Sin ofensa ni temor 151. Columna destinada a mover la cabeza. Si temes hacerlo, no la leas. Reproducimos un artículo de Horacio Paccazochi, donde aborda cierto paralelismo entre la actualidad nacional y los episodios que acontecían en nuestra Patria, hay a por la década infame.
Editor Federal
“Qué falta de respeto
qué atropello a la razón
cualquiera es un señor
cualquiera es un ladrón”.
Tango Cambalache de Santos Discépolo
Así rezaba la desgarradora descripción de la Argentina del 30′, de Discépolo, en su tango “Cambalache”.
Eran épocas de la llamada “Década Infame”, de sumisión del País al extranjero. “Nos sentimos parte del Imperio Británico”, decía Julito Roca (hijo), mientras firmaba el tratado Roca- Runciman, y casi 100 años después, y con una guerra de por medio, el Ministro Caputo envía a la City de Londres el respaldo en oro del gobierno argentino sin que medie, salvo el sindicalista Palazzo, mucho alboroto en la política argentina.
En 1930 gran parte de la economía estaba supeditada al interés británico, hoy está siendo fagocitado, lo que queda de nacional, por la nueva versión del capitalismo financiero que son los fondos de inversión.
En la década del 30′ recrudecían en la India las luchas por la independencia de la Corona Inglesa, que coronarían en la década del 40′, por esas épocas nos sentíamos parte del Imperio. Hoy casi un siglo después el Presidente Milei se declara admirador de Margaret Thatcher, y decide dejar de lado la disputa por la soberanía en Malvinas en aras de las buenas relaciones con el Reino Unido. Hoy como ayer las islas siguen en poder de los ingleses.
El mitrismo combatió, y después de muerto, venció a Roca posibilitando el manejo de la oligarquía de los destinos del País. Hoy la “Pos-verdad” y la “Cancelación de la cultura” son las armas que los nuevos mitristas del siglo 21 usan para desprestigiar y hundir en el barro a la Generación del 80´y su ejemplo de un País soberano e independiente.
Así y todo, mal que les pesara a los sectores oligárquicos, y como consecuencia de la crisis mundial la Argentina del 30´comienza un proceso de industrialización basado en la sustitución de importaciones. Hoy, por el contrario, y para peor, cuando se abren en el mundo oportunidades de comerciar con países fuera de la órbita del “Occidente financiero”, el gobierno de Milei desecha esa vía y propone el RIGI, (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones), que atenta contra la posibilidad del Estado de reinvertir, (por exiguas o nulas) el resultado de las inversiones en la promoción de una industria nacional.
Pero si algo nos diferenció de la política de los años30′ fue el surgimiento del Peronismo que en 10 años con una política nacional le cambio el sentido histórico a este País.
Aun sin Perón en la escena política, el Pueblo argentino resistió desde las organizaciones sindicales, desde sectores de la intelectualidad y la política a la nueva entrega del País.
Pero fueron demasiados años de dictaduras cívico-militares, y gobiernos “sensibles” al interés extranjero, quienes al final consiguieron doblarle el brazo a las fuerzas nacionales.
El “menemismo” fue la expresión, en un momento geopolítico internacional, de “adaptarse” a las presiones de adentro y de afuera, luego un “progresismo” de clase media impidió la consolidación de un Frente Nacional capaz de derrotar a los poderes concentrados de las finanzas, la prensa, y un mercado interno monopólico.
Cuarenta años de democracia, considerada la “panacea” para solucionar todos los males, nos ha puesto en un lugar parecido al que nos encontrábamos en 1930.
Sin un Proyecto Nacional viable que aglutine a los sectores más dinámicos de la vida nacional, con una ubicación internacional que nos aleja de prometedoras formas de comercio con países semejantes, seguimos alineados, como antaño, con los viejos poderes internacionales que hoy están en decadencia.
Pero si hay algo peor que nos pasa es el descreimiento de gran parte de la sociedad en la política como forma de proponer un futuro distinto. Esta “insensibilidad” a sentirse participes de una construcción que modifique las cosas nos ha llevado a esta anomia en donde todo es lo mismo y “sálvese quien pueda”. Es una “comunidad desorganizada”, y más bien en disolución. Argentina es hoy una sociedad a la deriva, y peor aún es una sociedad que perdió el sentido y la dirección, no sabe lo que quiere ni adónde va.
Las diferencias entre los partidos se han ido esfumando. Si nos atenemos a la sentencia de Nietzsche de que los hombres “no son por lo que piensan o dicen, sino por lo que hacen” entonces la población juzga por los resultados, y después de 40 años de democracia seguimos más o menos en la misma situación, y en algunas cosas igual que en el 30´’. Sino veamos.
Tenemos 55% de la población debajo de la línea de pobreza, un mercado interno monopólico que maneja los precios a su antojo, una deuda externa inmensa, (y en crecimiento), sin una correspondencia en obras de infraestructura ni capacidad productiva del País, las Malvinas ocupadas y peligran nuestros dominios en el Atlántico Sur y la Antártida, nuestras Fuerzas Armadas en total estado de indefensión, y mientras todo esto sucede la economía del País ha sido dejada en manos del “mago de las finanzas”, que alquimias mediante, hace, día a día, caer la capacidad productiva y de compra de los argentinos.
Solo una fuerte política de unidad y cohesión podrá salvarnos. Se necesita comprender las mutaciones mundiales en curso. La nueva realidad de la multipolaridad es una vía sin la cual no será posible renacimiento alguno. El mundo “cambalache” en el que vive gran parte de nuestra dirigencia política está dejando de ser.
Es necesario revisar nuestra democracia. El poder que recibe el presidente de turno es casi inocuo, es simplemente un puesto que cobra sentido si es capaz de gerenciar un llamado general Patriótico para una “Gran Política”, Un proyecto consensuado de Respuesta Nacional surgida de una vasta convergencia de los Partidos Políticos, la Iglesia, los Sindicatos, las Fuerzas Armadas, y organizaciones de la sociedad…
Un Estado fuerte con clara conciencia nacional es la única garantía de consolidar un país. La experiencia histórica de la humanidad así lo demuestra.
Fuente: Revista Patria Grande