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Del litio se dice mucho y se sabe poco. Indagar en el “qué” y en el “cómo” al mismo tiempo, pareciera que no estaría siendo del todo aceptado por el sector vinculado a su explotación y toda la cadena internacional asociada. Sucede que el mineral ha pasado a ser un recurso geopolíticamente estratégico, y Argentina está en un lugar de privilegio en ese sentido.

Por Pablo Casals

En las últimas semanas, se incrementó el debate al respecto, luego de dos anuncios que en los medios se promocionaron poco, se los explicó menos, y se los analizó nada. El primero, sobre el inicio de la fabricación a pequeña escala de baterías de litio a ciclo completo, mediante el proyecto desarrollado por la Universidad de La Plata y la pata tecnológica de YPF, Y-Tech.

El segundo, la declaración de “recurso estratégico provincial” por parte del gobernador de la Rioja, Quintela. Medida que entre otras cosas establece una serie de condiciones para la explotación del mineral y las trabas para el capital foráneo, que predominan en otras provincias. Sucede que la Rioja, sería una de las provincias con litio, pero en poca cantidad comparándola con sus vecinas Jujuy, Salta y Catamarca.

El lector que nos sigue más o menos ya los sabe. Desde esta redacción se brega por la nacionalización del recurso; la prohibición de su exportación en bruto; y el desarrollo de toda la cadena desde una mirada federal y conjunta entre todas las provincias, con acerbo principal de las que poseen litio. Esto implica por supuesto, la creación de una “YPF del litio”, y de todas las agencias, institutos y empresas que se requieran para integrar verticalmente su explotación en el país. En criollo, que la cadena comience en la extracción conveniente y a demanda del mineral en bruto; y salga transformado en teléfono, computadora, vehículo o semiconductor.

Ahora bien, hay una serie de obstáculos y debates en torno a estos temas, que van siendo puestos a la luz por distintos investigadores. Estos además, no son ajenos a su propio interés o toma de partido – y es preferible que así sea; es más “honesto” -.

Se dice por lo tanto que Argentina, Chile y Bolivia, conforman el “Triángulo del Litio” dado que el 60% del recurso se encuentra en nuestros países.

Voces asociadas al mundillo del mineral aclaran que no necesariamente “recurso” implica “reservas”, y estas “producción”.

Aparentemente, para ser considerados “reserva”, los minerales deben ser “comercialmente viables y técnicamente extraíbles”. Es decir, si no se los puede sacar – por la razón que fuera -, no puede usárselos para cualquier proceso de producción; y por lo tanto no cuentan.

Es en este punto donde comenzaron a circular una serie de explicaciones con “olor a multinacionales”, pero con asidero, que intentaremos explicar brevemente: se dice que Chile es el país con mayor cantidad de “reservas” – o sea, se puede sacar – con 9,2 millones de toneladas. Australia la sigue con 5,7 millones. Después vendríamos nosotros, Argentina, con 2,2 millones de toneladas.

Bolivia, por caso, contaría con 21 millones de toneladas, pero – dicen – con una insignificante capacidad para explotarlo. Además de que los anuncios gubernamentales del país afirman lo contrario; llaman la atención el denodado interés desde hace un lustro por parte de Alemania, Rusia y China por el litio boliviano. De ahí que, no se descarta nada, pero lo de la “incapacidad” es un dato con olor a multinacional anglosajona.

Después, respecto de la “producción” de carbonato de litio equivalente (LCE) – que es lo que vienen a buscar, y los gobernadores están rifando -, nuestro país se ubicaría en cuarto lugar dada la producción de 33.000 toneladas LCE anuales. El líder de este ranking es Australia con 290.000 toneladas LCE; secundada por Chile con 138.000 toneladas LCE; y con China completando el podio con 74.000 toneladas LCE.

Antes de los carnavales circuló una versión que afirmaba que de continuar con el promedio en lo que va del año, solamente Salta y Jujuy superarían a China en producción. Humo, propaganda; hacerle la contra a Quintela, y esquivar lo importante que fue mencionado por varios analistas durante los últimos quince días: ni siquiera el Gobierno nacional sabe cuánto carbonato de litio se exporta en realidad; y que las regalías solamente son de un 3% según las Declaraciones Juradas de Explotación (DDJJE), que llena y firma la misma multinacional al costado de las piletas.

Si bien es mucha guita, nada hasta ahora está indicando que la explotación del litio no sigue la misma suerte que viene acosando desde hace años a la minería metalífera y la extracción de hidrocarburos: las DDJJE son “dibujos”; siempre dejan algún cabo suelto de exprofeso para transformarlo en multa; los controles se disipan y el saqueo es inconmensurable.

Ahora, no solamente es un problema de la ley minera y la Constitución del ’94, que – básicamente – reconocen los recursos como propios de las provincias y por lo tanto con voluntad soberana de decidir su suerte. El asunto va más allá: porque si se declara al litio (u otro recurso) como estratégico y de interés fundamental para el desarrollo y la defensa de la Nación; ahí las provincias no tendrían tanto “juego” ni autonomía sobre un aspecto que nos involucra a todos los argentinos.

A los gobiernos liberales como los que Argentina viene teniendo desde 1983 (más Dictadura), esto último les importó siempre un rábano. Pero, la cosa sería diferente si se apelara ala buena tradición federal-popular que posee nuestro pueblo sobradamente: que cada provincia sea autónoma en sus decisiones, salvo en aquellas donde afecten la defensa del conjunto y por ende de la Nación; como así también del bienestar de sus habitantes.

En criollo: si la política minera, hídrica, energética, agropecuaria, industrial – o la que sea – de una provincia, pone en riesgo la defensa nacional en cualquiera de sus variantes y dimensiones, o condiciona negativamente la vida de los habitantes de otra u otras provincias, es un federalismo que no camina (acá en el Chasqui le llamamos a eso “federalismo liberal”, que nada tiene que ver con nuestra historia popular).

Después está el otro extremo: cuando se nacionaliza un recurso, las ventajas van para Buenos Aires y zona núcleo y las demás regiones cos quedamos mirando. Y sí; es la otra cara de la moneda – igual de negativa – de lo que describíamos en el párrafo anterior.

Me corro del litio un momento. Se la están por “mandar” otra vez con el gasoducto “Néstor Kirchner”: al sur del río Colorado existen enormes cantidades de familias y barriadas sin acceso al gas de red, que pagan fortunas por una garrafa por semana. La obra mencionada, alargaría en el tiempo esa situación; incumpliendo una promesa que data de los tiempos de la construcción del ducto Comodoro Rivadavía – Buenos Aires, que con buen tino indicaba que las ciudades y poblados patagónicos tendrían acceso al gas de red barato y abundante.

Bueno… No sucede eso todavía. Y no es culpa de Perón – como más de uno debe estar pensando -. Fueron los sucesivos gobiernos los que no cumplieron con la promesa, peo también mandato escrito.

Entonces, no es una cuestión de a cuánto le pongo la regalía de explotación; o si es un recurso centralizado por el estado nacional o las provincias. Se trata de encolumnarse atrás de una política soberana e independiente. Por que además, este modelo minero no está dejando un solo peso en el país, en relación al saqueo producido.

Esto lo explicó el colega Daniel Arias días pasados, en un artículo en AgendAr, que paso a mencionar y citar brevemente, porque es imposible escribirlo mejor: de proyectos de manufacturas de mayor valor (ánodos, cátodos, pilas enteras) tenemos cartón lleno, pero hasta ahora son todos académicos, no industriales, y en tamaño a lo sumo llegan a plantitas de demostración tecnológica. Están todos los que deben estar: físicos, químicos e ingenieros industriales de lo mejor que hay en Y-TEC (YPF + CONICET) y en universidades nacionales prestigiosas como las de La Plata. Hasta la CNEA tiene sus proyectos tecnológicos de litio, y son de rompe y raja.

Pero en el cuadro actual de estado distraído y al cuete cumplen una función simbólica. Permiten hacerle creer a la gilada con estudios que el modelo local no será siempre un escuálido Far West, en la que cada minera hace lo que se le da la gana. Permiten creer que la actividad puramente extractiva de hoy de algún modo mágico terminará generando marcas ¡¡argentinas de baterías!!, y empleo calificado. Al final, Cenicienta se casa con el príncipe.

Creo que tenemos un problemita de contabilidad. ¿Cómo pensar que Fénix en Catamarca y Olaroz en Jujuy estén ampliando planta, que haya seis salares más en explotación avanzada, otros treinta en operación inicial, que el litio ya constituya el 29% de las exportaciones mineras argentinas, y sin embargo todavía no pinte un mango en Catamarca, Jujuy, Salta o La Rioja?”

La verdad, coincidimos con el colega: otro día hablaremos de litio, su extracción en forma de carbonato y la cuestión ambiental porque nos parece importante. Pero sea este recurso, o todos los otros de explotación primaria en bruto y de exportación masiva, no están dejando un mango partido al medio en el país.

Nos saquean y se la llevan toda con nombre y apellido. ¿Cómo puede ser que allá provincias con explotación minera o hidrocaburífera de gran escala hace más de tres décadas, con los recursos provincializados, y las puestas abiertas al capital que va a “invertir”; y no paramos de escuchar sobre las profundas crisis económicas?

No lo tomen a mal muchachos; pero a causa del litio perdonemos cinco minutos a Catamarca, Jujuy y Salta que recién empiezan; y posemos la mirada en San Juan, La Rioja, Mendoza, Neuquén, Chubut y Santa Cruz. Después de décadas de “tachín tachín” extractivista, esas provincias deberían estar a la par de cualquier emirato del Golfo Pérsico. Sin embargo, sólo se escuchan llantos de miseria; y van por más extranjerización, más extractivismo, más saqueo.

Entonces, muchachos, péguenle una patada a la multinacional; desarrollemos la cadena integrándola verticalmente en el país; y hagamos con el litio lo que la buena tradición argentina sabe hacer: transformar lo más simple en lo más complejo a partir del trabajo.

Eso es soberanía energética y tecnológica.

Fuentes: Secretaría de Minería de la Nación / Gobierno de La Rioja / Diario El Extremo Sur / Agencia Paco Urondo / Portal Agendar / Archivo Chasqui Federal

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