El triunfo del federalismo unitario toca la puerta del pueblo argentino con la peor de las fanfarrias: las vivas a la disolución. Tanto los liberales conservadores cebados como socialdemócratas que fingen demencia, se hacen los otarios por igual, tapando su irresponsabilidad con aires de compadritos o pucheros de despechados.
Por Pablo Casals
Entiéndase por “federalismo unitario” al federalismo de signo negativo. Es decir, aquél que en función de la autonomía provincial para definir los trazos fuertes que rigen su vida política, económica y social, está dispuesto a llevarse puestos todos los preceptos y fundamentos que constituyen a cada Estado provincial como integrantes de una Nación – y en el caso argentino – una República Federal: la ayuda mutua, la reciprocidad, y los principios soberanos que le dan unión al todo.
Estamos viviendo horas que son producto de una consecuencia de algo más de dos siglos, aunque nadie quiere ponerse ese saco. Sin embargo, los poderes institucionales de los últimos 50 años en Argentina trabajaron para que lleguemos hasta acá. Nos hemos peleado entre nosotros por casi todo, sin mellar en absoluto las tres causas fundamentales del mal momento que vive nuestro país: el centralismo, la condición de semicolonia y la matriz productiva primarizada.
A esta altura del campeonato dar nombres no tiene mucho sentido. Además, no alcanza el espacio de una nota periodística, porque con cada nombre habría que explicar. Imaginen – lectora, lector -, que si ocupamos estas líneas para enumerar hechos con apellidos, la presente sería interminable. Por lo tanto, será parte de algún trabajo de mayor envergadura.
Lo único concreto es que con la asunción de Milei producto de su triunfo electoral abrumador, asegura continuidad y profundización de lo vivido hasta el momento. Toda la propaganda a favor o en contra del nuevo gobierno es negativa. Lo es porque ambas sólo avizoran incremento del saqueo y fortalecimiento de la dependencia.
Así, tanto los liberales conservadores cebados como socialdemócratas que fingen demencia, se hacen los otarios por igual, tapando su irresponsabilidad con aires de compadritos o pucheros de despechados.
Para el pueblo, lo que viene será un poco sobrevivir, otro poco defender su dignidad, y otro poco no dejarse llevar por las voces que alentarán la disolución de la Nación. Obviamente, esto último no será de un día para otro, pero ya hay múltiples manifestaciones – incluso desde las “mejores intenciones” – que irresponsablemente agitan el desmembramiento territorial, en un momento donde hay que trabajar para juntarse – y sin bajar las banderas, reivindicaciones o identidades – y marchar juntos.
La excusa bajo la cual todos por igual justifican estas posturas, es la de “no dejarse perjudicar por el Gobierno central”. Ahora en este está Milei; pero hasta antes de ayer estuvo Fernández, y todos los demás que anteriormente ocuparon el puesto de Presidente – de facto o constitucional – en los últimos 48 años.
De esta manera, así como Mendoza agitó – y cada tanto saca a relucir de nuevo – las banderas de la “autonomía” y el “MendoExit”; ahora lo están haciendo otras provincias como Buenos Aires, Tierra del Fuego o La Pampa. El argumento del hoy es: adherir a los BRICS como provincia o región, aunque el Gobierno Nacional entrante no lo haga, como supuestamente se anunció durante la campaña y el periodo de transición.
Nobleza periodística obliga. El Gobierno de Kicillof desde La Plata no se manifestó oficialmente en ese sentido. Sin embargo, varios sectores que apoyan su gestión le están sugiriendo al gobernador que lo considere. Es más, le dan letra, recordándole que, a raíz de lo establecido por el Pacto San José de Flores, la provincia posee una serie de atributos en materia autónoma. Un ejemplo: emitir moneda en forma soberana y ejercer el comercio sin las prerrogativas del Gobierno central.
Pero las demás provincias no gozan de ese tipo de antecedentes legales, fundamentalmente, por los “famosos pactos preexistentes” a la sanción de la Constitución Nacional en 1853. Ni que hablar respecto de provincias como La Pampa o Tierra del Fuego, que lograron su estatus de provincia en 1951 y 1990 respectivamente.
Como los motivos derivan de las relaciones comerciales con los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), ambas provincias están estudiando la posibilidad de adherir al bloque en tanto tales. Si el bloque de países acepta tales “adhesiones” – lo harán si les conviene -, ahí comenzará el segundo paso de la acción política.
Ocurre algo muy simple que puede dar por tierra con estas intenciones a menos que las provincias logren modificar el régimen vigente: las relaciones comerciales internacionales se establecen entre países.
Por ejemplo: los productores de alfalfa chaqueños pueden vender su producto a Emiratos Árabes Unidos, porque entre Argentina y ese país de Asia Occidental, hay acuerdos comerciales que así lo permiten, y a los que el Gobierno chaqueño adhirió. Resta por tanto a los productores, allanarse a las condiciones de comercialización, que no sólo implican a los aranceles, aduanas y trámites, sino a todo lo que tiene que ver con las prácticas comerciales: intermediarios, seguros, fletes, corredores, etc.
Entonces, si Argentina – cuya incorporación a los BRICS fue aceptada por el bloque pero aún no firmada y consolidada – no entra a los BRICS, esos posibles acuerdos comerciales se caerán o no podrán siquiera gestionarse. Por lo tanto, los intercambios comerciales que las mencionadas provincias mantienen con los países del bloque, continuarán en los términos con que hoy se llevan adelante.
Los lectores podrán decir, “bueno; entonces esto que escribiste es al cuete porque es muy difícil que se concrete”. Seguramente tengan razón en ese sentido.
Pero hay “algo” más; y es justamente lo importante: la semilla de la independización de las provincias respecto de los principios soberanos que le dan unicidad a nuestra Nación, ya fue plantada. Y lo lamento en el alma, pero agitar esa bandera es adherir y colaborar con el mal que dicen combatir.
Si en “Cuco” son las ideas y los actos que haga el gobierno de Milei; pretender la separación jurídica provincial va de la mano y a los besos con el “Cuco”. Si el “mal” era el gobierno anterior, y hubo provincias que pretendían la separación, la cosa no cambia porque también se impulsaba una matriz de dependencia. Si Buenos Aires jode mucho con volver al siglo XIX y a los principios rivadavianos y mitristas, será funcional a lo mismo.
Es momento de recordar aquellas máximas del pensamiento nacional, con raigambre federal y popular, donde se explica claramente que “peor que el gringo que nos compra, es el criollo que nos vende”.
Dado que lo que viene será peor que lo que estaba; pero al mismo tiempo será continuidad recuperemos el espíritu bilardistas: seamos pragmáticos y hagamos que eso que se nos pone en contra, juegue a nuestro favor.
La disputa entre unitarios y federales está más clara que nunca, porque los primeros están muy fortalecidos y tienen unos cuantos empleados en las provincias vestidos con pilchas de federales. Pero ya lo dijo Perón: “al rengo hay que verlo caminar”; y alcanza con pispiarlos diez minutos para darse cuenta que en lugar de querer juntar y transformar, prefieren separarse para conservar los negocios.
Si esto se consolida, además de cagar fuego, la historia nos demostrará que no aprendimos nada de lo bueno que nuestros mayores intentaron enseñarnos.
En criollo: hay que dejarse de joder por los próximos 250 años.
La consigna es clara: o vamos por la liberación o seguimos en la dependencia.
Pero ni siquiera a Bilardo le damos bola…
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