Precios mayoristas: reventar la industria nacional

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Una guerra de devastación se cierne sobre el trabajo argentino. Podríamos haber vomitado esta nota ayer y no perder “actualidad”, pero era necesario parar y hacer unas cuentas. La era Milei viene catastrófica, pero el desastre que explica lo que sigue venía de antes.

Redacción

Hay dos formas de encarar el tema. Replicar los informes oficiales, tal cual vienen, sin calentarse demasiado; o dar cuenta de los datos y tratar de ponerlos en contexto.

Los famosos “precios mayoristas”, son los montos que se pagan por los insumos industriales. Es decir, aquellos que las industrias compran para producir sus bienes finales que luego pasan a otra etapa del proceso industrial; o bien van a góndola, mostrador o portón de despacho.

El miércoles el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) publicó el informe del mes de diciembre pasado que da cuenta de dichos precios y su diferencia respecto de noviembre de 2023. El título podría ser que los insumos industriales importados aumentaron un 80,6%; y los nacionales un 51,1%.

La explicación rápida que ensayó el organismo fue que, la gran variación sucedió a partir del 13 de diciembre pasado; horas más tarde de los anuncios del ministro de Economía, Luís Caputo. Recuerde el lector: entre otras cosas, comunicó el aumento del tipo de cambio (devaluación del peso) a cerca del 120% – pasó de $ 370 a $800-.

Si bien es imposible que tal manijazo no se pase inmediatamente a toda la cadena de precios, estos ya venían muy altos de antes.

Algunos conceptos

Antes de continuar, vamos a “bajar a tierra” algunas definiciones que da INDEC respecto de los índices con los cuales analiza la coyuntura. No es difícil de comprender, pero generalmente se presentan de tal forma que, si no se explican, confunden. INDEC presenta tres índices: el IPIM, el IPIB, y el IPP.

El primero es el Índice de Precios Internos al por Mayor (IPIM). Lo que mide es la evolución promedio – positiva o negativa – de los precios de los productos de origen nacional e importado que se comercializan en el mercado interno, y que generalmente son insumos industriales, con o sin valor agregado previo.

Un ejemplo simple para la industria de los fideos secos puede ser: el trigo a granel es un producto primario sin valor agregado previo; pero la harina de trigo ya tiene un procesamiento anterior cuando llega a fábrica.

En los precios que sistematiza este índice están incluidos el impuesto al valor agregado (IVA); los impuestos internos (ejemplo, ganancias, tasas municipales, ingresos brutos); y los impuestos a los combustibles netos de los subsidios explícitos. Acá no entran las estimaciones de “retenciones” o derechos de exportación – como algunos “vivillos” a veces incluyen -, porque son productos que están destinados al mercado interno argentino.

El segundo es el Índice de Precios Internos Básicos al por Mayor (IPIB). Calcula lo mismo que el anterior, pero no le suma los impuestos mencionados. Supuestamente, esta diferencia permite separar el costo productivo del costo fiscal que demandó la actividad en un periodo analizado.

Por último, el Índice de Precios Básicos del Productor (IPP). Este número mide la variación promedio de los precios de los insumos y bienes que le “llegan” al productor nacional y que necesita para hacer su trabajo.

Un ejemplo simple: el fabricante de escobas debe proveerse de paja, sunchos de plástico, palos de madera, etc. Acá no se tienen en cuenta las importaciones y se incluyen las exportaciones. No se tienen en cuenta los impuestos.

Datos coyunturales

Una pasada rápida por el informe de INDEC permite ver que los efectos buscados por los gobiernos saliente y entrante durante diciembre dieron resultado. Entre “agárrense de donde puedan” de los últimos días del tridente Fernández Massa; el pronóstico de “inflación esperada” de Milei que no bajaba del 45%; y la devaluación del día 12 de diciembre anunciada por Caputo, trazaron un escenario que, puesto en los índices anteriormente explicados, registraron lo siguiente:

El IPIM, registró un aumento de 54,0% en diciembre de 2023 respecto del mes anterior. Tal suba correspondería a algo ya dicho: se incrementaron en un 51,1% los “productos nacionales”, y en un 80,6% los “productos importados”.

El IPIB registró una suba del 53,2% en el mismo período; y se explicaría por los incrementos del 50,3% en los “productos nacionales”, y de 80,8% en los “productos importados”.

El IPP por su parte, registró un incremento de 50,9%, como consecuencia de la suba de 43,2% en los “Productos primarios” y de 53,9% en los “Productos manufacturados y energía eléctrica”.

El siguiente en un gráfico comparativo publicado por INDEC, donde se pretenden visualizar las “evoluciones” de los índices medidos. Preste atención porque en el dibujo, cada mes está representa do en forma independiente; como si los valores “nuevos” no tuviesen que ver con el proceso acumulado de meses o años anteriores.

Ejemplo simple: supongamos que si en noviembre alguno de los índices arrojaba un 10% de incremento; y el diciembre el mismo su un 50% respecto del anterior, la acumulación diferencial nos daría volviendo al primer punto, un porcentaje que giraría el 65%.

Por lo tanto, si fuésemos acumulando un porcentaje sobre el otro, el gráfico sería espeluznante.

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Dicho esto, pasemos a la siguiente tabla – que también estaba incluida en el informe de INDEC -, donde se reflejan los incrementos porcentuales de diciembre de 2023, pero respecto de diciembre de 2022.

La enorme variación da por tierra cualquier especulación meramente inflacionaria. Supuestamente el acumulado 2023 según INDEC para los precios al consumidor – los productos de góndola o mostrador -, mostraron un alza pronunciada en términos generales pero menor al número mayorista.

Entre uno y otro porcentaje, existen una serie de precios que deberían impulsar los guarismos hacia arriba. Obsérvese también, la alta incidencia que poseen las importaciones sobre los índices.

Luego nos podríamos poner a desmenuzar las tablas, los sectores, las actividades y las particulares matrices de costos. Un trabajo enorme que ni siquiera INDEC realiza. Los propios informes, en su apartado de explicación metodológica, dan cuenta que los precios base sobre los cuales se comienza a analizar la evolución, las proporcionalidades y las linealidades, arrancan en 1993 y 1994.

Treinta años de acumulación de datos fundamentales, para ser reflejados públicamente en informes pobres.

Pero, así y todo, si un guarismo que implica deterioro, señala una debacle superior al 200% anual; y datos de importaciones que superan el 400%, dan cuenta de que no sabemos a ciencia cierta si quedó algo de país.

Habrá que trabajar por muchas décadas para volver a estar “más o menos”. Una guerra de devastación se cierne sobre la industria y el trabajo argentino.

Fuente: INDEC / Puntal / CAA / Archivo Chasqui Federal

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