Tras la adquisición de la mina Huemul al sur de la provincia de Mendoza, la multinacional canadiense se prepara para explorar el yacimiento rico en vanadio, cobre y uranio. La firma sacaría el mineral en bruto del país, para procesarlo en el exterior y que luego vuelva a ser adquirido por nuestro país, para la producción de combustible nuclear.
Redacción
A mediados de junio pasado se dio a conocer que la minera canadiense Consolidated Uranium (CUR) adquirió el 100% de la mina Huemul. A 48 años de su cierre en 1975, el yacimiento ubicado en cercanías a la ciudad mendocina de Malargüe podría volver a producir este metal.
Según relatan las fuentes, la mina supo producir 500.000 libras en las dos décadas que estuvo activa. Además, la canadiense CUR impulsó la compra de la mina de uranio, vanadio y cobre Huemul-Agua Botada, más el terreno circundante que alcanzaría unas 27.350 hectáreas. Es decir, la firma compró aquello que supo pertenecer como patrimonio estratégico a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CoNEA).
La empresa argumenta que el yacimiento es comparable a las existencias comprobadas en Kazajstán. El país de Asia Central es el mayor productor de uranio del mundo desde 2011. CUR admite que ya recibió los permisos ambientales y de exploración, y que por tanto espera poder desplegar un programa de mapeo geológico detallado y muestreo geoquímico sistemático de rocas; para luego, examinar los minerales mediante perforaciones poco profundas.
Como ya se dijo, Huemul tiene su historia. Oportunamente, el uranio fue encontrado en 1952; y desde 1955 a 1975 se explotó el yacimiento, cuyo producto era incluso tratado en la cercana ciudad de Malargüe. Incluso desde la suspensión de la actividad del yacimiento de Sierra Pintada (al noroeste de la también mendocina San Rafael) en 1997, nuestro país importa 220 toneladas de uranio de cara abastecer a las tres centrales existentes.
Lo que se adquiere no es el mineral en bruto sino el “concentrado” de mineral primario; que luego se transforma e industrializa para transformarlo en combustible y abastecer a las centrales nucleares. La firma de propiedad estatal Dioxitek es una de las encargadas de hacerlo en Argentina.
Dichas compras se realizan a Kazajstán – país productor -, y Canadá y Australia. Estos dos últimos, países sede de las principales empresas mineras que extraen el recurso de Asia Central.
Es decir, con la excusa de que tanto el litio, como el cobre y el uranio, serán los “motores” de energías alternativas a los hidrocarburos en el futuro cercano e inmediato, el Gobierno Nacional y sus socios “de modelo” provinciales están entregando las joyas de la abuela.
Hoy por hoy, la preocupación mendocina pasa por la legitimidad que cobre el proyecto en función de la tecnología que se utilice para extraerlo, dados los alcances de la Ley provincial 7.722. La misma prohíbe la explotación minera a base de técnicas que implementen sustancias químicas como cianuro, mercurio, ácido sulfúrico y otras sustancias similares en los procesos mineros metalíferos de cateo, prospección, exploración, explotación e industrialización de los recursos que se obtengan.
Si bien el debate ambiental es bueno y debe darse, lo que no puede ocurrir es que Argentina abandone el plano del procesamiento y el agregado de valor industrial, y lo deje a merced de la Commonwealth. Así lo hicieron con el oro, la plata, el litio; lo planea hacer con el cobre y acaba de confesar que lo harán con el uranio.
Fuente: CUR / Minería y Desarrollo / MDZ / AgendAr