Compartimos el siguiente artículo escrito por Rubén Furman*, al cumplirse 62 años de la muerte de Patrice Lumumba. Al menos los EEUU y Bélgica conspiraron abiertamente no solo contra el proceso independentista sino contra la vida del mítico líder congoleño. Sus restos permanecieron en Bélgica. En estos días, al fin vueltos al Congo, están siendo honrados en las calles antes de que se los entierre con honores. Con una salvedad: de su cuerpo, disuelto en ácido, solo queda un diente.
Redacción
Patrice Lumumba volvió al Congo seis décadas después de declarar su independencia y de ser asesinado. Una multitud acompaña en estos días el féretro que recorre el país. El jueves 30 de junio, al cumplirse 62 años de la emancipación de Bélgica, será enterrado con honores en la capital, Kinshasa. La antigua potencia colonial acaba de devolver los restos, o lo que quedó de él: apenas un diente que se salvó de la destrucción total del cuerpo, disuelto en ácido. Uno de los asesinos se vanagloriaba del tenerlo.
El pasado lunes 22 de junio un avión transportó el pequeño cofre azul brillante desde Bruselas. La ceremonia fue transmitida por televisión y el fiscal belga Frederic Van Leeuw entregó a los familiares de Lumumba la reliquia del héroe nacional. Durante nueve días será paseada por las distintas regiones de la República Democrática del Congo para rendirle honores de Estado. Acompañado por una delegación el ataúd fue llevado a Tshumbe, en la provincia central de Sankuru, y de allí en procesión de 25 kilómetros hasta la aldea de Onalua, donde Lumumba nació en 1925. Allí se están cumpliendo dos días de homenajes. “Su espíritu, que estaba preso en Bélgica, volvió a aquí”, dijo Maurice Tasombo Omatuku, jefe tradicional y sobrino de Lumumba, en la aldea de donde era oriundo el líder anticolonialista. Desde 2013 el pueblo forma parte de una comuna llamada Lumumbaville en memoria del padre de la patria congoleña.
En los próximos días, los restos serán llevados a sitios simbólicamente importantes en la vida del líder independentista y finalmente se depositarán en un mausoleo en la capital del país, Kinshasa. Será el jueves el 30 de junio, luego de tres días de luto nacional. Justo en el 62 aniversario de la independencia nacional.
En 1961, cuando fue asesinado, Patrice Émery Lumumba tenía 35 años y su figura descollaba en la cofradía de líderes que luego de la II Guerra Mundial luchaban por la descolonización de África. Su país era entonces el Congo Belga y Lumumba integraba una minúscula elite negra ilustrada de apenas 200 personas entre 13 millones de habitantes. Educado por misioneros católicos y suecos protestantes, había trabajado como empleado de una compañía minera y luego como periodista.
A los 30 años, Lumumba se afilió al Partido Liberal y hasta visitó Bélgica. El rey Balduino había decidido una liberalización del régimen colonial, permitiendo partidos políticos y sindicatos. En 1958 crea su propio Movimiento Nacional Congolés (MNC) y participa de la Primera Conferencia Panafricana de Acra. Allí contacta con decenas de dirigentes anticolonialistas. A su regreso, define la línea de su partido independentista congoleño, que suena como los vientos que corren en el mundo: “la liquidación del dominio colonialista y de la explotación del hombre por el hombre”.
El año 1959 se abre con represión sobre el movimiento anticolonialista, con varias masacres y su propio arresto por seis meses. Pero Bruselas se quiere adelantar a los acontecimientos y sorpresivamente anuncia la independencia al Congo con fecha el 30 de junio de 1960. Una semana antes Lumumba gana las elecciones y se convierte en el primer jefe de estado de la República Democrática del Congo, independiente. En su discurso de asunción frente al rey Balduino reivindica la lucha africana como verdadera causa de la emancipación. También se le atribuye haberle dicho en la cara: “ya no somos sus macacos”.
Apenas dos meses después enfrenta la secesión de la provincia sureña de Katanga, rica en yacimientos minerales y la maniobra queda al descubierto: Bélgica cedió la administración política pero sus empresas siguieron succionando los recursos naturales. Lumumba denuncia que el jefe rebelde Moise Tshombe es sólo un instrumento del neocolonialismo belga. “No necesitamos a Katanga como Estado independiente para que mañana sea el gran capitalismo el que domine a los africanos”, declara el líder congoleño.
Pero Bruselas reconoce al régimen de Katanga, financia a Tschombe a través de la Unión Minera y la ONU se niega a enviar cascos azules. Lumumba pide ayuda a Estados Unidos y a la Unión Soviética. También llama a la solidaridad africana porque su fuerza militar es muy limitada ya que los mandos del ejército siguen siendo mayoritariamente belgas pese al decreto de “africanización” de las fuerzas armadas. Denuncia “los monstruosos apetitos del imperialismo”.
Años después, al desclasificarse en 1975 la documentación en una investigación del Senado norteamericano, se conoce el texto de un telegrama fechado el 26 de agosto de 1960 en que el director de la CIA norteamericana, Allen Dulles, ordena a sus agentes en Leopoldville: “Hemos decidido que su eliminación es nuestro objetivo más importante y que, en las circunstancias actuales, merece alta prioridad en nuestra acción secreta”. Era la condena a muerte de Lumumba, fundada en el supuesto giro prosoviético del líder nacionalista y en la creencia de que se convertiría en el Fidel Castro africano.
Pocos días después, un antiguo jefe independentista, Joseph Kasa-Vubu, anunció por radio la destitución de Lumumba y de los ministros nacionalistas. Lo acusó de la muerte de miles de personas y de convocar a tropas extranjeras en su auxilio. Lumumba no cede pero cuando el coronel Mobutu Sese Seko toma el poder, en diciembre del ‘60 decidió escapar hacia el interior, donde tiene muchos adeptos. Las fuerzas de Mobutu lo apresan en el escape con el apoyo de un agente de la CIA, Frank Carlucci.
Conducido al campamento militar de Thysville, el 17 de enero de 1961, Lumumba y sus colaboradores más cercanos -Maurice Mpolo y Joseph Okito- son llevados en avión a Elisabethville, Katanga. Esa misma tarde son ejecutados en presencia de Tshombe, dirigentes del estado títere de Katanga y agentes de espionaje belgas y norteamericanos. Al día siguiente, hacen desaparecer sus cuerpos, presuntamente sumergiéndolos en tanques con ácido. Lo sigue una matanza de lumumbistas con participación de militares o mercenarios belgas.
En un libro clásico, “El asesinato de Lumumba”, el investigador belga Ludo De Witte, cuenta detalladamente que el rey Leopoldo tenía conocimiento de los planes para matar al carismático líder congoleño. El crimen, escribió, fue fruto de un “doble complot del que formaron parte estadounidenses y belgas. Ambos gobiernos utilizaron cómplices congoleños y un pelotón de ejecución belga para asesinarlo”. Algunos asesinos tienen la pulsión de contar sus crímenes, algo relativamente sencillo en tiempos de internet. El comisario de policía belga Gerard Soete se ufanaba de haber guardado un diente del patriota congoleño, en cuyo asesinato había participado. En 2016 la justicia belga incautó el trofeo.
Pasaron seis años hasta la devolución. En la ceremonia televisada, el primer ministro de Bélgica, Alexander De Croo, admitió que el gobierno belga de la época tuvo una “responsabilidad moral” en los acontecimientos que permitieron la ejecución del héroe nacional congoleño. Algo ya conocido y dicho en 2010 tras una investigación parlamentaria. Hace dos semanas, el rey Felipe de Bélgica, de visita por primera vez en la República Democrática del Congo, reiteró en Kinshasa su “profundo pesar por las heridas” infligidas durante la colonización.
*Publicado en El Observador de Uruguay.
Fuente: Socompa