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Una resignación llamada merluza

Se viene Semana Santa, y el pescado en lugar de nadar vuela. En Santa Cruz se impulsó un “precio cuidado” para la merluza y resignado para la estructura productiva de la cadena.
Redacción
Ya ni siquiera tiene sentido abundar nuevamente en cuánta merluza capturan los pesqueros con licencia de pesca argentina, aunque no está demás recordar: durante 2021, se vendieron cerca de 260 mil toneladas a razón de 2.335 dólares la tonelada. Según los informes, durante enero de este año, se registraban cerca de 17 mil toneladas, y con mejor precio de exportación: 3.175 dólares por cada mil kilos de pescado.
Se viene Semana Santa y es sabido que la demanda interna de pescado crece en todo el país. Las “ofertas” de las principales cadenas de comercialización de ventas minoristas ofrecen el kilo de filet en 900 y 1.100 pesos. Valores irrisorios no sólo por la crisis económica, sino también por el abundante acceso al recurso que Argentina posee, al menos en teoría.
Un ejemplo de cómo se legitima la situación – incluso desde las buenas intenciones – lo está dando en estos momentos la provincia de Santa Cruz.
Días atrás se anunció que el Ministerio de la Producción, Comercio e Industria, a través de sus Secretarías de Comercio e Industria y Pesca y Acuicultura santacruceña, junto a la Cámara de Comercio e Industria y Afines de Río Gallegos, firmaron un acuerdo de “precios sugerido” para la venta al público de merluza congelada a $500 el kg desde los días previos a Semana Santa. El acuerdo tiene como objetivo”asegurar el acceso popular al pescado, alimento tradicional de la festividad”.
Para ello, desde la Secretaría de Comercio de Santa Cruz se informó que se acordó desde el Estado provincial la provisión de 3.000 kilos de merluza congelada, para que estén disponibles en góndolas y mostradores.
¿Qué es lo relevante aquí? Bueno, volvamos al primer párrafo: si el kilo de merluza se exporta a un valor de 3,17 dólares, al cambio oficial significan $ 374,12. Si a ello se le suma el mínimo intermediario (33%), y como anunció Santa Cruz, el resto el precio subsidiado, vemos que al momento del acuerdo, el precio de la promoción en dólares se asemejaba al denominado “dolar turista”. Es decir, un punto intermedio entre la cotización oficial y el dólar informal.
Entonces, ¿por qué nos interesa abordar este tema hoy? Para dar cuenta a través de este ejemplo el esquema general de las formas de construir precios en Argentina y cual es el límite que posee el Estado en este contexto, pero fundamentalmente jugando ese rol.
Abastecer de alimentos a la población a precio junto, sin que el productor o el comerciante pierda sus justos ingresos, “obliga” al Estado cómo único camino, intervenir el el eslabón final de la cadena y subsidiar el precio final de mercado interno.
Distinta suerte se correría si el Estado ejerciera la actividad de transporte, almacenamiento y conservación, el valor final del kilo sin subsidio apenas superaría los $ 300. Si ejerciera la actividad pesquera y además regulara por propio mostrador la venta a la población; es decir, a través de mercados abastecedores mayoristas y minoristas, los precios podrían ser inferiores a los $250.
Lo que vemos claramente con el ejemplo santacruceño, es por un lado, la resignación de los Gobiernos de turno ante el incentivo permanente a la exportación sin requerimiento de abastecer el mercado interno; por el otro, la falta de convicción – ni siquiera por amor propio – para generar una cadena de transporte, distribución y abastecimiento que salte por arriba el laberinto de los intermediarios.

Fuente: Gobierno de Santa Cruz

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