El informe da cuenta de las consecuencias sobre la naturaleza que derivan del paquete tecnológico que es utilizado por el modo de producción agropecuario que se aplica en Argentina fundamentalmente desde la segunda mitad de la década del 1990.
Redacción
Se dió a conocer un informe de investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), que estudiaron las comunidades de malezas en los cultivos de maíz de la Pampa Ondulada. Dicha región comprende una amplia franja muy fértil que limita hacia el este con las costas de la provincia de Buenos Aires; hacia el sur y el oeste con el río Salado; y al norte con el río Carcarañá, en Santa Fe.
La investigación abarcó el período de tiempo entre 1960 y 2019, y hallaron que el número de especies se redujo de 85 a 20 (un 76,5%). Sugieren que las malezas pueden indicar la salud de los ecosistemas y dar claves para mejorar el manejo del suelo.
Según Elba de la Fuente, docente de Cultivos Industriales de la FAUBA y directora del proyecto, es importante conocer los cambios en las comunidades de malezas porque “podrían afectar la biodiversidad y causar la pérdida de los bienes y servicios que brinda el campo. Por ejemplo, la producción de alimentos, fibras y energía, el mantenimiento del ciclo de los nutrientes y del agua, y la regulación de plagas”.
La investigadora define a las malezas como «un grupo de especies que conviven en el tiempo y en el espacio con un cultivo; en este caso es el maíz, pero puede ser con otros. Realizamos censos de vegetación en los que registramos cuáles especies había y en qué cantidad, una característica conocida como riqueza de especies”. Detalló que sus mediciones cubrieron un área de 25.000 kilómetros cuadrados de la hoy denominada zona núcleo.
Asimismo, destacó que especies que antes no eran tan importantes, como el raigrás o el yuyo colorado, ahora forman parte de las comunidades, ya que aparecieron formas resistentes a los herbicidas y eso dificulta su manejo”.
Por otro lado, Elba apuntó al manejo del suelo como posible causante de muchos de los cambios en las malezas. “Por ejemplo, el chamico, estaba entre las especies más comunes, pero en los últimos años ya casi no se la encuentra en los relevamientos. Nuestra hipótesis es que la siembra directa no lo favoreció, ya que sus semillas requieren de una breve exposición a la luz solar durante el laboreo de la tierra para germinar. En siembra directa, al no realizarse ese laboreo, las semillas no reciben este estímulo”.
La otra cara de la moneda es que la siembra directa pudo haber beneficiado a otras especies. “Es el caso de la rama negra, que se ve favorecida cuando sus semillas están cercanas a la superficie, sobre el suelo o en poca profundidad. La siembra directa brinda estas condiciones”, puntualizó la docente. La evolución de la resistencia al glifosato de esta especie, según detalla el estudio, es también un factor que explica su persistencia.
Consecuencias sobre la naturaleza que derivan del paquete tecnológico que es utilizado por el modo de producción agropecuario que se aplica en Argentina fundamentalmente desde la segunda mitad de la década del 1990.
Fuente: Sobre la Tierra (SLT-Fauba)