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Sin ofensa ni temor 25: “No hay historia neutra”

Columna destinada a mover la cabeza. Si temes hacerlo, no la leas. En esta Redacción le debemos mucho a Norberto Galasso. Casi que en a lo que historia se refiere, nos debemos a él. Su obra nos cambió una serie de puntos de vista, y su rigurosidad le dió sentido a los baches que arrastrábamos. Reproducimos dos fragmentos de entrevistas que le realizaron en 2005*.
El Editor Federal

”No se puede pensar a los trabajadores como idiotas”

En el prólogo de su flamante libro, Perón, Norberto Galasso cree pertinente revelar su cuna socialista y pequeño-burguesa. Se presenta como resultado de madre docente y sarmientina «que abominaba de Perón» y padre -comerciante de origen humilde- que simpatizaba con el peronismo. «Un día nos sentamos frente a frente y él me dijo ‘mirá, desde 1946 tengo clientas nuevas, empleadas domésticas que nunca antes habían pisado mi negocio y que ahora vienen a comprar pulseritas, cadenitas, y son más altas porque cambiaron sus alpargatas por zapatos con tacos’. No se trata de la implantación de la sociedad socialista que soñamos, pero sí de un cambio social importantísimo”.
Aquellas palabras paternas activaron un clic en el aún proyecto de historiador y lo llevaron a convencerse de que la verdad no se adquiría solamente en los libros, sino también en el acontecer de la realidad concreta. «Niño inquieto, salí a recorrer las fábricas de la zona buscando obreros socialistas para aprender de ellos y no encontré uno ni por broma, eran todos peronistas», rememora. Pasó el tiempo y Galasso se convirtió en un historiador del riñón nacional y popular, en un continuador de la herencia del más dichoso de los revisionismos -corporizado en Rodolfo Puiggrós, John William Cooke, Abelardo Ramos o Arturo Jauretche- que retomó retazos de aquellas vivencias juveniles para incorporarlas a una extensa biografía sobre el creador del justicialismo. «A 30 años de su muerte no puedo pretender un trabajo completo, pero al menos que genere la necesidad de polemizar y de producir nuevas visiones, aunque ligue cascotazos de todos los costados», ironiza. A través de 1200 páginas, Galasso rescata a un Perón combativo, hábil, provocador y antiimperialista.
-¿Cómo cree que tomarán su libro los sectores liberales y/o reaccionarios del justicialismo, o los historiadores en general?
-Muchos de ellos ignoran que Perón se escribía con Mao o Fidel Castro. Hacen largas historias sobre él, pero esas cartas, o la posible entrevista con el Che en Madrid, nunca aparecen. Les molesta la audacia de Perón en muchos aspectos, como su actitud ante el FMI, algo que horrorizaba y horroriza a la mayoría de los economistas. Durante el período peronista hubo una modernización importante que a veces ni sus propios dirigentes recuerdan, quizá por temor a que les pidan que reiteren algunas de aquellas políticas.
-En el libro cita una frase de Gramsci: «El elemento popular siente, pero no siempre comprende y sabe; el elemento intelectual sabe, pero no siempre comprende ni, sobre todo, siente. El error del intelectual consiste en creer que se puede saber (…) sin ser apasionado»
-Es una frase clave, porque el peronismo es muy difícil de entender para los intelectuales que buscan causas y utilizan esquemas como si la realidad fuera un laboratorio y la historia no es un laboratorio, es mucho más. No se puede hacer política-historia sin esta pasión, sin esta conexión sentimental entre los intelectuales y el pueblo-nación. Yo soy un convencido de que no hay historia neutra.
-Hay un claro interés por rescatar el papel histórico de la clase obrera.
-Me surge porque algunos intelectuales han llegado a la conclusión de que los trabajadores eran unos idiotas, porque los explotaron del ’46 al ’55 y siguieron clamando para que volviera «el explotador». Pero resulta que si uno confronta aquel período con éste, encuentra contrastes muy marcados: pleno empleo contra desocupación; deuda externa cero en 1948 contra deuda externa horrible; no incorporación al FMI contra sometimiento al FMI, otro mundo. No se puede pensar a los trabajadores como idiotas. Más allá de la personalidad de Perón, estoy convencido de que son los trabajadores fabriles que aparecen por 1935 los que confluyen con otros sectores en un frente y generan el fenómeno nuevo que Perón lidera.
-¿Cuál es su visión respecto de la cruenta escisión del peronismo en 1973, por ejemplo?
-Hay un hecho clave: durante la filmación de Actualización doctrinaria para la toma del poder, Pino Solanas le pregunta a Perón en 1971 si iba a volver al país y Perón le contesta «sí, voy a volver, pero me parece que para mí ya es demasiado tarde, y que para ustedes es demasiado temprano».
-¿Quién se equivocó, desde su óptica?
-Creo que fue un equívoco recíproco. Perón pensó que podía incorporar a los jóvenes y que éstos iban a ser disciplinados, y los jóvenes creyeron que eran los que habían logrado el retorno, y que le podían imponer a Perón un proyecto. La derecha aprovechó para legitimar su accionar represivo. Perón estaba dispuesto después a acercarse a la juventud y desentenderse de López Rega. Pero bueno, creo que estos grandes hombres se piensan inmortales y justamente su muerte se produce cuando el péndulo estaba corrido hacia un lado. Un poco se cumplió el vaticinio de Cooke cuando le pregunta «¿qué será ser peronista cuando usted se muera?».

”La contradicción principal es el frente nacional contra la oligarquía asociada al imperialismo”

¿Cómo toma la burguesía nacional esta irrupción popular y el surgimiento de Perón como sintetizador del movimiento?
Creo que hay que hacer una distinción muy clara para evitar confusiones entre lo que nosotros llamamos o Jauretche o Scalabrini le llamaron oligarquía, es decir una alianza de los dueños de las grandes estancias de la Pampa húmeda, cuyo símbolo es Anchorena, y el gran comercio importador y exportador de Buenos Aires cuyo símbolo es Mitre, la alianza de esos dos sectores sociales conforma lo que nosotros llamamos la oligarquía, que aliada a los ingleses tuvo ganancias extraordinarias durante décadas que dilapidó en edificios suntuosos como la Cancillería, el palacio donde vivían los Anchorena por ejemplo, viajes al exterior. Dilapidó todo en la medida en que las utilidades de ese sector social no eran utilidades provenientes de explotación de obreros, porque en las estancias son muy pocos los peones rurales, era producto de una renta agraria diferencial que estaba dada por el bajísimo costo que le significaba producir carne. Sobre eso Pinedo y Scalabrini dicen que Francia para producir una cantidad de carne, gastaba de 6 a 8 veces lo que gastaba un estanciero argentino, entonces cuando venden al mercado mundial los distintos países y el precio se genera por la necesidad de cubrir a todos los que tienen que comprar, los que tiene costos bajísimos tienen superutilidades y son una clase social parasitaria que habría que advertir que en realidad no es burguesa, porque burguesa, en el sentido exacto del término burgués, es el que explota trabajadores, reinvierte.
En general la burguesía clásica fue siempre bastante austera, no hace esos derroches parasitarios así, el caso de Miranda que tenía la vivienda de él pegada a la fábrica, es típico del burgués clásico; los otros no, son ausentistas, tienen un campo en Junín y viven en Barrio Norte, hay que hacer una distinción entre eso y este fenómeno de lo que podríamos llamar -con buena voluntad- un empresariado o burguesía más o menos nacional. Son casi todos empresarios que crecen a partir del año ‘35 como consecuencia de la crisis y después durante la guerra.
El caso de Volcán, de los hermanos italianos y luego hijos de inmigrantes con capitales formados por ellos, nacionales, que venden al mercado interno, que llegaron a tener 500 – 700 obreros; el caso de La Vernalesa de Quilmes y que llegó a tener 4.000 obreros, hoy está el edificio en el cementerio de fábricas que hay en esa zona, tiene los vidrios rotos y todo eso. El caso de Di Tella, el papá de los que fueron funcionarios en los últimos años, era una pequeñita empresa que hacía unas maquinarias para amasar pan, unas máquinas muy simples, empieza a hacer después heladeras, lavarropas, y termina haciendo automóviles en el año ‘60, la siambretta por ejemplo, la motoneta esta que la llamaban siambretta por Siam, y Di Tella sin embargo era antiperonista. Era italiano, era antifascista y creía que Perón era fascista y le daba importantes sumas al socialismo; financiaba al Partido Socialista de acá.
Miranda es uno de los pocos que entiende la cosa, que él como empresario tiene que ceder en el convenio colectivo, aguantarse al sindicato, aguantarse que él tiene que pagar la cuota sindical, que esto es un invento para afiliar gente. Había 400 mil afiliados en el año ‘40 y pasa a 2 millones y medio en poquito tiempo, es decir, el obrero se encuentra con que, pagado el sueldo, le descuentan la cuota sindical, entonces si no quiere afiliarse al sindicato no se afilia, pero ya está pagando la cuota, de esta manera se consigue aumentar. Desde el punto de vista burgués-liberal dirían: «Es una afiliación compulsiva». Es compulsiva porque hay que darle fuerza a los sindicatos, entonces el empresario tiene hacer todas esas funciones y bancarse la ley de maternidad en serio, que no se cumplía por ejemplo, el descanso previo y el descanso posterior al parto, tiene que bancarse el delegado de fábrica, tiene que bancarse los Tribunales de Trabajo que fallaban indefectiblemente a favor del obrero, porque el juez de Trabajo de la época peronista partía de que cuando había un problema entre un patrón y un obrero el más débil era el obrero. Después del golpe del ‘55 esos mismos jueces empezaron a fallar siempre a favor del patrón.
– Ante esta diferencia de burguesía y oligarquía, ¿por qué la vieja izquierda estrecha filas con la oligarquía para enfrentar a Perón en 1945?
– Porque ellos transportan la concepción clásica, el enfrentamiento social del que habla Marx: obreros contra dueños de fábrica y acá eso es una «burrada ideológica», porque Lenin después completando a Marx, porque este no había podido ver el imperialismo entonces… en el proceso del imperialismo hay una asociación de los grandes mineros, de los grandes terratenientes de cada uno de los países latinoamericanos con el imperialismo y la burguesía como industria es saboteada permanentemente, es decir que la contradicción de burguesía-obreros subsiste como una contradicción secundaria, la contradicción principal es el frente nacional contra la oligarquía asociada al imperialismo. Ellos no ven eso; además en el caso del Partido Comunista lo que pasa es que la alianza de la Unión Soviética con los Estados Unidos genera Braden; Braden no es casualidad, es decir ellos juegan siempre con la teoría del socialismo en un solo país, es decir que la teoría de Stalin es que el Partido Comunista de todo el mundo tiene que apoyar a la Unión Soviética, cuando la Unión Soviética crezca y sea muy grande va a imponer el socialismo a todo el mundo. Ya en la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética hace una alianza con los ingleses: «Nosotros no podemos atacar a los ingleses como comunistas» decía Stalin, contra la teoría de la revolución nacional, pero como Stalin es el que triunfa en esa lucha, se produce eso que se llama la «rusificación» de la Internacional, que se pone al servicio de Rusia. No entienden este fenómeno y marcan como enemigo principal, en aquel tiempo y muchos de ahora también, a ese empresariado industrial, que hoy existe en pequeña medida porque durante las dictaduras de Videla, y Viola y Galtieri, gran parte de esas que podían haber sido burguesías nacionales han dejado de mirar al mercado interno, que es el caso que yo decía de Techint, se han transnacionalizado o han dejado Pérez Companc que se unió al Citibank, la señora de Fortabat que estableció relaciones con el Boston por ejemplo. Estos están conformando una nueva oligarquía, los que pudieron ser burguesía nacional. Gelbard en ese sentido, o Miranda, eran expresiones de un empresariado más o menos nacional, no con demasiada conciencia histórica, no nos olvidemos que a Gelbard le quitan hasta la ciudadanía como consecuencia de su peronismo y que Fidel Castro dice que Gelbard fue un gran amigo y gracias a sus negociaciones Perón rompió el bloqueo de los Estados Unidos.
Acá hay una gran diferencia. La de ahora es una burguesía transnacional, Techint es burgués porque explota y reinvierte, pero es una burguesía transnacionalizada, que no le interesa el mercado interno y no le interesa un frente nacional, que le interesa más bien que haya desocupación para torcerle el brazo a los trabajadores, desde lo que pudo ser una burguesía nacional, en el ‘45 donde todos estos que yo mencioné pudieron ser burgueses nacionales, con el correr del tiempo y frente a la presión norteamericana del año ‘76 especialmente, Martínez de Hoz como expresión del Grupo de Rockefeller, se pasan al otro bando, con lo cual igualmente es necesario un frente nacional, pero un frente nacional distinto con desocupados, con piqueteros, con estudiantes, con pequeños propietarios es decir, un pequeño comercio, por ahí el tipo no tiene mucha claridad pero debería acompañar un movimiento nacional.

* El primer fragmento fue publicado en el diario Página 12, el 7 de mayo de 2005. En el segundo caso, es un fragmento de la nota escrita por Gabriel Martin para la desaparecida agencia Rodolfo Walsh.

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