Un estudio reciente y con bastante difusión por estos días, da cuenta de la “pérdida” de alambrados en la denominada “pampa ondulada” (zona núcleo), y por ende de diversidad vegetal. Habla también de la concentración de la propiedad de la tierra y su uso para el monocultivo extensivo.
Redacción
Para bien y para mal, el alambre es un símbolo de nuestra tierra. Su implementación terminó con la libertad de acceso a la tierra para el que la trabajaba; y ahora, su paulatino descarte, nos habla de la concentración de la propiedad de la misma y su uso para el monocultivo extensivo.
Según un reciente estudio divulgado por la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), en la denominada “Pampa Ondulada” entre 2004 y 2019 se removieron 1.270 km de alambrados. La región referida, se extiende en los que podríamos denominar “zona núcleo” agropecuaria, abarcando las provincia de Buenos Aires y Santa Fe; y delimitada -a grosso modo- entre la cuenca del Salado y los ríos Paraná y de la Plata, y desde el río Carcarañá hasta el arroyo Villoldo en Punta Indio.
Con las décadas transcurridas, los alambrados se han convertido en líneas de reserva y conservación de flora, fauna y vegetación nativa. Más allá de los insumos químicos y distintas aristas de los paquetes tecnológicos aplicados al agro durante el último siglo – y en mayor medida- en los últimos 30 años, un metro antes y un metro después del alambre no se siembra, franja en la cual crecen los resabios de la biodiversidad original.
De hecho, el alambre, viene siendo ponderado en las últimas dos décadas, como un reservorio de ese patrimonio natural, pero también como “barrera” ante las malezas exóticas que afectan a los cultivos. Es más, este estudio de la FAUBA, asegura que en los “cruces” de alambre, tanto la variedad como la densidad, aumentan un 20% respecto de los tendidos lineales.
Según circula en los medios especializados y también en los círculos de divulgación académica, la vegetación que crece en torno a los alambrados, favorece la polinización y ofrece refugio a insectos controladores de plagas. Lo cual es verdad.
Un par de generaciones atrás, se enseñaba de forma práctica y concreta que a todo cultivo le corresponde una hierba que le compite, un insecto que lo come y un hongo que lo habita. Si no se abusa del monocultivo y se lleva adelante una rotación racional de los mismos, no se permite que ese yuyo, esa plaga y ese hongo se adapten al terreno, y además, la propia biodiversidad colabora en su control.
Lógicamente, la implementación de glifosato, 2.4D y otras mezclas, crean la conciencia de que “se mata todo”. Pero la naturaleza nos demuestra que no es así.
Una de las docentes participantes en el estudio referido aseguró que “el 57% de los alambrados censados en 2004 fueron levantados. Según nuestros cálculos, son 1.270 kilómetros de alambrados —la distancia entre CABA y la ciudad de Salta— que ya no están. En su lugar, hoy encontramos lotes más grandes donde hay sembrados, sobre todo, cultivos de grano.
En línea con estos resultados, publicados en la revista científica Biological Conservation, se relevaron un 38% menos especies vegetales en los segmentos lineales. “Algunas especies nativas que se habían censado en esos lugares ya no están, como la verbena, la hierba mora o la campanilla roja”. Asimismo, la docente aseguró que esa pérdida “facilita que algunas plantas espontáneas que toleran los herbicidas —como el nabo o el yuyo colorado— se vuelvan dominantes. Hoy, estas malezas proliferan y complican los manejos agronómicos”.
En cuanto a las “encrucijadas de alambrados, los investigadores destacaron que “Al referirse a las encrucijadas, Federico destacó que “abarcan áreas más amplias que los segmentos lineales de alambrados y por su geometría, a los que operan la maquinaria agrícola se les complica acceder y aplicar herbicidas, por ejemplo. Por lo tanto, están menos disturbadas y la diversidad animal y vegetal se ve menos afectada”.
Entonces, es en los cruces de alambrados donde se encuentran un 21% más de especies vegetales —como la cebadilla y el raigrás— en comparación con las secciones lineales. Son hábitats mucho más aptos para que se establezca la vegetación porque favorecen la dispersión de las semillas y el crecimiento de las plantas”, sostuvo uno de los integrantes del equipo de FAUBA.
Fuente: Tiempo Argentino / NAP / InfoCampo / FAUBA