El saldo positivo de la balanza comercial argentina descendió un 74%. Solamente las importaciones de Brasil y China aumentaron un 50 y 80% respectivamente. Siendo muy conservadores eso equivale a 1,6 millones de puestos de trabajo aniquilados en el primer semestre.
Redacción
Hay superávit comercial, pero cayó un 74% en un año. Según datos que documentan saldos y movimientos del comercio exterior argentino, el primer semestre de 2025 arrojó un balance positivo de 2.788 millones de dólares. Sin embargo, en el mismo periodo del año anterior la cifra fue de 10.742 millones.
¿Qué paso? Las exportaciones aumentaron un 4% en dólares; mientras que las compras externas lo hicieron un 34%.
¿En qué se fue el dinero? Algunos de los rubros con mayor incidencia fueron las computadoras y teléfonos, y partes de computadoras y teléfonos, cuyos aumentos en dólares fueron del 104 y 188% respectivamente. Los vehículos registraron un 133% de aumento. Pero, lo más significativo porque implicó una profunda sustitución y desplazamiento de trabajo argentino, se dio en alimentos y bebidas con más del 152% de incremento en dólares; y en el rubro denominado “artículos de consumo duradero” (muebles, heladeras, lavarropas, demás electrodomésticos; y artículos del hogar como vajillas y bazar), con un 203% de aumento.
¿Y por qué sucedió esto? Hay matices entre los puntos de vista de las consultoras vinculadas al mercado externo. Un punto de coincidencia está en el famoso “dólar barato” y la apertura indiscriminada de productos extranjeros. Es menos costoso comprar afuera y revender adentro, que fabricar en el país; así como -en épocas mejores- en más barato fabricar en los grandes centros industriales de AMBA, Rosario o Córdoba y revender en el resto del territorio, que producir a nivel local y con baja escala.
Otros analistas con posturas más benévolas hacia estas políticas comerciales, aseguran que tradicionalmente Argentina importa menos de lo que necesita y -por lo tanto-, está signada por la escasez y la alta tasa de traslado de precios. Entonces, dadas las “facilidades” de la primera parte del año, los importadores “aprovecharon” y compraron afuera lo necesario para cubrir la demanda y stockearse.
Un disparate si se piensa que estamos en un país que necesita industrializarse para sustituir compras externas de artículos básicos como zapatillas, termos, vasos y espumaderas; pero son razonamientos propios de los que “saben interpretar el mercado”. Para ellos, la solución es desregular, “ser más competitivos”, aumentar el volumen de exportaciones, y a mayor precio por el agregado de valor. Para Argentina, este argumento es propio del cuento de la “Buena pipa”.
También están los que explican que el momento es malo, pero que algunos sectores o determinados empresarios con “espalda financiera” y dólares en la mano, están trayendo bienes de capital y renovando máquinas y herramientas “aprovechando” el contexto y dispuestos a esperar que la situación mejore para poner a producir esos bienes. Cuesta creer que eso sea posible a nivel general. Debe tratarse de una excepción. Sin embargo, ese discurso avanza en la opinión mediática con intenciones de convertirse en verdad inobjetable, aunque a todas luces sea y una mentira: no imaginamos a un empresario pyme textil trayendo una máquina de Italia y sentándose a esperar que desaparezca Bangladesh para poder vender remeras y pantalones fabricados acá.
¿A quién le compramos? Brasil y China respectivamente son los principales proveedores argentinos, al tiempo que son los principales compradores de nuestras exportaciones. En el primer caso, las compras al vecino país aumentaron un 50%. En cambio, en un número cercano al 80% se incrementaron las importaciones desde el gigante asiático. Respectivamente, Argentina pagó 9.300 y 8.300 millones de dólares a cada uno.
Haciendo un análisis superficial, tomando en cuenta que según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) un supuesto ingreso mensual familiar básico debería rondar los 1.800 dólares combinando variables (canasta básica, alquileres, niveles de ingreso), las importaciones desde Brasil y China serían equivalentes al reemplazo de 1.630.000 puestos de trabajo en sólo un semestre.
Sin embargo, la situación posee tintes macabros. Entrando en la realidad del común de los trabajadores con relación contractual formal o informal, los sueldos rondan los 500 dólares. Recreando la cuenta anterior, el número del desempleo real supera los 5.860.000.
Tomando los datos con pinzas, pero respetando las sucesivas series de datos publicadas por INDEC, si se proyectan las cifras de desempleo, subempleo y trabajo informal del primer trimestre, en función del aluvión de despidos de abril, mayo y junio, las cifras tienen certeza.
Fuente: INDEC / MECon / Diario Perfil