Salvo alguna excepción, las denominadas economías regionales, han ido perdiendo en los últimos treinta años, cantidad de productores, capacidad de negociación, precio, deterioro estructural; y paradojalmente, han acumulado desventajas en los términos de intercambio. Aquí desarrollamos algunas puntas de la cadena citrícola limonera, pero el ejemplo puede extenderse a los sectores de pequeña o mediana capacidad productiva.
Redacción
La sequía existe. Los conflictos y crisis de índole macro y microeconómicas económica también existen. Los sistemas productivos regionales conviven históricamente con todos esos factores. Les vaya bien o mal, no dejan de producir; y ahí está el punto que no debe perderse de vista.
Las economías regionales no son “el campo megafactoría mundial” que pregona o propone la soja o el maíz, junto a multinacionales, terratenientes rentistas, contratistas monstruo y los gobiernos de mirada fiscalista. Para el que no conoce el mundo particular de estos sistemas productivos, piense a los productores como pequeños empresarios pyme, con su pequeña fábrica o taller.
Que sean pequeños o medianos, no significa que no puedan ser prósperos y facturar bonito si la campaña vino bien. Cierto es también que cuando las cosas salen mal a lo largo de varias temporadas, la “espalda” se achica o se agota.
De allí que muchos ex pequeños o medianos productores, se hayan convertido en rentistas de sus chacras o campitos a las grandes firmas de los distintos sectores; o bien, directamente hayan vendido la tierra y abandonaron la producción. Hemos contado en varias ocasiones que, comparativamente a cuatro o cinco décadas atrás la cantidad de pequeños y medianos establecimientos se redujo al 10 o 15 % de lo que supo ser. Es decir, la producción regional también se concentró en pocas manos; y usualmente, en circuitos asociados a las firmas exportadoras.
Si bien todo lo descripto anteriormente sucede, aún quedan sectores en cada cadena productiva regional que sigue adelante. Si bien podría haber una autocritica de este sector respecto de la realidad o situación del sector al que pertenece, al pequeño o mediano productor ya no le queda un poder de maniobra que le permita bregar por una lógica distinta. De allí que, cuando se habla con ellos, su mirada esté puesta solamente en el mercado externo, y en sobrellevar campaña a campaña el deterioro que es cada vez más pronunciado.
Pero la mirada sigue puesta afuera, en los mercados internacionales. Se reclama a los Gobiernos provinciales y nacionales, la intervención para poder sobrevivir y seguir nadando hacia esa costa cada vez más complicada de alcanzar. ¿Qué hacen los Gobiernos? Con mayor o menor ahínco, disputarles en mango que ganan; u otorgan subsidios o suspensión de obligaciones, para que los productores respiren un poco, se levanten, y sigan la pelea.
Hay una serie de datos que llegan desde Tucumán, respecto del sector citrícola limonero. No son buenas nuevas. Son datos que involucran a pequeños y medianos productores.
Los problemas que manifiestan son múltiples. En promedio, han regado con el 30 o 50% del agua que necesitaron hasta diciembre para que la producción se encuentre en condiciones óptimas. Las lluvias fueron pocas y las reservas disponibles para riego se utilizó de la manera más racional posible.
Explican también que entre el 50 y 70% de la fruta quedó en el piso; se perdió. Los precios internacionales cayeron por factores de demanda pero también de mayor competencia (Sudáfrica es un actor que ha cobrado importancia en los últimos años, fundamentalmente porque “saca” los limones en la misma época. Rusia – uno de los históricos compradores –, sea por las sanciones regionales o por atender otras prioridades, ya no es un comprador preponderante. Por lo tanto, destacan, lo que hasta hace 15 años se pagaba entre 5 y 7 dólares en el árbol (la bandeja pesa aproximadamente 20 kilos); hoy se paga U$S 1. A cotizaciones de hoy, el limón pasó de $ 55.500 a $ 9.250 por tonelada.
En 2022, hubo otros factores que no hicieron mejor la situación. Los productores afirman que tradicionalmente, el 20% de la producción era destinado a la fruta fresca y lo restante a la industria. Ahora ocurre que por un lado, las empresas grandes se quedaron con un 50% de su fruta, y los productores chicos que alrededor del 60%.
A causa de los problemas para exportar que se mencionaron párrafos atrás, una gran parte de lo destinado a fruta fresca se destinó a la industria. Por lo tanto, hay haber sobreabastecimiento para el tramo industrial, el precio de la mercadería bajó. Además, como si fuera poco, las industrias produjeron menos cantidad de subproductos, sea por los altos costos y/o por la baja demanda de los mismos, la situación empeoró el cuadro.
Entonces, ¿qué hacer? La encrucijada deja al productor en la posición de pedir una mejor relación cambiaria – un “dólar limón” en este caso -; cosa que también le conviene a los grandes, y al ir todos juntos le da mayor capacidad de negociación al sector.
Pero, ¿Cuál es el precio sostén para el limón? Aquí, pedirle al productor que lo determine puede ser un arma de doble filo.
¿Y el Estado, qué sabe? Poco y nada evidentemente. Hay que poder discernir que si el precio internacional de una economía regional que depende del mercado externo, sufre durante 15 años un deterioro que promedia el 40% anual, es evidente que están las autoridades están poniendo la vista en otra parte.
No interpreten esto como que los Gobiernos no han mirado al sector. Sí lo han hecho. sucede que en lugar de comprender la actividad en su conjunto para poder ordenar la cadena y establecer precios sostén justos, sólo mira la cuenta final y su recaudación potencial.
Así no hay producción que aguante.
Fuente: SAGyPN / ACNOA / Revista Producción