Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. El 25 de junio de 1806, los ingleses invadían Buenos Aires. Más allá de los anuncios pomposos de la prensa británica, los criollos adictos y la huida del Virrey, la Reconquista estaba en marcha.
El Editor Federal
El miércoles 25 de junio de 1806, Beresford y Popham desembarcaron en las costas de Quilmes. El virrey Rafael de Sobremonte, advertido del inminente desembarco, había huido el día antes a Luján y, de allí, a Córdoba. Fueron 1.635 los hombres que, el viernes 27, entraron a la ciudad. Avanzaban por la calle de Santo Domingo (hoy Defensa), marcando el paso y luciendo sus kilts, o “polleritas cortas”, como las describiría Mariquita Sánchez de Thompson. Eran los highlanders del Regimiento 71 de escoceses.
A las 3 de la tarde, tomaron posesión del fuerte de Buenos Aires. Llovía sobre la ciudad indefensa. No fue difícil, para los invasores, reducir a la guardia de la casa virreinal. Pero no fue una conquista incruenta: en el suelo quedaron un muerto y doce heridos. A la mañana siguiente, en el fuerte, no flameaba la bandera roja y gualda de España, sino la tricolor Union Jack. La enseña británica fue saludada con 21 cañonazos, disparados desde el fuerte y respondidos, desde el río, por la fragata Narcissus –el buque insignia, al frente del cual había arribado Popham– y los otros barcos de la expedición británica.
El “Excelentísimo Señor Mayor General, Comandante en Jefe y Gobernador de Buenos Aires, William Carr Beresford” designó como “Comandante de la Guarnición” al teniente coronel Denis Pack, jefe del Regimiento 71 de escoceses. El domingo, los vecinos se agolpaban para leer un bando de los invasores, que prometía respetar la religión católica y otorgar los beneficios del libre comercio.
El lunes 15 de setiembre de 1806 el periódico The Times de Londres publicó la noticia de la captura de Buenos Aires:
“Es con gran placer que hacemos saber a nuestros lectores que en La Gazeta Extraordinaria del Sábado último se anuncia la rendición de Buenos Aires a las armas británicas. Esta conquista es de la mayor importancia por sus valores intrínsecos, pero lo es aún más por las circunstancias que la han rodeado, y por el muy crítico momento en el cual llega a conocimiento del público británico y de Europa. No puede caber duda que el conjunto de la colonia de La Plata seguirá el mismo destino que Buenos Aires; y por las lisonjeras esperanzas ofrecidas a los habitantes en la proclama del General Beresford, ellos verán que es en su verdadero interés convertirse en colonia del Imperio Británico.
Las circunstancias que han rodeado este suceso honran en alto grado el nombre de Gran Bretaña, y el carácter de nuestro valiente Ejército. Allí, como en Cabo de la Buena Esperanza, el enemigo ha abandonado sus excelentes posiciones al percibir las tropas británicas avanzando resueltamente a la carga. La captura del Cabo de la Buena Esperanza, sin embargo, fue efectuada por una expedición evidentemente adecuada al objeto. La captura de Buenos Aires, en cambio, fue hecha por una fuerza muy inferior, descansando solamente en el coraje.
El total del cuerpo de tropas, infantes y marinos británicos que desembarcó no sumaba 1.700 hombres. Los españoles, en número de 2.000 de acuerdo con el General Beresford (o 4.000, según la magnificación de Sir Home Popham), estaban firmemente establecidos en las alturas y el único modo de aproximarse a ellos fue atravesando una ciénaga. El enemigo también tenía, como en la batalla de Maida, pleno conocimiento de la inferioridad de la fuerza que los atacaba. El General Beresford afirma que “el enemigo, desde su posición, podía haber contado cada uno de los hombres que teníamos”. No obstante todas esas ventajas, no quisieron aventurarse a esperar el ataque de las tropas británicas, y abandonaron la ciudad de Buenos Aires dejando en ella un ejército inferior.
El país se yergue sobre sus fundamentos mucho más orgullosamente que cuando comenzó la negociación con Francia. En Calabria, la excelencia y superioridad de las tropas británicas fue demostrada al enemigo y a toda Europa. Mediante nuestro éxito en La Plata, donde un pequeño destacamento británico ha tomado una de las mayores y más ricas colonias de España, Bonaparte debe estar convencido de que nada sino una rápida paz puede impedir que toda Hispanoamérica le sea arrebatada a su influencia, y puesta bajo la protección del Imperio Británico. ¿Hacia qué región del mundo habitable podría él mirar entonces en busca de “barcos, colonias y comercio”?
Hay otra circunstancia que rodea este éxito que distingue a nuestro Ejército, tanto por su generosidad como por su coraje y disciplina. Mientras que los ejércitos franceses saquean y destruyen todo país (hostil, amigo o neutral) en el cual ponen las plantas de sus pies, los ejércitos británicos dejan, aun a sus enemigos, la riqueza que las leyes de la guerra hacen suyas. Esta generosidad y moderación impares sin duda harán que los habitantes de las colonias españolas deseen estar unidos a Gran Bretaña. Merced a tal unión nosotros deberíamos tener un infalible mercado para nuestros productos, y nuestros enemigos estarían privados por siempre de agregar los recursos de aquellos ricos países con el fin de importunarnos”.
Cuando esta noticia apareció en el diario londinense, ya hacía 34 días que, en Buenos Aires, había caído Beresford. La información, en la época, viajaba en barcos de vela.
La generosidad y el desprendimiento proclamados por el Times de Londres fueron desmentidos, en Buenos Aires, por la inmediata confiscación de bienes. Con la expedición había llegado Robert Fernyhough, un miembro de la Armada real que, tanto en su diario íntimo como en despachos que envió a Londres, dejó pruebas del espíritu con el cual llegaron aquellos expedicionarios. Antes de partir de Ciudad del Cabo, había escrito en su diario: “El objeto de nuestra empresa es debilitar los recursos pecuniarios de España”. Luego, ya en Buenos Aires, envió este despacho a Londres:
“Esperamos quedarnos aquí hasta que lleguen refuerzos de Inglaterra, dado que con nuestra pequeña fuerza no se puede hacer mucho más. El premio en dinero será considerable y ya el Narcissus, que lleva estos despachos, transporta a Inglaterra 1.086.000 dólares, equivalentes a 30 toneladas de plata. El total de la captura hace unos 3.500.000 dólares”.
Sobremonte se había llevado consigo una parte del tesoro virreinal. Una compañía del Regimiento 71, enviada a seguir sus pasos, recuperó en Luján 631.684 dólares. Un francés al servicio de la Armada española, Santiago de Liniers, el vasco Martín de Álzaga y el criollo Juan Martín de Pueyrredón ya habían comenzado a planear la reconquista.
Fuente: Portal Revisionistas