El desencuentro entre el libro y el papel

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El desencuentro entre el libro y el papel

La industria editorial argentina atraviesa su enésimo año de crisis. Pero en este 2022, se sumó un factor olvidado: la escasez de papel; un insumo superabundante en años anteriores por la falta de impresión de libros en el país.

Redacción

Se viene la Feria del Libro y los problemas de antaño vuelven a salir para afuera. La crisis que atraviesan las denominadas “industrias culturales”, tiene su capítulo en el mundo editorial. Desde hace varias semanas el tema tiene cobertura en medios especializados o de poca circulación, pero desde que comenzó febrero empezó a cobrar espacio en ámbitos de mayor circulación.

Es lógico. La industria editorial argentina hace diferencia durante la Feria del Libro que además, por la pandemia, hace dos años que no se organiza. Pero en épocas normales, durante ese evento es prácticamente en el único momento del año y del país, donde se pueden adquirir libros a precios razonables. Por lo tanto las editoriales aprovechan la cita para lanzar las novedades y las reimpresiones. Es decir, es una demanda “estacional”.

La vida interna de esa industria no es diferente a las demás cadenas: dos o tres sellos editoriales que poseen la mayor cuota de mercado y volúmenes de facturación respetables; y miles de sellos chicos que sobreviven mediante un sin número de artilugios. En cuanto al papel – insumo principal del libro – su producción en Argentina está supeditada básicamente a los antojos de dos empresas: Ledesma y Celulosa Argentina. Existe una tercera, que prácticamente monopoliza el mercado de edición de diarios y revistas que es Papel Prensa; pero que está al margen – al menos directamente- del “mundo del libro”.

Ledesma, es la conocida empresa de la familia Blaquier. Ligada a la industria del papel, el azúcar y al bioetanol. Por lo tanto, se ha erigido como un imperio en la actividad, y va regulando sus tres unidades de negocios en función de los vaivenes del mercado nacional o foráneo.

En el caso de Celulosa Argentina, está controlada por la empresa forestal Tapebicuá, propiedad de José Urtubey – dirigente de la UIA -, Juan Collado – uno de loo referentes de Endeavor -, y el norteamericano Douglas Albrecht – proveniente de la industria del biodiesel. Los tres, encabezan la tradicional empresa de maderas, celulosa y papel nacional.

Mencionar a esta dos firmas es significativo, porque básicamente, los empresarios editoriales alegan que lo que falta es la provisión de papel; y reconocen que los cupos están a tope. Es decir, ambas fábricas están al máximo de su posibilidad de producción porque 2021 fue un año de exponencial demanda si se compara con los dos años anteriores. En primer lugar, además hubo demanda de papel por las elecciones legislativas (allí también Papel Prensa tuvo participación); segundo, los 8,5 millones de ejemplares de libros escolares que encargó el Ministerio de Educación de la Nación para 2022; y tercero, el Censo Nacional 2022, que también utilizará una cantidad de papel significativa. Como sólo hay dos fábricas para abastecer la demanda habitual, la extra y la estacional (Feria del Libro), el insumo principal escasea.

Por otra parte, desde la Cámaras Argentina de Publicaciones y de su homónima del Libro, destacan que la incidencia del papel en el costo del libro desde mediados de 2020 aumentó un 115%; mucho más que la inflación acumulada en el periodo. Según los representantes d las entidades hasta 2014 la incidencia en el costo por parte del papel rondaba en el 35% y hoy supera el 55%.

Otra versión, plantean desde la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines (Faiga). Para ellos, la industria papelera argentina es superavitaria. El problema para ellos es que venían de dos años de muy baja actividad y por lo tanto no tenían stock disponible. Si la demanda crece de golpe, la industria debe comenzar a producir y cubrir los cupos sin acumulados previos.

Para finalizar, la foto está clara: industria concentrada en la producción de materia prima; empresas gráficas sin stock ni actividad durante prácticamente 18 meses; y editoriales que vive el día a día del mundo del papel, las tintas, los autores y las ventas. Faltan aquí la voz los libreros y de los lectores.

Fuente: Télam / CAL / FAIGA

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