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Columna que existe para difundir y divulgar hechos y reflexiones sobre la historia, desde una visión, federal, popular y latinoamericana. Mañana, 2 de enero se cumplen 191 años que la corona de Gran Bretaña invadió nuestras islas Malvinas y la zona aledaña de nuestro Atlántico Sur. Compartimos dos trabajos al respecto, publicados oportunamente en los portales La Gazeta Federal y Revisionistas.

El Editor Federal

Un relato de la invasión

El 6 de noviembre de 1820 David Jewett, comandante de la “Heroína”, tomó posesión de las Islas Malvinas en nombre del gobierno de las Provincias Unidas de Sudamérica, y puso el hecho en conocimiento público mediante una circular. (1)  Disuelta la unidad nacional, la provincia de Buenos Aires otorgó en 1823 a Jorge Pacheco el usufructo de la isla Soledad o Malvina del Este.  El mismo año designó al capitán de milicias Pablo Areguatí comandante de las islas. (2)

En 1828 concedió a Luis Vernet –que había sido el promotor de estas gestiones y era socio de Pacheco- “todos los terrenos que en la isla de la Soledad  resultaren vacos”, con ciertas excepciones y bajo el compromiso de establecer allí una colonia que gozaría del derecho de pesca en todo el archipiélago. (3)  Y el 10 de junio de 1829, por último, el gobierno de Buenos Aires, presidido entonces por Martín Rodríguez, expedía el decreto disponiendo que “las islas Malvinas, serán regidas por un comandante político y militar”, el cual debía residir en la isla de la Soledad y cuidar en esas costas “la ejecución de los reglamentos sobre pesca de anfibios”. (4)

Los fundamentos de este decreto expresaban que España había tenido la posesión material de esas islas, “Hallándose justificada aquella posesión por el derecho de primer ocupante, por el consentimiento de las principales potencias marítimas de Europa, y por la adyacencia de estas islas al continente que formaba el virreinato de Buenos Aires, de cuyo gobierno dependían.  Por esta razón, habiendo entrado el gobierno de la República en la sucesión de todos los derechos que tenía sobre estas provincias la antigua metrópoli, y de que gozaban sus virreyes, ha seguido ejerciendo actos de dominio en dichas islas, sus puertos y costas”.

Entretanto, la empresa dirigida por Luis Vernet, nombrado gobernador el mismo día, había iniciado la colonización de las Malvinas.  Varias expediciones llegaron al archipiélago hasta que Vernet se instaló allí en julio de 1829 y –no sin superar enormes dificultades- logró asentar una población de un centenar de personas. (5)

No hemos de detenernos en recordar el desarrollo y las vicisitudes del establecimiento formado por Vernet con autorización del gobierno argentino.  Nos interesa más especialmente destacar el proceso que condujo a la usurpación inglesa.

Al conocer el decreto del 10 de junio de 1829, el encargado de negocios de Gran Bretaña, Woodbine Parish, lo comunicó a su gobierno recordando los antecedentes del asunto y los títulos que a su juicio tenía Inglaterra.  A los pocos meses, debidamente autorizado, presentó al ministro de Negocios Extranjeros Tomás Guido una nota en la cual sostenía “los derechos de soberanía de S. M. B. sobre las islas.  Estos derechos –continuaba diciendo la nota- fundados en el (supuesto) primer descubrimiento y subsiguiente ocupación de dichas islas, fueron sancionados por la restauración del establecimi ento británico por S. M. C. en el año 1771….  El retiro de las fuerzas de S. M. en el año 1774 no puede considerarse como una renuncia a los justos derechos de S. M.”.

La nota concluía protestando formalmente contra las pretensiones argentinas y contra todo acto que perjudicara los “derechos de Soberanía que hasta ahora ha ejercitado la corona de Gran Bretaña”. (6)

Pero lo que esa nota calla cuidadosamente es la ocupación simultánea hasta 1774 y exclusiva de España desde entonces, los tratados de 1670 en adelante, y sobre todo el convenio de 1790 que cerró las costas del Atlántico sud a toda instalación inglesa.  La nota de Parish –elaborada en Londres- vale más por lo que no dice que por su contenido expreso, y debe juzgarse más por esa ocultación deliberada de circunstancias y de razones que por su osadía manifiesta en pretender una soberanía sin título alguno y una posesión carente de efectividad.

Sostener que Inglaterra había ejercido “hasta ahora” esos derechos, después de 55 años de abandono y de silencio, era una adulteración tan manifiesta de la verdad que sólo podía considerarse una burda ironía, apoyada en la fuerza del imperio más poderoso del mundo en aquel entonces.

Pero debe recordarse que pocos años antes de esa protesta, el 2 de febrero de 1825, Inglaterra había firmado con la Argentina el tratado de amistad y comercio mediante el cual reconoció la independencia de la nueva nación y, naturalmente, la existencia de un ámbito territorial propio de ella.  Dentro de ese territorio estaban las Malvinas, de las cuales había tomado posesión en 1820, y ejercido otros actos de soberanía incluyendo el nombramiento y la instalación de autoridades.

La nota de Parish fue contestada de inmediato por el ministro Guido prometiendo estudiar la reclamación. (7)  Pero el gobierno argentino, urgido por otros asuntos, no alcanzó a responder ni Parish insistió en conseguir una respuesta que iba a ser necesariamente negativa, puesto que los hechos señalaban la inequívoca voluntad de mantener la colonia ya fundada por Vernet.

El gobernador de las Malvinas, en efecto, seguía ejerciendo su cargo y haciendo progresar el establecimiento de Puerto Soledad: Cansado de ver que los balleneros destruían los recursos naturales de las islas, y dispuesto a imponer su autoridad, en agosto de 1831 arrestó a tres buques norteamericanos.  En uno de ellos, el “Harriet”, volvió a Buenos Aires para someterlo al tribunal de presas.  Intervino entonces el cónsul de los Estados Unidos, George W. Slacum, quien desconoció el derecho argentino a reglamentar la pesca en las Malvinas y logró convencer al comandante de la corbeta “Lexington” que debía defender con energía los intereses de los pescadores de su nación.  Ese barco, al mando de Silas Duncan, se dirigió inmediatamente a Puerto Soledad, a donde llegó el 28 de diciembre de 1831 enarbolando bandera francesa.  Sólo después de anclar levantó su propio pabellón, e inmediatamente Duncan se dedicó a destruir cuantos bienes existían en el establecimiento, trayendo presos a los principales pobladores. (8)

Este acto de piratería, sin justificativo alguno y llevado a cabo de la manera más violenta y abusiva, provocó la protesta y las reclamaciones del gobierno argentino.  Los Estados Unidos, sin embargo, no quisieron reconocer su error.  Y aunque esas protestas fueron renovadas en 1841 y en 1884, nunca se dieron las debidas satisfacciones ni la indemnización correspondiente a los daños ocasionados.  No puede dejarse de recordar, con relación a este episodio, que si bien el gobierno norteamericano no quiso admitir los argumentos argentinos, la Corte Federal de Massachusetts resolvió que los actos de Silas Duncan eran ilegítimos.  En un litigio en el cual se había invocado el incidente de la “Lexington”, esa corte resolvió “that such officer had no right, without express direction from his Government, to enter the territoriality of a country in peace with the United States and seize property found there, claimed by citizens of the United States”. (9)

Las Malvinas volvieron entonces a adquirir notoriedad internacional.  Ya hacía tres años que el gobierno inglés les dedicaba una creciente atención, estimulada por los informes de Parish y por quienes sostenían la necesidad de contar con un puerto de escala en la ruta a Australia, cuya colonización estaba entonces en pleno desarrollo. (10)  Pero el gabinete británico no se animaba a tomar una decisión sin fundamento, y se limitó a presentar la nota de Parish.  Sin embargo, este último llegó de regreso a Londres a principios de 1832, con la noticia del atropello norteamericano y de que ya no existían autoridades argentinas en las islas.  Estas razones, y tal vez la creencia de que los Estados Unidos podrían intentar su ocupación, decidieron el envío de una pequeña flotilla.

El capitán John James Onslow, al mando de la corbeta “Clío”, recibió instrucciones de dirigirse a Port Egmont y de restablecer allí el fuerte abandonado en 1774.  En caso de encontrar fuerzas extranjeras inferiores a las suyas debía desalojarlas, empleando la violencia en caso necesario.  Pero si esas fuerzas eran superiores, se limitaría a presentar una protesta que contenía también una amenaza. (11)

Onslow no se ajustó a esas instrucciones, o bien recibió otras que las contradecían y que permanecieron en secreto.  A fines de diciembre de 1832 llegó a Port Egmont, e inmediatamente, siguió rumbo a Puerto Soledad, anclando allí el 2 de enero del siguiente año.  En el lugar estaba la goleta “Sarandí” a las órdenes de José María Pinedo, a quien Onslow hizo saber que estaba encargado de afirmar los derechos soberanos de Inglaterra. (12)  Al día siguiente la bandera argentina era entregada a bordo de la “Sarandí” por un oficial inglés, y poco después Pinedo –ante la superioridad de las fuerzas británicas- dejaba Puerto Soledad. (13)

La “Clío” sólo quedó unos pocos días en las Malvinas, y dejó a su población en el mayor desamparo y anarquía.  Pero un año después, el 9 de enero de 1834, el “Challenger” traía al primer gobernador inglés, Henry Smith, que iniciaba así la ocupación de las islas usurpadas. (14)

Debe señalarse, ante todo, que Inglaterra se instaló en el mismo lugar que había sido poblado sucesivamente por los franceses, los españoles y los argentinos, pero que nunca había estado bajo el dominio inglés.  Si alguna pretensión podía sustentar Gran Bretaña, ella se limitaba a Port Egmont, ubicado en el otro extremo del archipiélago.  Esta circunstancia tan importante revela que el gobierno británico procedía con absoluto desprecio por el aspecto jurídico de la cuestión, y con el deseo manifiesto de realizar un acto de fuerza, sabiendo que la Argentina no estaba en condiciones de oponerse y de afrontar ese poder enormemente superior.

La segunda instalación inglesa en las Malvinas fue un despojo realizado gracias a esa superioridad.  La expulsión de las autoridades argentinas legítimas ni siquiera fue precedida de un aviso o de un ultimátum enviado al gobierno de Buenos Aires.  Inglaterra no quería que sus derechos –o sus pretendidos derechos- fueran objeto de una discusión diplomática.  Usaba la fuerza, como antes –en 1766- había usado del secreto y de la clandestinidad.  (15)

La llegada de Pinedo a Buenos Aires produjo naturalmente una honda conmoción en el sentimiento público, y dio origen a la inmediata protesta del gobierno argentino. (16)  El encargado de negocios, que era Philip G. Gore, contestó al día siguiente que no tenía instrucciones de Londres.  Entonces Manuel Vicente de Maza resolvió plantear el asunto directamente en Inglaterra, para lo cual comisionó al ministro plenipotenciario Manuel Moreno, encargándole la presentación de una formal protesta.  Este lo hizo el 17 de junio de 1833 mediante una larga nota en la cual recordaba los antecedentes históricos de la cuestión, para concluir “que los títulos de la España a las Malvinas fueron, su ocupación formal; su compra a la Francia por precio convenido; y la cesión o abandono que de ellas hizo Inglaterra”.  Como las Provincias Unidas sucedieron en los derechos que España tenía, Gran Bretaña no podía adquirir ningún nuevo derecho sobre las islas.  La nota concluía protestando “contra la soberanía asumida últimamente, en las islas Malvinas por la corona de la Gran Bretaña, y contra el despojo y eyección del Establecimiento de la República en Puerto Luis, llamado por otro nombre el Puerto de la Soledad”, y pidiendo las reparaciones adecuadas por la lesión y ofensa inferidas. (17)

La contestación inglesa –que tardó más de seis meses en ser presentada- merece ser cuidadosamente analizada.  Comienza esa nota recordando la protesta que Parish había entregado al gobierno argentino a fines de 1829 y reproduciendo los mismos argumentos: “esos derechos soberanos, que estaban fundados sobre el descubrimiento original y subsiguiente ocupación de aquellas islas, adquirieron una mayor sanción con el hecho de haber su Majestad Católica restituido el establecimiento inglés de que una fuerza española se había apoderado por violencia en el año 1771”.

Agregaba la nota que el retiro de los ingleses en 1774 no pudo invalidar sus derechos.  Y como la protesta de Parish no había sido contestada por el gobierno argentino, este último no podía sorprenderse por el acto realizado en las Malvinas, ni tampoco “suponer que el gobierno británico permitiese que ningún otro Estado ejerciera un derecho, como derivado de España, que la Gran Bretaña le había negado a España misma”.

Lord Palmerston se ocupaba, por último, de negar la existencia de una promesa secreta, acerca de la cual no había constancia alguna en los archivos ingleses. (18)

La respuesta de Palmerston, escueta y carente de fundamentos históricos y jurídicos, sólo revelaba el deseo de eludir la discusión de un enojoso asunto que el gobierno británico no podía defender con argumentos valederos, sin dejar por ello de persistir en su actitud.

No es necesario volver a señalar las falsedades que esa nota contiene.  Ya lo hemos hecho al comentar la de Parish; que se transcribe casi literalmente por Palmerston.  Los dos únicos argumentos que este último agrega son la falta de contestación argentina a la nota de 1829 y la negativa inglesa a reconocer a otros Estados los derechos que había negado a España.

Aquella falta de contestación, explicable por las circunstancias críticas que vivía el país por esos años, no pudo, desde ningún punto de vista, hacer surgir un título nuevo para Inglaterra.  Ese silencio no podía interpretarse como un asentimiento a las pretensiones inglesas, puesto que simultáneamente los hechos afirmaban la voluntad argentina de mantener su soberanía en las Malvinas. Los años 1829-1831 son precisamente los de mayor actividad en el archipiélago, que tiene a su frente al gobernador Vernet y asiste al desarrollo de Puerto Soledad.  De modo que esos actos de dominio eran el mejor desmentido que podía darse a la nota de Parish, y la manera más eficaz de asegurar los derechos que la República tenía como sucesora de España.  Si Inglaterra aspiraba sinceramente a obtener una contestación, pudo insistir en su nota o presentar otra recabándola, pero nunca hacer derivar de esa falta un fundamento para realizar actos de fuerza en Puerto Soledad.  La correcta práctica diplomática entre dos naciones que mantenían relaciones amistosas y cordiales exigía otro tratamiento muy distinto.

El último argumento de Palmerston consistía en sostener que Inglaterra no podía admitir los títulos argentinos porque los había negado a España misma, de la cual derivaban aquéllos.  Esta era una evidente falsedad, que al mismo tiempo encerraba un sofisma.  Gran Bretaña nunca desconoció, ni hubiera podido hacerlo, los derechos españoles.  Estos fueron admitidos en 1749, en 1771 y en 1790, sin que llegara a ser tema de una discusión entre las cancillerías.  Y desde 1774, en que España quedó como única dueña del archipiélago, Inglaterra mantuvo un persistente silencio que significaba aceptar la validez de aquella ocupación.  Pero ese argumento contiene, además, un sofisma; aun cuando España no hubiera tenido título alguno, o éste hubiera sido desconocido por Inglaterra, no por ello podía esta última crearse unilateralmente un derecho fundado en la inexistencia del que invocaban los españoles.  Para adquirir la soberanía de un territorio no basta negar la que otra nación alega, sino que es preciso además que haya actos posesorios indiscutidos y permanentes.  Y esto era lo que no podía aducir Inglaterra, que desde 1774 hasta 1829 guardó un profundo silencio respecto del archipiélago.

Manuel Moreno replicó a Palmerston, en nota del 29 de diciembre de 1834, aportando nuevos argumentos y antecedentes en apoyo de la posición argentina. (19)  esta segunda nota contiene sin duda un alegato muy orgánico y refleja con mayor acierto los derechos que Moreno defendía.  Pero tanto ésta como las ulteriores reclamaciones fueron contestadas siempre con una categórica negativa, por parte de Inglaterra, a discutir lealmente los títulos respectivos.  El problema se mantuvo en la misma situación, sin que nada hiciera variar la posición argentina.  Esta se funda, históricamente, en las siguientes razones:

1º) La soberanía española de las islas, derivada de la concesión pontificia y de la ocupación de territorios en el Atlántico Meridional.  Inglaterra reconoció esa soberanía al comprometerse a no navegar ni comerciar en los mares del Sud (tratados de 1670, 1713 y subsiguientes)

2º) La posesión efectiva de Puerto Soledad desde 1764 –como sucesora de Francia- hasta 1811, la cual, a partir de 1774, fue una ocupación exclusiva de todo el archipiélago, acreditada mediante múltiples actos de soberanía y confirmada por la aceptación de todas las naciones.

3º) El compromiso británico de evacuar Port Egmont –como lo hizo en 1774- y el nuevo acuerdo con España de no establecerse en las costas orientales u occidentales de la América Meridional, ni en las islas adyacentes (octubre de 1790).

4º) La incorporación de las islas Malvinas al gobierno y por lo tanto al territorio de la provincia de Buenos Aires, resuelta por España en 1766 y mantenida luego sin alteración alguna.

5º) La continuidad jurídica de la República Argentina con respecto a todos los derechos y obligaciones heredados de España.

6º) La ocupación pacífica y exclusiva del archipiélago por la Argentina –o la provincia de Buenos Aires- desde 1820 hasta el 2 de enero de 1833, en que sus autoridades fueron desalojadas por la fuerza.

7º) El traspaso hecho por España a la República Argentina, mediante el tratado de 21 de diciembre de 1863, “de todas las provincias mencionadas en su Constitución federal vigente, y de los demás territorios que legítimamente le pertenecen o en adelante le pertenecieren”, renunciando a “la soberanía, derechos y acciones que le correspondían”. (20)

Por su pare Inglaterra no puede invocar ni los derechos de primer ocupante, ni la cesión de su soberanía por España, ni la facultad de navegar y de establecerse en los mares del sud, ni ningún otro título legítimo aceptado por España o por la Argentina.  Sólo tiene a su favor (¿a su favor…?) la ocupación clandestina de 1766 y el violento despojo de 1833.

REFERENCIAS

(1) Caillet-Bois, 179-181: “El Argos de Buenos Ayres, Nº 31, 10 de noviembre de 1821.

(2) Gómez Langenheim, I, 212 y 217.

(3) Decreto del 5 de enero de 1828, en Gómez Langenheim, I, 230.

(4) Pedro de Angelis – Recopilación de las leyes y decretos promulgados en Buenos Aires, segunda parte, 969, Buenos Aires, 1836.  El decreto fue publicado y comentado por los dos periódicos más importantes de entonces: “La Gaceta Mercantil”, 17 y 23 de junio de 1829, y el “British Packet”, 20 de junio del mismo año.

(5) Caillet-Bois, 183-208.

(6) Gómez Langenheim, II, 127.

(7) Guido a Parish, 25 de noviembre de 1829 en Gómez Langenheim, II, 128.

(8) Todos los sucesos se encuentran documentados en “Colección de documentos oficiales con que el gobierno instruye al cuerpo legislativo de la provincia del origen y estado de las cuestiones pendientes con la República de los Estados Unidos de Norteamérica sobre las Islas Malvinas”.  Buenos Aires, 1832; seguida de “Apéndice a los documentos oficiales publicados sobre el asunto de Malvinas, etc.”, Buenos Aires, 1832.

(9) Groussac, “Les iles Malouines”, 33, quien cita a Francis Wharton, “A Digest of the International Law, 2ª ed., I, 444.

(10) Caillet-Bois, 295-318.

(11) Caillet-Bois, 320-321, quien cita a G. T. Whitington, “The Falkland Islands, compiled from ten years, investigations of the subject”, 12-15, London, 1840.

(12) Onslow a Pinedo, 2 de enero de 1833, V. F. Boyson, “The Falkland Islands”, 97, Oxford, 1924.

(13)  Caillet-Bois, 322-327.

(14) Boyson, 103.

(15) No deja de ser curioso destacar la explicación que da un autor moderno sobre los motivos de la llegada de la “Clío”: “The reason of her appearance was very simple.  No notice having been taken of the protest made by Woodbine Parish three years previously, the Clio….. had been dispatched to take possession of the colony” (Boyson, 97).  Este escritor parece ignorar  todos los usos diplomáticos, e incluso la diferencia que existe entre tomar posesión de un lugar abandonado o desierto y expulsar de un establecimiento ya organizado a las autoridades de un país con el cual se mantienen relaciones amistosas.

(16) Maza a Gore, 16 de enero de 1833, en “Reclamación del Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, contra el de su Majestad Británica, sobre la soberanía y posesión de las islas Malvinas (Falkland), Discusión oficial”, 25, Londres, 1841.

(17) Reclamación cit., 3-24.  Se publicó también en inglés y francés en “Protestation du gouvernement des Provinces Unies du Río de la Plata, par son ministre plénipotentiairie a Londres, sur l’arrogation de souveraineté dans les iles Malvines or Falkland, par la Grande Bretagne, et l’éjecution de l’établissement de Buenos Ayres a Port Louis”, Londres, 1833.

(18) Lord Palmerston a Manuel Moreno, 8 de enero de 1834, en “Reclamación” cit., 40-53.

(19) ”Reclamación” cit., 54-66.  Manuel Moreno publicó también, sin nombre de autor, un folleto titulado “Observations on the forcible occupation of the Malvinas, or Falkland Islands, by the British Government, in 1833”, London, 1833.  Este folleto estaba destinado a ilustrar a la opinion pública, mostrando el carácter violento de la agresión inglesa.  Sobre las gestiones de Moreno en Londres, ver Caillet-Bois 347-365.

(20) Tratado de reconocimiento, paz y amistad con España, ratificado por la ley 72.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Muñoz Azpiri, José Luis – Historia completa de las Malvinas – Buenos Aires (1966).

Portal Revisionistas

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Otro relato de la invasión

En el siglo XVI algunas Bulas Pontificias adjudicaban a España islas y tierras que se descubran hacia el occidente, trazando una línea imaginaria que se marcaba cien leguas de la isla septentrional de Azores, San Antonio, al oeste de Lisboa. Aquello se consideraba del «Nuevo Mundo».
Ese ramillete de islas y archipiélagos que hoy conocemos como Malvinas, en 1493 se encontraban en la zona que las Bulas Pontificias entregaban a España. Por lo tanto no necesitaba «descubrirlas» ni ocuparlas para tener derecho sobre ellas.
Y no fue hasta 1520 que Esteban Gómez de la expedición de Magallanes, con su embarcación San Antonio, quien las descubre. Dos años después se realizan las primeras cartas cartográficas con su inclusión, 1522 Pedro Reinel, 1527 Santa Cruz, 1541 Sebastián Gaboto, 1544 Diego Gutiérrez, etc. Y fue recién en 1592 que una expedición inglesa al mando de John Davis divisó las islas. Pero ninguna cartografía inglesa, de la época, la registra. Por otra parte en el año 1600 un holandés que respondía al nombre de Sebldt o Sebald Weert, divisa las islas, aplicándoles uno de los primeros nombres, Sebaldes o Sebaldines.
Inglaterra y España realizan un tratado de paz en 1604, dejando sin vigencia la pretendida adquisición de las islas. Y otro en 1670 expresa que los ingleses conserven para sí los dominios en poder de ellos en América, pero que no navegarán ni comerciarán en las colonias que Su majestad el Rey de España tiene en las Indias. Ambrose Cowley, otro pirata inglés en 1684 armó otra mentira «descubriendo» las ya descubiertas islas, bautizándolas como islas Pepys. Y más tarde en 1690 John Strong, navega el canal interior de las islas (hoy San Carlos) rebautizándolas Falkland Sond. A este le siguieron en 1701, otra incursión de un marino Beaucheme, que llega hasta la bahía de la Anunciación, tomando posesión de la misma. Más tarde en 1705 se produce otra toma.
En 1748 España protesta enérgicamente ante los ingleses por una expedición con fines de poblar las islas, dicha expedición se retira, reconociendo los derechos de España sobre las islas.
En 1764 una expedición francesa al mando de Bougainville intenta colonizar las islas llamándolas Maluines, asentando un puerto en la parte Oriental. Nuevamente España protesta y le son aceptados sus reclamos. Francia ordena a Bougainville, la devolución del puerto, previo pago por los gastos realizados.
Otro corsario ingles John Byron, realiza incursiones a las islas efectuando cartas de navegación y espionaje en 1765 y toma posesión de la que hoy conocemos como Gran Malvina, esperando la segunda expedición al final del mismo año que comanda John Mc Bride. Las dos con el propósito de ocupación territorial. Mac Bride funda el puerto de Egmont, en honor a un lord. A mediados de 1766 España redacta una Real Cédula declarando a las islas dependencias de la Capitanía General de Buenos Aires y nombrando gobernador a Felipe Ruiz Puente. Paradójicamente fue un 2 de abril de 1767, que Francia hace entrega de las islas a España, y los ingleses que ocupaban parte de un islote, Puerto Egmont, no realizan ningún reclamo a favor de su soberanía.
El gobierno de Buenos Aires, en 1768 establece que ninguna posesión inglesa puede permanecer en las islas de la corona Española y en caso de no aceptar dicho mandato, se procederá a desalojarlos por la fuerza. Para sostener lo dicho en 1770 una escuadra española, al mando de Juan Ignacio de Madariaga, y comandadas por tierra por el coronel Antonio Gutiérrez, desalojan a la guarnición inglesa del puerto de Saunders.
Los ingleses reclaman ante la corte de Madrid y en 1771, España declara: «La restitución de su majestad británica del puerto y fuerte llamado Egmont no puede ni debe afectar, en modo alguno, la cuestión de derecho anterior de soberanía de las islas Malvinas, llamadas también islas de Falkland».
Años después de la restitución de Puerto Egmont a España, en 1774, Inglaterra desaloja voluntariamente el islote Saunders. Se crea en 1776 el virreinato del Río de la Plata, incluyendo las islas a la Gobernación de Buenos Aires, ejerciendo la jefatura unipersonal el Gobernador o el Comandante, bajo la órdenes directas del Rey y más tarde del Virrey. Este es el período de mayor poder soberano sobre las islas Malvinas de España.
Entre 1773 y 1777 el Gobernador español de Malvinas (el último con ese rango) fue el Capitán Franco Gil y Lemos, en ese período convierte la jerarquía institucional de Gobernación a Comandancia, los motivos son puramente militares, para que el Rey centralice más su poder. Por una licencia de Gil Lemos, asume interinamente como Comandante Ramos de Carassa, fue éste quien retomó las tareas de fortificar y remodelar los almacenes de los cuarteles ya establecidos. Asegurando la vigilancia, sobre todo en el ex puerto Egmont, donde acostumbraban a desembarcar los invasores ingleses. La lista de los Comandantes de las islas Malvinas sigue cambiando, ya que todos asumían ese lugar, por un año aproximadamente, en que un nuevo relevo y cambio de tropas y abastecimiento llegaba. Muy pocos fueron los habitantes radicados en ellas, se calcula que en 1793 se contabilizaban unos 150 habitantes.
Esta es la nómina de los Comandantes designados por el Virreinato del Río de la Plata en las islas Malvinas españolas:
Ramón Carassa (1777), Salvador de Medina (1779), Jacinto de Altolaguirre (1781), Fulgencio Montemayor (1783), Agustín Figueroa (1784), Pedro de Mesa y Castro (1786), Ramón Clairac (1787), Pedro de Mesa y Castro (1788), Ramón Clairac (1789), Juan José de Elizalde (1790), Pedro Pablo Sanguineto (1791), Juan José de Elizalde (1792), Pedro Pablo Sanguineto (1793), Juan Aldana y Ortega (1794), Pedro Pablo Sanguineto (1795), Juan Aldana y Ortega (1796), Luis de Medina y Torres (1797), Francisco Xavier de Viana (1800), Ramón Fernández de Villegas (1801), Bernardo Bonavia (1803), Antonio Leal de Ibarra (1803), Bernardo Bonavia (1804), Antonio Leal de Ibarra (1805), Bernardo Bonavía (1806), J.C. Martínez (1807), Gerardo Bordas (1810) y Pablo Guillén (1810).
Cuando la gobernación del Río de la Plata se radicó en Montevideo, (1811) convertida en fuerte realista, ordenó a las fuerzas en las islas Malvinas abandonar la comandancia y evacuar las islas. A partir del 25 de mayo de 1810 con el primer gobierno patrio, y en medio de una tumultuosa revolución y pocos medios, obligó a nuestros hombres a dedicarse exclusivamente al territorio continental. Apenas consolidado el gobierno nacional y bajo el nombre de «Provincias Unidas del Río de la Plata» se ocuparon del territorio insular «Islas Malvinas» nombrando: concesionarios, comisionarios y comandantes políticos militares.

El dominio de las islas por títulos jurídicos de España, ahora en poder del gobierno de las Provincias Unidas, le daba derechos a administrar y regir, y autorizar por ejemplo, la caza y la pesca. Así lo hizo, a solicitud de Enrique Torres, se le suministró un permiso de desembarcar en las islas Malvinas, con el propósito de cazar lobos marinos. Permiso fechado el 30 de enero de 1813. Como hasta la fecha (1820) no se había establecido ninguna comandancia fija en las islas, se le comisionó a David Jewett con su embarcación «La Heroica» a tomar posesión de ellas, a nombre del Supremo Gobierno de las Provincias Unidas. Así fue, que el 6 de noviembre de 1820, en el Puerto Soledad sobre las ruinas de la antigua fortificación, se enarbola por vez primera la bandera nacional, disparándose 21 cañonazos como saludo obligado. Jewett permaneció por un año en el cargo y fue remplazado por el Teniente Coronel Guillermo Masonn. Para proteger nuestras aguas y costas territoriales, por los estragos cometidos por buques extranjeros, que se negaban a pagar derechos, la Honorable Junta de Representantes de Buenos Aires, sanciona la ley de caza y pesca a pedido del Comandante político militar de Patagones Coronel Gabriel de Oyuela. Luego se le acoplaron varios decretos a esta ley, la última del 22 de octubre de 1829.
Luis Vernet de Hamburgo y Jorge Pacheco de Buenos Aires, se asocian y solicitan al gobierno de Buenos Aires la autorización para el comercio de carnes, cueros y ganado vacuno en la isla Oriental de Malvinas. Para ello ofrecían la refacción de los edificios para tenerlos a disposición de las autoridades, haciéndose cargo de las reparaciones y ampliaciones. El 28 de agosto de 1823 por decreto firmado por Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia acordándoles la concesión, con habilitación para usufructuar los bienes referidos, agrega el Gobierno de Buenos Aires… «en la inteligencia que semejante concesión jamás podrá privar al Estado del derecho que tiene a disponer de aquel territorio del modo que crea más conveniente a los intereses generales de la Provincia, y lo cual se verificará tan luego que sus recursos le proporcionen el poder de establecerse en él de un modo efectivo y permanente…».
En diciembre de 1823 Pacheco se dirigió al gobierno solicitándole, la autorización para la partida hacia Malvinas y la petición para que el capitán de milicias retirado Don Pedro Areguatí, se le otorgue el título de Comandante de Soledad, sin. goce de sueldo. Fundamenta la petición con los siguientes términos: «De este modo Señor Exmo. se posesiona la provincia de aquella abandonada Isla, y aun hace que paguen los buques el derecho de anclaje de que escrupulosamente se dará cuenta al erario (sic), porque Areguatí piensa formar de los mismos peones una Compañía de cívicos con sus cabos y sargentos, para darle a esta operación toda la representación posible en obsequio de una propiedad (sic), de la Patria, ‘levando las armas y municiones de cuenta de la negociación, y si V.E. tuviese a bien destinar algunos cañones de fierro para defender el punto de incursiones de piratas en aquellas abandonadas baterías, serían reparadas, y puestas en aptitud de que sirvan al Gobierno para restablecer el presidio».
El gobierno atendió el pedido y bajo decreto del 18 de diciembre de 1823, otorga los terrenos bajo la precisa obligación de hacer constar «la mensura y amojonamiento para que pueda optar a los títulos de propiedad». También se nombra a Areguatí como Comandante de la Isla, haciendo saber su decreto a todas las personas «para que lo reconozcan por comandante a fin de que se conserve el orden y se eviten excesos». Disponiendo «a todo buque que arribase, ya sea por aguada, víveres u otro motivo, se le cobrará el derecho de ancoraje». Por otro decreto se le concede a Vernet los terrenos baldíos de la Isla Soledad y de los Estados y a Pacheco los terrenos de la parte sudeste de la isla, con la promesa de parte de estos de edificar a su cargo una colonia en el lapso de tres años.
El gobierno de Buenos Aires nombra a Luis Vernet como Comandante Político y Militar, delegándose «en su persona toda la autoridad y jurisdicción necesaria» Vernet, pasa de ser un modesto concesionario, a representante político del Gobierno bonaerense, en el sello de la documentación se podía leer, «Armas de la Patria. Comandancia de Malvinas y adyacentes».
Vernet, preparó mapas, nombró agentes en el exterior, para promover la llegada de colonos, segmentó las islas en partes (11), y otorgó tierras para la radicación y explotación. En el año 1831 Vernet diseñó un plan para organizar la caza de ballenas y focas, en aplicación de la ley de pesca. Acorde con estas leyes se tomaron medidas punitivas contra tres goletas norteamericanas: Superior, Harriet y Breakwater, de estas tres dos fueron capturadas, lo que generó graves problemas diplomáticos con los Estados Unidos y obviamente con su cónsul en Buenos Aires, Jorge Slacum, que justamente era representante de los intereses económicos de dichos pesqueros.
Como no podía ser de otra forma, los «primos» de los piratas ingleses, encabezados por el cónsul Slacum quién mandó utilizar la fuerza con su corbeta de guerra, Lexington, al mando del Comandante Silas Duncan, éste desembarcó en las islas ocupó los edificios, capturó a los «culpables» de la detención de las naves pesqueras norteamericanas y destruyó todo a su paso, incautando todas las mercaderías del almacén más cueros y herramientas. Regresando a Montevideo en febrero de 1832.
A causa de la destrucción de los norteamericanos, Vernet solicitó al gobierno nacional equipamiento y voluntarios para la tarea de reconstruir la colonia, porque sólo habían quedado veintitrés habitantes. Juan Manuel de Rosas, nombra al Sargento Mayor de Artillerías, Esteban José Francisco Mestivier, como Comandante Civil y Militar de las Islas Malvinas, el 10 de septiembre de 1832 el Ministerio de Guerra y Marina decreta dicho nombramiento. La goleta Sarandí arriba a Malvinas el 10 de octubre, ante la tropa y habitantes asume sus funciones de Comandante Mestivier.
Meses después una sublevación de los efectivos desata una rebelión en la que pierde la vida el Comandante Mestivier. Cuando el comandante Pinedo de la goleta Sarandí llega a puerto días después, se encuentra con las novedades, por lo que tiene que asumir el cargo de comandante interino.
El 2 de enero de 1833 arribó al puerto el navío de guerra de bandera inglesa, Clio, al mando de John James Onslow. Pinedo ni intentó defender la posesión, embarcó la tropa y zarpó rumbo a Buenos Aires, dejando izada en tierra la Bandera Argentina, al cuidado de Juan Simón, a quien nombró Comandante Político y Militar de las Islas.
Desde hace 171 años el invasor inglés mantiene en su poder las Islas Malvinas, sólo por breves e inolvidable momentos «Ellas» retornaron a sus legítimos dueños .. los argentinos. Ahora cada uno de nosotros debe imponerse un deber, enseñar y difundir a sus hijos y familiares la Historia de Nuestras Malvinas.

Rosas y Malvinas

Muchos acusan a Rosas de entreguista por el hecho de haber ofrecido a los ingleses las Malvinas por el pago del empréstito adeudado. Esa acusación, es no conocer la picardía y astucia diplomática de Rosas.
Si bien hubo litigios desde tiempo atrás, lo cierto es que para 1829 la Confederación ejercía la ocupación y el derecho sobre las islas, sin cuestionamientos.
Para esa fecha, un grupo de comerciantes ingleses interesados en la explotación ovina y de trafico marino, liderados por Mr John Thwaites, incitan a Woodbine Parish, que roba roba los documentos y antecedentes que se encontraban en el Archivo de Gobierno de Buenos Aires y el diecinueve de noviembre de 1829 escribe al Foreign Office que las islas, de alto valor estratégico para el Foreign Office, deben ser obtenidas para Inglaterra, en “pago” del empréstito Baring.
Forbes, representante norteamericano, denuncia la maniobra destacando el valor estratégico. Inglaterra entonces decide tomarlas por la fuerza.
La ocupación se produce durante el gobierno de Balcarce, y a mediados de 1833 se comenta en Londres que el gobierno argentino retiraría su representante, lo que preocupa a los comerciantes.
Instalado Rosas en el poder, nunca consentirá la ocupación, sino que trata de recuperarla con picardía diplomática; en efecto, se las ofrece en transacción por el empréstito a los ingleses en forma extraoficial a través de Moreno, para que , en caso de ser aceptado el ofrecimiento, fuera rechazado por la Legislatura provincial, pero quedaría el reconocimiento ingles sobre los derechos de la provincia.
Similar estrategia usaría respecto a la Patagonia, que los ingleses no reconocían como nuestra. Esto surge claramente de la interpretación de una carta dirigido por David Robertson de la casa central Baring, a Ferdinand White, representante de Baring en Buenos Aires:
“Ud. no desconocerá que Rosas ofreció arrendar una porción de la Patagonia a la Casa Baring a manera de una seguridad colateral por esta deuda. Los señores Baring declinaron considerar la cuestión a causa, según yo creo, de que tenía dudas sobre si la Patagonia pertenecía a Buenos Aires y se supone que una de las razones por la cuales Rosas hizo el ofrecimiento fue conseguir de Inglaterra la sanción de los derechos de Buenos Aires a la Patagonia”. Cabe aclarar que Baring no era solo uno financista usurero, sino que además era un asesor financiero del gobierno ingles.
Lamentablemente esta vez la astucia de Rosas no alcanzo a engañar la experiencia de la diplomacia pirata. Por otro lado, Rosas peleaba en dos frentes al mismo tiempo.



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25 ANIVERSARIO DE LA GESTA HEROICA DE LA RECUPERACION DE MALVINASPor Vcom.(R) Horacio Ricciardelli – VGM) (1)


«Para defender la causa de la independencia no se necesita otra cosa que orgullo nacional» (Brig. Gral. José de San Martín)

Nuestras Islas Malvinas fueron ocupadas violentamente por Gran Bretaña, el 2 de enero de 1833, mediante el ataque de John Onslaw al comando de la corbeta «Clío», erradicando por la fuerza a toda una población argentina, desde el momento que la misma G.B. reconoció a la Rep. Argentina o Confederación Argentina, como heredera jurídica, geográfica y continuidad histórica del Ex- Virreinato del Río de la Plata, creado por real cédula del 1º de agosto de 1776, cuya creación definitiva se operó en 1778. Su superficie era de 5.500.000 Km2 y comprendía todas las posesiones extra continentales, a las cuales incluía las Malvinas. En esa línea histórica pasaron más de 22 gobernadores.
Desde esa usurpación por la fuerza ilegal mantuvieron su intransigencia e intemperancia a querer sentarse a las mesa de negociaciones pese a que desde la creación de la O.N.U.(Organización de las Naciones Unidas) en 1945, y su comité de Descolonización (1946), en cual la misma G.B. puso a disposición, entre 43 posesiones y otros territorios de ultramar a las Islas Malvinas.
Es interesante saber que el duque de Wellington (General del Ejército Británico) vencedor de la famosa batalla de Waterloo, donde venció a Napoleón Bonaparte y proyecta a G.B. como potencia imperial frenando en el continente europeo la fuerza arrolladora de los ejércitos franceses y que junto a la batalla naval de Trafalgar, España y Francia unidas, G.B. pasa a aplicar su concepción geopólitica de expansión a través de los mares del mundo, necesitando imperiosamente ocupar los enclaves que dominan los pasajes marinos y/o por su importancia los lugares geográficos claves para su expansión continental y mundial, decía lo siguiente:»He repasado los papeles concernientes a las Islas Falkland (Malvinas). No resulta de ninguna manera claro para mí que jamás hayamos poseído la soberanía sobre estas islas».
En el año 1965 la Asamblea General de la ONU, aprobó la resolución 2065, por la cual invita a los gobiernos de la Argentina y G. Bretaña a examinar y negociar, además de encontrar una solución pacífica así como considerar los «intereses» y no los «deseos» de la población de las Malvinas, como quería G.B. Estos habitantes impostados por la fuerza por haber erradicado violentamente una población autóctona, perdían el derecho a la «autodeterminación» que siguen invocando hasta hoy.
El triunfo argentino en las ONU (2065) traía aparejado un gran dilema en la futura política exterior británica:
– O cumplía de buena fe por lo dispuesto y entablaba serías negociaciones con la Argentina, lo cual terminaría tarde o temprano con el reconocimiento de nuestra soberanía por las Islas Malvinas…
– O argüía algún curso de acción que le permitiera zafar de la ONU, demorando sus efectos resolutorios…
– O se preparaba para enfrentarse, violentamente con Argentina.

En el período 65/69 el gobierno Laborista Británico de Harold Wilson y su ministro de Relaciones Exteriores, Michael Stewart, redactaron el «memorándum de entendimiento» con argentina, que expresaba que G.B. «reconocería la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, cuando tuviera evidencias de que los intereses de los isleños estén satisfechos».
Consecuente con esto, la Argentina de buena fe, en la década del ’70, en su primera mitad, estuvo dedicada a negociaciones bilaterales urgidas por la ONU, Resoluciones 2621 y 3160, por las cuales la Argentina dio asistencia continental a las islas: alargamiento de la pista de aterrizaje, comunicaciones aéreas regulares, facilidades para la salud y educación de los isleños, abastecimiento de gas y combustible, víveres frescos todas las semanas en vuelos LADE (Línea Aérea del Estado), etc.
Pese a ello, un nuevo gobierno Inglés demoró y congeló las negociaciones bilaterales, volviendo a una estrategia de no hablar de Soberanía Argentina y hacerse los distraídos con la ONU, cuyo Consejo de Seguridad integra con EEUU, RUSIA, CHINA Y FRANCIA en forma permanente, teniendo voz, voto y veto.
Así llegamos al 2-abril-82, casi 150 años de intransigencia en querer hablar de soberanía Argentina sobre la Malvinas, por eso independientemente de un gobierno dictatorial y represivo, el desembarco de ese día se hizo sin derramar una gota de sangre, salvo la de argentinos que recuperan para el patrimonio nacional, parte de su territorio cercenado por el engaño y el fraude histórico, geográfico y jurídico de G.B, mandando la flota colonialista más grande de su historia, 140 buques de guerra y logísticos, a 14.000 Km de distancia, apoyados y sostenidos logísticamente por EEUU y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), alianza militar de la Unión Europea, todos ellos unidos para acallar los derechos soberanos Argentinos y reconocidos por la Comunidad Internacional.
Por eso la Guerra Nacional de Malvinas, repito, con independencia de los Dirigentes Militares que ejercían una feroz dictadura militar liberal y al servicio de los intereses extranjeros, la causa Malvinas no nace el 2-abril-82, ni termina el 14- junio-82; fue una batalla histórica inscripta en moldes de oro, como fue el rechazo de la primera invasión inglesa (1806) y segunda invasión inglesa (1807) sobre la gran aldea de Buenos Aires, que fueron rechazadas por el valor y el coraje de toda una población que no llegaba a casi 40.000 habitantes, pero estaba conciente, como decía el Gral. Belgrano: » Ni amos viejos ni amos nuevos» y para la gran desesperación de Inglaterra que no podía por la vía militar adueñarse del Virreinato del Río de Plata, y como todo un pueblo combatió unido en la causa de la Defensa y Reconquista de Buenos Aires, siendo la sorpresa para los racistas ingleses que hasta los esclavos negros pelearon con fiereza y así lo hicieron notar en los juicios militares de Beresford y Whitelocke.
Como la Guerra por la Independencia en América del Sur, con San Martín y Bolivar a la cabeza de Ejércitos Libertadores, o resistiendo en la Vuelta de Obligado, y Punta Quebracho por la pretensión Imperialista de Inglaterra y Francia de querer la libre navegación de nuestros ríos interiores.
Malvinas está inscripta en esas grandes luchas contra el colonialismo Anglo-Americano que actualmente se viven, en Afganistán e Irak, en la cual la guerra en el Atlántico Sur vino a sacarle la careta a estos imperialistas que se la dan de democráticos y defensores de los valores culturales y humanos del mundo, cuando en realidad pretenden el libre saqueo de las riquezas en especial de Argentina y América Latina, devastando todo a su paso como Atila y sus bárbaros Hunos.
Por esta causa justa, se opusieron los poderes internacionales del momento, siendo los que actualmente dirigen las campañas des-malvinizadoras desde afuera y desde adentro con los cipayos de turno que no escatiman recursos, que sacan al mismo pueblo argentino a través de la usuraria, fraudulenta e ilegal deuda externa, o llevándose nuestras riquezas y la renta nacional, o sumiendo en la miseria y el hambre al pueblo argentino.
Testigos de esta lucha son los 649 muertos, Oficiales, Suboficiales, Conscriptos de las Fuerzas Armadas, de Seguridad, Civiles y Voluntarios que acudieron por el clarín de la defensa soberana a ofrendar sus vidas por la PATRIA, no por intereses mezquinos, subalternos y denigratorios de individuos inescrupulosos y faltos de valor y coraje para entender que esta era una guerra histórica contra un enemigo histórico.
También son testigos vivientes con profundas heridas físicas y psicológicas, como también los que se han suicidado por no tener la comprensión de las autoridades de un reconocimiento y apoyo a sus combatientes, ni haberles explicado que pelearon por la Patria. En fin, todos los combatientes que gracias a Dios, somos testimonio de las grandes proezas hechas en el campo de Batalla Malvinas y Georgias del Sur, reconocidas por el mismo enemigo y no por los amanuenses débiles y cobardes que consideran a la Guerra inútil. Inútiles e incapaces son aquellos que quieren denigrar y des-malvinizar los hechos reales de los cruentos combates donde se mostró el coraje y la gallardía de nuestros combatientes.
¿Por qué la «dama de hierro», borracha, cuando dejó de ser Primera Ministra de Gran Bretaña firmó un decreto que por 99 años no se podían exhumar ningún documento sobre la guerra de Malvinas?

Porque al día de hoy si dicen las verdaderas pérdidas, tamaño escándalo se produce en G.B. Acaso van a blanquear que tuvieron siete Buques de Guerra hundidos: Shefield, Ardent, Antelope, Coventry, Atlantic Conveyor, Sir Galahad y buque de desembarco F-4 (Fearless). O fuera de Combate, cinco: Glasgow, Antrim, Argonaut, Sir Tristan, Glamorgan. O averiados de distinta consideración, doce: porta-aviones Hermes e Invencible, Arrow, Alacraty, Brilliant, Broadsword, Sir Lancelot, Sir Bedivere, Fearless, Avenger, Plymouth, Exeter. O los 31 aviones destruídos (19 «Sea Harrier» y 12 «Harrier»), 16 aviones dañados que aterrizaron (10 «Sea Harrier» y 6 «Harrier» y más de cuarenta helicópteros de combate, desconociéndose cuantos de ellos iban en el transporte Atlantic Conveyor. Se calcula el costo de ese material destruido en más de u$s 2.000 Mill.
Hablan de 235 soldados ingleses muertos en Malvinas, ¿será esa cifra? o solo son ingleses sin contar Nepaleses, Chinos, Australianos, Canadienses, etc.
Algún día se sabrá. ¿Se hundieron Destructores tipo 42, como el Shefield y la Coventry, con arsenal nuclear?. ¿Estaban dispuestos, perdido por perdido a usarlo? ¿Porque no reconocen el ataque al Porta-aviones Invencible, cuando murieron dos pilotos de la Fuerza Aérea Argentina, 1er.Ten. Castillo y 1er. Ten.Vázquez.
El 13-jun-82, escribía el Alte. Woodward, en su diario:»Francamente, si los argentinos pudieran sólo respirar sobre nosotros (en ese momento) nos caeríamos…Tal vez ellos estén igual. Solo cabe esperar que así sea, de otra manera estamos listos.»
De esta naturaleza estamos hechos los Argentinos y así hemos de conservarnos en el devenir histórico.
La argentina nunca fue imperialista o expansionista, por ello perdió casi la mitad de su heredad histórica que fue el virreinato del Río de la Plata, jamás fue a luchar guerras ajenas, en lugares distantes y mucho menos para conquista y saqueo.
Fuimos magnánimos al Independizar casi medio continente suramericano, sin pretender nada a cambio, fuimos los creadores, a través de la Doctrina del Dr. Drago, la no intervención de las Flotas de Guerras, para el cobro compulsivo de las deudas externas, como pretendieron una coalición europea usurera, en contra de la Rep. Hermana de Venezuela.
Los Héroes de nuestra historia, los Héroes de la Guerra del Atlántico Sur, son tales porque la Argentina, la Madre, pare a sus hijos con esa sangre, y cuando corre esa sangre, no hay derrota que aniquile una vocación de justicia y grandeza nacional que corre por las venas de los Argentinos, hombres y mujeres que llegarán pese a todo. Por eso duelen los muertos, los heridos, los suicidados, pero más duele vivir sin dignidad ni orgullo nacional. La causa Malvinas es un sentimiento Nacional y Popular, como otros de nuestra historia reciente, caso del Gral.Perón.
En las historias de los hechos bélicos, hay dos clases de hombres, los Gladiadores y los Escribas; dentro de éstos últimos están los que relatan los hechos a la realidad y los otros, los mercenarios, bien pagos por el imperio inglés para distorsionar la verdad.
«En ese sentido la ocupación británica de 1833, fue en esa época un acto de injustificable agresión… (Memorándum Oficial de la Cancillería Británica, 17-sept-1946). Para terminar hay que desterrar el término invasión, agresión o cobarde agresión, dado que nadie invade lo que es de él, en este caso las ¡¡Malvinas son Argentinas!!”.


(1) El Vcom. (R) Horacio Ricciardelli es autor de «Los Protocolos de la Corona Británica – Etrategia Anglo-americana» Edit. Struhart)

Fuentes:

– Obras citadas
– La Gazeta Federal

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