Se llevó adelante el primer Congreso sobre “Pampa Azul”, con una agenda plagada de temas de interés británico. Entre datos científicos y pucheros, sólo una voz planteó el tema de recuperar la navegación y el ejercicio soberano de la explotación pesquera. Al final de nuestra crónica, un artículo de César Lerena publicado días atrás, que echa luz sobre los temas que el cónclave encabezado por Filmus no trató.
Redacción
La semana pasada en Mar del Plata se realizó el 1er Congreso relativo a Pampa Azul, al que acudieron fundamentalmente científicos, funcionarios, estudiantes y algunos actores sueltos ligados a instituciones e industrias del sector. El evento fue encabezado por el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus. Salvo alguna que otra voz un tanto díscola respecto de la línea “bajada” en el encuentro, el resto se caracterizó por ser una compilación de aspectos sobre el Mar Argentino puestos que prioritarios, que en realidad son de quinto orden.
Para el lector que no está en tema, el proyecto “Pampa Azul” tiene como objetivo, el estudio, conservación y uso sostenible de los recursos marinos y costeros en el Atlántico Sur. Se trata de una iniciativa creada en 2014 durante el segundo gobierno de Cristina Fernández, fondeada durante la gestión de Mauricio Macri, y relanzada en 2020.
Institucionalmente, se la promueve como una “política de desarrollo sustentable y de promoción de la investigación científica y tecnológica del país”. Pero ya habrá visto el lector que dista bastante de lo que – a ojos de esta Redacción – debe impulsarse en el Atlántico Sur. Dicho sea de paso, nuestro mar conforma el 65% de nuestro territorio bioceánico y bicontinental. Desde 1833, prácticamente la mitad del mismo se encuentra invadido por Gran Bretaña. Si lo evaluamos desde la totalidad del territorio nacional tanto marítimo como continental, la porción invadida alcanza a un tercio del territorio, con franco avance británico y aliados, hacia el territorio antártico y patagónico.
Lo dicho anteriormente fue abordado tibiamente durante el evento. Según la convocatoria oficial, el objetivo del Congreso fue el de presentar el balance y los principales logros alcanzados en el transcurso de estos diez años de Pampa Azul. De hecho, en las diferentes presentaciones institucionales se dio cuenta del material producido en una década y algunos avances en materia de investigación. Pero la cuestión política y geopolítica respecto de nuestro Atlántico Sur fue cuidadosamente esquivada, aunque no pudo esconderse del todo.
Tachines tachines
Básicamente se habló de la separación en “Áreas Geográficas Prioritarias” que el proyecto Pampa Azul postula. De esa forma se describieron a grandes rasgos de los sitios clave del litoral marítimo argentino; se describió la importancia biológica, ambiental, económica y social por la que fueron elegidos, como así también los avances que se han tenido en el conocimiento de estas áreas. También se realizó una desprolija denuncia respecto de ciertas imposibilidades para avanzar en los estudios, dada la “baja disponibilidad de datos, ya sea por una falta de democratización de los mismos como por la bajísima frecuencia en la realización de cruceros”.
Se mencionó así, el marco de impedimentos para trabajar en el Atlántico Sur, que se enumeraron como “cuestiones legales y la complejidad” frente a temas como las Islas Malvinas; Georgias del Sur y Sandwich del Sur; el Canal de Beagle como paso bioceánico; la disputa por el acceso a los bienes naturales de origen biológico, hidrocarburífero y genético; la conflictividad desatada en relación a la pesca no declarada y no reglamentada en la región conocida como la “Milla 201”.
En criollo, lo de las “Áreas Geográficas Prioritarias” no negamos su posible importancia científica, pero no está encarado en términos soberanos. De hecho, la perspectiva con la cual se encaran esos estudios es la de posibles “áreas marítimas protegidas”. Algo así como reservas naturales en el mar, sin jurisdicción soberana específica.
Como dato de coyuntura, Filmus es uno de los que impulsa la ley del “Agujero Azul”, que postula la creación de una de estas áreas en el litoral marítimo nacional, cercano a límite de la milla 200. Un sector donde la riqueza en materia de recursos pesqueros y minerales no se ha podido determinar por su potencial y abundancia, peor sobre la cual Argentina estaría dispuesta ceder soberanía.
En segundo lugar, respecto de las “cuestiones legales y la complejidad” de navegar libremente nuestro Atlántico Sur, obedece a la condición de que la mitad de nuestro mar está invadida por los británicos, y los sucesivos acuerdos firmados tras el conflicto de 1982, pusieron a la Argentina de rodillas frente al Imperio. En materia de defensa, cualquier movimiento de tropas o equipamiento militar que nuestro país realice al sur del paralelo 40° Sur, debe ser notificado al invasor. En cuanto a la actividad científico productiva, cualquier movimiento de buques de estudio y exploración, o prospección pesquera que el Gobierno argentino ordene, también debe ser notificada a la corona; sea lo que se pretende hacer como así también los informes de resultados.
La única voz un tanto díscola del Congreso fue el secretario de Malvinas, Guillermo Carmona. Nuestros habituales lectores saben que no es un personaje que goce de buen concepto para esta redacción, pero lo que se hace correctamente, debe ser mencionado. Carmona se “atrevió” a poner un tema “tabú” sobre la mesa: la conducción gubernamental de la explotación pesquera de nuestro Atlántico, como forma de contrarrestar el saqueo en la “Milla 201” como en las aguas invadidas por Inglaterra.
No propuso nada del otro mundo. Habló de contratar buques pesqueros a “casco desnudo”, dotarlos de tripulación argentina, que navegue bajo bandera nacional, que se abastezca y atraque en puestos argentinos, y con licencias pesqueras para empresas argentinas.
Esto iría acompañado de una política de cuotas, combinada con topes y estudios de prospección y vedas adecuadas. Al mismo tiempo, mencionó la posibilidad de promocionar la construcción de flota propia.
En criollo, y más allá de cierta improvisación respecto del tema – que Carmona reconoció que su propuesta estuvo expresada en términos conceptuales -, fue el que se animó a hablar sobre lo que muy pocos se atreven: la única manera de ejercer y recuperar soberanía sobre el Atlántico Sur Argentino es navegarlo. Lo demás es cuento.
Por último, compartiremos seguidamente un artículo de césar Lerena. Voz autorizada si las hay para abordar y aprender de sus propuestas, sobre cómo resolver una parte importante del conflicto alrededor de nuestras aguas.
El artículo fue publicado el domingo pasado. El título trasciende el contenido, pero obedecía a la oportunidad de plantear el tema en un contexto de debate a una semana de las elecciones a presidente. No coincidimos en su totalidad (los dos últimos puntos tienen cosas que podrían discutirse desde nuestro punto de vista), pero ahora no es algo que tenga importancia.
Lo compartimos tal cual fue publicado en el portal del autor, y según también nos hizo llegar la compañera Laura Roldán.
Lean a Lerena. Aprendan de Lerena.
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El VOTO a quien administre el Mar Argentino – Por Dr. César Augusto Lerena
Ya hemos dicho y lo reiteramos, que el Mar Argentino y sus recursos no está debidamente administrado. Un espacio que representa un 68% del total de la Argentina bicontinental y marítima, que se encuentra en gran parte invadido y disputado por el Reino Unido de Gran Bretaña (RUGB).
A propósito del debate presidencial, votemos por quien tenga previsto administrar el mar argentino, donde hasta la fecha, no se han llevado políticas activas destinadas a recuperar los archipiélagos y los espacios marítimos ocupados en forma prepotente por el RUGB y, los sucesivos gobiernos se han dedicado inconducentemente a invitar a ese Reino a negociar la soberanía. En síntesis, un gobierno que lleve adelante una estrategia para administrar el mar argentino y de esta forma aislar al RUGB, dificultando y encareciendo su permanencia en la región. Donde los recursos pesqueros se administren adecuadamente y, no sean consecuentemente subexplotados, depredados y capturados ilegalmente; la industria naval cuente con el suficiente apoyo del Estado para que todos los buques mercantes, fluviales, petroleros, pesqueros, de investigación y control naval se fabriquen en el país y, donde se promueva la ampliación, modernización y tecnificación de los puertos con el aporte privado bajo administración del Estado.
Sintetizando, deberían llevarse adelante -entre otras- las siguientes medidas:
1. Captura de los recursos: incrementar en un 45% la captura pesquera anual, llevándola de 794.000 toneladas desembarcadas en 2022 a 1.165.000 toneladas. Incrementando por ello un 25% la mano de obra industrial ocupada.
Referencias: La Argentina desembarcó en la última década un promedio de 800 mil toneladas/año. El incremento de las capturas que se espera tendría origen en a) acuerdos pesqueros con la flota extranjera que pesca en alta mar (más allá de las 200 millas) los recursos migratorios originarios de la ZEE, con la eliminación de impuestos/tasas a los buques nacionales (no afecta el tesoro nacional) que le permita a la Argentina quedarse inicialmente con al menos un 25% de esas capturas; es decir, un estimado de unas 125 mil toneladas/año; b) industrializar los actuales descartes aptos que, según la información del INIDEP; AGN; FAO, etc. acceden al 30% de las capturas, es decir un estimado de 240 mil toneladas/año; c) control de los desembarques mediante mejora de la metodología (escaneo) y los sistemas aplicados.
2. Acuicultura: en cuatro años se debería llevar la producción anual actual de 2.592 toneladas (2020) a las 400.000 toneladas y en diez años a las 800.000 toneladas/año. Se duplicaría -al menos- en los primeros cuatro años la mano de obra relacionada con la actividad productiva y su industrialización.
Referencias: El total de la producción mundial de pesca y acuicultura (2020) alcanzó a los 178 millones de toneladas, de las cuales un 42,2% tiene origen en la acuicultura/maricultura. Mientras que los desembarques de las capturas pesqueras argentinas alcanzaron a las 796.813 toneladas (2022), solo 2.592 toneladas (0,33%) tienen origen en la Acuicultura. Una de las bajas producciones de Latinoamérica, solo por encima de Puerto Rico, República Dominicana y Uruguay.
3. Industrialización de los descartes: Es posible utilizar las 240.000 toneladas/año descartadas (aptas para el consumo humano) por la flota nacional e industrializarlas. No se descarta que, con motivo de los acuerdos con la flota extranjera, la Argentina pueda hacerse de los descartes aptos para el consumo humano de esos buques, lo que podría llevar a duplicar esa cifra. Esto sería posible mediante un precio garantizado para esas capturas. Se estima en un incremento del 35% la mano de obra a utilizar.
Referencias: Estas proteínas se usarán con fines a) sociales, para proveer aminoácidos esenciales a 3 millones de niños/adolescentes por día todo el año; b) ampliar el mercado y, c) fabricar harina con 65% de proteína.
4. Consumo Interno: El consumo interno debería incrementarse en el término de cuatro años un 100%, llevándolo de 4,8 Kg per cápita/año a 10 Kg. Debería esperarse en 10 años triplicar el consumo nacional, optimizando la comercialización y contribuyendo a mejorar la dieta nacional y la salud de los argentinos.
Referencias: Mientras que la Argentina consume 4,8 kg per cápita/año de productos pesqueros en Latinoamérica y el Caribe consumen el doble (9,8 kg), en África 11kg. y en Europa 21,4 kg. Ello será posible por la mayor disponibilidad de la materia prima, derivada de la utilización de los descartes aptos, de la producción acuícola; una mejor administración de los recursos existentes; la promoción de virtudes y mejora del costo por la eliminación del IVA.
5. Exportación: La exportación argentina de productos pesqueros debería pasar de 490.000 toneladas exportadas/2022 por valor de 1.823 millones de dólares a en cuatro años a 580.000 toneladas/año por valor de 3.000 millones de dólares, con un incremento del valor agregado y, en diez años a 800.000 toneladas por valor de 5.000 millones de dólares.
Referencias: La suma del procesamiento industrial de los productos de acuicultura; la captura en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) y en alta mar permitirán incrementar la exportación de productos pesqueros directamente a las góndolas, mediante los acuerdos comerciales necesarios.
6. Control del territorio, de la pesca y los costos de investigación y administración: Los costos de administración, control e investigación deberían ser prorrateados entre las empresas concesionadas, reformando la actual distribución de los derechos del Fondo Nacional de Pesca (FONAPE) y reduciendo los costos de administración.
Referencias: Siendo el recurso pesquero de dominio del Estado Nacional (más allá de las 12 millas), su concesión, supone el pago de un canon que solventará todas las tareas de control, de investigación y de administración del recurso y, por lo tanto, la distribución de los recursos del FONAPE debería modificarse de acuerdo a ello.
7. Capturas sostenibles: Se debería garantizar una explotación sostenible mediante la determinación anual de la “captura máxima sostenible” y la aplicación de vedas, cuando corresponda. Al mismo tiempo derogarse todas las Áreas Marinas Protegidas y, el INIDEP transformará en vedas permanentes o transitorias en aquellos casos necesarios.
Referencias: Esta captura máxima sostenible se distribuirá entre todas las empresas interesadas que efectúen inversiones y ocupen personal argentino, conforme lo indica la Ley. Las vedas han resultado eficientes para preservar el medio marino y sus recursos y ello se fortalecería mediante una mejora del control.
8. Administración: Se debería optimizar y transparentar la administración del recurso y, reformar la ley de pesca y, se generar una política activa sobre la explotación en alta mar de los recursos migratorios originarios de la ZEE, Ambos proyectos son parte del trabajo citado (César Lerena, “Cien acciones y sus efectos para potenciar la pesca y recuperar el Atlántico Sur”, 2023).
9. Los Puertos: La Ley 24.093 de “Actividades Portuarias” debería reformarse y, más allá de que el Estado podría celebre acuerdos con Consorcios o aún con empresas privadas nacionales para llevar adelante cuestiones relativas al balizamiento; dragado; servicios de apoyo a las embarcaciones, de remolque, maniobra y practicaje; servicios relativos a la carga y descarga o de amarre; construcción y mantenimiento de astilleros; mercados concentradores o de distribución; depósitos de almacenamiento o cámaras frigoríficas y, todo tipo de explotaciones industriales, comerciales afines a la actividad; transportes de apoyo logístico; servicios turísticos; locales de reparticiones públicas de control de calidad, sanidad, aduana, etc.; cuando se trate de convenios empresas jurídicas extranjeras o con participación extranjera; que pudieran dar lugar al uso de los puertos a buques extranjeros; la prestación de servicios logísticos a éstos; o si se tratara de puertos emplazados en áreas en disputa o consideradas estratégicas, las autorizaciones deberían ser de facultad exclusiva del Estado Nacional y/o el Congreso de la Nación, según la legislación vigente. En todos los casos, la administración general; las cuestiones de defensa y seguridad; el control aduanero y de migraciones; la policía de la navegación y seguridad portuaria deberían estar en manos del Estado.
Referencias: Mientras los isleños británicos implantados en Malvinas están licitando la construcción de un puerto de 400 metros, para reemplazar al existente, invirtiendo unos 200 millones de dólares (MercoPress, 10/7/2023), la Argentina no ha hecho las inversiones necesarias en los 79 puertos en la vía Paraná-Paraguay y en los 21 del Atlántico Suroccidental para asegurar la soberanía política y el comercio nacional e internacional argentino. Véase por el contrario a las legislaciones similares de las Repúblicas de Chile, Brasil y Uruguay.
10. La Industria Naval Nacional: Adecuar el Régimen de Promoción de la Industria Naval Argentina para permitir que todos los buques destinados a la actividad mercante, petrolera, pesquera y naval se construyan en el país, permitiendo su desarrollo sustentable y la generación de decenas de miles de empleos calificados; la transferencia tecnológica de diseño, construcción y reparación de buques y artefactos navales.
Referencias: En Argentina, “la apertura de la explotación hidrocarburífera offshore y el desarrollo del gas natural en Vaca Muerta se presenta como una oportunidad histórica única para la Industria Naval Nacional… El bloque offshore CAN-100 de la Cuenca Argentina Norte tendría la capacidad de producir 200 mil barriles de petróleo por día duplicando la producción actual de YPF, sin contar que geólogos de YPF estiman que existen varios yacimientos más que podrían multiplicar varias veces el volumen proyectado. Además, el gasoducto NK y la construcción de otros dos más, con terminales portuarias en el sur de Buenos Aires, posibilitarían en un plazo de diez años, la exportación de 25 millones de toneladas anuales de gas natural licuado (GNL), lo que requeriría 465 buques metaneros para su transporte… En el año 2000 la industria naval brasileña contaba con 1.910 trabajadores y en 2013 superaba los 82.000” (Fabian Lugarini, ver sus artículos respecto a la política de Brasil en la web: cesarlerena.com.ar). A ello hay que agregar la renovación de la flota pesquera nacional y el aumento de ésta por el incremento de las capturas proyectado y los destinados a la flota mercante y fluvial.
Como resultado de la ejecución de los diez puntos anteriores y, otras (César Lerena, “Cien acciones y sus efectos para potenciar la pesca y recuperar el Atlántico Sur”, 2023), la Argentina podría producir la más importante acción de toda su historia sobre la administración del Atlántico Sur y la explotación de sus recursos marinos.
*Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex secretario de Estado. Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana (CESPEL). Presidente de la Fundación Agustina Lerena.
Fuente: Revista Puerto / Portal Pampa Azul / Portal de César Lerena (cesarlerena.com.ar)