Resulta al menos sospechoso que los asuntos marítimos, de importancia estratégica para la soberanía de un país, estén relegados a una subsecretaría del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. ¿No suena raro que la Argentina, cuya mayor extensión es mar, no tenga un solo buque mercante, ni de defensa, ni política naval alguna?
Por Bárbara Solernou (Social 21 – La Tendencia)*
Social 21, La Tendencia ha presentado un Plan Naval Argentino para crear un Ministerio de Asuntos Marítimos y Navales de la Nación que planifique la logística para volver a navegar nuestros mares, defender nuestros recursos ictícolas, y volver a transportar nuestras cargas en buques de bandera nacional.
Después de Perón no hubo un plan naval en nuestro país. Las últimas dictaduras militares, por orden del pentágono norteamericano, destruyeron el Estado Empresario, para detener el desarrollo industrial, y la flota marítima, para que la Argentina no vuelva a navegar. De igual modo, en el reviente privatista de los ‘90, Menem firma el decreto 1.772 que entrega el derecho de transportar nuestros productos en buques argentinos a las empresas logísticas multinacionales, y destruye nuestra Empresa de Líneas Marítimas Argentina -ELMA.
Obedientes al plan de la embajada yanqui de impedir nuestra soberanía industrial para someternos al mercado global como proveedores de materias primas, los liberales terminaron por reventar nuestra Marina Mercante y nuestra industria naval. Sin flota, el país se volvió dependiente de las multinacionales y perdió el control sobre su comercio exterior y por ende, sobre su producción. Ya que, como dijera Manuel Belgrano en el siglo XIX, los recursos del Estado productor quedan en manos del Estado navegante. Esta política subordina nuestra economía a la exportación agropecuaria, regulada por el mercado de Chicago, y son las multinacionales de los granos -Cargill, Dreyfus, Bunge, Monsanto, Nidera- las que se llevan por nuestros puertos más de 100 millones de toneladas de alimentos todos los años, mientras hay compatriotas que se mueren de hambre en el granero del mundo. Ayer como hoy el conflicto es uno solo: Liberación o dependencia.
Recuperar la soberanía implica asumir este conflicto geopolítico y nacionalizar el comercio exterior, ya que como enseñara el Che, en los países dominados su comercio exterior determina la política interna, mientras que en los países libres es al revés. Esto significa crear una Flota Mercante Argentina que ejecute por propia mano el transporte del 50% de lo que entra y sale del país, y construir los buques necesarios desde un Plan Naval que genere puestos de trabajo sustentables para nuestro Pueblo. Aunque desde algunos sectores se lo presente como una utopía, esto es real y concreto.
Hay que sancionar dos proyectos de ley -presentados por la Diputada Nacional Magdalena Sierra- que actualmente tienen estado parlamentario: Transporte por Agua con Reserva de Cargas [expte. 3952-D-18] y Fondo de Desarrollo de la Industria Naval Nacional -FODINN- [expte. 3951-D-18]. El primero reserva para los armadores nacionales el mercado de fletes de ultramar que nos corresponde por derecho internacional, y recupera para la Patria una facturación de U$3.500 millones por año. El segundo grava con un 2% a los fletes que realizan las multinacionales anualmente, generando un fondo de U$140 millones/año para financiar la reconstrucción de la Marina Mercante, reabrir los astilleros que cerraron en los ‘90 -Alianza, Príncipe Menghi Penco, SANYM, Mestrina, Astarza, Corrientes, Domeq García- y poner al máximo de su capacidad instalada al Astillero Río Santiago.
Apoderarnos del altísimo valor agregado que representa el flete marítimo beneficiará nuestra balanza comercial con una disminución del precio final en lo que importamos -30 millones de toneladas de manufacturas- y un aumento en lo que exportamos -160 millones de toneladas de materias primas-. Además, es una herramienta estratégica ya que nos permitiría comercializar el excedente de producción, garantizando primero el abastecimiento a nuestro Pueblo. También nos permitiría decidir qué comerciar, con quién y a qué precio. Por otra parte, volver a fabricar buques en el país reactiva una industria tan estratégica como la naval -madre de industrias- que califica a los astilleros para proveer al país de otros bienes de capital. Asimismo, el Plan Naval Argentino generará más de 146.000 empleos, entre trabajo directo, creado por la construcción de buques en astilleros, trabajo indirecto, logrado por la fabricación de insumos en las PyMEs naval-partistas, y trabajo por reflejo social, generado por un alza en el consumo que abastecerá la propia comunidad -carnicería, almacén, indumentaria, peluquería, etc-. Tener desocupados en un país donde está todo por hacerse -la Marina Mercante por ejemplo- es inaceptable.
Ubicada en la zona más austral del planeta, la Argentina posee los caladeros naturales más ricos en biodivesidad, que contienen las especies más deseadas por las potencias del norte -entre ellas el calamar illex, la merluza hubbsi, el langostino, la centolla-. Además, tenemos los pasajes naturales más grandes del mundo, que conectan el océano Atlántico con el Pacífico: el Estrecho de Magallanes y el Pasaje de Drake. Si bien jurídicamente son derechos exclusivos del Estado ribereño de explorar y explotar sus recursos naturales, la política es el arte de realizar, no de concebir. De hecho, son los buques mercantes de las multinacionales los que atraviesan nuestros pasajes totalmente gratis, sin control alguno -siendo que cruzar por el canal de Panamá cuesta U$250.000-. Y son los ingleses los que, desde nuestras Islas Malvinas, emiten licencias ilegales de pesca con las que saquean nuestro alimento y amenazan la vida de nuestro ecosistema marino. Honrar las riquezas naturales con las que la Pachamama nos ha bendecido significa frenar la depredación, proteger nuestro patrimonio y tener una política clara de control.
Solo el Estado defiende el interés común. Las pesqueras extranjeras, esencialmente capitalistas, no resignarán la ganancia aun cuando el recurso se agote. Por lo tanto, es necesario construir cinco Patrulleros Oceánicos Multipropósito -POM- para custodiar nuestros recursos, expulsar a todo pesquero ilegal y dar rescate ante naufragios en el Atlántico Sur. Estas corbetas tipo Meko, de 1.800 toneladas de desplazamiento, además de realizar el patrullaje civil, están equipadas con armamento militar: cañón de 40mm con puntería automática, ametralladoras pesadas, radares de alerta temprana y tiro, helicóptero artillado con sonar de arrastre, etc. Esta presencia militar contundente patrullando nuestro espacio marítimo es, precisamente, lo que los intereses imperialistas intentan impedir. Porque junto al efecto material de la misión, en la conciencia de nuestros soldados y en el espíritu de nuestro Pueblo aparece, otra vez, la asignatura pendiente y unificadora de Malvinas. Esa gran causa nacional, latinoamericana, popular y antiimperialista, trasciende las contradicciones secundarias en pos de una Patria Grande sin mutilaciones territoriales. Aparece real y concreto, el Proyecto de Liberación Nacional, el verdadero compromiso patriótico de la hora. Malvinas no es una hipótesis de conflicto. Malvinas es un conflicto. Es un territorio nacional ocupado por una potencia extranjera.
El silencio sepulcral durante todos estos años sobre los asuntos navales es funcional al despojo de nuestro patrimonio. La democracia no resolvió la dominación colonial causante de 4 millones de desocupados, del hambre y la pobreza que crecen. Liberales y keynesianos negocian la gobernabilidad con las embajadas en perfecto acatamiento con la geopolítica imperial. Por eso, habiendo aprendido de Evita que solo el Pueblo salvará al Pueblo, venimos generando conciencia marítima en los argentinos honestos y patriotas, que comprenden que no habrá paz y felicidad en nuestra Patria si no recuperamos primero nuestra soberanía. Somos el Pueblo trabajador que ha cortado amarras y se lanza a la travesía electoral para volver a presentar en la Argentina un Proyecto de Liberación Nacional como en su tiempo lo hicieran San Martín-Rosas-Yrigoyen-Perón. Hoy es nuestro tiempo, y no es de argentino rendirse. El Pueblo está harto de que lo inviten a la resignación, quiere volver a pelear por una causa grande: nacionalizar el comercio exterior y reconstruir la Marina Mercante y de Defensa Nacional. La Liberación viaja en buque.
Publicado en Revista Primera Generación