¿Cómo salir de la posición periférica subordinada de nuestro sistema agroalimentario?

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¿Cómo salir de la posición periférica subordinada de nuestro sistema agroalimentario?

Reproducimos en forma íntegra, una entrevista realizada por el periodista venezolano Roberto Malaver* a Clara Sánchez Guevara, autora del libro «Operación bloqueo de alimentos a Venezuela”. En ella, se explica cómo fue el proceso del bloqueo perpetuado por Estados Unidos sobre ese país hermano. Al mismo tiempo se menciona la alternativa de que un bloqueo económico de estas características, en lugar de ser una condena, puede ser una oportunidad para los países que lo sufren.

Redacción

– ¿El que controla los alimentos controla el poder?

– Sí. Poder, en términos geopolíticos cuando me refiero a los principales países potencia, industrializados como Estado Unidos, que después de la Segunda Guerra Mundial, le otorgaron al suministro de alimentos, un rol de importancia estratégica para el control de las naciones, en plena guerra Fría, y como parte de la doctrina de contención a la expansión comunista, ejecutado a través de un conglomerado de transnacionales o corporaciones cuyas casas matriz son justamente estos países, entre los que están Alemania, Francia, China, entre otros contados.

Suministro de alimentos, que pasó a tener una relación estrecha y dependiente con los hidrocarburos como el petróleo y el gas, desde los años cuarenta, y se expandió a nivel mundial con la Revolución Verde de los años 60, a través de la FAO, pero promovida realmente por los Estados Unidos, mediante la Fundación Rockefeller.

Sin embargo, no sólo es petróleo y gas, también se requiere de tierras cultivables, del agua y la biodiversidad. Esta última, para ejecutar lo que se denominó la Segunda Revolución Verde de mediados de los años 90, con la incorporación de los transgénicos, también mediante la FAO, y por cuyos recursos o bienes comunes, también compiten en el mundo, estos mismos países, para su apropiación, acaparamiento y control, con el fin de mantener su status quo en el sistema internacional.

Poder estructural agroalimentario, como ha sido denominado por otro investigador del tema, donde ha entrado China con fuerza desde el 2017, en la búsqueda de convertirse en superpotencia, y para lo cual, también necesita controlar el suministro alimentario, principalmente para garantizar la alimentación de su gran población.

Por mencionar un ejemplo, Bayer- Monsanto (Alemania), Corteva Agrisciencie (Estados Unidos) y Syngenta (China), controlan al 2020, más del 65 % de las ventas de semillas en el mundo. Particularmente transgénicas, cuya utilización requiere de patentes. Y ese control, junto a otro puñado de corporaciones, se extiende a otros suministros para la producción primaria de alimentos, así como para la transformación, comercialización – transporte y consumo de estos a nivel mundial. Por supuesto, asociado a este modelo agrícola industrial o agronegocio implantado en los años 60.

De hecho, esa frase la utilizó Henry Kissinger en el año 1974, en medio de la crisis del petróleo, al presentar un informe de independencia energética para los Estados Unidos, en el que planteó esa la relación de los alimentos y los recursos naturales, sosteniendo que “quien controla los alimentos, controlará a la gente, quien controla el petróleo, controlará a las naciones”; por lo tanto, a partir de acá se convierte con más fuerza a los alimentos en un tema de seguridad nacional para los EEUU. Y hasta la fecha, lo sigue siendo.

–¿Se siguen desarrollando las bases para crear una crisis alimentaria en Venezuela?

– Cuando me refiero a “la construcción de una crisis alimentaria en Venezuela” con el fin de hacer colapsar al gobierno e imponer un cambio de régimen, es que siempre existirá esa acción debajo de la mesa, cuándo de forzar una intervención militar sea el asunto. Aunque, se supone que Estados Unidos descartó ese escenario, yo diría, que puede ser sólo por los momentos, sigue estando allí, así como puede volver un asedio generalizado nuevamente.

Porque a veces, ante tal derrota, como la propinada por la Revolución Bolivariana a Estados Unidos, ante la intensión de instalar un gobierno paralelo en nuestro país afín a la política norteamericana, puede suponer, no el fin del conflicto, sino, el retiro del adversario, hasta esperar mejores condiciones para volver por el objetivo. Y, creo esa es la intención, y porqué no, pueden usarse los alimentos nuevamente como munición de guerra, como se ha hecho a lo largo de la historia.

Para muestra, es que el tema del hambre ha sido utilizado desde el 2014 recurrentemente y, fue con el que se comenzó a posicionar y mantener a Venezuela en agenda internacional, y a partir de allí, se le fueron agregando otros temas, como la migración, etc. Siendo necesario recalcar, que en este año, los indicadores alimentarios de la población venezolana se encontraban aun en el más alto nivel.

Cosa que se fue aderezando, con la imposición de un relato sobre una crisis alimentaria, que por cierto se inició desde el Comando Sur en el 2015, continuó la Asamblea Nacional 2016 – 2020, Almagro desde la OEA, Grupo de Lima, etc. Y en paralelo, mediante el bloqueo, se vulneraron los componentes del sistema agroalimentario venezolano, porque había que hacerla real, palpable, infligir castigo al enemigo, y como se tenía que posicionar a Venezuela como la crisis alimentaria “más grave del mundo”, incluso por encima de Afganistán, Sudan del Sur o Yemen, en el 2020, hasta se llegaron a manipular indicadores alimentarios desde los propios organismos de la ONU, mediante ONG, Sociedad Civil y hasta grandes empresas, financiadas por USAID, la Unión Europea, Reino Unido, y que a su vez, financian a estos organismos.

Por lo tanto, es parte de la fórmula, para sumar a una crisis humanitaria, que es en términos de agenda internacional, un medio para las intervenciones militares “humanitarias”, soportadas en hacer llegar supuestas ayudas con carácter de emergencia, cuya forma de hacerlo, es justamente con el aval, aunque a veces no, de la llamada “comunidad internacional”, para defender los derechos humanos de la población, que se supone no protegen los gobiernos y en este caso, aplicar  a Venezuela como se ha propuesto, el principio de la “Responsabilidad de Proteger” o R2P, del cual, el ejemplo, más palpable es como quedó destruida Libia en el año 2011, para la cual desde el 2009, se comenzó a invocar la aplicación de esta doctrina.

Como es un escenario, que se puede volver a reactivar, lo lógico es que la Revolución Bolivariana ya esté preparándose para ello, que significa, garantizar a toda costa la recuperación y estabilización de los niveles de alimentación de la población venezolana, sobre todo aquella, que en lo inmediato se encuentra en subalimentación y que según FAO (2021) alcanza a 7,8 millones de personas.

Porque es la población el factor de poder nacional más importante a proteger de una nación. O sea, evitar nuevamente que se echen bases para crear una “gran crisis alimentaria”, como escenario de desestabilización nacional para una intervención extranjera.

– En el paro del 2002, también faltaron los alimentos, y como respuesta a eso Chávez creó Mercal y Pdval, ¿Ha funcionado eso?

– Funcionó. De hecho, hay que recordar que el paro del año 2002 surge primeramente por el rechazo de los grupos de poder en el sector agroalimentario nacional de ese entonces a la aprobación de la “Ley de Tierras y Desarrollo Agrario”, que finalmente desencadenó en el Golpe de Estado contra el presidente Chávez, y la posterior paralización de la industria petrolera 2002 – 2003 por la “Ley de Hidrocarburos”. En este caso, es evidente la relación por el control de los recursos naturales, de los cuales depende el sistema agroalimentario.

Ante la acción de dejar a la población sin acceso a alimentos en esos años, el Gobierno comenzó a participar directamente en la distribución y comercialización de alimentos. Y no sólo eso, terminó en la creación del Ministerio de Alimentación y, asociado a lo que yo denomino, el mayor impulso estatal a la producción nacional de alimentos, que nos llevaron a alcanzar los más altos niveles en los indicadores de alimentación de la población venezolana y de producción primaria de alimentos a cifras históricas.

Venezuela llegó a formar parte de los primeros países del mundo con menor Índice de Prevalencia de Subalimentación en <5%, aumentó el consumo nacional de alimentos a más de 3000 Kcal/per/día, disminuyó la desnutrición en niños y niñas, entre otros.

Y en cuanto a la producción nacional, se incrementaron las hectáreas de siembra en más de 100%, y por supuesto la producción de cereales, que eran un poco más de 2 millones de toneladas en 1998 a más de 3,6 millones de toneladas al año 2014; así mismo, aumentó la superficie regable en un 84%, etc.

Con estos programas de la lucha contra el hambre en Venezuela, el Estado pasó a atender al 75 % de la población, que significaba a más de 22 millones de personas, al cierre del año 2014, y los cuales adquirían los alimentos con precios, entre un 30 y 80 % de subsidio.

Esta acción, además fue como respuesta al control oligopólico de los alimentos de mayor consumo de la dieta nacional, por parte de Cargill, Polar y Monaca.

De hecho, en el informe de riesgo de 2014 de la Polar, se podía leer, que esa red de comercialización de alimentos de consumo masivo a precios subsidiados del Gobierno Nacional había incidido en sus ventas y en los márgenes de rentabilidad de la empresa.

Ahora bien, fue una etapa en donde se tomó el control de los recursos naturales, particularmente el petróleo, acompañado con altos precios internacionales. Pero, al fin y al cabo, una política pública sustentada en la captación internacional de la renta petrolera.

Política pública que comenzó a resquebrajarse a partir del año 2014 y con más fuerza en el 2015, porque su soporte era los ingresos petroleros que cayeron drásticamente a partir de ese año, y con mayor proporción en 2016, en lo que conocemos, como la crisis sistémica del petróleo de esos años.

Es este escenario, que califico como el momento esperado por Estados Unidos para pretender acabar con Venezuela como Estado-Nación, con la consiguiente imposición del bloqueo, o aplicación de las medidas coercitivas unilaterales, y de forma más abierta y feroz desde 2017, cuando comienzan a aumentar los precios del petróleo, con la consecuente recuperación de las economías de los países exportadores de hidrocarburos, cosa que no sucede en Venezuela, porque se ataca directamente a la estatal petrolera nacional. Lógico, EEUU apuntó al corazón económico de la nación, que sostenía estos programas de la lucha contra el hambre.

Y así como en 2002, en 2016, ante el escenario de desabastecimiento inducido, acaparamiento, especulación y ‘bachaqueo’ principalmente hacia Colombia de los alimentos de consumo masivo, y las largas colas (cuyo eslogan fue el utilizado por la oposición venezolana para lograr la mayoría en la Asamblea Nacional), la respuesta del Gobierno nacional fue la creación de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción Socialista (CLAP), convirtiéndose en el principal programa alimentario, que entre otras cosas, a medida que se fue extendiendo a lo largo y ancho del territorio nacional, con todas sus debilidades y fortalezas, incidió en el desvanecimiento progresivo del caos producido por la guerra económica. Y, que como ya conocemos, ha sido constantemente atacado mediante la operación bloqueo de alimentos a Venezuela, para desprestigiarlo ante la población al cual va dirigido.

– El presidente Nicolás Maduro recomendó leer su libro Operación bloqueo de alimentos a Venezuela.  ¿No le parece que ese bloqueo es positivo porque nos obliga a producir?

– Primero, agradezco al Presidente la recomendación pública de mi libro, tomando en consideración que soy una autora desconocida y, este es mi primera publicación.

Sobre, si el bloqueo es positivo y nos obliga a producir, hago alusión en el libro, en los planteamientos finales que dejo como aportes para el debate y la reflexión, aunque no es su eje central, es parte del trabajo que vengo desarrollando desde el año 2014 y constituye otra obra que espero pronto publicar.

Sin embargo, el bloqueo desde un punto de vista estratégico y geopolítico se debe constituir para Venezuela, en la oportunidad de acelerar la salida de lo que yo denomino, el carácter dependiente desde una posición periférica subordinada de nuestro sistema agroalimentario, al poder hegemónico mundial, al transnacional.

Por otro lado, hay que defenestrar de nosotros mismos, eso de que, en Venezuela no se produce nada. De hecho, en la primera parte del libro, en Chávez y sus opciones sobre la mesa, presento con detalles, el seguimiento que he hecho a diferentes indicadores, sobre los grandes avances que se obtuvieron durante los primeros años de la Revolución Bolivariana, el mayor impulso estatal en ese tema, que constituyeron o fortalecieron el poder nacional.

Ahora, el bloqueo se impone con el fin de causar sufrimiento a todos nosotros los venezolanos y venezolanas, de impedir la utilización de nuestros recursos naturales; y como nuestro sistema agroalimentario es dependiente, como ya mencioné, nos afecta, al necesitar de materias primas, insumos agrícolas y otros, para la producción nacional. Eso debe superarse definitivamente en este contexto, mediante aplicación de la ciencia y la tecnología y los saberes populares, como se ha estado haciendo con un insumo fundamental como la producción de semilla nacional, cuyo crecimiento ha sido significativo en estos últimos años, aun en medio del bloqueo, y cuyos programas nacidos en los primeros años de la revolución, están dando sus primeros frutos.

Aunque, dicho sea de paso, los países industrializados a través de sus corporaciones también compiten para copiar, utilizar, apropiarse y explotar los conocimientos populares, tradicionales, ancestrales, así como los esfuerzos científicos y tecnológicos de los países periféricos.

Además, debe evitarse entre otras cosas, el ciclo de la desnacionalización, la privatización, la oligopolización y la transnacionalización de nuestra industria alimentaria, pero en la que puede caer incluso, la tierra cultivable, como siempre lo he alertado. Por lo tanto, es aplicable a todo el sistema agroalimentario nacional.

Para ello, debe dársele el carácter estratégico al sistema agroalimentario, que permita la construcción de un nuevo modelo alternativo de desarrollo, insubordinado al poder hegemónico mundial y de alto componente endógeno, que no se hace de la noche a la mañana, forma parte de una gran estrategia nacional.

– ¿Si no sembramos el petróleo, qué podemos sembrar ahora?

– Todavía se puede sembrar el petróleo. El petróleo sigue siendo dentro de la matriz energética mundial, la energía más utilizada, con más del 31% de uso para el año 2020, por lo tanto, Venezuela tiene muchos años por delante para seguir utilizando este y otros recursos naturales estratégicos en pro de su modelo de desarrollo.

Lo que debe romper es el carácter rentista, dependiente, y dejar de jugar el papel que nos asignaron históricamente las grandes potencias occidentales, como productor de materias primas para sus países industrializados; agregando valor, ampliando el espectro productivo de forma soberana, que incluye al sistema agroalimentario, por lo tanto, no podemos seguir siendo sólo meros exportadores de materias primas básicas.

Y, por otra parte, si hay algo que se debe sembrar, es justamente los alimentos, porque son vitales para el desarrollo de una nación, tanto, que forma parte del poder nacional, y cuya producción debe ir dirigida primeramente a garantizar la alimentación de la población, que también es componente del poder, y se constituiría en un blindaje ante la arremetida constante del imperio norteamericano.

*Publicada originalmente en Ciudad Caracas el 3 de diciembre de 2021.

Fuente: Alainet

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