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Sin ofensa ni temor 108: La vigencia de Nuestra América

Columna destinada a mover la cabeza. Si temes hacerlo, no la leas. Manuel Ugarte, el sueño de la Patria Grande y su bibliografía de fuste aún sigue siendo casi desconocida para amplios sectores. Editoriales y universidades nacionales prácticamente ignoran su obra. Compartimos un trabajo de Horacio Raúl Campos que repasa su trayectoria y aportes al pensamiento nacional.

El Editor Federal

Silenciado y olvidado por propios y extraños, la escritura de Manuel Ugarte todavía permanece más o menos desconocida a raíz de nuevas ediciones de sus obras y la ausencia de su amplia bibliografía en el sistema educativo argentino.

Ugarte nació en Buenos Aires el 27 de febrero de 1875 y falleció en forma acaso misteriosa en Francia, el 2 de diciembre de 1951, después de votar en las elecciones presidenciales de ese año, en que fue reelecto Juan Domingo Perón.

Hijo de un administrador de estancias, procedía de una familia de la burguesía rural de la provincia de Buenos Aires que le dio una educación esmerada, a los siete años visitó la Exposición Universal de 1889, en París; en 1898 viajó a Estados Unidos y luego a México y Cuba.

Cuando regresa a la Argentina en 1903, se contacta con José Ingenieros y Leopoldo Lugones y se decide a ingresar al Partido Socialista argentino. En 1911, visita todos los países latinoamericanos durante dos años y narra el viaje en el libro El destino de un continente.

Escribe una carta al presidente de EE. UU., Thomas Woodrow Wilson, que tiene una enorme repercusión: lo insta a pacificar y reparar la política de Estados Unidos hacia los países del Sur.

En 1913, es expulsado del PS. Nunca se llevó bien con Juan B. Justo. En la primera guerra entre potencias imperialistas se declara neutral, posición que defiende desde el diario La Patria.

Entre 1923 y 1924 colabora en la revista Amauta del peruano José Carlos Mariátegui. Es autor de una amplia bibliografía entre la que figuran libros de capital importancia: El porvenir de la América Española (1910), La Patria Grande (1922), Mi campaña hispanoamericana (1922) y El destino de un continente (1923). Su obra comprende unos treinta volúmenes entre políticos y literarios.

En El porvenir de América Latina, Ugarte se declara a favor de una confederación de repúblicas latinoamericanas: “Esos estados, que Bolívar y San Martín hicieron lo posible para reunir y confederar desde los comienzos, se desarrollan independientemente, sin acuerdo y sin plan”, asegura.

Fue tan prestigioso en la América hispánica como ignorado y proscripto en su propio país. La manipulación y falsificación de nuestra historia lo empujó naturalmente al revisionismo.

En 1907, participa en Stuttgart, Alemania, de los intensos debates en el Congreso de la Internacional Socialista, junto a Vladimir Ilich Lenin, Rosa Luxembugo, Jean Jaurés, Karl Kautsky y Gueorgui Plejánov.

El delegado argentino Ugarte se escandaliza cuando escucha los argumentos del socialdemócrata holandés Henri Van Kol, que sostenía que “la política colonial puede ser obra de civilización”.

Al avanzar con sus estudios sobre la naturaleza del imperialismo y su experiencia en el Partido Socialista, advierte que ese internacionalismo partidario no cuestionaba a las potencias colonialistas. La izquierda oficial no hacía diferencia entre países opresores y países oprimidos; imperios y colonias entraban en la misma categoría.

Para Juan B. Justo, Ugarte era una pesadilla. Demostrando su independencia de criterio fundó en 1915 un diario al que llamó: La Patria.

Allí dio rienda suelta a su claro nacionalismo económico y a su compromiso latinoamericano que resultó escandaloso a los socialistas argentinos admiradores de Theodore Roosevelt.

Aclamado en el continente, silenciado en Argentina

Cuando llega a los más remotos puntos del continente, Ugarte es recibido por multitudes que lo escuchan religiosamente. Admirado y venerado popularmente de México a Chile es perfectamente ignorado en la Argentina.

Estudiantes, obreros y políticos de diversas procedencias pugnaban por escucharlo. Tumultuosas movilizaciones se concentraban en las puertas de su hotel en el Distrito Federal de México, convocadas por sindicatos y asociaciones estudiantiles.

Desde la Embajada de los Estados Unidos en México (base permanente de la CIA para Centroamérica) se pergeñaban toda clase de operaciones para cerrarle el paso. Desde el diario mexicano Nueva Era se descargó una andanada calumniosa contra el visitante argentino.

Mientras que el gobierno de México, presionado por la “Embajada”, lo empujaba a la frontera, Guatemala le negaba su ingreso y el Salvador lo declaraba persona no grata, simultáneamente su prestigio en América Latina crecía.

Embajador del peronismo

Ugarte después se va a Chile, desde donde respalda la revolución de 1943. Allí escribe el libro Escritores Iberoamericanos de 1900, que es un homenaje a sus colegas y a la Generación del 98 española.

Tiempo después, a instancias de su amigo el historiador Ernesto Palacio, visita al coronel Perón. Al poco tiempo es designado embajador argentino en México. Ugarte retoma el camino iberoamericano como embajador del peronismo.

El cambio de la política exterior argentina con la salida del canciller socialista Juan Atilio Bramuglia por el conservador Hipólito Paz, expresaba el intento de Perón de recomponer relaciones con los Estados Unidos. Ugarte en la Embajada de México era un escollo para la nueva estrategia del Palacio San Martín.

En enero de 1950 presenta su renuncia y va del país. Tiene 75 años y publica parte de sus memorias en dos libros: El naufragio de los argonautas y La dramática intimidad de una generación.

En soledad como sus poetas idos, se suicidaba en su pequeño departamento de Niza. Lo encontraron solo, rodeado de sus libros y papeles mecanografiados.

Desterrado por los grupos de la inteligencia oligárquica, y olvidado por el peronismo, Jorge Abelardo Ramos editó sus obras por primera vez en la Argentina en 1953, rescatándolo de la proscripción y del olvido. También escribieron sobre Ugarte: Norberto Galasso, Miguel Angel Barrios y María de las Nieves Pinillos Iglesias, entre otros.

Vuelve a Niza, y allí, el 2 de diciembre de 1951, aparece muerto al parecer por emanaciones de gas. En 1954, llegan sus restos a Buenos Aires, en barco. Y en un funeral cívico le rindieron homenaje Fabi Carvallo, Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puigross, John William Cooke, Juan José Hernández Arregui y Manuel Gálvez.

Fuente: Revista Patria Grande / auno.org.ar

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