A partir de hoy vuelve a regir por 35 días, el Programa de Incremento Exportador (PIE) – en criollo, el “dólar soja” -, que establece un tipo de cambio diferencial para el complejo sojero de $230 por unidad. Veamos como gira la cosa, mientras se nos escapa hasta el caballito.
Redacción
Vamos con lo meramente informativo primero. Finalmente se anunció lo que se esperaba desde hace un par de semanas: a partir de hoy, lunes 28 de noviembre y hasta el 31 de diciembre de 2022, vuelve a ponerse en vigencia un tipo de cambio específico para la liquidación de las exportaciones de soja y derivados. El precio se fija en $ 230 por dólar cuando la cotización oficial está en los $ 160.
La medida tiene en principio tres reflejos inmediatos de mayor rentabilidad para los que manejan el negocio en Argentina. Uno, el obvio, un dólar un 30% “mejor pago” y por ende la obtención de mayor margen. Segundo; en sólo 60 días, la exportación de soja y subproductos y más allá de lo que “diga el mercado mundial”, los exportadores obtendrán un 15% de rentabilidad adicional en la zaranda de tipos de cambio, ya que en ese lapso de tiempo el precio internacional de la oleaginosa no tuvo mayores oscilaciones – aunque descendientes -. Sin embargo, de aquel dólar soja a 200 pesos vigente hasta el 3 octubre inclusive, pasaremos al nuevo a $ 230.
Tercero, lo mismo que sucedió en la ocasión anterior: por más que se argumente que el tipo de cambio específico no debería influir sobre los precios internos, en la vida real se “asume” y “tolera” una base mayor de referencia para el cálculo de costos. Por ende, los precios, suben. Y lo hacen porque los que manejan el negocio de la soja, también poseen la posición dominante en las cadenas de precios y distribución.
Al igual que en la ocasión anterior, el Gobierno Nacional, referenció que los divisas que ingresen por intermedio de este mecanismo, tendrán como destino el fortalecimiento de las reservas de dólares en el Banco Central. Se espera que ingresen alrededor de 3.000 millones de esa moneda. Asimismo, y según explicó el secretario de Agricultura y Ganadería, Juan José Bahillo, también “se trabajará en el financiamiento de promoción para economías regionales; subsidios a las cadenas de valor avícola, bovina, lechera y porcina para aumentar producción; y un fondo para mantener valor de las asignaciones familiares”.
¿Por qué se hace solamente con la soja? Porque tanto el grano como los subproductos se exportan en su mayoría. Según el Ministerio de Economía, el “efecto” económico de esa cadena en particular, no afecta el mecanismo del mercado interno de la misma manera que el trigo y el maíz. Lo cual, como dijimos más arriba no es verdad. Los arriendos se fijan en función del valor de liquidación de soja; en los fletes internos además del combustible el “valor” de la carga transportada también incide en el precio del servicio; y demás etcéteras que podríamos agregar, que repercuten en el bolsillo de los argentinos.
Por otra parte, la cosecha de trigo recién está comenzando en algunas regiones, pero recordemos que la semana pasada, el Gobierno prorrogó los términos de los contratos y por ende su liquidación por 365 días. En el caso del maíz, la siembra de los “tempraneros” está arrancando.
Los efectos del programa seguramente tendrán un efecto similar a la vez anterior que se aplicó hace menos de 60 días. Las exportadoras, se harán de dólares a conveniencia, que después deberían volver a volcar en la cadena pero en pesos. Eso implicaría que – en teoría –, les ofrecerán un mejor precio a los productores por la soja.
Y volvemos a la calesita: si el productor está más dulce en pesos, todos los costos y gastos que debe afrontar seguramente tendrán un “pelito” de aumento. Y esto corre para pago de insumos, sueldos y jornales, servicios, toma de créditos, y arriendos. Por lo tanto, el “pelito” se transforma en “pelambre” por la misma cuestión transitiva de los precios.
Y ya sabemos… la sortija nunca nos toca y todo ese desbarajuste termina en los precios de los alimentos y servicios básicos. Una devaluación encubierta que sólo perjudica al laburante y que le alarga la agonía al pequeño productor.
Fuente. Ministerio de Economía / Bichos de Campo