El siguiente artículo firmado por el periodista Gabriel Fernández tiene casi dos semanas de publicado. Lo rescatamos porque nos parece apropiado el análisis sobre el rol de la Unión Europea y Alemania en los últimos reacomodamientos de las tensiones globales. Aunque no sea “primicia”, lea; es noticia igual.
Por Gabriel Fernández *
Hace tan poco tiempo, Alemania fue el motor económico europeo. Finalmente, como soñó Konrad Adenauer, despegó en base a un esquema productivo antimonopólico, con presencia estatal para garantizar el desarrollo de las pequeñas y medianas industrias y debate continuo con los sindicatos hacia el establecimiento de un mercado interno sólido, sin por ello obviar un comercio internacional creciente.
Un equilibrado intercambio con el resto de Europa, el alza de la capacidad de compra asiática para muchos de sus productos y la adquisición de combustible a precios razonables configuraron en parte los ejes del despliegue. Su cenit fue alcanzado durante la gestión de Angela Merkel. En 2021, cuando finalizó la construcción del gasoducto Nord Stream 2, los germanos celebraron, junto a los rusos, con bulla y algazara.
Ya el Nord Stream 1 se había constituido en la vía de transporte de gas natural más importante del continente y una de las más grandes del planeta. Poco importaron al gobierno alemán las quejas de los Estados Unidos y Polonia, entre otros, por lo que evaluaron una injerencia rusa sobre la economía en la Eurozona. Pero el atlantismo retornó a la potencia del Norte a través de Joseph Biden, y también hizo su reingreso en Alemania, Olaf Sholz mediante. El nuevo jefe de Estado paralizó la inauguración del segundo ducto.
El sometimiento fue considerado insuficiente. Fuerzas norteamericanas y noruegas se zambulleron en el Mar Báltico, instalaron y detonaron explosivos en ambos tubos. Enseguida, norteamericanos y aliados responsabilizaron a la Federación de Rusia. No lograron explicar porqué el dueño mayoritario del gasoducto, la estatal Gazprom, haría semejante cosa. El periodista Seymour Hersh hizo uso del prestigio que lo envolvió tras el Pulitzer y presentó una contundente investigación que probó la autoría occidental.
Desde el inicio de la guerra en Ucrania, Alemania y tantas naciones del Viejo Continente, fue conminada por una Unión Europea (UE), doblegada ante la entidad bélica mencionada, a disponer crecientes porcentajes de su presupuesto al área de Defensa, y a brindar toda la asistencia posible al gobierno de Kiev; en línea, a desacelerar su crecimiento para combatir una (baja) inflación y a subsidiar las grandes corporaciones en detrimento de su sostén a las pymes. Y claro: a cuadruplicar su gasto en gas al comprarlo a Noruega.
Ahora, el Gobierno alemán acaba de confirmar que la economía del país ha estado en desaceleración durante tres trimestres consecutivos hasta finales de junio. Se incrementó la desocupación y se estancaron los salarios. El banco central alemán, el Bundesbank, informó que el Producto Interno Bruto (PBI) de Alemania se reducirá en 2023 cerca del 0,3%, una cifra que no se había registrado al menos desde 2003, cuando Berlín comenzaba a tener mejoras financieras tras casi una década de estancamiento.
Los analistas internacionales son un poco más recios al analizar el contra milagro germano. “Sospechamos que el consumo de los hogares y las administraciones públicas seguirá siendo muy débil y pensamos que la inversión se contraerá”, afirmó un reciente informe de la consultora financiera Capital Economics, con sede en Londres. Insistente, confirmó la caída del producto y la inversión. Según esa fuente, es probable que lo que denomina “el desorden económico de Alemania” se prolongue durante otro semestre. “Confiamos en nuestra previsión de que la economía alemana seguirá contrayéndose tanto en el tercer como en el cuarto trimestre”, planteó Capital para luego añadir que “el desglose sectorial muestra que la recesión tiene una base amplia y abarca todos los sectores principales: manufacturas, servicios, comercio minorista y construcción”.
Los datos de la web especializada TradingEconomics complementaron esa mirada. Muestran un crecimiento cero desde finales del tercer trimestre de 2022. De acuerdo con TradingEconomics, el entorno económico en Alemania parece tan sombrío como lo fue durante la pandemia del COVID-19 y las restricciones impuestas por el Estado. Así, el indicador IFO que mide el estado del sector empresarial, registró en agosto su nivel más bajo desde el mismo mes en el 2020, “con la situación actual incluso peor, ya que no se limita a determinados sectores”.
La apreciación de la mítica Forbes es de singular interés. Sostuvo que “Al menos una parte de los malos resultados del país hay que atribuirlos a su “imprudente política energética manifestada en las sanciones contra Rusia tras el inicio de la contienda”. Encima, reprende a los alemanes. Aunque luego se pone sensible: “Sufren no solo el pueblo alemán y las empresas con sede allí, sino también los inversores”. Ejemplificó que “por ejemplo, el fondo bursátil iShares MSCI Germany (EWG), que sigue una cesta de acciones alemana, se ha movido lateralmente desde el 12 de enero, logrando apenas un 1,1% (sin dividendos) desde esa fecha hasta el 28 de agosto”. “Mires donde mires, la economía alemana está hecha un desastre”, sintetizó Forbes.
Bloomberg se alinea con la noción previa. Por un lado indicó que la situación de la economía alemana “desafía la intrépida predicción que hizo el canciller Olaf Scholz en enero sobre que tal recesión no se materializaría en lo absoluto”. Luego, subrayó que Alemania es un “lastre para Europa” ya que los pronósticos para lo que resta del año anticipan que su economía no solo no mejorará, sino que será peor de lo que ya esperaban instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI). “Estos desafíos a largo plazo se combinan con una débil demanda china y una política monetaria más estricta para presionar aún más a la industria. El aumento de la tasa de interés de un cuarto de punto del Banco Central Europeo para controlar la inflación cada semana aumenta aún más la presión”, advirtió Bloomberg.
Quizás por todo esto y algo más, desde estas páginas señalamos que resultaba pertinente indagar quiénes son los perjudicados por la guerra y contra quién combate la OTAN. Si Ucrania es la víctima propiciatoria, si Rusia y China figuran como enemigos sistémicos, es razonable inferir además que el modelo establecido por Alemania en aras de una reducción de la renta parasitaria y una mejoría de la producción asentada en nuevas tecnologías -para colmo vinculado comercialmente en distinto sentido con los dos grandes multipolares- hizo sonar las alarmas en Davos y en las cúspides del poder financiero.
Pocos días atrás, el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva esbozó la típica picardía sudamericana y sugirió que Alemania se sume al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
Hoy como ayer, los emergentes susurran a algunos europeos “para ustedes, también hay un lugar”.
*Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
Fuente: Radio Gráfica