Llegamos hasta aquí luego de un largo proceso de negación de los principios esenciales de la vida. El Homo debitorius o el Sur también existe (aunque endeudado). No es el final de los tiempos sino el final de muchos principios y valores que constituyeron nuestra sociedad.
Por Néstor Forero (*)
“Determinamos y declaramos… que dichos indios y todas las gentes que en el futuro los cristianos lleguen a conocer, aunque fuera de la fe cristiana pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se ha hecho de otro modo es nulo y sin valor.”
Bula “Sublimus Deus” Papa Pablo III – año 1537 [1]
Estamos inmersos en una crisis civilizatoria. No es el final de los tiempos sino el final de muchos principios y valores que constituyeron nuestra sociedad.
Llegamos hasta aquí luego de un largo proceso de negación de los principios esenciales de la vida, del extravío de la voluntad popular y la consolidación de la legalización de un sistema de exacción del esfuerzo humano para beneficio de una minoría.
En donde la negación del Dios de nuestros mayores trajo aparejado la negación del otro alterno, produciendo la consecuente fragmentación social, dentro de una lógica de civilización o barbarie, donde lo civilizatorio es lo que produce, sostiene y justifica a esa minoría, y bárbaro es todo aquello que ofrece senderos alternativos, ejerciendo sobre ellos una violencia de la más variada gama.
Y es una crisis civilizatoria porque está en peligro nuestra cultura y nuestro medio ambiente.
La convivencia en la casa común se ha hecho muy difícil cuando los que ejercen hegemónicamente el poder se plantean la supresión biológica del otro y de la otra (la naturaleza) para afianzar sus ganancias.
La seguridad de sus negocios radica en la eliminación o el descarte de grandes masas de seres humanos y la crisis ambiental les otorga la oportunidad de ampliar sus beneficios ante una humanidad que deberá tributar si quiere ejercer los más elementales derechos a la vida.
Sólo un largo camino de 5.000 años produjo estos efectos.
La primera manifestación escrita por el ser humano del que se tenga noticia fue un contrato de deuda suscripto en una tablilla de arcilla.
Y hace 4.400 años un rey sancionó la primera condonación de deuda cuando comprobó lo menguado de sus ejércitos y que la liberación de los esclavos por deudas podría aumentar su tropa y así asegurar su victoria.
Fue la primera confrontación entre poder político y poder económico, ya que los acreedores de la población eran los templos sumerios.
El rey en cuestión se llamaba Enmetena y la condonación recibió el nombre de “amargi”, que puede traducirse como “el regreso a la madre”.
Imaginen por un momento, la conmoción al regreso del soldado (sano, herido o mutilado) y recuperar su casa, sus padres, sus hijos y hermanos, todos libertos por su sacrificio de ir él al frente, y el cumplimiento de la palabra comprometida del rey ante su Dios.
Fue recuperar la tierra y su heredad, luego de defenderla, aún con el sacrificio del derramamiento de sangre [2].
Seguramente produjo una gran conmoción en la región y los poderosos deben haber tomado registro de la situación.
Egipto, Babilonia, Jerusalén, La India, Grecia y Roma, a su tiempo condenarían la usura y la esclavitud por deudas.
Será en el Renacimiento cuando la centralidad de la humanidad se desplace de Dios a los hombres, en donde se dará una nueva función a la moneda y con ella retornará el poder del dinero.
El incipiente capitalismo, le dará valor en sí a la moneda, ya no sólo tendrá la función de intercambiar bienes y servicios, sino que será considerada una mercancía más, y con ello tener un valor intrínseco y a la vez simbólico, y fundamentalmente reemplazando a Dios en el manejo del tiempo.
Habrá que devolver más que lo prestado originalmente y en función del paso del tiempo.
Nace el interés compuesto.
Y si antes se concebía que el tiempo fuera competencia de Dios, de allí en más, el tiempo será de los hombres, más precisamente de los capitalistas que tenían la gracia de prestar dinero, y acumular intereses sobre intereses sobre la deuda original por el mero transcurso del tiempo.
Según el proceso natural de nacer, crecer, reproducirse y extinguirse afecta a todos los medios de producción.
Todo menos la tasa de interés, que se reproduce hasta el infinito si no se extingue su causa inicial.
Al desenganchar la evolución de la tasa de interés del ciclo vital, introdujo un elemento antinatural que dominará a los demás factores.
Ya no se concebirá al capital como acumulación de trabajo organizado.
Tendrá su propia lógica y dependerá de su retribución, la tasa de interés.
Los poseedores de los otros factores de producción se someterán al capital y la tasa de interés serás el tributo a pagar al dios dinero.
Y así el excedente disponible de capital intervendrá en toda la cadena productiva de bienes y servicios.
Todo producto, servicio o salario tendrá implícito un costo financiero.
Sólo hará falta crear una deuda real o ficticia para que la tasa de interés
subordine toda la cadena de producción y consumo.
Ya no será el trabajo el que ordene las comunidades sino la subordinación al pago de la deuda.
Y este fenómeno nos convierte en el homo debitorius [3].
Y al impulso de la tasa de interés se han de desarrollar los otros fenómenos que se traducen hoy en guerras.
Guerras militares, guerras mediáticas, judiciales, guerras por la localización del trabajo, tributarias, guerras ambientales.
Guerras en cuotas al decir del Papa Francisco, pero que al observarlas en contexto, son una guerra integral contra la permanencia del ser humano sobre el planeta.
La crisis civilizatoria ha puesto en peligro y redefinición a la vida.
Y es en ese contexto, que, las naciones del mundo están sometidas al flagelo de la deuda.
Porque la deuda como sistema es un proceso d acumulación de recursos públicos para transferirlos a la esfera minoritaria y privada.
Un reciente informe de las Naciones Unidas nos muestra claramente la situación.
Los países están superendeudados (y las familias también).
Cuando sumamos la deuda externa de los países con la deuda interna tomamos dimensión de la deuda pública de cada país.
Luego comparamos el mal llamado servicio de la deuda pública (sumatoria de reembolsos de capital más los intereses de la deuda interna y externa) con los ingresos fiscales de cada país y el resultado nos muestra la incidencia de la deuda sobre el esfuerzo de recaudación de cada nación.
De la misma manera podemos comparar los intereses de la deuda pública con el total de gastos previstos en cada presupuesto, para determinar qué porcentaje se llevan los intereses la deuda en función de todo el gasto público.
Y por último, la incidencia de los intereses de la deuda pública en función del Producto Bruto Interno de cada país.
Es decir, cuanto del trabajo de cada país está comprometido con los servicios de la deuda.
Veamos su incidencia sobre América Latina y el Caribe:
Total Intereses de la deuda en moneda local y extranjera |
|||
País |
% de ingresos |
% de gastos |
% de PBI |
Argentina |
73 |
70 |
30 |
Bolivia |
70 |
46 |
9 |
Brasil |
42 |
37 |
18 |
Chile |
7 |
7 |
4 |
Colombia |
25 |
31 |
8 |
Costa Rica |
80 |
63 |
12 |
Dominica |
24 |
20 |
10 |
Ecuador |
20 |
20 |
7 |
El Salvador |
25 |
19 |
6 |
Granada |
30 |
30 |
9 |
Guatemala |
16 |
14 |
2 |
Guyana |
34 |
33 |
5 |
Haití |
9 |
9 |
6 |
Honduras |
25 |
16 |
6 |
Jamaica |
40 |
34 |
12 |
Nicaragua |
16 |
17 |
3 |
Panamá |
29 |
31 |
6 |
Paraguay |
13 |
10 |
3 |
Perú |
9 |
9 |
2 |
Repúblicas Dominicana |
31 |
24 |
4 |
San Cristóbal |
5 |
5 |
2 |
San Vicente y Granadina |
21 |
15 |
5 |
Santa Lucía |
25 |
15 |
5 |
Trinidad y Tobago |
18 |
18 |
5 |
Uruguay |
22 |
22 |
6 |
Elaborado a partir de datos de las Naciones Unidas.
Si nos concentramos en la comparación de los servicios de la deuda -eufemismo como si la deuda nos prestara algún servicio- [4] con el gasto social presupuestado (educación + salud + protección social) de cada país, nos dará una muestra de la centralidad y orientación de cada economía.
País |
Intereses/Gasto Social |
Argentina |
0,94 |
Bolivia |
0,96 |
Brasil |
0,67 |
Chile |
0,1 |
Colombia |
0,53 |
Costa Rica |
0,96 |
Dominica |
s/d |
Ecuador |
0,44 |
El Salvador |
0,49 |
Granada |
s/d |
Guatemala |
0,44 |
Guyana |
1,02 |
Haití |
0,32 |
Honduras |
0,62 |
Jamaica |
1,04 |
Nicaragua |
0,38 |
Panamá |
0,82 |
Paraguay |
0,19 |
Perú |
0,22 |
Repúblicas Dominicana |
0,53 |
San Cristóbal |
s/d |
San Vicente y Granadina |
0,35 |
Santa Lucía |
0,61 |
Trinidad y Tobago |
0,47 |
Uruguay |
0,39 |
Los guarismos son por demás elocuentes, la mayoría de los sistemas económicos implantados en el continente y el Caribe están mayoritariamente orientados a pagar las deudas, privilegiando el pago a las necesidades básicas de su población.
Pero este no es un problema regional sino mundial, África Subsahariana gasta en promedio el 53% de sus ingresos en los pagos de deuda pública, Asia el 31%, en conjunto América latina y el Caribe el 31,4%.
Existen 18 países de África Subsahariana, 6 de América Latina y el Caribe, 5 de Asia Central y 5 de Asia con pagos superiores al 50% de sus ingresos.
Actualmente en 92 países los intereses de la deuda superan el 15% del gasto y 74 de ellos superan el 20% del gasto público total.
En el mejor de los casos los intereses igualan el gasto social de los países endeudados, pero para la mitad de África, el 85% de Asia y el 64 % de América Latina y el Caribe, los intereses superan el gasto social.
Los intereses son 2,5 veces superiores al gasto en educación en todos los países del Sur Global.
Y 3,7 veces superiores al gasto en salud. En 116 países se gasta más en intereses que en la salud de su población.
En protección social los intereses son superiores 4 veces en Asia, 2,7 veces en América latina y el Caribe.
En 107 países el monto destinado a intereses supera al monto destinado a protección social.
Todo este enorme esfuerzo humano no logró frenar la deuda pública, según organismos de las Naciones Unidas, la deuda pública mundial alcanzó los 97 billones de dólares en 2023.
Las naciones en desarrollo pagaron 847 mil millones de dólares en intereses ese año.
Hay por lo menos, 3.300 millones de personas que residen en países donde el pago de intereses supera el gasto en educación o sanidad.
Como puede observarse no es un problema nacional o regional sino la consecuencia de un modelo global implantado para someter al mundo por la tiranía del dinero.
Y no es un problema que halle solución en la condonación de deudas, o en rebajas de intereses o perdones solicitados y otorgados por la gracia de los acreedores.
Para los países que tuvieron condonación de deudas por ser los más pobres del planeta, la carga de los intereses duplicó la carga que tenían antes de la condonación, según los datos publicados por el Banco Mundial, la carga de intereses alcanzó el 7% de su PBI.
En América Latina y el Caribe la carga actual por el servicio de la deuda es superior (en porcentaje de su PBI) al del momento de su “alivio” propuesto por el Plan Brady de 1992, implantado para reducir nominalmente sus deudas y para salvar a los bancos del peligro de un impago.
La amplitud y recurrencia de esta situación la convierte en crítica, y violatoria del derecho de gentes al establecer a escala mundial el sistema deuda.
La característica esencial de los derechos humanos ha sido la reformulación de su contenido conforme los avances y retrocesos que ha tenido la humanidad, desde las Naciones Unidas, la Convención suplementaria de 1956 surge la obligación de los Estados Parte de eliminar tanto institucionalmente como en la práctica la
servidumbre y la esclavitud por deudas.
Los Derechos Humanos no se agotan en normas nacionales o internacionales, son una herramienta de protección a pueblos y personas.
Las deudas monetarias, no monetarias, raciales, de género, edad, sociales y culturales subyacen al trabajo servil, es la cosificación de la subjetividad a través de las relaciones jurídicas, económicas, políticas, sociales y culturales, generadores de la crisis civilizatoria actual.
El sistema de deuda pública global implantado afecta los derechos humanos tanto en sus aspectos económicos, políticos, civiles, sociales y culturales, al acumular recursos genuinos elaborados por distintas comunidades para transferirlos mayoritariamente y de manera unilateral, no compensada, hacia los centros de poder financieros, restando en forma continua recursos esenciales para sostener la vida y dignidad de los pueblos.
La imposición a las naciones de deudas financieras legales o en algunos casos también ilegales, pero ilegítimas (donde el pueblo que paga no recibe el beneficio de la deuda contraída) e írritas (porque carecen de validez) son características comunes del sistema implantado.
La pretensión de reconocerle validez sin una contraprestación efectiva para los pueblos las convierte en crímenes financieros contra la humanidad.
Así el sistema deuda viola el derecho elemental al desarrollo.
Las Naciones Unidas desde el año 1960 en su Resolución 1515 ha reconocido el derecho al desarrollo para el mejoramiento de los niveles de vida de los pueblos, haciendo un llamado a la comunidad internacional para suministrar e incrementar la asistencia técnica y los capitales para el desarrollo.
Las cifras actuales nos muestran otro escenario.
La implementación de un sistema de aniquilamiento de las poblaciones del mundo y del medio ambiente.
Una serie de delitos continuos se aplican sobre la deuda pública convirtiéndolos en legales, aunque por su origen o finalidad sean ilegítimos. Mayormente a través de fondos fugados por evasión fiscal, elusión o abuso tributario, que una vez depositados en las llamadas guaridas fiscales se reciclan mediante las agencias de inversión y vuelven a los países necesitados de fondos.
Convirtiendo anónimamente a los evasores tributarios en acreedores financieros representados por las agencias de inversión.
Esta situación genera flujos negativos de fondos, por omisión de recursos fiscales y su complementariedad, en crecientes obligaciones financieras.
Ambos fenómenos desembocan en un vaciamiento económico, jurídico e institucional con grave deterioro social.
El vaciamiento y el deterioro convergen en una crisis de representación ciudadana y las crisis recurrentes confluyen en esta crisis civilizatoria, donde al amparo de leyes injustas e ilegítimas se sostiene la impunidad y el imperio de la usura.
Sólo la toma de conciencia y una convergencia planetaria puede resolver la actual crisis y desandar el camino que nos lleva a la esclavitud y a la destrucción de nuestra casa común.
El nudo gordiano está en las guaridas fiscales, al cortarlo se desarmará el sistema de reciclaje, pero se hace necesario que las conciencias humanas converjan en la elaboración de un nuevo sistema basado en la solidaridad, la correspondencia, y la coexistencia en nuevas instituciones mundiales.
Nosotros abogamos por un nuevo instituto que permita compensar los saldos de los tributos adeudados por fuga de capitales con las obligaciones financieras, luego que éstas sean sujeto de verdaderas auditorías ciudadanas.
De esta manera bajaríamos en nivel de deuda y en algún caso las cancelaríamos y dedicaríamos los recursos que hoy se destinan al pago de intereses a la construcción y reparación de la casa común.
En definitiva, para saldar esta crisis civilizatoria debe ser prioridad un niño con hambre antes que un algoritmo financiero.
(*) Contador público nacional, historiador, escritor, profesor universitario y ex miembro de la auditoría judicial de la Deuda Externa Argentina. Dedicado a los combatientes del Atlántico Sur, eternos en el corazón del pueblo argentino.
NOTAS
[1] Bula Papal de 1537 que condenaba el abuso, la explotación y servidumbre de los pueblos americanos. Tomada como base del pedido de perdón por parte del Papa Francisco a los pueblos originarios (2023).
[2] Para mayor amplitud ver” Deuda o vida 5000 años de un dilema existencial” Ed- Fabro Bs. As Argentina. 2022.
[3] Homo debitorius: traducción de “hombre endeudado hasta las manos”. Modismo utilizado por las clases bajas de Buenos Aires.
[4] VER “La deuda como modeladora social”, del autor, Revista del Instituto de Estudios Nacionales, Bs. As. Argentina 2023.
Fuente: Nac&Pop