La FAO decretó que el 2023 es el año del mijo forrajero. Este cultivo “verde”, pasó de un clásico a una alternativa de resultados con equilibrio de costos y valor nutricional, además de servir como “cobertura” de cara a la recuperación de suelos.
Redacción
El mijo se da en todas partes y con más razón en su variante ahora denominada “forrajera”. Es decir, se cultiva especialmente para alimento del ganado bovino. Si bien en los últimos días, varios medios nacionales y regionales han publicado notas respecto de esta noble planta y su implementación, la misma no es nueva.
En tanto cereal, al mijo se lo asocia con su harina y la historia del “pan de mijo”, medida que promocionó el segundo Gobierno de Juan Perón de cara palear la escasez de harina de trigo producto de se una sequía importante ocurrida a mediados del siglo XX, que afecto seriamente la producción de este último. Tras la cosecha, se priorizó el cumplimiento de los contratos y compromisos internacionales en materia de exportación, y se allí que se procedió como medida de emergencia a autorizar mezclar la harina de trigo que quedaba en el mercado interno con la de mijo. Dejaremos para otro momento, los argumentos esgrimidos por distintos sectores políticos a favor o en contra de la medida.
La cosa es que el “mijo perenne” destinado al forraje tampoco es algo nuevo. Los viejos lo usaban y los pequeños productores también como complemento o sustituto de cara a combatir “las vacas flacas” en años de escasez de otras pasturas. Sin embargo, es cierto que no tenemos conocimientos de organizaciones de sistemas o unidades productivas de cara a darle escala en términos de volumen.
El mijo perenne es una hierba propia de la primavera y verano, que crece en zonas templadas, calidad y tropicales, aunque se adapta a climas fríos. Asimismo, dada su resistencia a la falta de agua, también se da muy bien en zonas semiáridas donde tiene lugar heladas recurrentes. Un yuyo todo terreno que según los técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), ha propiciado que en la zona donde confluyen las provincias de La Pampa y Buenos Aires, sean uno de los cultivos “verdes” con mayor proliferación en los últimos años.
La ingeniera de INTA, Susana Paredes, asegura que como recurso forrajero, la planta ofrece rindes de materia seca por hectárea que oscilan entre las 35 y 50 quintales (3,5 y 5 toneladas). Aplicado al ganado, la especialista afirma que tal cantidad es suficiente para los requerimientos alimenticios de una vaca de cría o recién preñada.
El batifondo alrededor dl mijo forrajero vine a cuento también de que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) declaró al 2023 como el Año Internacional del Mijo. Es decir, la FAO ha lanzado múltiples programas de incentivo para el cultivo de esta variedad forrajera.
Además, tiene la ventaja de ser un cultivo fuerte y barato, de allí que los “viejos” siempre lo tuvieran en cuenta para autoabastecimiento. La planta necesita la mitad de agua que el trigo, no es afectada por plagas, y sus hierbas competidoras, son fáciles de contrarrestar sin necesidad de grandes aplicaciones de herbicidas.
Por último, cumple con uno de los requerimientos estrella de la época, dada la profunda crisis en el abastecimiento de fertilizantes y demás agroquímicos a causa de el costo de importación. El mijo forrajero es un excelente cultivo de cobertura con el cual se matan dos pájaros de un tiro: tiene buen rendimiento por hectárea en su condición de alimento, y contribuye a la estabilidad de los suelos, mejorando su fertilidad físico química (estructura, porosidad, aireación, infiltración), y por el aporte de materia orgánica.
Según algunos productores que cubren cada estación con diversos cultivos forrajeros, así como la avena y la cebada van bien como cultivos de invierno y el sorgo en el verano, el mijo forrajero resuelve la pastura verde para diciembre y enero.
También sirve para biocombustible. Pero de eso hablaremos otro día en otra sección.
Fuente: La Nación Campo / SUDOESTEBA