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La guerra mundial híbrida y la rivalidad entre Estados Unidos y China

La propuesta del artículo es avanzar sobre el concepto de Guerra Mundial Híbrida y relacionarlo con el conflicto entre Estados Unidos y China en la actual transición histórico-espacial del sistema mundial.

Por Gabriel E. Merino*

Se desarrolla el concepto de Guerra Mundial Híbrida en contraste con el de Nueva Guerra Fría, y en relación con las características adquiridas por el sistema capitalista mundial de 1970 a 1980 como sistema transnacional de producción, comercio y finanzas, la dinámica de las guerras estratégicas, la competencia en la crisis del orden globalista unipolar, y las características del ascenso de China y su significado, diferente al de la URSS.

Desde este marco conceptual, se observa la rivalidad Estados Unidos-China, analizando: la tensión sistémica entre unipolarismo y multipolarismo, la disputa central en Asia Pacífico y el desarrollo de una guerra en todos los frentes o sin restricciones.

Introducción

Hacia 2013 y 2014, a partir de los conflictos en Siria y Ucrania o las crecientes tensiones en Asia Pacífico por la creciente influencia de China, la idea de una Nueva Guerra Fría comenzó a aparecer en la prensa y entre distintos analistas “occidentales” (Legvold, 2014; Roskin, 2014; Schoen y Kaylan, 2014). Esta idea aparece, aunque de forma difusa, en un contexto de crecientes tensiones entre, por un lado, Estados Unidos y lo que llamamos el polo de poder angloamericano y sus aliados en el Norte Global, a veces denominado Occidente—y, por otro lado, las llamadas potencias emergentes con la prominencia de China y Rusia y algunos estados del Sur Global. La idea de una “Nueva Guerra Fría” se refiere a cuatro cuestiones fundamentales:

A- El surgimiento o resurgimiento de nuevas potencias y el retorno de la competencia político-estratégica entre polos de poder;

B- La crisis del orden mundial unipolar “liberal” desafiado por las potencias emergentes;

C- La bisagra en el mapa del poder mundial (tanto material como simbólico) provocada por la crisis de 2008-2009 en detrimento del Norte Global;

D- El surgimiento de un conjunto de asociaciones multilaterales que proponen un orden mundial alternativo (con foco en Eurasia) y un papel protagonista de las potencias emergentes, especialmente China[1].

Además, la “Nueva Guerra Fría” o Segunda Guerra Fría comparte con su referencia original –la Primera Guerra Fría– el supuesto de que la destrucción mutua asegurada inhibe el desarrollo de una guerra mundial convencional entre potencias como las que ocurrieron en la primera mitad del siglo XX. siglo, el período de “caos sistémico” (Arrighi y Silver, 1999) de 1914 a 1945.

Una de las primeras publicaciones significativas que recuperó el concepto de Nueva Guerra Fría en los análisis globales fue el libro escrito por Schoen y Kaylan (2014), titulado The Russia-China Axis: The New Cold War and America’s Crisis of Leadership. Allí los autores, vinculados a The Wall Street Journal y con una perspectiva neoconservadora, afirman:

“A menos que Estados Unidos reconstruya una defensa sólida, afirme claramente sus intereses y valores, dé seguridades a sus aliados y ofrezca un liderazgo sin remordimientos, fracasaremos. Y nuestro fracaso tendrá un precio enorme: el colapso de la arquitectura internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial. Para evitar tal escenario, Estados Unidos —que sigue siendo la única “nación indispensable” del mundo— debe reasumir el papel que le corresponde como única superpotencia del mundo” (Schoen y Kaylan, 2014: 15).

Asimismo, desde Rusia, algunos autores destacados empiezan a utilizar este concepto, al menos de forma retórica. A partir del nuevo escenario surgido con el conflicto de Ucrania en 2014, Dmitri Trenin afirmó en un artículo titulado “Bienvenidos a la Segunda Guerra Fría” que la posguerra fría ahora puede verse, en retrospectiva, como el período entre Guerras Fría. (Trenín, 2014). En segundo lugar, el influyente intelectual Sergey Karaganov analiza que estamos en una “Nueva Guerra Fría”, la Segunda Guerra Fría, que es, estructuralmente, “una manifestación del enfrentamiento entre Occidente y no Occidente que se está gestando en el seno de Rusia”. el marco de la Gran Eurasia, la iniciativa ‘Belt and Road’ y los BRICS”. (Karagánov, 2018: 91).

Por su parte, el presidente chino, Xi Jinping, ha llamado repetidamente a los líderes de las potencias occidentales a descartar la mentalidad de la Guerra Fría (AP News, 2022). Aunque en este caso, más que utilizar el concepto de Nueva Guerra Fría para analizar una situación geopolítica global, se utiliza para criticar la mentalidad y los discursos que legitiman la política exterior estadounidense frente a China. Una mirada crítica a la mentalidad y/o prácticas estadounidenses de la Guerra Fría también aparece en intelectuales y académicos chinos ( Suisheng y Guo, 2019 ; Zhao, 2019 ).

En Merino (2016a, b) se observa que de 2013 a 2014 se produce una bisagra geopolítica, dando paso a un nuevo momento de crisis del orden mundial unipolar globalista bajo la hegemonía de Estados Unidos. Sin embargo, la agudización de las contradicciones político-estratégicas entre polos de poder -especialmente entre las potencias emergentes y el polo de poder dominante- no produce una situación que pueda ser interpretada bajo el concepto de “Nueva Guerra Fría”, sino de Mundo Híbrido. Guerra o Guerra Mundial Híbrida y Fragmentada (Merino, 2020)[2]. Esta nueva conceptualización se desarrolla sobre las características adquiridas por el sistema capitalista mundial de 1970 a 1980 como un sistema transnacional de producción, comercio y finanzas, la dinámica de la competencia estratégica en la crisis del orden globalista unipolar y las características del ascenso de China y su significado, diferente al de la URSS.

La propuesta del artículo es, precisamente, avanzar sobre el concepto de Guerra Mundial Híbrida y relacionarlo con el conflicto entre Estados Unidos y China en la actual transición histórico-espacial del sistema mundial, en la que ya estamos en lo que Arrighi y Silver (1999) denominan etapa de “caos sistémico” (que en otras transiciones se caracterizó por las guerras de 30 años). Esta transición tiene un conjunto de tendencias fundamentales que enmarcan el conflicto, entre las que se encuentran estas dos: (a) el declive relativo del polo de poder angloamericano y de Occidente, en contraste con el ascenso de China, otras potencias emergentes y Asia en general; (b) crecientes contradicciones político-estratégicas, donde predomina un patrón de conflicto entre las fuerzas y potencias dominantes del orden unipolar anterior contra las fuerzas y potencias emergentes que apuntan a un orden multipolar, presionando por la redistribución del poder y la riqueza mundiales.

Guerra Mundial Híbrida

La Guerra Híbrida surgió hace unos años como un concepto que sintetiza una nueva forma de hacer la guerra. Es decir, como “guerra”, pero no como “guerra”, una situación de lucha entre dos entidades. En uno de los primeros textos en los que aparece el tema, Hoffman lo vincula a una nueva y compleja realidad mundial que Estados Unidos debe enfrentar debido a la extensión de la “globalización, la proliferación de tecnología avanzada, extremismo transnacional violento y potencias resurgentes”. (Hoffman, 2009, pág. 34). Para Hoffman, “el cambio más distintivo en el carácter de la guerra moderna es la naturaleza borrosa o mixta del combate. No nos enfrentamos a un número cada vez mayor de desafíos diferentes, sino a su convergencia en guerras híbridas” (Hoffman, 2009, p. 37). En una revisión crítica de la literatura sobre el tema, Johnson afirma que la Guerra Híbrida es la “aplicación sincronizada del esfuerzo político, económico, informativo, CEMA [Actividad Cibernética y Electromagnética] y militar, para objetivos estratégicos, que minimiza los riesgos que acompañan a las guerras convencionales. De ello se deduce que contrarrestar estas técnicas también debe abarcar un conjunto de respuestas de espectro completo, o ser tan efectivo y abrumador en una esfera particular que los métodos híbridos sean abandonados por un enemigo por considerarlos ineficaces o ineficientes” (Johnson, 2018 , p. 158). Además, la guerra híbrida es una forma de guerra en la que hay una combinación particular de guerra convencional/no convencional, regular/irregular y de información y cibernética.

Otro que ha abordado el tema es Nye (2015), quien observa que las guerras actuales son híbridas e ilimitadas. En ellos los frentes se desdibujan y apuntan a la sociedad del enemigo para penetrar profundamente en su territorio y destruir su voluntad política (guerra de cuarta generación), desdibujando el frente militar de la retaguardia civil. Para ello, tecnologías como los drones y las cibertácticas ofensivas permiten a los soldados permanecer a una distancia de un continente de los objetivos civiles (guerra de quinta generación). En las nuevas guerras, la línea entre el frente militar y la retaguardia civil es cada vez más borrosa. Además, se está acelerando el paso de la clásica guerra interestatal a un conflicto armado con partes no estatales, como grupos rebeldes, redes terroristas, milicias y organizaciones criminales. Nye señala que las fuerzas convencionales y no convencionales, los combatientes y los civiles, la destrucción física y la manipulación de la información están completamente entrelazados. En este sentido, el objetivo último de las guerras son los “corazones y mentes” de los pueblos, como afirma el británico Gerard Templer, quien comandó la guerra contra las fuerzas anticoloniales malayas, lo que exalta la importancia de la lucha en el periodismo. -campo mediático, la información y la guerra “psicológica”.

Otro elemento es la creciente “privatización” de la guerra. Tras la derrota de Estados Unidos en Vietnam, se inició un proceso de pérdida de legitimidad de sus ofensivas bélicas en todo el mundo y dentro de su propia población, especialmente por el coste en vidas humanas. En consecuencia, el uso de mercenarios o fuerzas externalizadas (en línea con el paradigma productivo de la externalización “posfordista” en auge), como el ejemplo paradigmático de Blackwater, la empresa militar estadounidense creada en 1997 que operaba en Irak y Se empezó a recurrir cada vez más a Afganistán, entre varias otras intervenciones extranjeras. Su crecimiento fue tal que el número de trabajadores contratados superó el número de soldados estadounidenses en ambos territorios (Scahill, 2008 ). Las modalidades de conflicto también han cambiado en las últimas décadas, con menos conflictos entre estados y una proliferación de conflictos dentro de los estados o a nivel de regiones o zonas. Como se puede observar en la Figura 1, desde 1945 ha habido una disminución de los conflictos interestatales (en verde), mientras que para 1975 las guerras de descolonización (en azul claro) estaban en declive y los conflictos intraestatales (en amarillo) estaban en aumento. Los conflictos con intervención extranjera (en rojo) son los más letales.

Mientras que para los autores estadounidenses el término “guerra híbrida” se utiliza generalmente para describir los medios sofisticados que tanto los actores estatales como los no estatales emplearían para mitigar una desventaja convencional contra los Estados Unidos (estrechamente vinculado al concepto de guerra asimétrica, por ejemplo). Investigador ruso (Korybko, 2015), la Guerra Híbrida es un nuevo método de guerra indirecta llevado a cabo por Estados Unidos (única potencia con capacidad para hacerlo) con vistas a producir un cambio de régimen. Para lograr este objetivo, este tipo de guerra indirecta combina las tácticas de las “revoluciones de color” con guerras no convencionales, en un escenario multipolar y donde los costos de la guerra convencional entre potencias son muy altos. Para este autor, la Guerra Híbrida es el nuevo horizonte de la estrategia de Estados Unidos para producir cambios de regímenes contrarios a sus intereses. Aunque se desarrolla en escenarios secundarios, está dirigido especialmente a tres estados que constituyen los objetivos principales de Estados Unidos: China, Rusia e Irán.

Desde China, uno de los primeros y rotundos trabajos sobre un nuevo modo de hacer la guerra es el célebre libro Unrestricted Warfare, publicado por los oficiales del Ejército Popular de Liberación (Liang y Xiangsui, 1999). Allí señalan que el principio central de las nuevas guerras es que no hay reglas, ya que comprenden todos los modos de acción posibles, el uso de todos los medios, con despliegues en todos los frentes, la multiplicación y diversificación de los medios “no letales”. y donde el ataque al adversario es sutil, lento pero sistemático. Este nuevo tipo de guerra está estrechamente relacionado con las transformaciones económicas, políticas y tecnológicas relacionadas con la “globalización”, como un proceso integral, profundo, estructural y estructurante, en el que emergen un conjunto de organizaciones metanacionales, transnacionales y no nacionales.

En el momento del surgimiento de los primeros estados nacionales, el nacimiento de la mayoría de ellos se vio favorecido por una guerra de sangre y hierro. De la misma manera, durante la transición de los Estados nacionales a la globalización, no hay manera de evitar colisiones entre enormes bloques de intereses. Lo que es diferente es que los medios que tenemos hoy para desatar el “Nudo Gordiano” [3] no son meras espadas, y por eso ya no tenemos que ser como nuestros antepasados ​​que invariablemente veían la resolución por la fuerza armada como el último tribunal. de apelaciones. Cualquiera de los medios políticos, económicos o diplomáticos tiene ahora fuerza suficiente para suplantar a los medios militares. Sin embargo, la humanidad no tiene ningún motivo para sentirse satisfecha por esto, porque lo que hemos hecho no es más que sustituir, en la medida de lo posible, una guerra incruenta por una guerra sangrienta. Como resultado, si bien restringimos el espacio de batalla en sentido estricto, al mismo tiempo hemos convertido al mundo entero en un campo de batalla en sentido amplio (Liang y Xiangsui, 1999, p. 241).

El Ejército Popular de Liberación de China, en su documento oficial o libro blanco titulado “La defensa nacional de China en la nueva era” publicado en 2019, se refiere a conceptos clave de la guerra híbrida, aunque no los detalla: La guerra está evolucionando en forma hacia la informatización, la guerra, y la guerra inteligente está en el horizonte. El concepto de “guerra inteligente” sería bastante similar al de “guerra híbrida”, pero destaca el terreno cognitivo con el uso de armas y equipos inteligentes y sus métodos operativos asociados, respaldados por el sistema de información Internet de las Cosas. En 2020, este nuevo concepto de guerra fue incorporado al 14º Plan Quinquenal que rige los destinos del país.

En América Latina, Fiori (2018) es uno de los autores destacados que aborda este concepto. Define esta nueva forma de guerra de la siguiente manera:

Una sucesión de intervenciones que transformaron este tipo de guerra, en la segunda década del siglo XXI, en un fenómeno casi permanente, difuso, discontinuo, sorprendente y global. Es un tipo de guerra que no implica necesariamente bombardeos, ni el uso explícito de la fuerza, porque su objetivo principal es destruir la voluntad política del adversario mediante el colapso físico y moral de su Estado, su sociedad y cualquier grupo humano que quieres destruir. Un tipo de guerra en la que se utiliza más la información que la fuerza, el asedio y las sanciones más que el ataque directo, la desmovilización más que las armas, la desmoralización más que la tortura. Por su propia naturaleza y sus instrumentos de «combate», es una «guerra ilimitada», en su alcance, en su tiempo de preparación y en su duración. Una especie de guerra infinitamente elástica que dura hasta el colapso total del enemigo, o bien se convierte en una beligerancia continua y paralizante de las fuerzas ‘adversas’ (Fiori, 2018 , p. 402–403).

Desde esta perspectiva, Salgado (2020) aplica este concepto al análisis de la región sudamericana y observa las acciones de Guerra Híbrida desplegadas por Estados Unidos en el siglo XXI para recuperar el control político estratégico de la región. Por otro lado, Romano y Tirado (2018) enfatizan el lawfare como parte de la Guerra Híbrida en la región.

Una nueva forma de hacer la guerra siempre está en relación con las transformaciones que ocurren a nivel estructural en el sistema mundial y los procesos seculares. Mackinder (1904) observó que la era “poscolombina” –que comenzó a principios del siglo XX cuando la expansión del sistema mundial capitalista moderno y occidental cubrió prácticamente todo el planeta– tuvo como característica central el desarrollo de una economía cerrada. sistema político de alcance global. Esto significó que la competencia estratégica pasó de la expansión territorial a la lucha por la eficiencia relativa. En el mismo sentido en que el capitalismo moderno implica, una vez consolidado, una lucha permanente en la que la clave es la plusvalía relativa, en cuya búsqueda se revolucionan continuamente los conocimientos y las tecnologías, así como la organización de la sociedad, y en el cuyo objetivo el sistema capitalista cambia constantemente.

Si bien se pueden reconocer elementos de guerra híbrida a lo largo de la historia, se ha convertido en la forma dominante de confrontación en un mundo profundamente interconectado e interdependiente, donde la transnacionalización del capital, comandada por las redes financieras del Norte global, la formación de un sistema productivo transnacional y El desarrollo de empresas y otros actores que operan a escala global han modificado la estructura del poder. El espacio quedó drásticamente empequeñecido (y en algunos casos eliminado) en términos temporales. Esto se correspondió a nivel político y estratégico. La naturaleza de la hegemonía de Estados Unidos, con sus instituciones multilaterales globales, constituyó un cambio cualitativo en el sistema mundial, llevando la profundidad de la interdependencia general a nuevos niveles. Esto se vio acentuado por el globalismo en la década de 1990 (bajo el dominio del capital financiero global angloamericano), como fuerza y ​​proyecto político transnacional que emerge del núcleo angloamericano, pero que va más allá de ese núcleo. El sistema mundial prácticamente no tiene exterioridad, lo que no implica la eliminación del control de los flujos de información, dinero y bienes que lo atraviesan y median en el sistema interestatal. Existe un sistema político “cerrado”, en el que se desarrolla el sistema interestatal, que se ha profundizado aún más desde la caída de la URSS. Como señalan Flint y Taylor (2018) , la economía de la URSS y los países de su esfera de influencia no estaban fuera de la economía mundial y del sistema mundial. Sin embargo, su integración fue desde el lugar de la semiperiferia, con una baja interdependencia relativa con el mundo capitalista y, claramente, hubo bloques definidos que configuraron un orden predominantemente bipolar (lo que no implica desconocer al Tercer Mundo, los No Alineados) Movimiento y Terceras Posiciones). La dinámica actual es completamente diferente. China no es la URSS, su integración en la economía mundial es completamente diferente cuantitativa y cualitativamente: no es sólo el gran taller manufacturero de la economía mundial, sino que también está cada vez más involucrado en actividades de mando global, y la dinámica geopolítica actual es multipolar.

Por ello, en la profunda red de interdependencia actual, no es posible en el corto y mediano plazo que las economías nacionales se desacoplen más allá de ciertas desconexiones en sectores estratégicos que definen los nodos centrales y donde siempre ha existido un cierto “desacoplamiento”, aunque ahora va en aumento-, la guerra se desarrolla al mismo tiempo que hay cooperación en la producción de valor.

El Ejército Popular de Liberación de China (EPL), en su documento oficial o libro blanco titulado “La defensa nacional de China en la nueva era” publicado en 2019, refuerza este diagnóstico de la situación histórica y espacial contemporánea al afirmar que: “Hoy, con sus intereses y la seguridad entrelazadas, personas de todo el mundo se están convirtiendo en miembros de una comunidad con un futuro compartido” ( PLA, 2019 , p. 1). El futuro compartido no es sólo un deseo o un horizonte esperado, sino una condición histórica que se impone casi inexorablemente en un mundo profundamente interdependiente en el que los intereses y la seguridad de la humanidad están entrelazados. Además, el documento afirma que, en un mundo cada vez más multipolar, “el sistema y el orden de seguridad internacional se ven socavados por el creciente hegemonismo, la política de poder, el unilateralismo y los constantes conflictos y guerras regionales”. (2019, pág. 2). Se observa que la competencia estratégica internacional está aumentando. Estados Unidos ha ajustado sus estrategias de defensa y seguridad nacional y ha adoptado políticas unilaterales. Este proceso puede seguir intensificándose, profundizando los enfrentamientos a todos los niveles, y no podemos descartar otros escenarios más trágicos.

Esto nos lleva a otro nivel: además de analizar la nueva forma de hacer la guerra, es necesario señalar que en realidad hay una guerra en curso, un acontecimiento histórico, que asume como forma dominante un carácter híbrido, en el que la confrontación El componente cooperativo se exacerba en relación con el componente cooperativo (que sigue existiendo como una relación de necesidad, de interdependencia). Como observa Zhao (2019) , en el caso particular pero estructural de la relación entre Estados Unidos y China, siempre ha estado definida por una combinación de intereses cooperativos y competitivos desde su normalización en la década de 1970. La diferencia es que ahora prevalece el último término y el primero queda subordinado. En este sentido, una de las tesis centrales de este trabajo es que desde 2014 se ha iniciado una Guerra Mundial Híbrida, cuya intensidad va aumentando al calor de la aceleración de un conjunto de tendencias de la actual transición histórico-espacial del sistema mundial. que emerge de la crisis de la hegemonía estadounidense (o angloamericana), en una transición histórico-espacial del sistema mundial que evoluciona desde esa crisis hacia el caos sistémico.

El acontecimiento desencadenante es la guerra en el este de Ucrania, que articula un conflicto intraestatal pero también interestatal, con un conflicto regional en Europa entre la expansión de la OTAN y las líneas rojas de Rusia, y un conflicto global entre el viejo núcleo dominante y las potencias emergentes de los países semi-europeos. periferia y la periferia del sistema-mundo (Merino, 2022). A partir de entonces se desata la guerra económica contra Rusia con más de 2.500 sanciones por parte de Estados Unidos y el Norte Global representado en el G7, pero también los enfrentamientos bélicos se multiplican y alcanzan al menos la decena en la llamada “zona de inestabilidad”. de Oriente Medio, Asia Central y sus alrededores. Además, las disputas entre potencias se están intensificando en Siria, Afganistán y el Mar de China, entre otros lugares, y, como veremos, está surgiendo competencia entre diferentes iniciativas políticas y económicas globales y regionales, en particular la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI).). Desde 2014, los enfrentamientos entre los principales polos del poder mundial se han vuelto directos (aunque no directa y convencionalmente bélicos) y en territorios centrales. Al mismo tiempo, en un conjunto de escenarios secundarios, se multiplican las escaladas militares, así como los enfrentamientos en otros frentes, involucrando y enfrentando a las principales potencias.

En una entrevista para La Vanguardia durante el mes de junio de 2014, el Papa Francisco afirmaba que la Tercera Guerra Mundial se estaba desarrollando a pedazos. Es interesante rescatar su visión porque nos muestra cómo el nuevo escenario geopolítico mundial comienza a ser percibido y analizado por actores e instituciones clave:

Descartamos a toda una generación para mantener un sistema económico que ya no es sostenible, un sistema que para sobrevivir debe hacer la guerra, como siempre lo han hecho los grandes imperios. Pero como no se puede librar la Tercera Guerra Mundial, entonces se libran guerras zonales. ¿Y eso qué quiere decir? Que se fabrican y venden armas, y con ello los balances de las economías idólatras, de las grandes economías mundiales que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente se vuelven sanos [3].

Este párrafo contiene muchas ideas centrales sobre el actual conflicto mundial. La primera es que, ante la imposibilidad de llevar a cabo una guerra mundial convencional (prevalece el principio de destrucción mutua asegurada), el enfrentamiento se realiza en zonas o territorios específicos, manifestándose en fragmentos de un conflicto estructural mundial. La segunda idea central de este párrafo es que la crisis del sistema mundial imperante (“que ya no es sostenible” y descarta “a toda una generación”), que está relacionada con el colapso de la hegemonía angloamericana, es lo que provoca y conduce a la guerra: “Un sistema que para sobrevivir debe hacer la guerra, como siempre lo han hecho los grandes imperios”. La tercera idea es la conexión entre el sistema económico con sus problemas estructurales, las necesidades imperiales y los intereses de la industria armamentista. En este sentido, el complejo industrial militar (MIC) de las potencias y, en particular, de Estados Unidos, constituye el núcleo de su sistema de producción e innovación tecnológica. Con un presupuesto militar de más de 778 mil millones de dólares en 2021 (prácticamente el 40% del total mundial), la gran potencia del Norte Global tiene al MIC como elemento central de su economía, desde el que alimenta a las corporaciones privadas y financia el desarrollo tecnológico. A ello se suman los presupuestos específicos para guerras y operaciones especiales.

En resumen, la Guerra Mundial Híbrida (HWW) o Guerra Mundial Híbrida y Fragmentada expresó una guerra de nueva generación, donde elementos de la guerra convencional (entre estados con ejércitos regulares, como vemos hoy entre Ucrania y Rusia en el territorio del primero) y Se combinan guerras no convencionales y/o irregulares. Una guerra que involucra a los principales polos del poder mundial, es impulsada centralmente por Estados Unidos ante una situación de relativa decadencia, y tiene como principal contradicción las fuerzas del viejo orden globalista unipolar en crisis vs. hacia la conformación de un orden multipolar. Este GMH se está desarrollando en todos los frentes: económico, tecnológico, financiero y comercial; informativo, psicológico y virtual. Así, hablamos de guerra comercial, guerra económica, guerra de información, guerra psicológica, guerra cibernética, guerra de divisas, guerra financiera, guerra biológica.[4], guerra judicial (conocida como lawfare) y guerra cognitiva. Una característica central es que la Guerra Híbrida está completamente desdibujada: la frontera entre lo militar y lo civil, entre el principio y el final, entre lo público y lo privado está desdibujada.

Rivalidad entre Estados Unidos y China y tensión unipolarismo-multipolarismo

Una de las tendencias estructurales de la transición histórico-espacial del sistema mundial es la agudización de un conjunto de contradicciones político-estratégicas sistémicas que se están volviendo antagónicas. Este proceso se desarrolla, entre otras causas, a partir del relativo declive del polo de poder angloamericano y del Norte Global, que contrasta con el ascenso de China, otras potencias emergentes de las regiones semiperiféricas y Asia como gran continente del siglo veintiuno. La búsqueda de las fuerzas dominantes en Estados Unidos y el Norte Global para detener este ascenso y el cambio en el nuevo mapa de poder es clave para comprender la Guerra Mundial Híbrida. En este sentido, con el inicio de la transición geopolítica en 1999-2001 y con sus diferentes administraciones (Bush, Obama, Trump y Biden), Estados Unidos al inicio de la administración de George W. Bush (2001-2009) cambió el marco de las relaciones con China desde la “Asociación Estratégica para el Siglo XXI” hasta la “Competencia Estratégica”. La perspectiva neoconservadora sintetizada en el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano se impuso en la geoestrategia para intentar asegurar el unipolarismo de Estados Unidos, impidiendo el surgimiento de cualquier competidor en Asia Pacífico, Europa o el centro de Eurasia. Así se expresó en la llamada Guerra Global contra el Terrorismo (GWOT) y las guerras en Afganistán e Irak para avanzar en el control de Asia Central y el Golfo Pérsico.

Estas guerras fueron la reacción de Estados Unidos y sus aliados ante algunas señales de movimientos contra el orden mundial unipolar: el establecimiento de la Organización de Cooperación de Shanghái en 2001 en el corazón de Eurasia por China, Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán; la iniciativa china conocida como “Política Salir” lanzada en 1999 para promover la inversión en el exterior por parte de empresas estatales, junto con un nuevo plan quinquenal (Décimo Plan 2001-2005) que tiene como prioridad su propio desarrollo tecnológico; el triunfo de Putin en Rusia y el desarrollo del nacionalismo euroasiático ruso contra el globalismo unipolar; una posible mayor autonomía estratégica europea tras el establecimiento del euro; y el surgimiento en América Latina de gobiernos progresistas o nacional-populares críticos con el neoliberalismo, el Consenso de Washington y la hegemonía de Estados Unidos. Esto ocurre en un contexto en el que la crisis del “Punto Com” (por el estallido de la burbuja tecnológica) golpeó al Norte Global y muestra la naturaleza inestable de la financiarización neoliberal. El siguiente brote ocurrió en 2008 y su impacto es aún más profundo. En ese escenario, en 2009 se lanzó el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), articulando en bloque las potencias industriales y regionales de la semiperiferia en busca de democratizar la riqueza y el poder mundial. No es casualidad que entre 2008 y 2021 el PIB de China se haya cuadruplicado nominalmente, ya que la acumulación económica y la fortaleza política van de la mano, manifestándose ambas en la capacidad de romper los mecanismos de dependencia y subordinación geopolítica.

La llegada de Barack Obama al poder marcó el regreso de la perspectiva del globalismo, que significó un cambio en la geoestrategia estadounidense. Frente a las potencias emergentes, expresadas en los BRICS, la administración Obama buscó desplegar una estrategia de contención, reforzando el control de las periferias euroasiáticas y promoviendo el giro hacia Asia Pacífico. En la periferia occidental, la OTAN continuó su expansión hasta las fronteras rusas (especialmente con Ucrania), y apoyó la expansión de la Unión Europea y la propuesta de establecer la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (T-TIP). En la región de Asia Pacífico, la geoestrategia globalista buscó intentar sentar las bases de una suerte de OTAN Indo-Pacífico liderada por India, Japón y Australia (tratando de incorporar a los países de la ASEAN), y junto a ella, avanzar con la Alianza Trans -Asociación del Pacífico (TPP)[5]. Además, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, impulsó en 2011 el desarrollo de una Nueva Ruta de la Seda con centro en Afganistán.[6], que estuvo acompañado de una intervención más fuerte en términos militares con un aumento de 100.000 soldados estadounidenses más. Esto fue parte del giro hacia Asia anunciado por Obama en 2012: trasladar la mayor parte de la fuerza militar aeronaval de Estados Unidos al Pacífico, para reforzar el asedio militar alrededor de China. Hillary Clinton, como Secretaria de Estado, expuso los principales argumentos para este cambio en la política exterior estadounidense en un artículo publicado el año anterior. Afirma que el futuro de la política mundial se decidirá en Asia y el Pacífico, no en Afganistán o Irak, y Estados Unidos debería estar justo en el centro de la acción (Clinton, 2011). Su objetivo era rodear y contener a China y Rusia, asegurar el dominio de Eurasia e imponer las reglas del juego del capitalismo del siglo XXI. La geoestrategia del TPP se puede resumir en las siguientes palabras del presidente de Estados Unidos, Barack Obama: “Cuando más del 95 por ciento de nuestros clientes potenciales viven fuera de nuestras fronteras, no podemos permitir que países como China escriban las reglas de la economía mundial. Deberíamos redactar esas reglas, abriendo nuevos mercados a los productos estadounidenses y al mismo tiempo estableciendo altos estándares para proteger a los trabajadores y preservar nuestro medio ambiente”.[7] Por su parte, el entonces Secretario de Defensa, Ash Carter, declaró que para los intereses de seguridad de Estados Unidos en Asia, el TPP puede considerarse tan importante como la incorporación de otro portaaviones en la región, y es esencial para la re -Equilibrio de poder en Asia a favor de Estados Unidos.[8]

El TPP fue concebido en una estrecha relación entre las dimensiones económica y geoestratégica (como administración de intereses geopolíticos y económico-políticos). Según Green y Goodman (2015), el acuerdo reforzó las reglas del juego del siglo XXI en Asia-Pacífico según la perspectiva liberal estadounidense. Esta es la región más dinámica del mundo, donde el comercio siempre ha definido el orden y el poder. Green y Goodman (2015) señalan que a medida que la economía de la región se ha desplazado de Estados Unidos o Japón a China, el modelo sinocéntrico se ha vuelto irresistible para Beijing. El TPP, entonces, tendría un impacto geopolítico importante en términos de distribución del poder en Asia, para contener a China, reforzando el cerco político estratégico. Por ello, es fundamental “proteger” a Estados como Filipinas, Vietnam o Taiwán de la “gran dependencia” de la economía china para que no pierdan su diplomacia independiente y su influencia política. Consideran que es fundamental para los intereses estratégicos de Estados Unidos que Taiwán se una al TPP, y que Japón y Australia ayuden en este proceso. Al mismo tiempo, sin embargo, de 2008 a 2021 se ha producido un fuerte aumento del comercio de bienes y servicios entre Estados Unidos y China; particularmente las importaciones de bienes del gigante asiático, principal proveedor de bienes de Estados Unidos, que crecieron casi un 50% en ese período. La interdependencia está aumentando mientras que la competencia estratégica se acelera y los intentos de las fuerzas dominantes en Estados Unidos y el Norte Global de contener o detener el ascenso de China (o subsumirlo) están aumentando.

En este escenario, en 2012 Beijing impulsó formalmente negociaciones para formar la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) y, en 2013, lanzó la revolucionaria Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) ante las estrategias de contención impulsadas por Washington y sus aliados. Junto a ello, se está impulsando una nueva arquitectura financiera global. Esto se expresó con la creación de nuevos instrumentos financieros internacionales como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) y el lanzamiento del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS y un fondo de reserva (Acuerdo de Reserva Contingente), en la cumbre de Fortaleza, Brasil, en 2014. Esta arquitectura financiera se está desarrollando en paralelo con la del Norte Global, que se centra en el FMI y el BM. Además, en 2014 Moscú avanzó en la “anexión” o “recuperación” de Crimea como República dentro de la Federación Rusa y formó la Unión Económica Euroasiática (UEEA) junto con las ex repúblicas soviéticas de Bielorrusia, Kazajstán y Uzbekistán a las que luego se unió Armenia. y Kirguistán. Lo hizo de acuerdo con China, articulando la UEEA con la BRI y fortaleciendo la OCS. Hoy en día, la OCS es vista en el Occidente geopolítico como una asociación política que se opone a la OTAN en Eurasia, o a la OTAN “deshonesta” (Aydintaşbaş et al., 2022), e incluso compara la presencia militar relativa en regiones clave del gran continente (Sun y Elmahly, 2019). Desde 2015, India, Pakistán e Irán se unieron a la OCS, dando a la entidad otro volumen geopolítico. Además, cuenta con Bielorrusia, Afganistán y Mongolia como miembros observadores, y con Turquía, Sri Lanka, Armenia, Camboya y Nepal como socios de diálogo. La mayoría de estos países comparten la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China, que, para las perspectivas occidentales, como la de Kissinger (2017), al buscar conectar China con Asia Central y, eventualmente, con Europa, la nueva “Ruta de la Seda” cambiará de hecho el centro de gravedad del mundo desde el Atlántico hasta la masa continental euroasiática. Junto con el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) y otras instituciones, como los Bancos Estatales chinos, expresan instrumentos de peso geopolítico que reúnen a un gran número de países y regiones del mundo en una nueva institucionalidad regional y global emergente -propia de Un multilateralismo multipolar. La alianza entre China y Rusia se está profundizando a todos los niveles para consolidar una estructura de poder en el continente euroasiático de una gran asociación euroasiática, contrarrestando la superioridad del “Imperio del Mar”, como se denominan a las potencias marítimas occidentales, hoy lideradas por Estados Unidos (Li, 2018 ; Zhao, 2018 ; Zheng, 2020 ).

Estos movimientos exacerban las reacciones de Estados Unidos y el Occidente geopolítico y han impulsado el desarrollo de una guerra mundial híbrida desde 2014 (especialmente desde que comenzó el conflicto en Donbass, Ucrania, en abril de 2014). Esta guerra expresa la evolución antagónica de las contradicciones entre el multilateralismo global-unipolar y las instituciones del viejo orden mundial construido bajo la hegemonía de Estados Unidos, y el multilateralismo multipolar y las nuevas instituciones que expresan un nuevo mapa de poder mundial. Además, podemos observar la ruptura de la supremacía estratégica de Estados Unidos y la OTAN frente a la creciente capacidad de China, Rusia y otros actores. Además, las fisuras estratégicas dentro de los antiguos aliados son claves. Por último, hay una crisis de la globalización neoliberal comandada por el Norte Global y el surgimiento de una globalización impulsada por China y otras fuerzas emergentes, en un mundo relativamente multipolar.

La disputa en Asia Pacífico

En el diseño geopolítico de la hegemonía de Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, ha existido una línea roja en Asia Pacífico que marca el límite estratégico que debe mantener una coalición liderada por Estados Unidos y Japón para impedir que China (o una coalición antihegemónica) convirtiéndose en una potencia global, lo que implicaría la pérdida de la primacía mundial para Estados Unidos (Brzezinski, 1997, p. 173-188). En la actualidad, ese límite ya se ha cruzado y la superposición estratégica continúa. Esto se observa tanto en lo económico como en un conjunto de instituciones e iniciativas multilaterales del nuevo mundo multipolar que tiene a Beijing como protagonista.

Una de las claves para Washington en la región es asegurar las dos cadenas de bases y posiciones militares que contienen/rodean a China, bajo el mando político-estratégico estadounidense. El papel geopolítico de este perímetro de defensa avanzado era sencillo para MacArthur; “Desde esta cadena de islas podemos… impedir cualquier movimiento hostil hacia el Pacífico” (Scott, 2012 , p. 617). Taiwán es una pieza central de la primera cadena y un puesto estratégico centroamericano contra China. Beijing, en su ascenso, se superpone y supera estas dos cadenas. De ahí la disputa por las islas Senkaku/Diaoyu, situadas en el Mar de China Oriental, al noreste de Taiwán. Tal control permitiría a China romper parcialmente la primera cadena y debilitar la posición estratégica de Taiwán en el Mar de China Oriental y el Estrecho de Taiwán. La construcción de infraestructura militar en atolones mediante la construcción de islas artificiales es parte de este movimiento hacia el Mar de China Meridional, al igual que el fuerte avance de sus capacidades navales y de misiles (incluida la tecnología hipersónica). En el caso del Mar de China Meridional, varias islas se disputan entre países asiáticos: las Islas Paracelso (también conocidas como Islas Xisha y Archipiélago Hoang Sa), reclamadas por China, Vietnam y Taiwán; y el archipiélago Spratly (llamado Nansha en China), reclamado por China, Vietnam, Brunei, Malasia y Filipinas. Un hecho de gran importancia es que el Mar de China Meridional no es un mar abierto. Por el contrario, cuenta con numerosos estrechos de importancia estratégica, siendo el más importante el Estrecho de Malaca, donde se encuentran Singapur y una base naval estadounidense. Otra base de la Armada estadounidense muy importante por su presencia en la región se encuentra en Filipinas.

Ambos mares son fundamentales para la economía global. Están en el corazón de la región más dinámica del mundo, que representa un tercio de la producción y el comercio mundiales, y donde China tiene una clara posición de liderazgo, consolidada con la implementación efectiva del RCEP en enero de 2022. Pero las capacidades militares de China también han avanzó hasta el punto de desafiar la primacía de Estados Unidos en Asia-Pacífico. Según un informe emitido este año por el Servicio de Investigación del Congreso estadounidense, la primacía naval de Estados Unidos está en crisis en el Pacífico Occidental (Servicio de Investigación del Congreso, 2020). En el aspecto militar, la situación actual ya no es la de hace unos años, cuando Estados Unidos era con diferencia la potencia mundial preponderante. En términos de presupuesto militar, existe una gran brecha entre los más de 778 mil millones de dólares de Estados Unidos y los casi 252 mil millones de China (aunque esos presupuestos nominales deberían traducirse en poder adquisitivo real). China ha aumentado constantemente su presupuesto y sus capacidades militares durante las últimas dos décadas, multiplicando su gasto en defensa por 12 desde 2000, en línea con la evolución de su PIB. Es reconocida como líder en ciberguerra, uso de Inteligencia Artificial (IA) e industria 4.0 para la defensa, y también ha desarrollado misiles hipersónicos. Desde 2020, el Ejército Popular de Liberación ha financiado múltiples proyectos de inteligencia artificial con múltiples aplicaciones, incluido el aprendizaje automático para recomendaciones estratégicas y tácticas, juegos de guerra para entrenamiento y análisis de redes sociales. Según un informe del Departamento de Defensa estadounidense (2021), la apuesta de China es utilizar la IA para influir directamente en la cognición del enemigo, al tiempo que lidera tecnologías clave con importante potencial militar, como la propia IA, los sistemas autónomos, la computación cuántica, la ciencia de datos, la biotecnología y las tecnologías avanzadas. materiales de fabricación. Así, despliega planes para modernizar su sistema de defensa, integrando un desarrollo “informatizado e inteligente”.

Además, para reforzar su presencia militar en Asia Pacífico, el gobierno chino dio a conocer en junio de 2020 el establecimiento de una Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ) en el Mar de China Meridional, que se suma a la ADIZ establecida en 2013 en el Mar de China Oriental.  Y a mediados de abril de 2020, los medios chinos publicaron la decisión del gobierno de crear dos nuevos distritos como parte de la ciudad de Sansha en la isla sureña de Hainan.

En respuesta a esto, Estados Unidos desplegó allí dos portaaviones en julio de 2020. También abandonó su “neutralidad” en las disputas territoriales, alineándose con Vietnam y Filipinas. El entonces Secretario de Estado, Mike Pompeo (miembro del ultraconservador Tea Party y que ahora protagoniza una feroz escalada del discurso contra China, proponiendo una Nueva Guerra Fría) afirmó: “Estamos dejando claro: las reclamaciones de Beijing sobre recursos offshore a lo largo de la mayor parte del Mar de China Meridional son completamente ilegales, al igual que su campaña de intimidación para controlarlos (…) El mundo no permitirá que Beijing trate el Mar de China Meridional como su imperio marítimo”.[9] Este alineamiento también implica una ruptura en el papel de Estados Unidos como árbitro en la región, un indicador más de la ruptura de la hegemonía.

Junto a las reivindicaciones de soberanía y derechos marítimos, desde 2010 se ha producido un aumento de los enfrentamientos en los que Estados Unidos se ha implicado cada vez más como actor extraterritorial. Junto a ello, y en lo que constituyó un giro histórico en su política exterior, Japón, aliado estratégico de Estados Unidos en la región, modificó hace unos años la interpretación de su “Constitución de Paz” para poder luchar en el exterior y defenderse. sus socios, incluso si no es atacado. Tokio, a su vez, fortaleció recientemente sus vínculos con Occidente, buscando fortalecer el Norte Global, comenzando con el establecimiento de acuerdos de libre comercio con la UE y el Reino Unido, que entraron en vigor en 2019 y 2021, respectivamente.

Otra iniciativa estratégica para contener a China es el QUAD –Diálogo Cuadrilateral de Seguridad– impulsado por Estados Unidos junto con Japón, India y Australia. Iniciado por el primer ministro japonés, Shinzo Abe, en 2007 en respuesta al creciente poder económico y militar chino, el QUAD fue restablecido en noviembre de 2017 bajo la administración estadounidense de Donald Trump como parte de su “Nueva Guerra Fría” contra China, y es visto por Beijing como una OTAN asiática. En realidad, sería una especie de base para crear una alianza similar a la OTAN en la región del Indo-Pacífico. En una declaración conjunta de marzo de 2021 titulada “El espíritu del Quad”, los miembros del Quad afirmaron tener “una visión compartida de un Indo-Pacífico libre y abierto” y un “orden marítimo basado en reglas en el este y el sur de China”.

Sin embargo, las acciones del Quad para servir a los intereses occidentales se han visto recientemente debilitadas por la postura de la India. Bajo su doctrina de “autonomía estratégica” y “equilibrio estratégico”, se distanció de Occidente ante la guerra en Ucrania y fortaleció sus relaciones comerciales con Rusia ante la profundización de la guerra económica contra Moscú mediante sanciones. De hecho, Nueva Delhi ya había tenido que hacer un acto de equilibrio al unirse a la OCS en 2016, aunque rechazó la BRI o se unió a la RCEP. A su vez, ya tiene a Pekín como su principal socio comercial. Sin embargo, India y China tienen importantes disputas fronterizas.

En septiembre de 2021 también se creó AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos), una alianza estratégica destinada a defender los intereses de las tres naciones anglosajonas del Indo-Pacífico. De hecho, consiste en dotar a Australia (país cuya soberana constitucional es la monarquía británica) de mayores capacidades militares para convertirla en un activo estratégico clave del polo de poder angloamericano en Asia-Pacífico. China lo ha visto como una amenaza, afirmando que “socava gravemente la paz y la estabilidad” en esa región e “intensifica la carrera armamentista”. A su vez, el acuerdo permitiría a Australia construir sus primeros submarinos de propulsión nuclear (sumándose a un grupo selecto que incluye a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China, India y Rusia), con tecnología estadounidense. Washington sólo había transferido su tecnología al Reino Unido hace más de 50 años. A su vez, en abril de 2022, AUKUS anunció que acelerará el desarrollo de capacidades hipersónicas y antihipersónicas avanzadas, así como la cooperación en materia de defensa en temas como la guerra electrónica, la ciberguerra y la inteligencia artificial. De esta forma se busca contrarrestar las capacidades desarrolladas por Rusia y China en los últimos tiempos. El reciente acuerdo entre Beijing y las Islas Salomón es un duro golpe a esta estrategia, ya que la nación insular era considerada el “patio trasero” de Australia en Asia y el Pacífico.

Guerra en todos los frentes o sin restricciones

En diciembre de 2017, bajo la nueva administración de Donald Trump, la Casa Blanca publicó un nuevo documento de Estrategia de Seguridad Nacional (National Security Strategy, 2017) donde con total claridad se definía a China y Rusia como principales adversarios, desplazando de ese lugar a la difusa entidad denominada terrorismo internacional: “China y Rusia desafían el poder, la influencia y los intereses estadounidenses, intentando erosionar la seguridad y la prosperidad estadounidenses” ( Estrategia de Seguridad Nacional, 2017 , p. 2). En el nuevo marco estratégico definido como Competencia de Grandes Potencias (GPC) en lugar de GWoT, la administración Trump relanzó “Star Wars”, creó la “Fuerza Espacial” e violó tratados de desarme nuclear para lanzar un proceso de modernización de sus arsenales. A su vez, la administración de Donald Trump, que expresó un fortalecimiento de las fuerzas “nacionalistas-americanistas” en Estados Unidos, declaró una guerra comercial al mundo. Con ello se puso en marcha un giro proteccionista y una práctica de bilateralismo comercial, que sirve para proteger e incentivar al conjunto de capitales americanos que no son competitivos en términos globales, para recuperar la base industrial nacional, para tratar de controlar el déficit comercial. al tiempo que se profundiza el estímulo fiscal y, además, se establecen negociaciones políticas estratégicas, tanto en materia tecnológica como geopolítica, que aseguren la primacía de Estados Unidos. Esto se resumió en el lema “Estados Unidos primero”. De esta manera, la guerra económica, previamente localizada en países como Cuba, Venezuela, Irán y, desde 2014, Rusia, cuyo principal objetivo es China, se volvió global. Con ello, se decide profundizar la lucha contra los polos de poder emergentes a nivel mundial que median, a través del Estado, en la lucha global entre capitales o interempresariales, que se agudiza con la desaceleración del crecimiento económico y el desafío avance de las grandes empresas chinas.

La guerra comercial pone de relieve las limitaciones de Estados Unidos y el Norte Global para sostener su posición predominante y, como la otra cara de la misma moneda, su fractura interna. Esta guerra refleja la pérdida de la primacía productiva de Estados Unidos y el colapso de los monopolios tecnológicos del Norte Global. Esto se refleja en el enorme déficit comercial de Estados Unidos (y en particular el que tiene con China) y en el estrechamiento de la brecha tecnológica con el gigante asiático, como consecuencia de los planes desarrollados en este sentido desde 1999, y especialmente el plan Made in China 2025 lanzado en 2015. Desde 2019, China lidera el mundo en solicitudes de patentes tecnológicas y Huawei es la empresa líder mundial en este campo. Este proceso implica la ruptura de la relación posfordista centro-semiperiferia entre el Norte Global y China, transformando completamente la economía mundial: su división del trabajo, sus jerarquías. A su vez, como parte del “giro” proteccionista para satisfacer los intereses de su cada vez menos competitivo sector industrial, Trump decidió nada más asumir el cargo abandonar el TPP y el TTIP, rompiendo dos iniciativas claves de la geoestrategia globalista para contener a China, Rusia y el nuevo eje de potencias emergentes centrado en Eurasia. Esta decisión necesariamente tuvo costos importantes con los aliados y países cercanos a Estados Unidos, especialmente en Asia Pacífico, ya que refleja la dificultad para liderar la economía mundial en relación con la dinámica de sus intereses corporativos y de seguridad nacional.

El propio peso de China y su lugar en la economía mundial como principal taller industrial del mundo (su PIB industrial es igual a la suma de Estados Unidos, Alemania y Japón juntos) y un importante motor del crecimiento mundial, obstaculizaron la estrategia estadounidense de un “guerra comercial” e intentos de subordinar a China de diversas formas (Poch, 2022). El caso de Huawei es paradigmático ya que siendo uno de los objetivos centrales de la Guerra Comercial, aún seguía siendo el mayor proveedor mundial de equipos de telecomunicaciones, líder en 5G y la primera empresa en solicitudes globales de patentes tecnológicas. Sin embargo, el plan de desarrollo tecnológico “Made in China 2025” tampoco pudo frenarse. Beijing ya es líder en tecnologías clave de la revolución industrial en curso, como la Inteligencia Artificial, 5G e Internet de las Cosas, y la transición energética posfósil. El BATX chino (Baidu, Alibaba, Tencent y Xiao-mi) está emergiendo de los GAFA americanos (Google, Amazon, Facebook y Apple), acortando distancias año tras año e incluso siendo superior en algunos ámbitos concretos.

Bajo la administración de Biden, la guerra tecnológica con China se ha profundizado, especialmente en el sector de los semiconductores, de modo que algunos analistas ya hablan de una guerra de chips (Miller, 2022). En este sentido, en una medida extrema el 7 de octubre de 2022, el gobierno estadounidense anunció la prohibición de exportar a China semiconductores para supercomputadoras e inteligencia artificial, así como los equipos para fabricarlos. Esta medida va de la mano de un programa presentado para estimular la industria nacional de semiconductores de aproximadamente 52 mil millones de dólares, como parte de la Ley de Ciencia y CHIPS aprobada en julio de 2022 que implica una financiación de 280 mil millones de dólares. Por su parte, Pekín ha decidido destinar un fondo de 150.000 millones de dólares al desarrollo de una industria local de semiconductores, además de los fondos que lleva años invirtiendo en el sector. En términos más generales, el objetivo de Washington es impedir que Beijing desarrolle sus propias capacidades en los niveles más altos de esta tecnología clave, frenar el crecimiento chino en industrias altamente complejas y “desacoplar” áreas estratégicas de la economía de ambas economías. Por su parte, Beijing busca reducir la dependencia del Norte Global, y especialmente de su tecnología. Según la perspectiva occidental, China buscaría lograr la independencia económica en varios niveles: en tecnología, el objetivo es estimular la innovación interna y localizar aspectos estratégicos de la cadena de suministro. En energía, el objetivo es impulsar el despliegue de energías renovables y reducir la dependencia del petróleo y el gas. En alimentación, el objetivo es revitalizar la industria semillera local. En finanzas, lo imperativo es contrarrestar el potencial armamentismo del dólar estadounidense.[10] Desde China se observa que la guerra para frenar su ascenso impulsada por Estados Unidos, lejos de amainar, se va a profundizar, por lo que es vital construir estas capacidades, aunque sin dejar de impulsar otra globalización con características chinas (Jabbour et al., 2021) que refuerza la interdependencia con el Sur Global.

Desde 2017, bajo un marco estratégico de rivalidad entre grandes potencias (Merino, 2021), Estados Unidos y sus aliados han avanzado en el uso de la llamada “Nueva Guerra Fría” como un dispositivo geoestratégico amigo-enemigo, con el fin de presionar a diferentes países. países a alinearse con Estados Unidos, ya sean aliados y vasallos tradicionales o enemigos. Esto incluye presiones políticas, operaciones de inteligencia, amenazas militares, sanciones económicas y financieras y bloqueos de empresas tecnológicas chinas, como Huawei, en terceros países.[11] En el caso de las empresas de tecnología, el argumento central son las amenazas a la seguridad que suponen. El liderazgo monopolista de Occidente en telecomunicaciones y TIC le dio el control global de la información y la inteligencia. Este monopolio se ha roto con el avance de las empresas chinas.

Otro frente del conflicto es la promoción de conflictos internos, que se articulan con tareas de propaganda global y operaciones de inteligencia. En el caso de China, los conflictos que amenazan su integridad territorial son promovidos desde Occidente y, al mismo tiempo, son utilizados en la cada vez más intensa guerra propagandística global bajo la manida bandera de los derechos humanos. Nos referimos en particular a Hong Kong [12], Tíbet, Xinjiang. De hecho, durante los primeros meses de 2022, Beijing tuvo que enfrentar demandas de mayor autonomía en Hong Kong, Tíbet y Xinjiang. También se produjeron tensiones crecientes con un gobierno autónomo de Taiwán cada vez más desafiante, fuertemente apoyado por Estados Unidos. La visita a la isla de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en agosto implicó una importante escalada del conflicto.

Comentarios finales

Hacia 2013 y 2014, a partir de los conflictos en Siria y Ucrania o las crecientes tensiones en Asia Pacífico por la creciente influencia de China, la idea de una Nueva Guerra Fría comenzó a aparecer en la prensa y entre distintos analistas “occidentales”. Sin embargo, la agudización de las contradicciones político-estratégicas entre los polos de poder -especialmente entre las potencias emergentes y el polo de poder dominante- no produce una situación que pueda ser interpretada bajo el concepto de “Nueva Guerra Fría”, sino de Guerra Mundial Híbrida. o Guerra Mundial Híbrida y Fragmentada. Esta nueva conceptualización se desarrolla sobre las características adquiridas por el sistema capitalista mundial de 1970 a 1980 como un sistema transnacional de producción, comercio y finanzas, la dinámica de la competencia estratégica en la crisis del orden globalista unipolar y las características del ascenso de China y su significado, diferente al de la URSS.

La Guerra Mundial Híbrida (HWW) o Guerra Mundial Híbrida y Fragmentada expresó una guerra de nueva generación, donde elementos de la guerra convencional (entre estados con ejércitos regulares, como vemos hoy entre Ucrania y Rusia en el territorio del primero) y no convencional. y/o la guerra irregular se combinan. Una guerra que involucra a los principales polos del poder mundial es impulsada centralmente por Estados Unidos ante una situación de relativo declive, y tiene como principal contradicción las fuerzas del viejo orden globalista unipolar en crisis vs. la conformación de un orden multipolar. Este GMH se está desarrollando en todos los frentes: económico, tecnológico, financiero y comercial; informativo, psicológico y virtual. En términos espaciales, Asia Pacífico es una región clave en esta guerra y donde la competencia estratégica entre Estados Unidos y China es más visible.

Una de las tendencias estructurales de la transición histórico-espacial del sistema mundial es la agudización de un conjunto de contradicciones político-estratégicas sistémicas que se están volviendo antagónicas. Este proceso se desarrolla, entre otras causas, a partir del relativo declive del polo de poder angloamericano y del Norte Global, que contrasta con el ascenso de China, otras potencias emergentes de las regiones semiperiféricas y Asia como gran continente del siglo veintiuno. La búsqueda de las fuerzas dominantes en Estados Unidos y el Norte Global para detener este ascenso y el cambio en el nuevo mapa de poder es clave para comprender el HWW. Esta guerra expresa la evolución antagónica de las contradicciones entre las fuerzas unipolares globales y las instituciones del viejo orden mundial construido bajo la hegemonía de Estados Unidos, y las fuerzas multipolares y las nuevas instituciones que expresan un nuevo mapa de poder mundial. En su forma interestatal, estas contradicciones sistémicas entre fuerzas políticas y sociales que se vuelven antagónicas se expresan en la rivalidad entre Estados Unidos y China. La Pandemia ha acelerado las tendencias de la transición actual, configurando un nuevo momento geopolítico en el que HWW ha saltado en intensidad.

*Gabriel E. Merino es Profesor e Investigador del Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS), Universidad Nacional de La Plata. Investigador Adjunto del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICET) de Argentina. Coordinador del Grupo de Trabajo “China y el Mapa del Poder Mundial” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Correspondencia: Gabriel E. Merino: gmerino@fahce.unlp.edu.ar ;  gabrielmerino23@gmail.com

Este artículo ha sido publicado originalmente en el portal Frontiers in Political Science

NOTAS

1. En este contexto, cuando se desarrollaba una de las cumbres de la Organización de Cooperación de Shanghái liderada por China y Rusia, la importante revista británica The Economist publicó un artículo titulado “Pax Sinica”, que concluía con la siguiente frase: “China no es simplemente desafiando el orden mundial existente. Lenta, desordenada y aparentemente sin un final claro a la vista, está construyendo uno nuevo”. ( El economista, 2014 ).

2. En los trabajos antes mencionados que fueron publicados en 2016, el concepto de “Guerra Mundial Fragmentada” se utiliza de manera exploratoria. Con la evolución de las investigaciones, de 2018 a 2019, se desarrolla el concepto de Guerra Mundial Híbrida.

3. “Descartamos toda una generación por mantener un sistema económico que ya no se aguanta, un sistema que para sobrevivir debe hacer la guerra, como han hecho siempre los grandes imperios. Pero como no se puede hacer la Tercera Guerra Mundial, entonces se hacen guerras zonales. ¿Y esto qué significa? Que se fabrican y se venden armas, y con esto los saldos de las economías idolátricas, las grandes economías mundiales que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente se sanean”.

4. Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, al inicio de la pandemia señaló la posibilidad de que hayan sido militares de Estados Unidos los que trajeron la epidemia a Wuhan, haciendo una conexión directa con los Juegos Militares de esa ciudad. en octubre de 2019, que incluía una delegación de 300 militares estadounidenses. En el caso del conflicto en Ucrania, Rusia acusó ante la ONU a Estados Unidos de haber financiado un programa de armas biológicas en Ucrania y afirmó haber encontrado pruebas al respecto en laboratorios ucranianos. Moscú presentó la documentación y exigió una investigación internacional.

5. El TPP fue impulsado por fuerzas globalistas a partir de 2008 y estaba integrado por 12 países de la Cuenca del Pacífico: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam y Estados Unidos.

6. Departamento de Estado (2011).

7. La Casa Blanca (2015).

8. Secretario de Defensa Ashton Carter (2015).

9. SCMP, 14 de julio de 2022. https://www.scmp.com/news/china/diplomacy/article/3093030/beijings-claims-south-china-sea-unlawful-says-us-secretary 

10. Kynge y otros. (2022).

11. Barnes y Satariano (2019).

12. Beijing, por su parte, consolidó su posición en Hong Kong mediante una nueva ley de seguridad nacional, aprobada en junio de 2020.

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