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Ganó Maduro, gol de los yanquis y nosotros sacamos del medio

Maduro ganó la elección por 7 puntos de ventaja sobre su principal oponente. Nuestra América se dividió en tres, aniquilando cualquier viso de proyección y confianza futura hacia este abanico de gobiernos de cara a una posible integración estratégica en el corto plazo. Gol de los yanquis. A nosotros nos toca sacar del medio. Inconsultamente, incluimos un texto de Chirilli.

El Editor*

Este reporte sale tarde a nuestro gusto. Durante la madrugada, más allá del resultado final intentamos chequear algunos datos con resultado negativo. Tal información no era más que saber la posición de los famosos “veedores internacionales”, de los cuales tanto Estados Unidos como Europa se jactaban y se jactan. Hasta el cierre de esta nota han dicho poco y nada, aunque se han expresado a través de sus gobiernos.

En cuanto a la información pura y dura, Nicolás Maduro volvió a ser electo presidente de Venezuela en las elecciones llevadas a cabo el día de ayer. Según los partes del Consejo Nacional Electoral del hermano país, el actual mandatario se impuso por el 51,2% de los votos, seguido por el opositor liberal conservador, Edmundo González quién obtuvo el 44,2%. La participación de los ciudadanos venezolanos habilitados para votar fue del 59%.

Como era de esperarse, la principal referente de la oposición e inhabilitada para ejercer candidaturas, María Corina Machado, salió públicamente a denunciar “el fraude”. Un mantra que los liberales conservadores venezolanos vienen repitiendo desde hace al menos un año, apoyados por Gobiernos extranjeros y fuerzas políticas afines a ese ideario.

Por lo tanto, la denuncia de fraude era algo que “estaba cantado” a menos que el resultado de las urnas hubiera sorprendido a propios, extraños y a Estados Unidos: que ganara González.

Dicho lo anterior, a sabiendas que la “bestia” del Norte meterá la cola todo lo que pueda, y que cipayos hay en todos lados, no dejamos de entristecernos por el “triunfo estadounidense”. Era lógico que ellos, los ingleses, Canadá, Francia, Alemania, el resto de los países del G7, y acólitos como España, salieran a plantear el posible fraude y el reclamo de transparencia. Son la expresión del “imperialismo” añejo, viejo o reciente.

Países como Venezuela, o cualquiera de los nuestros o de los africanos, jamás tendrán “elecciones transparentes”, si la fuerza triunfadora no es afín a sus pretensiones sobre nuestros territorios. El lógico, somos sus antiguas colonias, e incluso, algunos de esos países reclaman como territoriales de ultramar porciones territoriales que nos pertenecen, como por ejemplo, nuestro Atlántico Sur.

¡Guay de aquel país africano o de Nuestra América que ose dudar de la transparencia electoral de Estados Unidos o Europa! Si el lector averigua lo que son los procesos electorales, las roscas y las delegaciones en esos países, se caería de traste.

Pero lo que nos puso tristes fue esa “victoria yanqui”. Todavía al cierre de estas líneas siguen llegando noticias. A saber:

  • De los países de la región, sólo Bolivia, Cuba, Honduras y Nicaragua saludaron a maduro como ganador de las elecciones.
  • Una mayor cantidad reclama que la autoridad electoral venezolana “muestre las actas”. Entre ellos: Brasil, Colombia, Ecuador, México, República Dominicana y Paraguay. Ni a Lula, ni a Petro, ni a Sheinbaum ningún país hermano les reclamó “las actas” aún habiendo denuncias de fraude. Sin embargo, un poco solapado y atenuado, el reclamo de actas es una muestra de cipayismo. Nadie les pide tanto… ¿O sí, Lula, Petro, Sheinbaum?
  • Tercero, y danzando la ola de la vergüenza ajena, se encuentra el Gobierno Argentino, junto con Chile, Costa Rica, Guatemala, Panamá, Perú, y Uruguay. Todos estos, no reconocen el resultado y piden un recuento transparente voto a voto. Vergonzoso.

Para cerrar, y pasar al invitado inconsulto, sólo decir que el Gobierno venezolano, a través de su Canciller Yvan Gil, anunció por redes digitales institucionales que, expresando el “más firme rechazo ante las injerencistas acciones y declaraciones de un grupo de gobiernos de derecha, subordinados a Washington y comprometidos abiertamente con los más sórdidos postulados ideológicos del fascismo internacional, tratando reeditar el fracasado y derrotado Grupo de Lima, que pretenden desconocer los resultados electorales de los Comicios Presidenciales efectuados este domingo 28 de julio de 2024, los cuales dieron la victoria como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela a Nicolás Maduro, para un nuevo Periodo Constitucional 2025 – 2031”.

Seguidamente, publicó el texto de un comunicado, donde básicamente, la República hermana retira sus embajadores de los países del último grupo. Sí, entre ellos el nuestro.

Ganó Maduro y también ganaron los yanquis. Nuestra América está dividida en tres.

*Pablo Casals – Editor Responsable.

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Nota: seguidamente compartimos una glosa escrita por Christian Chirilli durante el día de hoy y publicada en su cuenta de Facebook, suponemos que durante la mañana de hoy. Un par de líneas atrás dijimos que era un texto “inconsulto”, porque no le pedimos permiso para replicarlo. Es más, le pusimos título.

La reflexión que realiza es importante más allá de alguna imprecisión que a esta hora – por el propio trascurso del tiempo – haya cifras oficiales y posiciones diplomáticas asumidas.

Gracias Christian. La próxima seremos más profesionales y corteses.

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Maduro invitó a no ser como Argentina y proseguir el caminoPor Christian Chirilli

Terminó la jornada de votación presidencial en Venezuela y aún está por verse el resultado final, aunque los sondeos iniciales predicen una reelección de Nicolás Maduro y la persistencia de la Revolución Chavista.

La oposición venezolana no es de tinte menor: configura una contrarrevolución neoliberal, apalancada por los más abyectos intereses financieros occidentales, y cuenta con el entramado mediático del establishment de la «comunidad internacional», con «nado sincronizado» incluido.

Esto quiere decir que si gana Edmundo González Urrutia, el candidato de la coalición de derechas será un «gran triunfo de la democracia» y si, por el contrario, triunfa Maduro, será una «prueba concreta e irrefutable» de una elección amañada por el Consejo Nacional Electoral y las apretadas de las fuerzas de seguridad. 

Por si las moscas, la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) -el nuevo caballito de batalla de la inhabilitada María Corina Machado- ha abierto el paraguas informando de posibles irregularidades en el proceso electoral; un latiguillo clásico de las derechas latinoamericanas. Sin embargo, esos peligros no los han frenado de presentarse a competir, porque realmente suponen que existen buenas probabilidades de éxito.

Entonces, ni muy muy ni tan tan. Todo dependerá de cómo sonría la fortuna. Ya veremos entonces los resultados… y los subsiguientes desconocimientos de los resultados.

Porque en honor a la verdad, no hay nada nuevo bajo el sol y estas elecciones no son muy distintas de las anteriores. 

Desde 1989, Venezuela ha vivido un cisma profundo: El Caracazo. Fue una reacción social a las inequidades e injusticias, no solo del gobierno de Carlos Andrés Pérez, sino de todo el sistema político abusivo. Un país inundado de riqueza, con una brecha profunda socioeconómica y una receta neoliberal hambreadora.

Detrás de esa «casta» política, las grandes transnacionales vampirizando, y en el medio, como burguesía-compradora, los quintacolumnistas apátridas «administrando» las migajas. La realidad típica latinoamericana, con semejanzas incluso a la africana, y que en Argentina empezó a vivirse desde 1976.

No hay novedades bajo la máscara democrática actual: como el macrismo o el mileísmo, al que podríamos sintetizar de «macreísmo», en Venezuela, María Corina, Urrutia, el muñeco impresentable de Guaidó y toda esa runfla de falsos salvadores representa una regresión con olor a Miami del pasado más temido, y los odios rebrotados de clase.

Te la pintan, como siempre, como el regreso de la libertad, la modernidad y el paraíso edénico. Pero existe cierta consciencia en alguna parte del pueblo venezolano de que lo que está en juego es la exterminación lenta y dolorosa.

A sabiendas de ese contraste, Maduro tuvo que bailar con una fea. No tiene, por supuesto, ni un cuarto del carisma de Hugo Chávez, que lo sostenía en alto por puro fulgor e inteligencia práctica. Su proceso revolucionario tuvo que aprender a no ser flojo porque su cabeza, y las de quienes lo apoyaban, iba a rodar por el piso. Aquí no hay lugar para endebles ni para respiros. La oposición venezolana es golpista, sanguinaria y cruel. No es democrática ni acuerdista. Temblar, retirarse o incluso intentar pactar, es un camino hacia el cadalso.

Esa hiperconsciencia de la situación hace que la revolución bolivariana también cometa excesos y la acerque en algunos aspectos a las dictaduras. Hay un nerviosismo continuo sobre los asuntos de seguridad interior y eso no puede ser nunca sano para un país.

Pero la pregunta es si fue primero el huevo o la gallina. Si fue el bloqueo político-económico occidental, los boicots, los congelamientos de fondos en el exterior, el robo del oro en Londres (antecedente del robo actual a los rusos), los golpes suaves y los extremadamente duros, los intentos de magnicidios, la (supuesta) irradiación a Chávez con material radiactivo, los sabotajes, el terrorismo puro y duro, las incursiones desde Colombia, los ejercicios militares de la U.S. Navy cerca de la plataforma continental marítima venezolana, el conflicto con Guyana montado por Shell y Chevron, o el Grupo de Lima, armado por los «colegas» sudamericanos para planificar una invasión militar, los que provocaron este enquiste en Venezuela o si, por el contrario, es un impulso intrínseco autocrático de la dirigencia.

Llevar adelante la Revolución Bolivariana prácticamente en solitario, pero peor aún, en una zona geográfica donde Estados Unidos maneja cual titiritero los gobiernos aledaños y tiene especiales intereses en la riqueza del subsuelo, no es cosa fácil.

Requiere una flama encendida para mantener el espíritu en alto, requiere una guardia cerrada para evitar las zancadillas, requiere desarrollo y justicia social, y encima, requiere elecciones libres y limpias. 

Un duro equilibrio donde hay que mantener los apoyos, evitar los cansancios y cerrar las hendijas donde el diablo mete la cola.

En estas elecciones, como en las otras, lo que finalmente está en juego es si prevalecerá la Patria profunda (el Todo) o el beneficio sectorial. Porque unos defienden eso, con sus torpezas e incluso, con sus esfuerzos en balde, pero otros sin duda defienden su quintita y el botín de los extranjeros. Esto se vio tantas veces que resulta harto evidente.

El gobierno bolivariano, insisto, tiene muchas fallas. De organización, de corrupción incluso. Y ha caído, creo yo inevitablemente, en la paranoia de la seguridad, con los abusos autoritarios que eso concierne. Pero tiene audacia y nada contra corriente río arriba. Tiene valores intrínsecos que muchas veces la materialidad no permite llevar a cabo, pues existen fuertes sacudones en contraposición. Algunos pretenderán flotar en aguas mansas, pero esas nunca serán aguas para el pueblo llano. Unos te invitan a nadar y cruzar el Rubicón. Otros, no tengan dudas, directamente te ahogan, eso sí, bajo cantos de sirenas.

Veremos qué discurso tentador triunfa en estas elecciones: si el de la batalla persistente o el de la libertad prometida que jamás será dada. Si el del aliento creativo o el del odio maniqueo. Si el del avance a pesar de los lastres, o el del retroceso al statu quo del 89.

Están sucediendo cambios estructurales de poder en el mundo. A velocidad luz. Esta Venezuela -por fin- tiene un lugar en ese esquema, con destino de BRICS, el mismo destino que Argentina desechó con repugnancia y que marcan su camino al abismo y balcanización.

Desde estos lares sureños la derecha con micrófono marcaba a Venezuela como el destino que nunca deberíamos imitar. Era claramente una exageración porque Argentina seguía su propio camino de desarrollo, hasta que la massmedia invitó a «un cambio». Hoy ese eslogan es un paso de comedia. Argentina, el paraíso de la libertad, decrece su PIB en no menos de 3 puntos, tiene una recesión tremebunda, aumenta el desempleo y la miseria, y va hacia la bancarrota financiera aceleradamente, mientras Venezuela está controlando la inflación y creciendo, aún con congelamiento de cuentas, sin acceso al SWIFT ni sus refinerías en Texas, y bloqueos de todo tipo.

Maduro invitó a no ser como Argentina y proseguir el camino.

Fuente: Gobierno de Venezuela / DW / AP / TeleSur / Facebook

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