Por motivos que oscilan entre lo comunicacional y lo psicológico, un buen número de incautos sigue pensando que las gestiones populistas son las responsables de la descapitalización y la caída. Los datos más sencillos evidencian que se trata de un revés pleno. Y vamos viviendo una nueva etapa de las consecuencias.
Por Gabriel Fernández*
La observación de Paolo Rocca sobre las inversiones no logra sorprender a quien conoce algo de la historia argentina. Los liberales de este país, se auto designen como fuera, no atraen dineros que puedan plasmarse en iniciativas ligadas a la producción. Por motivos que oscilan entre lo comunicacional y lo psicológico, un buen número de incautos sigue pensando que las gestiones populistas son las responsables de la descapitalización y la caída. Los datos más sencillos evidencian que se trata de un revés pleno. Y vamos viviendo una nueva etapa de las consecuencias.
El achicamiento de la nación es acelerado y se percibe en el despliegue industrial, lo cual repercute en el mercado interno. He ahí lo esencial. Pero también se refleja en una cotidianeidad que puede operar como registro. No hay realizaciones cinematográficas, no hay producciones televisivas de fuste, es visible como los medios rascan la olla aprovechando web y redes al punto de anular las sedes físicas y coberturas. Al igual que en el último lustro de los 90, los frentes empiezan a descascararse sin remedio y, adentro, ¿quién cambia la cocina o se permite renovar una sala?
Claro que en medio está la alimentación. Es cuestión de meses nomás para empezar a ver la disminución en la envergadura de los pibes y el alza de abdómenes prominentes ya no inflados por fideos onerosos sino por hamburguesas y panchos que permiten zafar en la cotidiana. El enlace de esa situación objetiva con un rumiar de frustraciones variadas que manan de aquella circulación interna restringida -empleo, salarios, oportunidades- configura la promoción de futuras enfermedades; las mismas serán combatidas con timidez por un sistema hospitalario condensado y una trama de obras sociales desfinanciadas.
Eso nomás, para no volver sobre la energía nuclear, los satélites, las investigaciones científico técnicas, la propiedad del territorio, el petróleo y otros recursos. Así operaron siempre los gobiernos liberales y las diferencias de ritmo y hondura no alcanzan para trazar tajos entre ellos. Ante la hecatombe local, se fuerza la interpretación de las noticias internacionales al límite. Los hacedores del derrumbe lanzan a sus voceros para que narren que quien gana, pierde. Y viceversa. Así, los BRICS y compañía pasan a ser autocracias deficitarias, y el Norte una guía para diseminar la democracia y el capitalismo en el planeta. El macaneo imbrica con necesidades particulares que le brinda intensidad.
Por caso, un muy buen periodista como Jorge Asís, se la pasa justificando su adhesión al menemismo de modo oblicuo, al certificar sin sello el presunto declive del gobierno bolivariano (vieron). Los paneludos de C5N se reubican y censuran información proveniente del lugar de los hechos para repetir lo que hay que decir. Y los mentirosos de La Nación y TN, mientras tanto, siguen haciendo lo que saben hacer. La idea de todos, pese a encarnar construcciones empresariales diferentes, es enfatizar el enfoque Hubble sobre un mundo de hace más de dos décadas y hacer pasar sus fotos sepia como grandes obras supercoloridas de HD Full.
Pero las inversiones no llegan y el dinero se va. La humanidad, sin tanta preocupación por asimilar embustes de especialistas económicos que dicen cosas raras y analistas políticos que equiparan democracia con Estados Unidos, observa que mientras mejor, mejor; y mientras peor, peor. La transferencia de recursos, los planes de ajuste, la desinversión, perjudican el sentido de la economía -se la llame capitalista o no-; y encima, para garantizar mayores ingresos hacia las corporaciones, son enfiladas al desarrollo de acciones bélicas sin borde. Tanta gente, mal que bien, vota en consecuencia. Enseguida se apunta que sus decisiones no son democráticas.
En la Argentina se votó “bien”. Por estos pagos la prédica con formato de pinzas entre los medios liberales y sus bombas de racimo, y las vertientes internas del movimiento nacional que decretaron a su propio gobierno como el peor de la historia, logró articular con la pandemia y gestó la profecía autocumplida más exitosa de la historia: convertir un gran país creciente en un país de mierda. Donde las inversiones no fluyen y la comida tampoco. Encima, los profetas continúan agitando conceptos de trazo grueso para inyectar en el cerebro colectivo que todo es culpa del pobrismo impulsado por las gestiones que lograron acrecentar el caudal inversor, el trabajo y la producción.
Es pertinente mostrar que las opciones multipolares crecen y que aquellos países alineados con el atlantismo, aminoran su marcha. Es justo hacerlo, porque es verdad. El deteriorado poder occidental, ante la imposibilidad de competir en el terreno económico concreto, borronea la pantalla hasta dibujar la imagen deseada. Pasa que en la cancha se ven los pingos: hubiera estado bien poder disfrutar de los atletas rusos en las Olimpíadas ¿no? También sería grato conocer los indicadores genuinos de cada protagonista de la contienda que se ha desatado en el globo. En ambos casos, el podio ofrecería sutiles modificaciones.
¿Por qué razón se acepta que invertir bajo control del Estado, generar bienes de producción y consumo, aumentar el poder de compra de las grandes masas, no es capitalismo? Por lo pronto, y para resolver un debate raro con nuestra izquierda tradicional, la Comunidad Organizada se expande por regiones de lo más variadas. La sostienen pueblos que ya viven un poco mejor y no se atormentan preguntándose si eso es malo porque las cuentas fiscales tienen un leve desajuste. En estos puntos es posible entrever que lo que afronta el ser humano es una batalla filosófica -con rasgos religiosos por un lado y científicos por otro- acerca del modo de vida que se impulsará en el mediano plazo.
(Puede que familia y comunidad, sin dejar de lado al individuo, resulten arietes adecuados para combatir el disparate en el cual se intenta envolver a miles de millones. Pero esa frase es solo un apunte, que amerita otras consideraciones)
El Papa, y Charly, poseedores de La Máquina de Ser Feliz, vienen esbozando algunas respuestas. En el período con mejores condiciones para la elaboración de bienes, una importante porción de los habitantes del planeta ha quedado atorada en los vértices del agujero negro financiero y da vueltas sin cesar hasta quedar, día a día, agotada. Padece una vida rastrera salpicada, de lugar en lugar, por guerras y conflictos innecesarios. El sinsentido habilita, en seres conscientes que se destacan por su singularidad dentro de un Universo que parece frío y vacío, la búsqueda de sentido.
Eso es lo que está ocurriendo. Grandes masas descubren que nuestro Norte, es el Sur.
Atenti, che Argentina, que andás recorriendo el sendero marcha atrás.
*Director La Señal Medios
Fuente: La Señal Medios