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Porcinos: desregulación y altos costos

Semanas atrás el Ejecutivo nacional quitó las retenciones a la exportación de la carne porcina. El sector valora la medida, pero aún no tiene una incidencia determinante en la actividad. Las perspectivas son buenas a mediano plazo, pero lo determinante son los altos costos de producción y los escasos márgenes de rentabilidad por kilo vivo.

Redacción

Desde la Cámara Argentina de Pequeños y Medianos Productores Porcinos (CAPEMPPor) ven con buenos ojos la aplicación de diversas desregulaciones que impactan en forma directa en la actividad, como por ejemplo la quita de retenciones a la exportación; aunque reconocen que aún ese aspecto no es tan relevante para la situación de la cadena.

Según la entidad, en la actualidad el 1% de la faena porcina se destina a la venta externa. Sin embargo, la medida modifica algunos aspectos relativos a la actividad que podrían impactar positivamente a mediano plazo, e impulsar otras líneas de comercialización para las 4.000 pequeñas y medianas unidades productivas que posee el país.

El 89% de los establecimientos porcinos en Argentina son PyMEs que tienen hasta 500 madres. El consume per cápita del mercado interno nacional ronda los 16 kilos anuales, y el sector proyecta que ascienda a 24 kilos para el año 2030. El elemento fundamental para esa prospección es la aceptación del consumir como sustituto de la carne vacuna, tanto por su precio como su calidad; y por el hecho que paulatinamente una mayor cantidad de carnicerías incorporan la carne porcina en su oferta diaria, además de los comercios específicos.

Debe sumarse a esto, el encarecimiento de la carne vacuna y su velada escasez, dada la faena de hembras y la expectativa de los ganaderos – y el puñado de frigoríficos que concentran la mayor parte de la actividad -a centrar su actividad de cara al mercado externo.

La desregulación de mercados que impulsa el Gobierno Nacional puede transformarse en un arma de doble filo. La quita de derechos de exportación para la actividad no influye en forma directa; máxime en un contexto interno donde además, se realizan importaciones de carne porcina desde Brasil – fundamentalmente de bondiolas que son altamente demandadas en nuestro país -. Desde la Cámara aseguran que esta situación debe servir de “incentivo para producir más” y poder cubrir el requerimiento de mercado; y que lógicamente pretenderían que hay cero importaciones.

Por otra parte, señalan que los principales insumos en cuanto al alimento están determinados por un 70% de maíz y soja, que internamente están dolarizados. Así, en caso de inconvenientes con la producción agropecuarias – sequías, plagas y otros factores que afecten los cultivos -, los costos se incrementan por sobre la matriz de referencia basada en el dólar. Asimismo, existen otros insumos adicionales que directamente son provenientes de la importación y por ende, también tienen un costo en dólares.

Al mismo tiempo dicho encarecimiento influye en el precio de faena, y por ende disminuye la demanda por el encarecimiento del kilo vivo y el kilo faenado. Esto repercute directamente en una baja en el consumo de carne porcina y la actividad se deteriora. Abunda la oferta potencial de carne porcina que al mismo tiempo es más cara para producir.

Para ir monitoreando todos estos factores, la CAPEMPPor elaboró recientemente un indicador, basado en la relación que conllevan 5 kilos de maíz más 2 kilos de espeller de soja, que es lo que usan para alimentar a los animales. Esa suma arroja un valor que marca el Índice de Flotación en el que la actividad es “sostenible”.

Desde la Cámara explicaron que vender el capón por debajo de ese índice, significa pérdidas para la ecuación productiva, los costos y la rentabilidad. La entidad, expuso que en actualidad dicho índice ronda los 1.325 pesos por kilo vivo; y que en el mercado la faena cotizó 1.350 $/Kv. Es decir, 1,88% por encima del punto de flotación.

Un animal para su venta está listo a los seis meses luego de su nacimiento. Los factores que inciden en un mejor animal terminado, no sólo rondan alrededor de la correcta alimentación y el estándar sanitario, sino también con las herramientas tecnológicas que se aplique. Aseguran que Argentina está en igualdad de condiciones que los principales productores del mundo en ese aspecto, al punto que puede individualizar a partir de la implantación de chips la alimentación específica e individual que requiere cada animal. Asimismo, también ha tenido buena inserción el concepto de economía circular, y lo que antes era propiamente residuos, hoy está siendo reaprovechado para abono que se aplica directamente a los cultivos asociados a la cadena.

Fuente: Ser Industrias

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