Las guerras son siempre malas, y peores entre países pobres. Sin embargo, la ausencia de armamento made in casa -madre de industrias- puede conducir a situaciones dramáticas, como la pérdida tras la Guerra de Malvinas de 1,65 millones de km2 de mar, donde antes pescábamos, y divisas, a manos de Gran Bretaña y otros países europeos.
Por Daniel Arias*
Allá adónde esté, don Fray Luis Beltrán, cura con cojones y armero del Ejército de los Andes, le clavaría el like a la modernización del TAM 2C. Este tanque rarísimo corretea a 80 km/h por pasos montañeses de 4.800 metros, vadea arroyos de 2 metros de hondo y ríos de 4 metros si usa snórkel, flota sobre suelos de turba fueguina y le da lo mismo funcionar a 15º bajo cero que a 40º sobre cero. El TAM, por Tanque Argentino Mediano, es un fierro viejo, veloz, sencillo, aguantador, barato y con un cañón quirúrgico y malevo. Y porque fue muy diseñado para este ispa, tiene futuro en el mismo si se lo actualiza en sensores, computación y comunicaciones, disimulo y puntería. Eso, aunque las guerras de Armenia y Ucrania arrojan dudas sobre el futuro del tanque como arma. Cosa que examinamos al final.
Aún si a la Argentina le sobrara la plata, habrá que evitar que se queme en chatarra descartada de la OTAN. Fue, es y será la política de adquisiciones de defensa del PRO, JxC y la Coalición. Y lo ha sido durante todo el siglo XX, a lo largo de la cadena evolutiva de homínidos que los preceden.
Pero más fundamental aún, la OTAN es nuestra hipótesis de conflicto número uno por ciertas islas demasiado famosas. Es una verdad de cajón que el Reino Unido tiene clara pero nuestra derecha, tanto la de elegante sport o la de gorra, vive negando. Si alborotamos en la pescadería oficial de la Unión Europea (el Mar Argentino, administrado desde Port Stanley y con casa matriz en Galicia), los muchos detritus bélicos comprados a la OTAN se quedan sin repuestos. Y a cantarle a Gardel.
Hay sensatez en lo que vino haciendo este Ministerio de Defensa (MinDef) primero con Agustín Rossi y hoy con Jorge Taiana: revampear a estándares actuales los viejos sistemas de armas de calidad y fabricados aquí. Modernizado al standard AC, el mayor defecto del TAM, como tanque, será que habrá pocos: 74 mínimo, 104 con toda la furia. ¿Por qué tan pocos? Porque desapareció el ecosistema ideológico e industrial que creó el TAM.
Durante la última dictadura todavía seguían vivos algunos restos del nacionalismo industrialista militar, creador, dueño y animador de una inmensa red fabril. A lo largo del siglo XX este movimiento tuvo algunos protagonistas como los generales Alonso Baldrich y Enrique Mosconi en petróleo y Manuel Savio en aceros, trenes, química, armamento e industria pesada. A añadir: el brigadier mayor Juan Ignacio de San Martín en aeronáutica. Todos, incluido San Martín, vinieron del Ejército.
Ninguno de estos militares tuvo una vida fácil, y todo lo que lograron construir muy cuesta arriba fue sometido después a endeudamiento, vaciamiento, demolición y privatización por sus conmilitones más vendepatrias y abundantes, así como sus manyaorejas civiles. O viceversa, según la época.
Todavía con mando de tropa o atrincherados en empresas como Fabricaciones Militares o reparticiones como CITEFA (Centro de Investigaciones Técnicas de las Fuerzas Armadas), a fines de los ’70 muchos de estos milicos Nac & Pop aún cortaban, pinchaban y lograban decidir no sólo sobre equipamiento bélico sino sobre temas mucho mayores, como la fundación de la planta de aluminio de ALUAR en Puerto Madryn, y la construcción de la represa de Futaleufú, a 300 km., para darle electricidad.
El tanque todavía era el arma fundamental de casi cualquier ejército, y la Argentina tenía en su haber la rareza de haber diseñado uno propio y al parecer bueno (el Nahuel), del cual –típicamente- sólo produjo 12 ejemplares.
El Nahuel parecía una cruza del M4 Sherman yanqui con el muy diagonal T-36 soviético. Para hacerlo hubo que inventar habilidades nuevas en forja, laminado, torneado y mecánica de precisión en más de 80 empresas. Algunas eran fábricas de aviones o astilleros del estado, pero predominaban decenas de PyMES privadas que debieron capacitarse y equiparse “ad hoc”, ganosas de ligar un contrato largo.
Luego terminó la Segunda Guerra en una Europa arrasada y hambrienta, y los Aliados ofrecieron 400 Sherman M4 y Firefly de rezago, pagables con trigo argento. Perón se tiró de palomita sobre la oferta, lo cual nos dio una masa enorme de blindados hechos percha que se canibalizaron unos a otros por repuestos hasta que, en una década, quedaron sólo algunos pocos activos: los necesarios para desfiles y golpes de estado. Y los 12 Nahuel, a chatarra. Y sus proveedores, a joderse.
Hipótesis de conflicto
En los ’60 había disputas de fronteras entre Argentina y Chile, o entre Argentina y Brasil por el manejo de las altas cabeceras de los ríos Paraná y Uruguay. Como el Cono Sur se iba enfierrando, había alerta de podrida regional y prohibición yanqui de equiparnos. Pero monsieur le Géneral Charles De Gaulle no recibía órdenes, parbleu!, y entró en un acuerdo marco de darle al dictador Juan C. Onganía lo que éste pidiera.
El presidente de los Bastones Largos tenía ideas cortas y compró mal hasta lo bueno. De ahí salieron los 19 primeros Mirage III para la Fuerza Aérea, una joya… pero sin “offset” alguno. En la jerga, eso es: te compramos 10 “made chez toi”, pero me vendés la tecnología, y aquí los fabricamos por decenas.
Algo mejor se negoció la compra de 80 AMX-13, ya que la mitad se ensambló en el Batallón de Arsenales 601 de Boulogne Sur Mer, provincia de Buenos Aires. Pero si el acuerdo fue bueno, el tanque era una mierda. ¿A quién se le ocurre poner un cañón de 105 mm. en un blindadito de apenas 13 toneladas? Tirando en movimiento y con la torreta girada, te ponías el tanque de gorra.
A la luz de aquel fracaso, los pocos milicos Nac & Pop todavía activos o vivos invocaron la sombra terrible del Nahuel y decretaron una fatwah antibananera: prohibición de salir a llenar el carrito. El próximo tanque sería argentino, juntando componentes e ideas en la UE.
De modo que con Alemania Occidental como nuevo socio y sobre la base del ignoto carrier de infantería Marder, de ThyssenKrupp, se diseñó un tanque medianito y criollo, apto para operar en distintos roles en una geografía mucho mayor, más variada y exigente que la Brecha de Fulda. Aclaración: la brecha es un par de corredores llanos inscriptos entre las sierras de Vogelsberg, Rhon y Pessart. Allí debía empezar la Tercera Guerra Mundial, quizás tras un cruce en masa del Rhin por tanques pesados T-72 soviéticos y alemanes orientales, todos arremetiendo hacia el Oeste.
Por ello, los MBT (Main Battle Tanks) de la OTAN de aquel entonces pesaban bien arriba de 60 toneladas y gastaban cañones de 120 mm. con ánima lisa, que dan velocidad de vuelo a la munición perforante: eran (son) tanques diseñados para trenzarse con los pesados soviéticos y viceversa, todo en un marco de llanuras bien servidas de rutas, vías férreas y canales. Son sitios adonde un tanque llega a la batalla en tren, quizás en camión con acoplado, y más raramente, rodando por asfalto. Y ya en combate, pega y recibe tiros generalmente horizontales.
But this is Argentina, octavo país del mundo por superficie seca: aquí caben 5 Francias, pero casi el 70% del territorio es árido, o montañoso, o despoblado. Y todo está cada vez más lejos de todo, porque desde 1958 una caterva infinita de turros viene clausurando ramales de tren, y las rutas son y seguirán siendo una perdición.
Mientras los milicos Nac & Pop discutían el TAM, el ministro de Economía, José Martínez de Hoz, iba cerrando 10.000 km. de vías férreas, clausurando 1000 de las 2400 estaciones, echando a 66.000 ferroviarios y desguazando las 6 líneas patagónicas sin interconexión al sur del ramal Roca. Perdían toda logística terrestre, salvo la macilenta ruta nacional 3 o la impasable 40, casi 750.000 km2 de territorio. El general Augusto Pinochet debía relamerse.
En este cuadro, el MBT tipo de la OTAN, con su sediento motor de más de 1000 HP, se volvía un búnker de fierro al toque de quedarse sin gasoil. Eso, si el protervo y aleve enemigo te bombardeaba los camiones cisterna a retaguardia. Se necesita otra cosa más autónoma.
La batea del Marder, livianita como la de todo transporte artillado de tropas, tenía el motor delante en lugar de atrás. Eso gustó y se conservó. Un MTB con motor delantero es más raro que un perro verde, pero los israelíes inventaron ese yeite para su MBT Merkava: da blindaje adicional a la tripulación. Ésta, como todo recurso humano calificado, es la parte más cara del tanque.
El truco también protege la munición de tiros frontales, los más frecuentes en riña blindada. Eso permite llevar a bordo del TAM una alta cantidad de corchos: arriba de 50 (el AMX-13 cargaba sólo 12, en comparación). La oruga es de fierro y no de goma porque sin trenes ni rutas capaces de bancar camiones-plato, un TAM debe llegar por las suyas al frente, y más por piedra que por asfalto.
Los de Thyssen se rascaban la cabeza ante la suma de rarezas gauchas que iba saliendo, pero “der Kunde hat immer recht”, que en el castellano de revistas argentinas de negocios significa: “El customer está siempre right”. Los nibelungos pensaban que éramos bastante pelotudos (Arschlöger!!) en no adoptar algún blindado multirruedas, en lugar de calzado con orugas. Es lo que por entonces hacían los sudafricanos, con territorios gigantes y poca logística. Y es que los boers no se sienten europeos ni tienen el berretín de armarse como si lo fueran. A los brasileños también les empezaba a caer la ficha del multirruedas, y por lo mismo.
La torreta del TAM se dibujó muy petisa, porque junto con el frente es la parte que se come todos los corchazos del enemigo felón y zaino. En cuanto al ñonca, un 120 mm. era potencia al cuete y se prefirió el viejo L7 inglés de 90 mm. Primero, porque se lo fabrica aquí. Segundo, porque ese viejazo del ánima rayada a 2000 metros da una puntería mucho más exacta que un tubo liso.
Un típico MBT pesado OTAN enfrentado con nuestro TAM habría sido como un patovica con una escopeta del .12 versus un flaquito con una carabina .22. A corta distancia, y si no hurtás el cuerpo, el urso te vuelve relleno de empanadas. Pero conservando 100 metros de distancia, ese batata es tuyo.
Ud. se preguntará cómo un país que cierra sus fábricas de locomotoras y vagones se atreve siquiera a producir tanques. Buena pregunta: son industrias distintas, pero tienen una vasta cadena de proveedores metalmecánicos en común. La misma pregunta habría valido en los ’90, cuando Menem –perfeccionando lo de Martínez de Hoz- nos dejó además sin astilleros.
Lo dicho: el TAM nació en una Argentina que empezaba a evaporarse como ecosistema industrial complejo. El asunto es si potenciarlo puede servir para resucitarlo un poco. Porque las armas sirven para dos cosas: para crear trabajo, y para no tener que usarlas. Toda guerra, incluso ganada, es un fracaso.
Se funda la planta TAMSE para cerrarla
El Ejército capacitó ingenieros mecánicos, armeros, electrónicos y de comunicaciones en Thyssen, y en el predio del Batallón de Arsenales 601 armó TAMSE, una Sociedad del Estado con 15.000 m2 de planta. La firma está en Boulogne Sur Mer. La Fábrica de Municiones de Río Tercero, Córdoba, hacía las torretas, cañones y orugas.
El plan era destetarse carrera marr de los componentes nibelungos y reemplazarlos por nacionales. Y así se fueron integrando fábricas como Mecatrol, Fiat Argentina, los astilleros ASTARSA y Mestrina, RepMan, Synteplast, Lusol, Pictum, Rodajes Argentinos, Montefiore, Joleni, AEG Telefunken Argentina, Alfredo López, Grisolia y Romero, Técnica Toledo, Champion, Dearmedelec, Tensa y decenas más. El momento cumbre fue cuando los Altos Hornos Zapla, de Fabricaciones Militares, sustituyeron con aceros jujeños al alto cromo los blindajes alemanes.
En 1980 el TAM, con sus escuetas 30 a 35 toneladas, y su coraza y cañón modestos, a fuerza de móvil y preciso era quizás el mejor tanque de la región. Ésta se iba llenando de viejos MBT pesados muy OTAN, más poderosos pero poco amigados con sus geografías.
El TAM llegó rápido al 70% nacional en valor, y lo único que le quedaba teutónico era el motor diésel MTU, de unos wagnerianos 720 HP. Pero ya se le venía uno nacional, salido de la planta GMD de locomotoras de la Fiat en Ferreyra, Córdoba. Todo este despliegue no sirvió de mucho cuando en 1983 entre Martínez de Hoz, la timba financiera, la libre importación y la libertad de repatriar ganancias fundieron el país hasta el caracú. Y trascartón, la guerra de Malvinas. TAMSE sólo llegó a construir 247 tanques, que llegan a 400 sumando los derivados de artillería (un lanzacohetes multitubo y un obús autopropulsado de 155 mm).
Con la democracia el TAM tuvo problemas. En 1977, el general Ernesto Alais tenía que llegar en 4 horas desde Rosario hasta Campo de Mayo para sofocar el primer levantamiento carapintada del teniente coronel Aldo Rico. Pero sus TAM no mostraron en absoluto su famosa velocidad de 80 km/h en ruta. Pasaron 3 días y no llegaban. El tema de don Rico, atrincherado en la Escuela de Infantería, era -sigue siendo- el indulto de los genocidas, y Alais tenía su propio pasado negro en Tucumán, y poco apuro en enfrentarlo.
El caudillo de Chascomús y padre putativo de la democracia no puso un mango en recuperar la industria militar. Y no sólo porque el país estuviera fundido. Más bien, Alfonsín inició esa rara tradición criolla de desmilitarizar la política dejando sin fierros a las Fuerzas Armadas, en lugar de encanar a sus golpistas y represores. Es como cortarle el cable de potencia a una computadora para sacarle los virus. No se los sacás, y además no tenés computadora.
Pero esa política te gana aplausos externos. Desde nuestra derrota en la Guerra de Malvinas, y justamente porque el Reino Unido ganó muy con lo justo, nuestro programa industrial de defensa está escrito por el Departamento de Estado, rubricado en Whitehall y traducido en Miami. No es muy largo. Dice: “Argentina no debe rearmarse, punto”. Y le damos bola, como si EEUU nos garantizara la paz, y el desarme garantizara los derechos humanos.
En el tercer y último alzamiento carapintada, dirigido desde la cafúa por Mohamed Alí Seineldín (que lo llamó “Virgen del Rosario”), el 3 de diciembre de 1990 los alzados tomaron la planta de TAMSE. Tras cagarse el día entero a morterazos y cañonazos con los leales en pleno barrio de Boulogne (los vecinos sobrevivieron todos, no así sus casas), los carapintadas se escaparon con 6 TAM por la Panamericana.
El último TAM de la columna se llevó puesto el bondi 314 de la línea 60, que bajaba repleto de gente desde la autopista al barrio. Lo volcó y arrastró decenas de metros. Del arabesco resultante de chapa los bomberos fueron extrayendo a cizalla 20 heridos, casi todos graves, y 5 muertos, entre ellos un pibe de 17 que volvía del cole. Seineldín y tu Virgen…
Aquel día los TAM por fin mostraron su famosa velocidad al rajarse de los leales. Y eso, porque por fin había leales: la tercera rebelión carapintada perdió por inútil: el presidente Carlos Menem ya había librado de culpa y cargo a los genocidas, y a los altos ofiches con alto prontuario les garpaba más ser re-buenos y re-constitucionales.
En fin, a TAMSE luego le sobrevinieron el menemato y la nada: cierre de la fábrica en 1994. Desde entonces, la planta reabrió para consumir componentes de anaquel y recauchutar los TAM remanentes, o en canibalizar los más chotos para garronearle vidas extra a los más enteros. Con esta segunda modernización del TAM, ahora TAMSE va a tener un trabajo con más sentido y más futuro. Y no sólo TAMSE: se necesitan unos 200 componentes metálicos nuevos para cada tanque. Chile, para el caso, ha venido acumulando muchos MBT alemanes Leopard de dos cosechas distintas: 234 modelos 2A4 y 140 antiguos V1. Ambos modelos pesan casi 63 toneladas y llevan cañones de 120 mm: unos terribles Goliaths.
Pero las guerras de Armenia contra Azerbaiyán y la actual de Rusia contra Ucrania, donde algunos drones suicidas de unos centenares de dólares hacen puré a blindados que no bajan de U$ 15 millones, nos recuerdan que la piedra de David era boina y barata. Quizás la adquisición de los vecinos chilenos hoy no sea muy sensata.
Por eso Brasil fue arrimando la bocha a los multirrueda. Hoy los primos tienen 470 MBT a oruga de segunda mano: son 91 M60 estadounidenses y 378 viejos Leopard 1 A, de los modelos 5 y 1. Son francamente inútiles y evidencia de pensamiento senil, pero los brasucas hoy tienen otro approach. Si los primos entran en un conflicto largo, dependerán mucho más de sus 1150 multirruedas Guaraní, Urutú y Cascavel, aunque no son propiamente tanques sino blindados livianos de combate o transportes de infantería más o menos artillados. Si se arma entre blindados, confían más en misiles que en cañones. Lo central es que los multirrueda son más ahorrativos, más nuevos, más rápidos y, sobre todo, más propios. Los exportan a lo pavote. Y los fabrican ellos. También los misiles.
Esto viene a cuento de que por primera vez en 40 años de democracia hay una plata para rearme que no depende (en teoría) de resultados electorales. La genera el FONDEF, o Fondo para la Defensa, creado por ley 24.498 en 2020 por Agustín Rossi en su segundo paso por el Ministerio de Defensa. El FONDEF atiende el rearme de las FFAA, y ha ido creciendo. En 2023 llegará por primera vez al 0,8 de los ingresos del tesoro: no es alta tarasca si se la compara con las necesidades. Pero frente a la inopia invicta desde 1982, permitirá ir regresando, en tal vez una década, tal vez en dos, a mínimos de credibilidad disuasiva. Hemos hecho el experimento geopolítico de carecer de autodefensa durante 40 años, siendo dueños (aún) del país número 8 del mundo por extensión territorial indiscutida. Más de un nabo cree que eso nos salió bien.
Bien, un carajo. Una cosa es meter genocidas en cana. Otra cosa es dejar desarmados a los milicos NO genocidas, y con la obligación incumplible de defender territorios gigantes. ¿Cuánto de incumplible? El cañón L7 del TAM ya no tiene siquiera munición antitanque nacional: ahora la importa de Israel y Corea.
El precio del desarme unilateral
En los años sucesivos a 1982, se fue imponiendo la ley de las 200 millas de Zona Económica Exclusiva a partir de las líneas costeras de base de CONVEMAR, organismo de las Naciones Unidas para fijar límites marinos. Con eso, en lugar de los alrededor de 12.000 km2 del archipiélago malvinero y sus 12 millas desde la línea de base costera, en los años siguientes, y paso a paso, el Reino Unido fue expulsándonos del Atlántico Sur. Como dueño por fuerza de los tres archipiélagos australes (las Georgias y las Sandwich), ya se apropió de modo efectivo de 1,65 millones de km2 de mar donde antes pescábamos. Posesión prepotente, pero who cares? El dominio militar y económico de esas inmensidades nuestra cancillería los cedió firmando conformidades tan abyectas, y en un silencio de medios tan estrepitoso, que la mayor parte de los argentinos ignoran qué perdimos y adónde. O que más podemos perder.
Nadie que conserve 3 submarinos, una flota de mar medianita, un portaaviones, aviación naval y grandes astilleros especializados está obligado a humillarse así, aunque haya perdido una guerra. Pero Carlos Menem, Mauricio Macri y el tiempo lograron que perdiéramos también los astilleros, el portaaviones, casi toda la flota, y los submarinos y aviones.
Con la desaparición de su Armada, la Argentina se aseguró el descontrol sobre ese millón residual de km2 que le han dejado de Zona Económica Exclusiva indiscutida. O no. Allí, por pesca pirata o legal pero incontrolada, el país está perdiendo U$ 3.500 M/año de materia prima. Si se le añade el valor para llegar a los anaqueles del hemisferio norte, son casi U$ 12.500 millones, cálculos de César Lerena, experto en pesca y en incomodar a nuestros cancilleres.
Nuestro desarme y nuestras pérdidas muestran que sacarnos cosas es facilísimo. Si los ingleses pudieron, y tanto, ¿por qué no su gran aliado regional?
¿Qué sentido pueden tener las intrusiones de aviones chilenos sobre Tierra del Fuego? No tenemos interceptores ni misiles antiaéreos, y estos avioncitos pintan justo a tiempo cuando el FONDEF alcanza sus máximos legales y empieza a servir para algo. Entonces, en nombre de la Patria, el PRO, JxC, Concertación y el milicaje más bananoso pide patinarse el FONDEF en chatarra OTAN “llave en mano”. Con descartes de la OTAN no podés pelearte con la OTAN ni con sus alcahuetes. Pero a) dejan viajes, b) dejan diegos, c) tranquilizan a las almas temerosas, d) nos hacen occidentales, y como tales, objeto de amor de la generala Laura Richardson, jefaza del Comando Sur. Por ahora, según algunas de las decisiones de este gobierno, la generala todavía no nos ama.
Las guerras entre estados pobres pero con enormes fronteras son malas. Suelen terminar con ambos contendientes proclamándose ganadores, con el mismo mapa con el que empezaron, y con un duradero “amén” de millones de muertos y heridos y devastación social, económica y ambiental. Sucedió con el conflicto entre Bolivia y Paraguay (1932 a 1935), y también con el de Irán e Irak (1980 a 1988).
Las fuerzas blindadas, las baterías antiaéreas móviles y la aviación armenias eran considerables. Pero en 2020, en su segunda y más reciente guerra, Azerbaiyán las destruyó en 3 semanas con drones israelíes y turcos, algunos de ellos municiones voladoras de baja autonomía tipo kamikaze. Son absurdamente baratas. A estas alturas de la informática, son como palos y piedras. Y a diferencia de Azerbaiyán, que compró sus Bayraktar 24 horas antes de la guerra, podemos hacer nuestros propios drones. Para algo, la universidad pública y gratuita nos permitió tener ingenieros e industria. Son activos que desequilibran.
En una guerra corta y sorpresiva, estilo la de los 6 días entre Israel y sus vecinos árabes, por equipamiento y preparación Chile nos sacaría media Patagonia en días. Si no lo ha hecho (todavía), es porque con nuestros ventajas educativas e industriales remanentes, generamos dudas.
Podemos transformar una blitzkrieg en una guerra de desgaste, y seguirla y seguirla. Si terminamos peleando con palos y piedras, al menos podemos fabricar nuestros propios palos y piedras. Con su negativa a la educación pública y gratuita casi incólume desde 1818, Chile no tanto. Ése es el contexto en el que me alegra que Taiana opte por destinar el FONDEF a, entre otras cosas, modernizar el viejo TAM. Si esta vez la tecnología nueva en sensores y computadoras la pone Elbit, de Israel, la próxima la pondrá INVAP de Río Negro. No me interesa tanto el tanque como las cadenas de valor nacional industriales que pueden sustentarlo.
Como dice la revista Zona Militar, insospechable de todo “compre nacional”: “Si la economía y los cambios de rumbo políticos no interrumpen una línea de avance destacable, en 2027 habrá más de setenta y cuatro TAM 2C-A2 distribuidos en Regimientos de Caballería del Ejército Argentino en todo el país… El total de tanques puede extenderse hasta 104 si se amplía el contrato que fue firmado por el Subjefe del Ejército, General de Caballería Diego López Blanco con la mencionada entidad privada (Elbit)”.
Con las perspectivas políticas de 2023, no sorprende que hasta la generalmente conformista ZM se haga cruces.
El TAM estará con nosotros bastante tiempo. Pero necesitamos desarrollar misiles de infantería, baratos, suficientemente buenos, fabricables en masa y de tecnología propia. Sobre todo, necesitamos drones. INVAP hace satélites, y los satélites son drones orbitales muy complejos. Funcionan bien. Necesitamos otros drones terrestres, aéreos, marinos y submarinos. Son más sencillos. Y no sólo son el futuro. Por baratos, son el futuro posible.
Nadie empata una guerra con armas prestadas. Ni siquiera con armas regaladas. Ucrania, damas y caballeros, no lo está logrando.
El general Manuel Savio, al que recordamos aquí, habría entendido bien por qué. San Martín, también.
Necesitamos otro Fray Luis Beltrán.
* Daniel Arias: Profesor de Literatura FFyL UBA 1981. Periodista científico desde 1985. Hoy hace investigaciones especiales para el portal AgendAR.
Fuente: Socompa