Sequías, bajos rindes, precios altos, alquileres caros. La zona núcleo está caliente porque la cosecha pinta bien, y los precios vienen más o menos. Si bien falta para levantar la gruesa, los distintos eslabones ya están en la puja de toda la vida, donde el modelo rentístico vuelve a tener preponderancia.
Redacción
Ya está naturalizado el asunto, pero lo real es que cada vez su influencia es más distorsiva, no sólo en cuanto a los costos finales de producción sino también respecto de una posible planificación productiva de mediano plazo. El tenedor de tierras para ofrecerlas en arriendo cubierto por la actividad netamente rentística se está convirtiendo en un lastre.
El modelo que propugna el gobierno entrante no colabora con la situación, habida cuenta del aval ideológico con que cuenta el modelo, sumado a los nombramientos realizados en las dependencias encargadas de gestionar el complejo agropecuario desde el Estado. Más allá de cierto “viento de cola”, los rentistas tienen un riesgo latente por delante: el nuevo Gobierno ha dado rienda suelta al modelo de la agricultura extractivista y cuenta con el aval del sector que además le aportó funcionarios.
Asimismo, la posible derogación de la Ley de Tierras le sumará presión inmobiliaria al sector. Porque si bien todo indica que “valorizará hacia arriba” el precio por hectárea, la presión del mercado puede actuar a la inversa. Ahora ya no se trata ni de la tradición ni de la prosapia; se trata de quién podrá aguantar más.
Así, analistas vinculados al sector, intentan desde lo técnico encontrar puntos comunes para las partes y conducir el conflicto en ciernes. Tomando como eje la zona núcleo agropecuaria (sur de Santa Fe, norte de Buenos Aires), explican que en un contexto de dejar atrás tres campañas consecutivas de sequía y con renovadas y buenas expectativas para la presente (2023-2024), los precios de los alquileres están cada vez más elevados.
Aseguran que los rendimientos en la zona han sido los peores en años, con niveles de crisis hídrica no registrados en más de un siglo en dicha región. Así, por más que la oferta de precios internacionales era buena, los volúmenes cosechados y comercializados no fueron lo suficientemente buenos para aprovechar el contexto mundial. Obviamente, a la pasada, no se olvidan de mencionar a los derechos de exportación – retenciones – y a los tipos de cambio “atrasados”, “desdoblados” o “descoordinados”.
Lógicamente, como se trata de conducir con armonía a los distintos eslabones de la cadena, no entran en conflicto con ninguno de ellos en particular, se centran en lo técnico, y le pegan a la gestión gubernamental que acaba de irse.
Así, según los estudios de evolución del rinde potencial medio de la soja en la zona del sur de Santa Fe y norte de Buenos Aires, comparados con los registros de rendimientos estimados de la Secretaría de Agricultura para la soja de primera en los departamentos santafesinos de Caseros, Constitución, General López, y los partidos bonaerenses de Junín, San Nicolás y Pergamino, se estableció que desde la campaña 2019-2020 en adelante no paró de caer, teniendo la mayor gravedad en la pasada temporada 2022-2023.
Así, la brecha entre rendimiento potencial y efectivo, se amplió exponencialmente. Si bien de cara al ciclo 2023-2024 las perspectivas son mejores, se espera que la recuperación se traduzca en rendimientos.
Es en tes marco donde se analizan los arriendos. Según los datos consolidados de la campaña pasada, en un área sembrada de algo más de 1 millón de hectáreas, el 66% de las mismas (714.300 ha) se registraron con tenencia de terceros; es decir, trabajadas por arrendatarios.
Por lo tanto, al ser tal alto el nivel de arriendos, es imposible no considerar la estructura de costos de la actividad sin ponderar los alquileres. Según el informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, el peso de los arrendamientos en quintales por hectárea viene creciendo año a año desde la campaña 2016/2017. Los mismos habían tenido una caída del 30% entre los años agrícolas 2012/2013 y 2015-2016.
Sin embargo, el año pasado, en el contexto de mayor sequía recordada, los arriendos se encarecieron a los 19 quintales por hectárea (qq/ha), estimando que es probable que en esa zona se redondeen a 20 qq/ha.
Otros analistas privados aseguran que tales porcentajes obedecen a la inestabilidad macroeconómica. También que hay un mecanismo especulatorio respecto a 2ver que pasa” con los primeros seis meses de este gobierno.
Lo cierto, es que la situación financiera de los productores no es la más holgada luego de tres campañas malas. Es probable además, que la soja no tenga el mejor precio este año. Sin embargo eso no parece hacer bajar el precio de los arriendos.
Si se analiza el precio del alquiler de tierra en el Valor Bruto de Producción (VBP) de soja de primera en base a los rendimientos medios obtenidos y los precios a cosecha por campaña, la tendencia es creciente en las últimas cuatro campañas, al tiempo que los rendimientos fueron menores progresivamente. En la pasada temporada se consignaron casos, donde la producción obtenida no alcanzó para cubrir el valor del alquiler.
De esta manera, “en la campaña 2022/23 se alcanzó una situación inédita en la historia reciente, ya que el valor de la producción obtenida en soja de primera para los departamentos analizados no alcanzó para cubrir el alquiler”, explicaron. De cara a la campaña 2023/24, “se espera que el alquiler reduzca su peso, pero el guarismo final dependerá de los rendimientos que efectivamente se logren obtener”, explicaron.
Desde la lógica del propietario del campo, la lógica es más simple. En función del monto al cual compró o el mercado le tasó la hectárea, hace una pretensión de dólar billete, que combina con la estimación del precio de la soja al momento de cosechar. Por lo tanto, si el precio de la hectárea en zona núcleo ronda los 14 a 16 mil dólares, le calculan una rentabilidad bruta anual del 1,5 al 3%.
A partir de ahí, importa poco la sequía, los precios internacionales, o los rindes potenciales. Si hay reclamos, el propietario de defiende con el lastre de las retenciones y la brecha cambiaria, y si se queda sin una mayor cuota ante una cosecha extraordinaria, también le carga las culpas al tipo de cambio y los derechos de exportación.
Por lo tanto, la culpa siempre es política. No importa quién gobierne.
Fuente: SAGyPN / BCR / Archivo Chasqui Federal