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El Imperialismo: Trayectoria de una categoría

Sin ofensa ni temor 154. Columna destinada a mover la cabeza. Si temes hacerlo, no la leas. “El Imperialismo, como realidad vigente, cobra una dimensión inusitada en esta región del planeta”. Compartimos el artículo escrito por Gabriel Ricardo Sampaolesi.

Editor Federal

¿Qué ha cambiado desde los primeros textos de principios del siglo hasta la actualidad? ¿Se ha transmutado el Imperialismo en Imperio? El siguiente artículo hace un rastreo de las distintas teorías sobre el tema, tratando de establecer un mapa del estado de la cuestión, como arranque a futuras investigaciones en el terreno de la historia de las ideas políticas.

El presente escrito, tiene como objeto, hacer un sucinto desarrollo histórico de la categoría imperialismo. Tiene como destinatarios potenciales a estudiantes de materias o carreras relacionadas a la Historia y las Ciencias Sociales en general. Aspiro a que sea leído por todos aquellos que se sientan atraídos por el tema en cuestión. La elección de este tópico, por mi parte, no es azarosa. Uno siempre escribe en situación. La mía en particular es la de ser un trabajador de la educación. En un país concreto: Argentina. País dependiente, en un clima político de debate, donde todos los nudos de su historia se reabren de manera casi recurrente.

Hoy, en medio de una puja de intereses mayúsculos, la cuestión del imperialismo, espera ser revisada. Sería bueno estar a tono con los momentos que se avecinan. De allí la importancia de abordar este debate.

El concepto imperialismo, si bien es mucho más reciente que el concepto imperio, ya cuenta con más de un siglo de historia (Braillard; De Senarclens, 1989). Durante su vida ha corrido distinta suerte. En la Argentina actual, por citar un ejemplo, ha caído en desuso desde hace aproximadamente veinte o treinta años (salvo para los delgados contingentes militantes de distintas fracciones de izquierda). Ha resurgido en el siglo XXI en clave de «Imperio» (y con connotaciones muy distintas al que éste tenía a fines del siglo XX). Volveré sobre este punto.

Centrándonos en la categoría imperialismo, este es un término polisémico.

Su origen a mediados del siglo XIX, en Inglaterra, tiene una carga despectiva que designaba al régimen de Luis Napoleón como autocrático y despótico. Sin embargo, a fines del mismo siglo, y en el mismo país comienza a tener una breve, pero favorable connotación, incluso a nivel popular.

La guerra Anglo Boer (1899-1902) cuestionará definitivamente su favorable significado, con un aspecto destacable: este hecho bélico es cubierto por un periodista inglés, John Hobson, quien intenta por primera vez un estudio sistemático del fenómeno llamado imperialista (Hobson, 1902).

Esto será retomado por varios autores que se dedican al tema como Bujarin, Hilferding y Lenin, entre otros. La noción de imperialismo se extiende rápidamente por Europa, a fines del siglo XIX y principios del XX la obra de Hobson tuvo su peso en esta difusión y tal como ella establecía, imperialismo era la política de expansión británica y cualquier política de expansión colonial.

Es entonces que a partir de la obra de Hobson se abre un abanico de posiciones con respecto a qué es el imperialismo. Concepto de difícil aprehensión, trataré de esquematizar sintéticamente teniendo en cuenta un eje cronológico (de fines del siglo XIX a principios del XX y de la segunda post-guerra a la actualidad) y un eje teórico ideológico que se superpone parcialmente con el anterior (teorías del imperialismo marxistas, no marxistas, teorías de la dependencia y la última expresión que intenta dar cuenta del fenómeno, negando la categoría imperialismo, me refiero a «Imperio» de Negri y Hardt).

Teorías marxistas del imperialismo

Para los autores marxistas el imperialismo es el devenir del sistema capitalista. La lógica de su funcionamiento lleva inmediatamente a la fase imperial. Dicho de otro modo, el imperialismo no es el fenómeno de expansión y conquista de un estado rapaz, sino el camino inexorable del conjunto del sistema, en donde algunos estados por razones diversas, lo transitan antes que otros. El capital financiero (capital industrial, más capital bancario) hace de punta de lanza para llegar a esta fase denominada «imperialismo» (Hilferding, 1985). Junto con la hegemonía del capital financiero, se desarrolla un proceso de concentración económica en las principales ramas de la industria. Así surgen trust, carteles, etc., que abren paso a la etapa del monopolio, dejando atrás a la etapa de la libre competencia.

Hilferding, Bujarin, Lenin (este último, sin duda, escribió el ensayo más famoso sobre el tema (Lenin, 1974), ayudado por la trayectoria política que emprendió) a pesar de sus diferencias (que no desarrollaremos en este breve artículo) representan una triada que establece, en alguna medida, la ortodoxia con respecto al imperialismo.

Quedan por citar dos autores, que, tuvieron diferencias parciales con los autores anteriores: Rosa Luxemburgo y Karl Kautsky. Para la heroica militancia de los espartaquistas, el imperialismo (al igual que para los autores antes citados) es la consecuencia lógica de la evolución del sistema capitalista. 

La diferencia surge en que para R. Luxemburgo, las fuerzas productivas, encuentran en su desarrollo los límites del mercado (insuficiencia de demanda solvente) (Luxemburgo, 2007). El problema, para la autora, es que ve al capitalismo no como un sistema cerrado y autosuficiente, sino como dependiente de áreas del planeta no capitalistas La propia expansión del capital, destruye, por lo tanto, las bases de su propia existencia.

Kautsky, por su parte, plantea, que el imperialismo no es la única política a seguir por el capitalismo, es más, podría la concentración económica no derivar en guerras interimperialistas, sino por el contrario en una especie de gobierno planetario (ultraimperialismo). Por la extensión del tema y sus derivaciones actuales no podré referirme a este tema en el artículo, pero es objeto de un trabajo de próxima aparición.

Teoría no marxista del imperialismo

La principal característica de esta corriente es que no establece una relación de causalidad entre el desarrollo capitalista y el imperialismo.

Esto significa que los autores de dicha corriente van a plantear que el imperialismo no es un resultado inexorable del desenvolvimiento capitalista. Llegado a este punto se debe aclarar que sería deseable no caer en posturas esquemáticas que adelgacen nuestro análisis.

Me refiero a cierta atribución lineal en la que la corriente marxista que interpreta el imperialismo es económica y que la corriente no marxista es política. Nada más alejado de la realidad. En primer lugar, porque para el marxismo la economía no es lo mismo que para los no marxistas. Existe cierta porosidad en las fronteras epistemológicas de cada disciplina que hace que el marxismo intente análisis holisticos (pretensión de totalidad) por lo tanto muchas veces es factible encontrar en el marxismo, análisis sociológicos, económicos, históricos, combinados en un solo ramillete de ideas. Esto está insinuado en el núcleo de distintas obras marxistas: a más desarrollo, más posibilidad de superar las distintas escisiones que provocó la modernidad.

Volviendo a nuestro tema, la política, la historia y la economía son parte constitutiva de los análisis marxistas del imperialismo (habría que hacer excepción de ciertas corrientes economicistas, incluso positivistas-cuantitativas del marxismo). La corriente no marxista, si bien no todos sus referentes, ha desarrollado interés por explicaciones económicas del imperialismo. Por ejemplo, Hobson, en su obra plantea que la expansión se debe a la desigual repartición de réditos, vale decir el capital inglés, donde al no redistribuir ingresos entre sus conciudadanos se ve obligado a invertir en sus colonias el excedente de capital (Hobson 1902).

Como observamos este autor no marxista aborda el problema en cuestión desde un ángulo económico clásico. Dentro de esta corriente, Joseph Schumpeter planteó que el imperialismo era producto de supervivencias del feudalismo como el autoritarismo, junto con otra rémora moderna como el nacionalismo. Así, este autor, determina que el imperialismo es pervivencia del pasado y no del futuro (Schumpeter, 1986).

Dentro siempre de la corriente no marxista, hay quienes hicieron hincapié en aspectos políticos, y sin duda hay que mencionar a Lionel Robbins, Jhon Gallagher y D. Fieldhouse (Braillard; De Senarclens, 1989). Estos autores basaron sus análisis en la falta de normas internacionales, en el desplazamiento del conflicto europeo a la periferia y en el desarrollo de los nacionalismos europeos.

El final de la Segunda Guerra Mundial dejó un escenario diferente al de principios del siglo XX. Ahora una nación surgía hegemónica y era cabeza visible de occidente: los Estados Unidos. Se enfrentaba, a un enemigo poderoso, aliado durante la última contienda internacional: la U.R.S.S. En el resto del mundo, sobre todo las ex colonias de las antiguas potencias imperiales, cobran independencia al menos jurídicamente.

Este último punto hace pensar en que el imperialismo es cosa del pasado. Es la posición de la escuela realista norteamericana con Hans Morgentham como referente. Otro miembro será Raymond Aron quien plantea que el imperialismo no es una realidad contemporánea. George Kennan (Hobsbawn, 2005) va a sostener que la U.R.S.S. sí tiene tendencias expansionistas. Este funcionario de estado y hacedor de la política exterior estadounidense planteaba que este expansionismo soviético surge de las tensiones internas que esa sociedad no resuelve.

Paralelamente surge una corriente llamada revisionista. En algunos casos, su matriz de inspiración es el leninismo y plantean que en Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial quedó en pie un complejo militar industrial que guía la política exterior agresiva. Esta lectura se agudiza después de Vietnam y Santo Domingo (Hobsbawn, 2005).

Las nuevas teorías del imperialismo (neoimperialismo) y la teoría de la dependencia

Hacia fines de la década del ’50 va perfilándose una nueva corriente de investigadores que tienen por objetivo desarrollar una interpretación marxista de las relaciones internacionales y el subdesarrollo en el llamado Tercer Mundo. Los más renombrados son Paul Baran, Paul Sweezy, Samir Amin, Pierre Jalce y Arghiri Emmanuel. Todos de conjunto denuncian la descolonización como puramente formal. Los controles que el imperialismo hace en el llamado Tercer Mundo pasaron de ser formales a informales.

Otro grupo de investigadores como André Gonder Frank, Fernando Cardoso, Enzo Faletto y Octavio lanni o Teotonio do Santos han desarrollado una teoría específica para América Latina, denominada teoría de la dependencia. Básicamente en el plano político más concreto es una contestación al desarrollismo, implementación de la Alianza para el Progreso, política norteamericana para el Cono Sur del hemisferio occidental.

Si el desarrollismo planteaba que los países subdesarrollados debían seguir los pasos dados de las potencias desarrolladas para salir de su histórico atraso, la teoría de la dependencia va a decir que hay subdesarrollo porque hay desarrollo y viceversa. Algunos autores como Octavio lanni (1972) plantean que la dependencia estructural es la forma en que el imperialismo se expresa en América Latina.

En resumen, podríamos afirmar que la teoría leninista del imperialismo centraba su análisis en la confrontación entre estados altamente desarrollados. El neomarxismo y los teóricos de la dependencia centran su análisis en el impacto de la política imperialista en la zona de subdesarrollada del planeta. Este último aspecto ha dado toda una serie de trabajos de investigación en las consecuencias políticas, económicas, culturales que sufren las áreas dependientes. Así han surgido «Los condenados de la tierra» y «Piel negra mascaras blancas» de Franz Fannon, «Sociología de la explotación» de Pablo González Casanova, entre otros.

Decía al comienzo del artículo que la categoría imperialismo, cae en desuso hace aproximadamente veinte o treinta años. Los cambios mundiales en el último cuarto del siglo veinte, aplazaron del discurso político dicho concepto.

La caída del bloque soviético no es un dato menor en estos cambios que mencionaba. La revolución en la informática y en los medios de comunicación, combinados con el aplazo del modelo de acumulación fordista, fueron los suficientemente poderosos como para transformar el sistema capitalista pero el episodio soviético generó un terremoto ideológico de magnitud, del cual no siempre se toma debida nota. Este paréntesis temporal, se interrumpe auspiciosamente con la irrupción de un trabajo sugestivo: «Imperio» (Negri; Hardt 2000).

No desarrollaré aquí la tesis de este trabajo ya que excede los marcos de este artículo y como anticipé forma parte de otro trabajo en elaboración.

Sólo agregaré que la visión descentrada del poder, el entrecruzamiento con Michael Foucault y post-estructuralistas varios (como Deleuze y Guattari) y el acento puesto en lo político institucional, desemboco en un saludable debate con replicas más que enjundiosas.

Anticipo si, un aspecto no muy tenido en cuenta, la influencia kautskyana, que no comienza con Negri sino que se remonta desde los neomarxistas.

Bienvenidos al debate.

Bibliografía:

Braillard, P. (1989); DE SENARCLENS

Fuente: El Aluvión

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