Los medios occidentales «cancelan» la guerra de la OTAN en Ucrania. Mientras, con la cobertura del genocidio palestino exponen su hipocresía, su doble moral, sus mentiras y falsas noticias.
Redacción
La saturación de la cobertura mediática occidental de los terribles acontecimientos ocurridos en Gaza durante las últimas semanas se debe en gran parte a la onerosa necesidad de desviar la atención del escándalo y la debacle de la guerra por poderes de la OTAN en Ucrania.
La horrenda violencia y el sufrimiento en Gaza han dominado el ciclo informativo mundial. Esto es lógico, dada la terrible escala del desastre en el que más de 10.000 personas, principalmente civiles y casi la mitad de ellas menores, han muerto en las últimas semanas a causa de los bombardeos y el asedio israelíes.
Las cifras de muertos se quedan obsoletas en un día, tal es la destrucción asesina y sin sentido por parte del régimen israelí. Y, sin embargo, Biden y otros políticos occidentales minimizan esta criminalidad al tratar de poner en duda las cifras de víctimas. Qué absolutamente despreciable es la complicidad de Biden y sus cómplices occidentales con este genocidio.
Pero lo que también es notable es la abrupta cancelación de Ucrania como noticia por parte de los medios occidentales. El descenso generalizado del interés en Ucrania es realmente sorprendente. La precipitada caída en la cobertura de los medios occidentales refleja cómo la guerra por poderes en Ucrania fue siempre una agenda geopolítica artificial, desprovista de cualquier supuesto principio de democracia occidental.
Durante casi 19 meses, las hostilidades en Ucrania han estado plasmadas en todos los medios de comunicación occidentales. El conflicto fue descrito como el mayor en Europa desde el final de la II Guerra Mundial. Los gobiernos y los medios de comunicación occidentales condenaron rotundamente a Rusia por su supuesta agresión hacia Ucrania y se proclamó histéricamente que toda Europa estaba amenazada por una posible invasión rusa si Ucrania no era defendida.
La violencia en Ucrania fue retratada como una manifestación sangrienta de la “gran narrativa” de Biden sobre una lucha maniquea global entre “democracia y autocracia”. Al público occidental se le sermoneó que era de vital importancia que se gastaran cientos de miles de millones de dólares y euros para apoyar a Ucrania contra la supuesta beligerancia rusa porque este conflicto era una línea en la arena para los supuestos valores democráticos y la civilización occidentales.
Esta narrativa siempre fue una parodia de las proposiciones de Hollywood. Como discernieron acertadamente muchas personas informadas (aquellas que no confían en la propaganda de los medios de comunicación occidentales), el conflicto en Ucrania fue y es una guerra indirecta contra Rusia ordenada por EEUU y su vehículo militar de la OTAN. La guerra es parte de una lucha geopolítica más amplia del bloque imperialista occidental liderado por EEUU contra Rusia, China, Irán y otras naciones de un mundo multipolar emergente que repudia la hegemonía dominada por EEUU.
Lamentablemente, la prueba de ese análisis es la obscena violencia genocida en el Medio Oriente. Durante las últimas semanas, el régimen israelí respaldado por Occidente ha estado masacrando impunemente a civiles palestinos. EEUU y la Unión Europea han respaldado efectivamente esta criminalidad bajo el fraude del “derecho a la autodefensa” de Israel, y los medios occidentales han amplificado y reforzado este fraude con sus informes distorsionados.
Por supuesto, esta agresión sorprendentemente criminal ha dominado el ciclo informativo mundial. Todos los medios de comunicación del mundo han quedado paralizados por la barbarie, aunque difieren en su perspectiva sobre cuánta culpa hay que atribuir al régimen israelí o a la organización militante palestina Hamás que desencadenó la escalada de violencia con la matanza en masa de 1.400 soldados y colonos israelíes el 7 de octubre (ahora está quedando claro que muchas de esas muertes en realidad fueron causadas por el uso indiscriminado y excesivo de fuerza letal por parte del ejército israelí.)
En cualquier caso, lo importante aquí es el repentino cese de la cobertura mediática occidental de la guerra en Ucrania. Durante las últimas semanas apenas se ha mencionado ese conflicto. Esta absoluta ausencia es fantástica. Durante meses, la guerra en Ucrania recibió una cobertura continua y saturada –aunque siempre con el giro propagandístico antirruso– y luego, sin más, queda un vacío en lo que antes se había anunciado como una crisis existencial para Europa y la civilización democrática occidental.
No es que las hostilidades en Ucrania realmente hayan disminuido. Lejos de ello, la batalla entre las fuerzas del régimen de Kiev respaldadas por la OTAN y el ejército ruso ha sido tan feroz como en meses anteriores. Sólo durante la última semana, se estima que más de 2.000 soldados ucranianos fueron dados de baja por las fuerzas rusas en el frente de las regiones de Donetsk, Kherson y Zaporozhye.
¿Cómo se explica esa ausencia en los medios occidentales? Parte de la “cancelación” se debe al fracaso de la contraofensiva respaldada por la OTAN que se lanzó a principios de junio. Esa empresa militar fue promocionada como el esperado avance contra las fuerzas rusas después de meses de suministro de armas pesadas por parte de la OTAN antes de la contraofensiva.
La táctica ha sido un anticlímax desastroso para la OTAN. Se han perdido hasta 90.000 soldados ucranianos en cuatro meses, lo que suma un total de 400.000 muertes de militares ucranianos en todo el conflicto hasta el momento. El gran impulso de la OTAN ha sido una enorme calamidad. Las líneas de defensa rusas a lo largo de una franja del antiguo territorio de Ucrania oriental (ahora parte de la Federación de Rusia) están llegando hasta Crimea y el Mar Negro, y permanecen completamente intactas e invulnerables.
El gasto de 200 mil millones de dólares en ayuda militar y de otro tipo por parte de EEUU y la Unión Europea para apuntalar un régimen nazi corrupto en Kiev puede verse ahora como la mayor farsa y escándalo de los tiempos modernos. Por lo tanto, los gobiernos occidentales y sus serviles medios de comunicación no deben permitir que el público occidental vea este grotesco desperdicio de dinero y vidas humanas. Hay que desviar de algún modo la atención pública para evitar las resonantes repercusiones políticas.
La matanza de palestinos que se está produciendo en Gaza y en el territorio ocupado de Cisjordania es una vergüenza mundial que ciertamente merece atención prioritaria. Se debe convocar inmediatamente un alto el fuego y poner fin a los asesinatos en masa y al asedio. Se deben defender los derechos de los palestinos y se debe buscar urgentemente una solución de paz adecuada al conflicto en un marco legal y diplomático genuinamente negociado, no en el proceso falso que Washington y la Unión Europea han estado promoviendo durante décadas.
Sin embargo, incluso el amplio enfoque de los medios occidentales en la violencia en Gaza no se debe a una preocupación genuina por los hechos, y mucho menos por la verdad o la justicia. Se trata, como siempre, de un encubrimiento de los crímenes del régimen israelí y de la complicidad de los Estados occidentales en el genocidio de décadas contra los palestinos. Un genocidio que se ha prolongado durante 75 años desde la creación del Estado de Israel en 1948 mediante subterfugios británicos y estadounidenses.
No, la saturación de la cobertura mediática occidental de los terribles acontecimientos ocurridos en Gaza durante las últimas semanas se debe en gran parte a la onerosa necesidad de desviar la atención del escándalo y la debacle de la guerra por poderes de la OTAN en Ucrania.
La rapidez y conveniencia de cancelar la historia de Ucrania por parte de los medios occidentales y sus gobiernos son una muestra poderosa. Las supuestas preocupaciones sobre Ucrania nunca se referían ni a principios ni a la supuesta narrativa de defender la democracia. Si había alguna sustancia creíble en esa narrativa, ¿cómo se puede prescindir de ella tan fácilmente? Es digno de contemplar cómo los medios occidentales simplemente han abandonado a Ucrania como si fuera un producto dañado que ya no sirve para nada o, peor aún, un trapo sucio.
Es una tragedia diabólica más en el largo sufrimiento del pueblo palestino. El régimen israelí respaldado por Occidente no sólo los aniquila, los mata de hambre y les niega sus DDHH básicos. Su sufrimiento es también una prueba conmovedora del cruel engaño y la criminalidad de EEUU y sus socios occidentales en Ucrania.
Fuente: La Haine /The Truth Seeker