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Sin ofensa ni temor 32: La causa Malvinas y el pensamiento nacional (1° Pte.)

Columna destinada a mover la cabeza. Si temes hacerlo, no la leas. Reproducimos el muy interesante y rico trabajo de Juan Godoy* publicado recientemente en la revista “Punzó”. En el repasa la cuestión Malvinas desde el pensamiento nacional. Un texto que más que hablar del pasado, nos abre la puerta al futuro. El trabajo fue dividido en dos partes debido a su extensión; seguidamente compartimos la primera; y mañana el tramo restante.
El Editor Federal

“La juventud podrá entender la lucha intelectual de Ugarte, Scalabrini Ortíz, Jauretche, Hernández Arregui, Irazusta, Rosa y otros ilustres argentinos sobre la naturaleza del imperialismo inglés entre el humo de los disparos” Jorge Abelardo Ramos

Colonización pedagógica

En los países que solo tienen una independencia formal, y una realidad dependiente, los mecanismos de colonización pedagógica son fundamentales para sostener, a partir de su invisibilización o justificación, esa situación. Esta colonización pedagógica se manifiesta en las cuestiones más diversas, pero hay algunas en que se apunta a que no existan prácticamente fisuras por su potencialidad en el surgimiento o fortalecimiento de la conciencia nacional, que es lo que la cultura dominante no quiere que aparezca. En este marco, consideramos que, después de la Guerra de Malvinas y aún antes de su finalización aparece un proceso fuerte de desmalvinización que es fruto de la colonización pedagógica, cada tanto fuera del campo nacional y popular, pero también lo hace dentro de dicho campo (sobre todo en el sector del progresismo). En consecuencia, la Causa Malvinas aparece en cierto sentido como un “hecho maldito” del progresismo. Asimismo, podríamos considerar, y relacionados con nuestra temática también el anti-militarismo abstracto y las consideraciones en torno al sindicalismo.
La desmalvinización va de la mano con el pensamiento colonial y una relectura desde la perspectiva del pensamiento nacional, desde su esquema de análisis, nos lleva a una reivindicación más profunda y consecuente en torno a la cuestión. Esto último en tanto la Causa Malvinas es puntal donde se asienta y fortalece la conciencia nacional. Cuando se cristaliza en el sujeto individual y/o colectivo la lesión de la soberanía, se vigoriza el sentir nacional y su defensa.
Malvinas cala profundo en el pueblo argentino, basta recorrer nuestro país y observar pintadas en las paredes, calcomanías en los más diversos objetos y espacios, actos solidarios en torno a la cuestión, tatuajes en todas sus formas, remeras, etc. Es decir, sigue presente lo que supo ver con su profunda mirada sobre las “cosas de la patria” José Hernández cuando afirmó que “los argentinos no han podido olvidar que se trata de una parte muy importante del territorio nacional, usurpado merced a circunstancias desfavorables, en una época indecisa, en que la nacionalidad luchaba aún con los escollos opuestos a su definitiva organización” (2012: 10).
Nuestra intención es hacer una relectura en torno a la temática desde la matriz de pensamiento nacional-latinoamericano para poder avanzar en la ruptura de la colonización pedagógica, y más específicamente, contra la desmalvinización.

Breves apuntes históricos

“Amarillentos papeles te pintan con otra laya. Pero son veinte millones que te llamamos: hermana” Atahualpa Yupanqui

La cuestión Malvinas no tiene tan solo cuarenta años y tampoco se limita a la guerra, sino que hunde sus raíces en lo más profundo de la formación de la conciencia nacional en tanto se vincula a la lucha del pueblo argentino contra el imperialismo inglés. No es nuestra intención aquí hacer la historia de nuestras islas, pero sí aportar referencias para contextualizar mejor el tema. La descontextualización o la obturación de la relación histórica es una de las formas que encuentra la desmalvinización para hacer lugar a su discurso. Revisar la historia y dar cuenta que la Causa Malvinas es de larga data rompe con ese puntal donde se asienta la desmalvinización.

– Primera invasión, reconquista del pueblo y conciencia nacional

Tempranamente Inglaterra demuestra el interés colonialista en nuestro territorio, pues la Invasión Inglesa al Río de la Plata en 1806 y 1807 no es una simple aventura de piratas que los ingleses nos tienen acostumbrados, sino más bien un intento de colonización y de imposición del libre-comercio ligado, entre otras cuestiones, a la pérdida por parte de Gran Bretaña de las colonias del Norte. En este sentido, Miguel Ángel Scenna afirma que “el único propósito del gobierno inglés, en 1806 y 1807, fue anexar el Río de la Plata a su imperio, y convertir la región en colonia británica” (1974: 82). Recordemos que con los refuerzos de Whitelocke vienen para colonizar cantidad de familias, siete pastores y un obispo anglicano. Enmarcando la estrategia general, Marcelo Gullo afirma que “durante la guerra contra napoleón, Gran Bretaña planificó un triple ataque a la América española: por el nordeste desembarcarían en Venezuela, por el sudeste en el Río de la Plata, y por el sudoeste en Chile” (2013: 61).
Afortunadamente, tanto la primera parte de la invasión como la segunda logran ser rechazadas por el pueblo criollo. La primera, comenzada el 25 de junio de 1806 a cargo de Beresford y Popham en las costas de Quilmes, obtiene el apoyo de la clase dominante (siempre lista para “venderse” al invasor), pero mientras las “familias distinguidas” hospedan y cubren de agasajos a los colonialistas, los criollos organizan la defensa “por lo bajo”. Martín de Álzaga y Santiago de Liniers se hacen cargo de la organización que finalmente logra la reconquista de la Ciudad de Buenos Aires el 12 de agosto cuando la bandera pirata es arriada y Liniers, cumpliendo su promesa, entrega a la Virgen del Rosario en la iglesia de Santo Domingo las banderas del regimiento 71º de Highlanders, cuyo comandante Denis Pack también cae preso de los patriotas.
Pero la invasión no termina allí: rendido Beresford, Popham en el río comienza a preparar la segunda parte con los refuerzos de Achmuty, Craufurd y Whitelocke (que es finalmente quien comanda la operación). Esta parte de la invasión, mucho más poderosa (unos doce mil hombres), se inicia a mediados de 1807, y la épica defensa del pueblo lleva a los británicos a la capitulación el 7 de julio. La gesta heroica del pueblo le cuesta la sangre a cerca de dos mil compatriotas (cinco veces más que en la primera reconquista), el 4% de la población. Salvador Ferla asevera que “el pueblo no sabía quién era Adam Smith, pero sí conocía a Morgan, Drake y Cavendish. Buenos Aires peleó por orgullo, por amor propio” (2007: 49). El nombre de los ingleses estaba estrechamente ligado en la conciencia popular a la piratería y así permanece hasta nuestros días.
La invasión no influye como pretenden algunos historiadores liberales pro-británicos en que los invasores en esos días traían el “ideal de libertad” contra España, ¡de qué libertad hablan, si estaban mostrando la más cruda cara del colonialismo! Pero como sabemos a muchos les cuesta decir que los británicos son colonialistas. Lo que sí consideramos es que “la acción que, sin proponérselo, tuvieron las invasiones inglesas, fue provocar una poderosa sensación de autosuficiencia, una orgullosa conciencia de las propias capacidades y, por supuesto, una sólida afirmación de la personalidad política rioplatense” (Scenna, p.116). Aumentar, podríamos decir, la conciencia nacional al oponerse a la opresión extranjera directa.
Esa conciencia no se expresa solamente en el Río de la Plata, sino que aparece en toda Nuestra América. Se cristaliza en las manifestaciones de solidaridad de los pueblos, lo cual se repite en la guerra del 82. En las invasiones de 1806-7 llegan de los pueblos hermanos, pólvora, armas, y otros recursos, “se olvida comúnmente que, en 1806 y 1807, el invasor inglés fue expulsado del Río de la Plata no sólo por porteños sino también por paraguayos, orientales, peruanos y altoperuanos” (Gullo, p.67). El triunfo sobre el invasor se festeja en toda la Patria Grande. Hasta México llega la algarabía popular. Así, en nuestros países se dan multitudinarias manifestaciones, grandes misas y fiestas. La conciencia nacional más bien comienza a ser nacional-latinoamericana. Los pueblos entienden que su suerte y destino está en la unidad, lo que se desarrolla como proyecto político (y termina fracasando), en el periodo de nuestra emancipación.
En las invasiones inglesas también se conforman milicias populares que van a dar nacimiento al Cuerpo de Patricios,cuya primera jefatura es de Cornelio Saavedra. En este marco, Jorge Abelardo Ramos señala que “el pueblo criollo en armas se improvisa en Ejército para combatir la invasión británica. Así nace el Ejército argentino; y la palabra “argentino” se creará por esa misma razón (…) La milicia se hará Ejército y el nativo se hará argentino al nacer ambos para la historia en lucha con Inglaterra” (1968: 15-16). Como se observa, viene de muy lejos la historia de la lucha de nuestro pueblo contra el imperialismo británico, incuso es anterior al período de la emancipación y más aún al de la revolución democrática del 10.

– Los “hilos invisibles” de la dominación

No obstante estos intentos de colonización directa (como también lo será, lamentablemente en forma exitosa para los ingleses, Malvinas), lo que toma fuerza en los mismos días de la invasión al Plata es el famoso memorial que el ministro Robert Stewart, vizconde de Castlereaght, eleva al Gabinete el 1º de mayo de 1807. Ahí se establece otra política de dominación, en tanto considera que la militar es muy onerosa, que es la que se adopta mayormente en Sudamérica, la colonización indirecta. Por eso, Scalabrini Ortíz afirma que “más influencia y territorios conquistó Inglaterra con su diplomacia que con sus tropas o sus flotas. Nosotros mismos, argentinos, somos un ejemplo irrefutable y doloroso. Supimos rechazar sus regimientos invasores, pero no supimos resistir la penetración económica y a su disgregación diplomática” (2001: 43).
Buscar la dominación por la diplomacia, la corrupción, el peculado y, a partir de estas herramientas, lo fundamental: la penetración económica conjuntamente con la cultural. Así, Gran Bretaña cumplirá en el proceso de emancipación de nuestros países, un doble papel: por un lado, presta apoyo de diversas formas a los movimientos revolucionarios, por otro, intentará dos cosas: no permitir que se genere la unidad posteriormente a la emancipación, balcanizando el continente, y procurar imponer a esas “nuevas naciones” el librecomercio, el “primitivismo agropecuario” y la dependencia.

– Otra intervención y resistencia nacional

En 1845, Inglaterra, conjuntamente con Francia (y aliados internos), vuelve a intervenir directamente en el territorio nacional. El objetivo esta vez es abrir la libre navegación de los ríos [1] y segregar la Mesopotamia, ya que dominando los interventores Uruguay y el Paraná, no les sería muy dificultoso disgregar la Confederación, creando un nuevo «estado tapón» (Trías, 1975). Al momento de la intervención armada, Juan Manuel de Rosas, estableciendo una fuerte, decidida e inteligente defensa de la soberanía nacional, rompe relaciones con ambos países, al tiempo que suspende el pago del empréstito[2], medida que hubiese sido absolutamente lógica tomarla en la guerra del 82.
Los ingleses y franceses quieren avanzar por el río Paraná, procurando imponer el “derecho” de ser naciones fuertes. Estallan entonces las batallas de Obligado y Quebracho. En éstas, a pesar de la desproporción de fuerzas, los criollos resisten férreamente, con el ingenio de cruzar en un recodo del Paraná (la Vuelta de Obligado), unas embarcaciones con cadenas, la construcción de cuatro baterías, la utilización de cañones grandes y pequeños, algunos del tiempo de la lucha por la emancipación, en fin, ¡esas armas que habían servido para logra la emancipación política, ahora se usan para evitar la dominación económica! Son poco más de dos mil criollos los que luchan contra la intervención anglo-francesa (250 mueren defendiendo la soberanía nacional, y otros 400 son heridos). Lucio Mansilla los arenga: “¡Miradlos! ¡Allá los tenéis! Considerad el insulto que hacen a nuestra patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país. ¡Pero no lo conseguirán impunemente! ¡Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!” (Mansilla, cit. en Rosa, 1967 46).
Así, no dejan que los gringos se la lleven de arriba, logrando algo fundamental que es, a pesar de la derrota militar, llevar la expedición al fracaso en sus objetivos y como misión comercial[3]. Por eso, José María Rosa afirma que fundamentalmente se da la batalla “para mostrarle a los gringos que en esta tierra nadie se asusta de los Peysar y los Paichans” (ibídem: 44) Más tarde, se obtiene la victoria diplomática, pues con los tratados Arana-Southern (1849) y Arana-Lepredour (1850), se establece la exclusiva navegación nacional de los ríos interiores, y el desagravio del pabellón nacional con 21 cañonazos (Rosa, 1979).
El mismo historiador considera que la Batalla de Obligado es una de las más heroicas de toda nuestra historia, “tan heroica, tan argentina, tan nacionalista, que la historia de la academia (que tiene más de catorce tomos de pavadas) sólo la recuerda con dos líneas de circunstancias y equivoca la fecha. Otra cosa sería si en vez de una batalla por la soberanía hubiese sido un tratado para entregarla, o un empréstito que nos hipotecaba al de afuera” (1967: 46). Valen estas líneas del historiador argentino para pensar a Malvinas en general, más aún la guerra del 82 en particular y la desmalvinización. Cuánto de lo mismo hay en estos “olvidos” y tergiversaciones, se recuerdan más las entregas y a los entregadores (y mayormente desde la reivindicación), que a los patriotas.
Nuestro país luego del proceso de emancipación se va convirtiendo en una semi-colonia de Inglaterra. Más aún, se suele decir que a una derrota le sigue otra mayor, así a Caseros le siguió Pavón y el mitrismo que tiende las bases de la Argentina como semi-colonia británica. Se profundiza esa realidad dependiente y llegamos a la década infame y observamos que toda la estructura económica le pertenece al país imperialista. Esta situación es la que romperá el peronismo a partir del desarrollo de una revolución nacional que nacionaliza la economía, desarrolla la industria y establece las bases de la Argentina soberana[4]. Luego del golpe de estado del 55, la oligarquía procura volver a “acomodar” la situación avanzando en la sumisión neocolonial de la Argentina al imperialismo norteamericano y británico. Vale recordar la frase de Winston Churchill al conocer el golpe de estado del 55: “el derrocamiento de Perón es un hecho tan importante como la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial” (Churchill, cit. en Labaké, 2016: 210).
Nos interesa rescatar, muy brevemente, tres patriadas en relación a las islas y a nuestra reivindicación de la soberanía. La primera refiere al vuelo realizado por Manuel Fitzgerald a Malvinas en 1964, una vez que aterriza en las mismas despliega la bandera patria y entrega un documento donde se reivindican los derechos argentinos sobre las islas. A su vuelta al continente, es recibido con júbilo y “paseado” por las calles de Buenos Aires. El mismo piloto vuelve a hacer un vuelo cuatro años más tarde, esta vez con el apoyo del diario Crónica. Más conocido se hizo el Operativo Cóndor del 28 de septiembre de 1966, donde dieciocho jóvenes peronistas conducidos por Dardo Cabo “secuestran” un vuelo de Aerolíneas Argentinas que se dirigía a Río Gallegos y lo redireccionan a Malvinas. Al descender, despliegan siete banderas argentinas, bautizan el aeropuerto como Rivero y reafirman la soberanía sobre nuestro territorio. Había una intención de hacer una acción armada sobre la casa del gobernador, que al final no se logra realizar ya que por el fuerte viento no llegan a aterrizar cerca, ni de cara a la casa del mismo. Luego de una misa oficiada por un sacerdote de las islas y de cantar el Himno Nacional ese día y al otro con el izamiento de la bandera nacional, son detenidos y remitidos a continente (Manson, 2010; entrevista de Juan Natalizio a Ricardo Ahe, 2017).

Breve crónica de un crimen: la usurpación

“Malvinas, tierra cautiva, de un rubio tiempo pirata. Patagonia te suspira” Atahualpa Yupanqui

Resulta probable que antes de las expediciones de los europeos hayan llegado a las islas pobladores yámanas (restos hallados en las islas lo avalan), sin embargo, a la llegada de los europeos no había una población permanente en las mismas. Durante el siglo XVI, la Corona española recorría el Atlántico Sur, así en 1520 Estevao Gomes[5], que integraba la expedición de Magallanes, descubre la islas y las bautiza como Sansón (el mapa más antiguo donde figuran es de ese año). Otros indicios sostienen que anteriormente Américo Vespucio habría llegado a las islas. Muchos años después, hacia 1690 John Strong en una expedición británica con la nave “Welfare”, hace pie en las islas y las llama Falkland Sound. En 1764, el francés Bougainville bautiza a las islas como Malouines (de ahí Malvinas), y ocupa dicho territorio (se asienta en lo que será Puerto de la Soledad). España protesta y finalmente el francés se retira en 1767 (reconociendo la soberanía española).
Luego del avistaje de Bougainville se produce el de Byron en 1765, asentándose el mismo en el Islote de Saunders (de la Gran Malvina o Malvina Occidental), esta ocupación estuvo a punto de llevar a una guerra entre ambos países en tanto la primera no aceptaba la protesta de la segunda. Finalmente se acuerda en 1790 y Gran Bretaña se compromete a no establecerse en el territorio hispanoamericano. Es importante destacar que estas incursiones británicas, francesas, y también por parte de Holanda eran secretas y que una vez descubiertas España protestaba diplomáticamente[6]. Asimismo, resulta relevante señalar que entre 1767 (primera vez que España se instala oficialmente en las islas con el nombramiento del Gobernador Ruiz Puente), y 1810, las autoridades de Buenos Aires (capital del Virreinato) nombran 28 gobernadores, ratificados por el Rey de España (AAVV, Malvinas: 2011), (Muñoz Azpiri, 1966).
Nuestro país hereda legítimamente el territorio de las Malvinas de España como parte de la integridad territorial luego de la Revolución de Mayo (y de la posterior independencia), “en virtud del principio de derecho internacional universalmente aceptado entonces y ahora, del uti possidetis, el archipiélago pasó a depender de la Junta de Buenos Aires” (Muñoz Azpiri, 1966: 88). En agosto de 1810, la Junta de Gobierno Patrio decreta el envío de determinados individuos a la “Patagonia y Malvinas” (Garro). En 1811, España retira sus autoridades. Es así que en 1820 David Jewett a bordo de “La Heroína” toma posesión de las islas en nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El 6 de noviembre iza por primera vez la bandera nacional en nuestras islas cumpliendo órdenes de Sarratea. A lo largo de la década del 20 los diferentes gobiernos de Buenos Aires designan gobernadores en las islas que dictan leyes sobre la pesca, otorgan concesiones territoriales, sobre el comercio de cueros carnes, etc. En fin, gobiernan un territorio propio. Incluso en 1823 el ministro británico Canning designa como cónsul de Buenos Aires a Woodbine Parish, y en 1825 Gran Bretaña reconoce la independencia Argentina, en ninguno de los dos casos hace alguna referencia a las islas (Caillet Bois. Rep. Muñoz Azpiri, 1966. T III).
En 1829, por un decreto del gobernador Martín Rodríguez, se fija la Comandancia Política y Militar de Soledad con jurisdicción en las Malvinas e Islas adyacentes al Cabo de Hornos, designando, por disposición de Juan Lavalle, a Luis Vernet como Comandante (Rosa, 1979). A partir de ese mismo año, podemos establecer que Gran Bretaña recrudece su interés en las Malvinas, ya que el oficial de Marina W. Langton le escribe al parlamento británico la conveniencia de establecer una colonia allí. Ricardo Caillet Bois (Rep. Muñoz Azpiri, 1966. T III) destaca la necesidad de los británicos de establecer una base para sus navegaciones en el Atlántico Sur, sobre todo por entonces, a la colonia que había fundado en Tasmania (Gran Bretaña transportaba miles de colonos, recordemos que en la colonización había masacrado a la totalidad de la población).
En 1831, se produce el «incidente Lexington”, un buque norteamericano capitaneado por Silas Duncan que llega a Malvinas sobre fin de ese año, con motivo del apresamiento por parte de nuestro país del buque Harriet que se había negado a obedecer las órdenes de Vernet de frenar la actividad pesquera ilegal por la cual el gobernador (haciendo uso de sus facultades), la captura. La Lexington llega a nuestras islas, apresa a las autoridades y a casi toda la población, saqueando y destruyendo las instalaciones antes de irse a Montevideo. Este atropello y violación a la soberanía nacional (que quedará impune), y que según considera Alfredo Palacios, deja nuestras islas como “tierra de nadie” (Palacios. Rep. Muñoz Azpiri), es aprovechado por los británicos quienes inmediatamente envían la fragata de guerra “Clío” comandada por John James Onslow que ocupa nuestro territorio el 3 de enero de 1833. Los británicos siguen la política exterior caracterizada por el Primer Ministro Palmerston, quien le otorga rango de doctrina nacional al principio por el cual Gran Bretaña establece su “derecho” de intervenir en cualquier lugar del planeta para imponer sus intereses y el libre comercio, incluso mediante la utilización de buques de guerra (D’Atri. Rep. Muñoz Azpiri, 1966. T III). Por eso, los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta expresan que si Inglaterra “había asegurado la independencia argentina (en 1825), era sin duda respecto de otros estados, no de ella misma” (Irazusta, 1934: 55).
José María Pinedo, que había llegado en la goleta de guerra “Sarandí”, eleva por escrito una tibia protesta, pero no resiste militarmente como le indicaba la orden con que fue enviado a las islas[7]. Onslow lo intima a retirarse en 24 horas. Muy diferente será la defensa de la soberanía nacional (en circunstancias que podemos considerar en varios puntos similares), cinco años más tarde emprendida por un grupo de patriotas liderados por Jerónimo Costa en la Isla Martín García contra la intervención francesa.
La “cobardía” de Pinedo (de las familias tradicionales, pro-británicas, de la Argentina), es salvada por el accionar de los sectores trabajadores de las islas, comandados por el gaucho patriota entrerriano Rivero (patriada que la Academia Nacional de Historia “dictaminó” como un motín de simples asesinos[8]), quienes se repliegan para resistir la ocupación, y el 26 de agosto de 1833 se rebelan, toman la Comandancia y asesinan a Dickson, Simón y Brisbane, colaborador de Vernet, que se había pasado del lado británico (y comenzado a explotar a los anteriores y legítimos habitantes). El gaucho Rivero arría la bandera pirata y manda a izar la nacional. Permanece a cargo de las islas, esperando refuerzos, durante cuatro meses. A comienzos del otro año, los británicos son los que mandan refuerzos y esta vez los patriotas no pueden resistir[9] (Almeida, 1972), Rápidamente, el gobierno nacional realiza la protesta diplomática por la ocupación colonial, a través de un documento escrito por Manuel Moreno[10]. César Quirós, en la misma línea que José Francisco Ugarteche, sostiene que al momento de la ocupación envía al Ministro de Guerra de Balcarce (Enrique Martínez), una nota procurando convencerlo de la necesidad de reivindicar y retomar el control de las islas lo más rápido posible enviando refuerzos a las mismas, y considera que “el gobierno pudo y debió retomar las Malvinas” (Quirós. Rep. En Muñoz Azpiri, 1966. T III: 396).
Consumada la ocupación británica, José Luis Muñoz Azpiri (1966) afirma que la nación que se solidariza rápidamente con nuestro país es Bolivia. La doctrina lanzada por James Monroe tiempo atrás, que “supuestamente” era una forma de defensa contra cualquier ataque extra-continental, claramente no “funcionó”, como tampoco “funcionará” para el caso norteamericano, con el TIAR en el 82. “América para los Americanos” era el lema, cuando en realidad debería haber sido “América Latina para los Norteamericanos”. Cuando el 16 de enero la noticia llega al continente, hubo una “enorme indignación de la masa popular” (Caillet Bois. Rep. Muñoz Azpiri, 1966. T III: 41). Ese pueblo no podía reaccionar de otra forma al enterarse de la “nueva intromisión” y afrenta a la soberanía nacional si un cuarto de siglo atrás había expulsado heroicamente a los piratas del Río de la Plata. Incluso, ya anteriormente, cuando el avasallamiento yanqui con la Lexington, anota Norberto D’Atri que “un sentimiento de indignación general sacudió a toda la ciudad cuando se tuvo noticia del atropello norteamericano contra nuestra soberanía” (D’Atri, op cit, p. 122).
Este repaso muestra algo evidente pero que muchas veces, y desde la desmalvinización es patente, que la historia de Malvinas y de nuestra lucha contra Inglaterra viene de mucho más atrás que la guerra del 82. Al mismo tiempo, enmarca la cuestión en un contexto más amplio de las formas de dominación, colonización y explotación del imperialismo británico sobre nuestro país. Por último, da cuenta de diferentes formas de resistencia y triunfos sobre la opresión echando por tierra la autodenigración de lo nacional. En este sentido, la idea del “borracho” que decidió emprender una aventura sin sentido se oscurece. Así, Malvinas ya no es solo la “idea loca” de la dictadura, sino un reclamo legítimo del pueblo argentino desde hace casi dos siglos.
Al respecto, Julio Cardozo argumenta que la desmalvinización elaboró “el punto del vista del loco”: “a la sombra de esa idea repetida hasta el cansancio que el país ‘fue arrastrado por la locura de un general borracho a una guerra absurda con el solo fin de perpetuarse en el poder’, se ha producido, en la Argentina, una de las operaciones discursivas más perniciosas de nuestra historia contemporánea” (Cardozo, en AAVV, 2011: 199).

– ¿De qué territorio hablamos?

En relación a la ocupación británica de las Malvinas, vale destacar que nos referimos a un territorio mucho más grande que el de las Malvinas en sí. Lo que los británicos ocupan desde 1833 son unos tres millones de km2 (tengamos en cuenta que todo el territorio nacional son poco más de 10 millones de km2, contando espacios terrestres, continentales, insulares y marítimos). También resaltamos la proyección sobre el sector Antártico Argentino. Así, el Congreso Nacional reconoce por ley que las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, conjuntamente con la Antártida Argentina son una unidad geográfica, histórica y jurídica de nuestro país (que entonces tiene un carácter bicontinental), y forman parte de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. El archipiélago está ubicado a 346 kilómetros de la Isla de los Estados en el extremo sur de Tierra del Fuego, y a 14.000 de Londres (AAVV, Malvinas: 2011).
La soberanía argentina sobre las islas es “reconocida” directa o indirectamente hasta por varios autores británicos y hechos producidos por políticos de ese imperio, como la Enciclopedia Británica que establece que “forman esencialmente una parte de la Patagonia, con la que están geológicamente conectadas por una plataforma submarina”, o bien el Atlas del Instituto de Geografía de Londres que ve las islas “como posesiones británicas, adquiridas en 1833”, también podemos recordar al Gobernador usurpador de nuestras islas que festejó el centenario de la colonia británica en Malvinas en 1933, inaugurando un monumento que establece también el dominio de cien años (Pondal. Rep. Muñoz Azpiri, 1966. T III).
Para tener el marco general, debemos observar que Gran Bretaña entre los siglos XVI y XX llega a ocupar 33 millones de kilómetros cuadrados. Un quinto de la superficie planetaria. Llegando a tener bajo su égida a más de 450 millones de personas (AAVV, Malvinas: 2011).

* El autor es Licenciado en Sociología y docente universitario.

Notas

[1] Aquí aparece la falacia, y la “doble vara”, pues mientras los ríos de los países atacantes son de su exclusiva soberanía, se considera que los de los países débiles son de libre navegación. De ahí que Arturo Jauretche considera en este marco a la libre navegación de los ríos interiores como una zoncera donde se presenta el fracaso, o la derrota como victoria. De esta forma, mientras nosotros presentamos la prohibición de la libre navegación de nuestros ríos como una derrota (como el caso del triunfo diplomático de Rosas), las potencias coloniales la cuentan entre sus victorias, (como en el caso de la Guerra de la Triple infamia contra el Paraguay). (Jauretche, 2004)
[2] Se trata de 5 mil patacones que eran girados por el arreglo Falconnet. (Rosa, 1979)
[3] El Libertador José de San Martín le ofrece a Rosas sus servicios, que aunque sostiene que “serían inútiles, sin embargo demostrarían que en la injustísima agresión y abuso de la fuerza de la Inglaterra y la Francia contra nuestro país, éste tenía aún un viejo defensor de la honra e independencia”. Y cuando Guido le comenta la fuerte y patriótica defensa en Obligado le contesta: “Ya sabía la acción de Obligado; ¡qué iniquidad! De todos modos los interventores habrán viso por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca. A un tal proceder no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuere la suerte que nos depare el destino, que en íntima convicción no sería un momento dudosa en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá sobre nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda, que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España”. (cit. Rosa, 1979: 216) Recordemos también que el Libertador le lega el sable que lo acompañó en las luchas por la emancipación a Juan Manuel de Rosas por la defensa de la soberanía nacional.
[4] En relación a Malvinas y también a la Antártida Perón les da un lugar primordial, con un despliegue de políticas concretas que apuntan a reivindicar la soberanía nacional, que no desarrollamos aquí por una cuestión de espacio, no obstante recordamos en vinculación a la conciencia nacional en relación a las Islas que por ejemplo durante el peronismo, más específicamente el 17 de mayo de 1954, el Ministerio de Educación fija una “Semana de las islas Malvinas y la Antártida” que se celebra entre el 10 y el 16 de junio. En el calendario escolar queda fijada con la inscripción “Las Malvinas son Argentinas”. (Muñoz Azpiri, 1966) Margaret Thatcher dirá cuando la guerra en relación al peronismo que “la culpa de esta guerra la tiene Perón, porque le metió a los argentinos en la cabeza que las “falkland’s son argentinas”. (Thatcher. Cit. Labaké, 2016: 210) Más allá de lo que diga la criminal Thatcher, que las Malvinas más allá de cualquier aspecto son Argentinas y que las causas de la guerra responden principalmente al interés británico como vimos a lo largo del texto, habría que analizar cuánto del estallido popular por la recuperación de las Islas en abril del 82 se le debe a este tipo de políticas de malvinización. Generaciones de compatriotas que van dando cuenta de la ocupación, la lesión de la soberanía, y necesidad de recuperación de nuestro territorio.
[5] Juan Aguirre Lanari argumenta que si no hubiera sido Gomes el descubridor sería Francisco de Camargo quien las cita en su libro de bitácora en 1539, aun mucho antes que las avistaran Francis Drake y William Cavendish. (Lanari. Rep. en Muñoz Azpiri, 1966. T III)
[6] En el caso de las controversias entre Inglaterra y España, José Luis Muñoz Azpiri, documenta las primeras tres: la primera de 1748 a raíz que George Anson en una publicación sugiere que Inglaterra debiera proveerse de un fondeadero en el archipiélago. La segunda, en 1767 con motivo de la ocupación de 1764 de la Bahía de Anunciación. Por último, la tercera en 1770-71 por la toma de las islas por los británicos en 1765. No obstante, finalmente “Inglaterra reconoce el derecho español a las islas. Es el primer gran testimonio con que contamos para fundamentar los títulos argentinos” (Muñoz Azpiri, 1966: 54). El título de posesión de las islas de España venía de una bula papal, de los tratados internacionales firmados, y también de la continuidad con el continente.
[7] Las instrucciones indicaban “nunca se rendirá a fuerzas superiores sin cubrirse de gloria en su gallarda resistencia (…) el Comandante de la “Sarandí” no podrá retirarse de las islas Malvinas mientras no le fuere orden competente para efectuarlo” (Cit. Muñoz Azpiri, 1966: 101). Pinedo es juzgado con penas muy leves, suspensión de cuatro meses y prohibición de estar al mando de buques. No obstante en 1834 es reincorporado a la Marina. Hay que tener en cuenta para comprender la gravedad que, como cuenta Muñoz Azpiri al año de fallecer el muy longevo Pinedo “Tomas Bayard comunicó al Ministro argentino en Washington, Vicente Quesada, que el jefe argentino en las Malvinas no había ofrecido resistencia al pretendido usurpador, lo cual significaba en lenguaje diplomático que no consideraba tierra suya el suelo que pisaba. un solo cañonazo de la “Sarandí” hubiese disipado este equívoco (…) el proceso (contra Pinedo), reproduce acusaciones contra el inculpado de este tipo: “haber entregado” las Malvinas; “permitir ignominiosamente arriar el pabellón de la República” (…) Este vocabulario madrigalesco desmiento la imputación de Bayard” (Muñoz Azpiri, 1966: 103). También desmiente la acusación las instrucciones y demás que llevaba Pinedo, donde queda claro sabía era tierra nacional.
[8] El Dictamen de la Academia Nacional de Historia es del año 1966, y es reproducido en Muñoz Azpiri, 1966: 567-569.
[9] Se piensa, aunque no hay pruebas documentales finales, que luego de ser juzgado en Gran Bretaña, y liberado, vuelve al Plata y muere combatiendo por la soberanía nacional en Obligado.
[10] Vale recordar que durante su segunda Gobernación Juan Manuel de Rosas hace una consulta a Gran Bretaña, a través de Manuel Moreno, acerca de la posibilidad de “canjear” la deuda con la banca Baring Brothers (que venía de la época del pro-británico Rivadavia), por las Malvinas. A pesar que la historiografía anti-rosista quiso ver esto como una muestra de “falta de patriotismo” de Rosas, la intención es obtener un reconocimiento de nuestra soberanía, y luego no llegar al acuerdo, pues nadie podría “vender” lo que no es suyo (Galasso, 2008).

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Fuente: Revista Punzó

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