar quebrantar la voluntad de la resistencia. Sin embargo, lejos de debilitar a Hezbollah, estas agresiones han fortalecido su determinación y han mostrado al mundo la brutalidad del régimen sionista.
La reciente ofensiva sionista, además de buscar el debilitamiento militar de Hezbollah, tiene un claro objetivo de provocar una guerra a mayor escala en la región. Israel, consciente de que sus objetivos no se logran fácilmente, intenta forzar una intervención internacional, esperando que potencias como Estados Unidos y el Reino Unido se vean obligadas a intervenir en su favor. A pesar de los intentos de Israel de imponerse a través del terror, la resistencia libanesa continúa mostrando una sólida capacidad de respuesta, haciendo evidente que la moral de y su compromiso con la defensa de la soberanía del Líbano no han sido quebrantados.
Este conflicto no solo tiene consecuencias militares, sino que también refuerza la narrativa de que la resistencia libanesa sigue siendo un actor clave en la defensa contra la agresión sionista, y que el pueblo libanés no se doblegará ante las tácticas de terror y dominación impuestas por Israel.
Las palabras de Hasan Nasrallah secretario general del partido político y cuerpo armado libanés chií Hezbollah fueron más que elocuentes “No hablaré del lugar, el momento, la locación detalles. Se enterarán cuando ocurra. Este ajuste de cuentas sucederá”, mientras que recalcaba que el actual panorama “en una etapa muy sensible de la batalla”.
Violación sistemática del derecho internacional.
El asesinato de Fuad Shukr en un bombardeo aéreo dirigido contra Beirut el pasado 30 de julio y la reciente operación terrorista con los comunicadores tipo buscapersona, al igual que el ahora asesinato del comandante Ibrahim Aqil que según fuentes fue abatido en un ataque aéreo perpetrado por la entidad sionista en el sur de Beirut es un reflejo de la política persistente de agresión por parte del régimen sionista contra el Líbano.
Estos ataques, que fueron ampliamente condenado, se suman a una larga lista de acciones ilegales por parte de Israel que violan el derecho internacional y subrayan su política imperialista y expansionista en la región. La muerte de Ibrahim Aqil comandante de la unidad de fuerzas especiales de las Fuerza Radwan, si bien es un duro golpe, no plantea la debilidad de la resistencia, sino que la fortalece, consolidando su figura como mártir y símbolo de la lucha continua contra la ocupación.
Para comprender plenamente la naturaleza de la agresión israelí contra el Líbano, es necesario examinar el historial de incursiones y bombardeos que han caracterizado la relación entre ambos países desde la creación espuria del estado de Israel en 1948. Desde el principio, Israel ha adoptado una política de expansión territorial y agresión militar para consolidar su dominio en la región. Esto ha incluido la ocupación de territorios en el sur del Líbano, bombardeos repetidos de ciudades y aldeas libanesas, y ataques a la infraestructura civil, todo en un esfuerzo por desestabilizar al país y debilitar su capacidad de resistencia.
La invasión israelí del Líbano en 1982, conocida como la Operación Paz para Galilea, fue un intento claro de Israel por erradicar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) del sur del Líbano y establecer un gobierno pro-israelí en Beirut. Esta invasión llevó a la ocupación del sur del Líbano y la creación de la zona de seguridad, que fue controlada por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y sus aliados libaneses, la milicia cristiana del Ejército del Sur del Líbano (SLA). Durante este período, la resistencia libanesa, encabezada por Hezbollah, comenzó a tomar forma y a organizarse, llevando a cabo operaciones guerrilleras contra las fuerzas de ocupación.
La ocupación israelí del sur del Líbano se prolongó hasta el año 2000, cuando las fuerzas de resistencia lograron infligir suficientes bajas y desgaste a las fuerzas sionistas, obligándolas a retirarse. Esta retirada se vio como una gran victoria para Hezbollah y un humillante fracaso para Israel, que había subestimado la capacidad de resistencia del pueblo libanés. La retirada de 2000 no fue solo un evento militar, sino también un símbolo de la resiliencia libanesa y del fracaso de las políticas expansionistas de Israel.
Sin embargo, la agresión israelí no terminó con la retirada de 2000. La Guerra del Líbano de 2006 fue otro intento de Israel por destruir a Hezbollah y consolidar su control sobre el Líbano. Durante este conflicto, Israel lanzó una campaña masiva de bombardeos que destruyó gran parte de la infraestructura del país y causó miles de muertes civiles.
A pesar de la devastación, Hezbollah resistió con éxito, utilizando tácticas de guerrilla y armamento sofisticado para infligir severas pérdidas al ejército israelí. La guerra terminó sin un claro vencedor, pero Hezbollah emergió como una fuerza aún más formidable, lo que obligó a Israel a reconsiderar su estrategia en la región.
El carácter de la agresión israelí contra el Líbano no se limita solo a ataques militares. Israel ha mantenido una política constante de desestabilización y provocación, violando el espacio aéreo libanés de manera rutinaria y llevando a cabo operaciones encubiertas dentro del país. Estas acciones, lejos de ser defensivas, son parte de una estrategia más amplia para mantener al Líbano en un estado de inestabilidad permanente y evitar que emerja como un estado fuerte y soberano en la región.
Además, la política de agresión israelí ha tenido un impacto devastador en las comunidades cristianas maronitas del Líbano, quienes han sido objeto de bombardeos y ataques a lo largo de los años. A pesar de las diferencias religiosas y políticas dentro del Líbano, la agresión israelí ha afectado a todos los sectores de la sociedad libanesa, uniendo a cristianos, musulmanes y drusos en una causa común de resistencia contra la ocupación y la agresión extranjera.
Una respuesta digna
La política de defensa de Hezbollah está preparada para ofrecer una respuesta justa y proporcionada ante los recientes ataques israelíes, pero es crucial comprender el panorama completo antes de caer en el juego del enemigo. Israel, bajo el régimen de Netanyahu, ha lanzado estas ofensivas en medio de una desesperación creciente, marcada por una larga crisis política, social y económica.
Las manifestaciones masivas en contra de Netanyahu, la caída de más del 30% de su PIB y la quiebra de más de 50.000 empresas desde el 8 de octubre del año pasado son claros indicios de un país en declive. Además, el fracaso de Israel en cumplir sus objetivos militares en Gaza ha socavado aún más su credibilidad y capacidad estratégica.
Hezbollah entiende que, aunque la guerra total contra Israel podría parecer una opción de venganza justa, esto sería caer en una trampa. Israel está sufriendo una guerra de desgaste, y al continuar con esta estrategia, la entidad sionista se debilita cada vez más.
En lugar de precipitarse hacia una confrontación directa que podría tener consecuencias impredecibles, Hezbollah sigue manteniendo una postura calculada, consciente de que el colapso de Israel es inminente si las dinámicas actuales continúan. Entrar en una guerra total solo fortalecería la narrativa de Netanyahu y daría al régimen una excusa para desviar la atención de sus problemas internos, mientras que la estrategia de desgaste ha demostrado ser efectiva para debilitar al enemigo sin sacrificar recursos innecesarios.
Los recientes ataques de Hezbollah contra bases israelíes en el Golán ocupado, incluyendo la Base Meron y el Cuartel Yoav, son una muestra clara de la capacidad de la resistencia para responder de manera decisiva cuando es necesario. Sin embargo, al mantener la guerra en este nivel, Hezbollah deja claro que no se dejará arrastrar a una confrontación total que beneficie a Israel.
El régimen sionista está más vulnerable que nunca, y su colapso parece solo una cuestión de tiempo. Mantener la estrategia actual, que desgasta a Israel a nivel militar, político y social, permitirá a Hezbollah y a la resistencia regional continuar avanzando sin caer en la trampa del enemigo.
* Experto en Relaciones Internacionales y en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global. Título original del artículo: “Líbano y la agresión sionista”.
Fuente: PIA