Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. El 24 de junio de 1829 se firmó el denominado “Pacto de Cañuelas” entre Juan Manuel de Rosas y Juan Lavalle. Fue un intento por acercar posiciones tras los acontecimientos de la denominada “Revolución de Diciembre” y el fusilamiento de Manuel Dorrego.
El Editor Federal
Luego de la revolución del 1° de diciembre de 1828 y del fusilamiento del gobernador Manuel Dorrego el 13 de diciembre de 1828, quedan enfrentados los federales y unitarios, representados los primeros por Estanislao López en Santa Fe y Rosas en la provincia de Buenos Aires, (a cargo de la comandancia del ejército en dicha provincia) y los segundos por Lavalle y los “decembristas” unitarios que intrigaron para el fusilamiento de Dorrego.
Pese a los atropellos unitarios, rechazado Lavalle en Santa Fe y boicoteado por los habitantes de la campaña, Lavalle siente la presión de los federales y la firmeza de Rosas, hasta que el 24 de junio se firma la convención de Cañuelas.
En la misma se establecen siete artículos públicos que reconocen la situación de los partidos beligerantes y estipulaban la elección de un nuevo gobierno, y un artículo secreto que era condición sine qua non de los públicos, y que establecía lista común de nuevos diputados y a determinados nombres para los cargos de gobernador y ministros.
Texto del Pacto de Cañuelas
El general Don Juan Lavalle, Gobernador y Capitán General Provisorio de la Provincia de Buenos Aires, y el Comandante General de Campaña, Don Juan Manuel de Rosas a efecto de poner término a los disturbios que han afligido a la Provincia, y restablecer en ella el orden y la tranquilidad desgraciadamente perturbados, han convenido en los artículos siguientes.
Artículo 1. Cesarán las hostilidades, y quedarán restablecidas, desde la fecha de la presente convención, todas las relaciones entre la ciudad y la campaña.
Artículo 2. Se procederá a la mayor brevedad posible a la elección de Representantes de la Provincia con arreglo a las Leyes.
Artículo 3. Quedando, como queda, el Comandante General Don Juan Manuel de Rosas, especialmente, encargado de mantener y conservar la tranquilidad y seguridad de la campaña, tomará todas las medidas que juzgue convenientes, y proveerá, con noticia del Gobierno los empleos establecidos por las Leyes y los que, atendidas las circunstancias extraordinarias, creyese necesario para el régimen y policía de ella hasta la instalación del Gobierno permanente; debiendo ser auxiliado por el Gobierno Provisorio con los recursos de todo género necesario para este servicio.
Artículo 4. Verificada que sea la elección del Gobierno permanente, el Gobernador provisorio Don Juan Lavalle y Comandante General Don Juan Manuel de Rosas, le someterán las fuerzas de su mando.
Artículo 5. El Gobierno de la Provincia reconocerá y pagará las obligaciones otorgadas por el Comandante General Rosas para el sostén de las fuerzas de su mando.
Artículo 6. Los jefes y oficiales de línea y de milicias que han estado a las órdenes del comandante general don Juan Manuel de Rosas, tienen opción a los goces que les correspondan en sus respectivas clases.
Artículo 7. Ningún individuo de cualquiera clase y condición que sea será molestado ni perseguido por su conducta u opiniones políticas anteriores a esta convención; las autoridades serán inexorables con el que de palabra o por escrito contravenga a lo estipulado en este artículo.
En fe de lo cual y para hacer constar nuestro acuerdo, firmamos y ratificamos la presente convención, que consta de siete artículos, en dos ejemplares de un tenor en las Cañuelas, estancia de Miller, a veinte y cuatro días del mes de junio del año de Nuestro Señor, de mil ochocientos veinte y nueve.
Juan Lavalle – Juan Manuel de Rosas
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Inmediatamente del pacto se establece una correspondencia entre los jefes militares, y al mismo tiempo se inicia – o continúa -, la intriga unitaria para manejar la voluntad y volatibilidad de Lavalle, “la espada sin cabeza”.
El 14 de julio de 1829, Rosas, fiel a su proceder de cumplir la palabra empeñada le contesta con visión política y animo conciliatorio una carta a Lavalle, en la siguiente forma:
Cañuelas, Julio 14 de 1829
Señor Don Juan Lavalle.
Mi apreciado amigo:
Tengo a la vista su apreciable del 9 del corriente. Habría querido anticiparme a contestarla, pero el cúmulo de tantas atenciones que pesan sobre mí para nada me dejan tiempo, por más que me esfuerce a economizarlo. Hoy recién me es posible llenar en aquella parte; y así me contraeré a contestar cada uno de los que Vd. toca.
El regreso de Olivera me fue tanto más satisfactorio, cuanto que anhelaba por saber el resultado de los asuntos de que fue encargado. Tal es mi posición, que nada de lo que tiende a facilitar el desenlace de nuestros acuerdos, deja de obrar del modo más activo sobre mí, por remotas que sean las relaciones que lo liguen a aquél. Felizmente, a proporción que el tiempo transcurra, se remueven los obstáculos; y no podría ser menos cuando la buena fe y la sinceridad son él alma de nuestros procedimientos.
Yo no desconozco las dificultades que hasta cierto punto habrá ofrecido la total remisión del dinero; pero es preciso también que vuelva Vd. la vista sobre mi posición y no olvide Vd. un solo instante los fuertes compromisos que me ligan.
Ellos sin duda me dan un derecho a exigir de Vd. algunos sacrificios; yo no creo me los rehúse. Sobre el particular Olivera, que volvió a ésta, le habrá hablado a la fecha con alguna extensión.
La retirada de los cantones me ha sido satisfactoria, pues que ella sin duda es el mejor testimonio de la recíproca confianza que nos anima, confianza que es preciso hacer sentir a todas las clases, por todas las medidas posibles, para hacer más asequibles los grandes y justos objetos de nuestros propósitos. Yo nunca perderé la ocasión de hacerlo por mi parte contando con su reciprocidad. Desde antes lo he acreditado con el desprendimiento que he hecho de una parte considerable de las fuerzas de mi mando. Por la parte del sud sólo he conservado las partidas necesarias a la conservación del orden. Por la del norte no pudo hacerse al mismo tiempo, porque antes era preciso darles algún auxilio, y por otra parte mis atenciones no podían permitirme una costosa contracción a este particular. Estas partidas han debido ir siempre con un documento de los comandantes respectivos para acreditar su procedencia; pero después de la indicación que Vd. me ha hecho, he librado yo mismo aquellos documentos.
La remisión de las tercerolas y demás de que Vd. me habla, es ciertamente urgente. Vd. sabe mis circunstancias y sabe también lo que indispensablemente exige mi posición. Así es que espero ver realizadas las sinceras demostraciones de sus deseos laudables. Don Flipe Arana está encargado de recibir estos artículos lo mismo que el dinero, y sería conveniente fuesen puestos en algún lugar de los suburbios, adonde remitiré inmediatamente carretas que los conduzcan aquí, pues de este modo se facilitará su transporte. Olivera ha sido también encargado de hablarle sobre estos puntos, lo mismo que sobre los de San Nicolás y otros.
Las opiniones de Vd. relativas a los negocios de Santa Fe me han sido plenamente gratas. Con tales disposiciones de cuya sinceridad estoy bien penetrado, no puede absolutamente vacilarse sobre el logro de nuestros objetos. Ellas además facilitarán el desenlace del plan general a cuyo fin es preciso cooperar por todos los medios.
Al gobernador López le he escrito recién, porque hasta ahora nada había hecho por falta de tiempo. Don Luis Dorrego saldrá pronto para Santa Fe, y va encargado de allanar los inconvenientes que pudieran ofrecerse y preparar el camino para la obra que hemos meditado, en que tanto se interesa la paz y salud pública.
La remisión total de los indios que han quedado es para mí de interés, si el que Vd. ha tomado también es para que se llenen sus órdenes al respecto. Chávez irá a esa para el efecto.
Él le hablará a Vd. sobre esto, y sobre el hijo del cacique Cachúl, en cuyo envío me intereso especialmente. El mismo Chávez sabe la casa en que se halla, pues lo vió aunque después se lo escondieron.
Por lo demás, amigo, con que pone Vd. término a su carta yo no puedo contestarle sin sentir al mismo tiempo una completa satisfacción.
Los sentimientos que Vd. me manifiesta, son sin duda los que yo siempre esperé y los que tienden del modo más positivo a preparar el desenlace que hace el objeto de nuestras aspiraciones. Pero al mismo tiempo es preciso proceder en este importante negocio, con todo el pulso, madurez y circunspección, tan indispensable en casos semejantes. Yo no dudo que el primer paso que debe darse en esta carrera, es, poner término a las disensiones que agitan los espíritus y amalgamar si es posible hasta los sentimientos. Sin embargo, esta obra sobrado difícil, sólo es de librarse al tiempo, y a una prudencia muy circunspecta. Para ello es preciso, es indispensable, proceda un examen prolijo de las personas. Nada es más difícil, sino imposible que lograr una perfecta unión entre las grandes masas, a quienes por lo mismo que las agitan sentimientos diversos, debe siempre suponérseles disposiciones opuestas. Examínense los individuos, establézcase una distinción real entre aquellos a quienes favorecen disposiciones favorables, y los que por el contrario no los tienen. Constitúyase una liga fuerte y vigorosa entre los primeros, por manera que empleen sus talentos no sólo en favor de los grandes objetos a que son dirigidas nuestras aspiraciones, sino aún, a reprimir los conatos, los esfuerzos que llevan una dirección contraria, con que no dejarán de oponerse los hombres constituidos fuera de aquel circulo. Hágase esto y todo se ha logrado.
La exclusión por una parte, la imposibilidad por la otra, de satisfacer viles pasiones, irán poco a poco y por grados insensibles disminuyendo el círculo de los malos y aumentando en proporción el de los verdaderos amantes del país. De todos modos esta empresa será obra del tiempo y los sucesos. No hay que forzar el primero, ni anticipar los últimos, porque entonces el aborto de la empresa es un consiguiente.
Por lo demás no hay la menor duda; nuestra amistad, nuestra mutua confianza, debe ser el primer modelo que haya de ofrecerse. Si felizmente convenimos en ideas y en sentimientos, si la prosperidad de nuestra patria es el gran término de nuestros deseos ¿qué puede separarnos? Nada y nada. Así lo siento y así lo espero. Es preciso pues trabajar en ese sentido; yo no dejaré de hacerlo contando con la reciprocidad de que estoy seguro.
Basta por ahora, mi amigo; y al concluir, permítame le reitere los sentimientos de afecto, amistad y consideración con que es suyo.
Juan Manuel de Rosas
Es evidente la actitud conciliadora de Rosas, y la voluntad de cumplimiento de lo pactado. Estas confiadas expansiones, que no hacían más que corresponder a las de Lavalle, cesaron de pronto al producirse el impasse de las elecciones.
La parte más importante de las estipulaciones de junio era el artículo secreto por el cual los dos contratantes habían convenido auspiciar una lista mixta de diputados, y a determinados nombres para los cargos de gobernador, ministros, etc., siendo condición sine qua non de los tratados públicos el cumplimiento del artículo único secretamente acordado.
Pero como de costumbre la intriga unitaria no cesaba, y de regreso en la ciudad sus amigos dijeron a Lavalle que había sido burlado, que la lista convenida para formar la nueva legislatura daría enorme ventaja a los federales, y que los candidatos para los primeros puestos del gobierno eran criaturas de Rosas o caerían fácilmente bajo su influencia.
El jefe revolucionario fue presionado por su círculo para que dejase sin efecto lo pactado. Después de resistirse algún tiempo, Lavalle cedería a la presión escribiendo a Rosas una carta, el 16 de julio, en que le abre su pecho, arguyendo la necesidad de reconsiderar lo estipulado solemnemente.
«Yo tengo la desventaja de no conocer las personas” – decía Lavalle en su carta- «y por lo tanto no preví este grave inconveniente».
Era verdad, pero ¿cómo podía su contratante renunciar a la ventaja que de ello resultaría? ¿Dónde se ha visto que un negociador alegue ignorancia sobre lo que trató, para solicitar reconsideración de lo convenido?
Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
Irazusta Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas. t.I.p.220
Ravignani, Emilio, Asambleas Constituyentes Argentinas, Tº VI, 2º parte, pág. 191. (extraído de Constitución Web).
Röttjer, Aníbal Atilio –Vida del prócer argentino Brig. Gral. Don Juan Manuel de Rosas.
Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina.
Fuentes: La Gazeta Federal y Portal Revisionistas