El abismo económico productivo que divide al mundo agropecuario se corta por lo más fino y elemental, el costo de transporte y estructura la logística general. Un punto clave para comprender por qué el verdadero problema de la producción nacional no pasa solamente por las retenciones y los aranceles.
Por Pablo Casals
Días atrás, el Diario Norte publicó una nota en su suplemento de temas rurales, que podría asociarse con la línea de trabajo de nuestra Redacción. Tocaron un tema recurrente en estas páginas y sensible para el mundo de la producción: el costo logístico y el cuello de botella logístico.
Trataremos de explicarlo de forma simple para aquél que no está familiarizado con la realidad del sector. En la provincia del Chaco – aunque podríamos hablar de cualquier otra porque es un problema general -, la estructura logística tanto en transporte como en almacenamiento es la misma que a principios de siglo. Sólo puede asegurarse que hubo un importante crecimiento de la flota de camiones, aunque esta no varía desde hace una década.
Por otra parte, en los últimos 20 años, la frontera agropecuaria y la producción correspondiente, crecieron exponencialmente. Entonces tenemos misma capacidad logística para mucha más producción.
Además hay otro aditamento: tanto los contratistas de maquinaria y el acceso a las barcazas está limitado porque están concentrados en la cosecha sojera paraguaya.
Otros factores corresponden, aunque parezca mentira, a la división internacional del trabajo. Para hacer llegar las cargas a los puertos santafesinos, sin barcazas ni camiones suficientes (que al mismo tiempo encarecen los montos de los fletes por las distancias y la poca disponibilidad de flotas), los productores chaqueños no pueden acceder a los trenes de cargas, dado que este servicio está acaparado por dos grandes empresas acopiadoras asociadas a las multinacionales exportadoras.
Por lo tanto, tenemos un panorama productivo castigado por la crisis hídrica; y un panorama logístico insuficiente, deficiente, y sobre todo encarecedor de los costos de producción.
La fuente mencionada describió muy bien el cuello de botella: la cosecha de la soja terminó; la del algodón está a punto de concluir; ya ese está levantando el maíz – que además amplió significativamente el volumen plantado en la región -; y también se está encarando la cosecha del sorgo. Es decir, existe un enorme embudo por el cual tener que canalizar esos volúmenes de mercadería.
Hicimos algunas consultas y en ámbitos oficiales argumentaron que se trataba de una excusa para retener especulativamente la cosecha y no liquidarla. Obviamente, algo de eso también existe. Sin embargo, preguntamos al mismo tiempo si había alguna política o sugerencia para conducir la producción.
En criollo: si el Gobierno provincial o nacional limitaba o alentaba tal o cual cultivo, mediante políticas de subsidios, ordenamiento de costos, compra directa, entre algunas de las decenas de posibilidades que habría para encarar el problema. La respuesta fue inocua: se mencionó al tren – que ya mencionamos lo que sucede -; los tipos de cambios diferenciados – sólo beneficiosos para los grandes -; y las políticas que apuntan a los paliativos para la crisis hídrica y control de plagas.
El ejemplo que le da magnitud al caos es el siguiente: dado que sobre la soja existe un 33% del valor de venta que se va en retenciones a la exportación y que las multinacionales exportadoras trasladan a la cadena; lentamente, los productores se han ido “pasando al maíz”. Entonces, afectan una mayor cantidad de terreno a este último.
Algunos rotan cultivos; otros “aseguran” el contrato sojero por una cuestión de precios, pero hacen la diferencia por intermedio del maíz. Algo similar ocurre con el sorgo.
Respecto del algodón, la cadena tiene una dinámica distinta, dado que sus primeros eslabones están concentrados en NEA y el litoral. Sin embargo, sufren el factor logístico y la escasez de mano de obra – tema más asociado a lo bajo del jornal rural que al precio de la mercadería-. Además, la falta de maquinaria y disponibilidad de instalaciones de almacenamiento de royos o fardos, motiva la pérdida de rendimientos y calidad del producto.
¿Cuál es la solución entonces? Priorizar el orden logístico en función de una matriz de producción. Ocurre que esta última no es algo que se dirima en nuestros palacios gubernamentales. Las decisiones se toman allende los mares, y el Gobierno nacional es mero espectador dependiente de la recaudación de aranceles por el comercio exterior.
Entonces sin la organización de una matriz de producción que garantice al menos los precios sostén para los productores, y que al mismo tiempo el propio sistema resuelva el factor logístico, la cadena agropecuaria se vuelve cada vez más cuesta arriba en las regiones alejadas a más de 400 kilómetros de los enclaves portuarios.
No es un capricho “populista”; es una cuestión de liberación o dependencia. Los números son más que elocuentes.
Fuente: Diario Norte