Argentina produce este cereal pero en baja escala. Hace medio siglo era un importante productor, que iba a la saga de la entonces Unión Soviética. Luego el paquete tecnológico fue modificando la demanda externa y por ende la producción nacional comenzó a concentrarse en menos manos y menos diversificación. Lamentablemente, a causa del hambre en el mundo se abre una oportunidad para el agro nacional: hay países que demandan centeno.
Redacción
El centeno es el cereal conocido, más antiguo en cultivarse en la historia de las comunidades humanas. Se dice que a causa de la crisis alimentaria que se expande paulatinamente por el mundo, sumado a algunas pautas respecto del consumo de alimentos, abren la puerta nuevamente para el centeno a nivel internacional.
En el mercado, los precios del grano han recuperado precio a raíz de la carencia alimentaria mundial cada vez más preocupante, además de la menor producción en Rusia y Ucrania. Los especialistas no dudan en afirmar que, en un mediano plazo, oleaginosas como el lino volverán a imponerse en el mercado, así como lo harán la cebada y el centeno desde los cereales.
Nutricionalmente, el centeno contiene una alta cantidad de proteínas superando al arroz, trigo y avena aportando más lisina que estos otros cereales, que sea una proteína mejor en cantidad y calidad. Por su menor proporción de gluten, también resulta atractivo para determinados segmentos de la industria de la alimentación.
El mercado internacional del centeno está liderado por la comercialización de semillas. En una muy menor proporción, se concretan transacciones de sus derivados, sea para suplementos alimentarios para animales; o directamente para su industrialización para consumo humano.
Argentina es un país productor de centeno, aunque dicho cultivo ha ido perdiendo presencia a partir de las inquietudes del complejo agroexportador, cuya conducción son las grandes comercializadoras internacionales, y de las cuales se sabe que poseen poco interés por la diversificación y la calidad. Su lívido está centrada en el dinero.
Según la Secretaría de Agricultura de la Nación (SAN), la mayor producción del cereal se da en el noroeste y sudoeste de la provincia de Buenos Aires con 138.691 toneladas. La siguen La Pampa con 35.050 toneladas (16%); el sur de Córdoba (28.467 toneladas); Santiago del estero (6.830) y San Luis con 3.350 toneladas.
El centeno, tuvo cierta amplitud de difusión hasta la década del ’70. Era demandado por un par de aspectos propios del cereal: dada su rusticidad y resistencia a las bajas temperaturas, era utilizado como verdeo de invierno y forraje fundamentalmente en las regiones de semiáridas de la región pampeana.
Ya en los ‘80, comenzó a difundirse entre los productores el triticale, que es un híbrido entre el centeno y el trigo pan. El triticale ganó lugar en el mercado ocupado naturalmente por el centeno, dada su mayor calidad y rendimiento, y también por poseer un ciclo vegetativo más prolongado.
A partir de mediados de la década del ’90, con la adopción del paquete tecnológico vigente en la cadena agropecuaria, este tipo de cultivos fue perdiendo superficie. La difusión de los híbridos y la aparición de cultivares de avena blanca y avena amarilla fue desplazando al centeno, dada su mayor resistencia a las bajas temperaturas y mejor prestancia para el forraje.
Sin embargo, lamentablemente las condiciones internacionales han cambiado para peor en materia de acceso al alimento. Esto puede ser una oportunidad para la producción nacional, de cara a ampliar una oferta de productos y valor agregado que el mundo necesita y demandará con mayor ahínco en los próximos diez años.
Tal vez no hay a que dejar esa decisión librada a las multinacionales del agro, que son las que deciden qué deben producir los países que exportan, y que deben demandar los países que compran.
Si los gobiernos toman un poco de coraje soberano, a lo mejor cambia la dinámica. Cosa que no ocurrirá si se continúa haciendo lo mismo de siempre.
Fuente: SAN / La Arena