Junto con la marca Tesla, los coches eléctricos más vendidos en el mundo son de empresas chinas. No por estrategias comerciales, en este caso por una realidad geológica.
Por Gustavo Duch*
Los coches (una mina con ruedas) y sus baterías están fabricados con muchos tipos de minerales, aspecto en el que China ha sabido situarse con ventaja respecto a otras potencias. Por un lado, China tiene en su territorio las mayores reservas de los minerales llamados tierras raras, más del 85%, que son imprescindibles para esta nueva movilidad.
Por otro lado, China dispone del poder económico y la tecnología para acaparar de otros lugares las materias primas de las que no dispone en su territorio y que son esenciales para, por ejemplo, las baterías de los vehículos eléctricos. Es el caso del litio, que consigue en Australia y Latinoamérica, y del cobalto, un escaso mineral en el que me centraré y cuyos mayores yacimientos se encuentran en la República Democrática del Congo (RDC).
En el informe “El precio de las renovables en la RDC. Un nuevo expolio que se repite” de la revista Soberanía Alimentaria y la organización africana Afrewatch, se explica muy bien qué representa para el territorio y la población congolesa atesorar tanta riqueza, en concreto, el 60% de las reservas mundiales de cobalto, el 10% del cobre y el 80% del coltán, (y parece que también es rico en litio y uranio).
Tras los monstruosos atropellos del rey de Bélgica, seguido después por Europa y Estados Unidos y sus corporaciones, ahora es China quien coge el relevo
Abundancia y riqueza que se convierte en una maldición bien conocida en la historia. Tras los monstruosos atropellos del rey de Bélgica, seguido después por Europa y Estados Unidos y sus corporaciones, ahora es China quien coge el relevo de una renovada colonización que repite -con sus prácticas mineras, con la connivencia de los gobiernos locales y con el incumplimiento de las normativas -la expulsión de comunidades campesinas, la apropiación de tierras, la contaminación de agua y suelo, los problemas de salud, la precariedad laboral o las amenazas a las y los defensores de los derechos humanos.
El conflicto bélico que desde el año 1998 se ha cobrado en el este del país más de 3 millones de víctimas, millones de personas desplazadas y centenares de miles de mujeres violadas, con esta “maldición de la abundancia” no parece remitir.
Pero, recordemos, los minerales usados para las energías renovables o los «coches renovables», no son renovables ni infinitos y en algún momento se alcanzará su pico de extracción, un punto a partir del cual las reservas no podrán soportar la demanda.
En el caso del cobalto este pico se sitúa en el cercano 2042, según cifra Alicia Valero, profesora de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Zaragoza en su libro Thanatia. Los límites minerales del planeta. ¿Habrá reportado algún verdadero beneficio para la población del Congo de aquí a entonces? ¿Podrán sus habitantes seguir viviendo de la tierra? ¿Cuánta contaminación será ya irreversible?
Si nuestra sociedad occidental no supo ni quiso renunciar a los móviles o los diamantes manchados de sangre, ¿cómo vamos a poner peros a una tecnología que se nos presenta como solución a la crisis climática? Aunque la ecuación no se resuelve -estos materiales necesarios para la transición energética, además de finitos, requieren ser extraídos con combustibles fósiles– ahora, esta “colonización renovable” se considera absolutamente justificada. Por eso, a estos territorios se las llama, sin ningún pudor, “zonas de sacrificio”.
*Gustavo Duch es coordinador de la revista Soberanía Alimentaria y profesor asociado UAB.
Fuente: Rebelión