El denominado “Programa de Incremento Exportador” impulsado por el superministro casi presidente, Sergio Massa, que beneficia sólo y únicamente a las empresas exportadoras de soja y sus subproductos, está agrandando a empujones, los distintos quebrantos que padecen diversos sectores de la producción primaria, asociados al agro.
Redacción
Cuesta pensar en que el Ministro a sus asesores “no saben”, pero el giro popular sirve para describir una situación por descarte de argumentos: si no es que no saben, entonces no les importa. El superministro casi presidente, se preocupó por recalcar durante el anuncio de la medida, que se elegía a la soja, porque es una cadena que no afectaba o propendía a la distorsión de los costos de otras cadenas agropecuarias o de la industria de derivados.
Acá no se trata de creerles a los productores, a las Cámaras empresarias, o al mismo gobierno. Se trata de evaluar y poder comprender, los por qué se crean una serie de conflictos paralelos en diferentes estamentos de la producción, que siempre, sin excepción benefician a las empresas exportadoras asociadas al capital multinacional. Jamás – ni por error – las aventuras que impulsan los anuncios benefician al pueblo trabajador, o dan una perspectiva de largo plazo al productor primario.
Repasemos rápidamente, las manifestaciones de distintos sectores de la producción primaria, que utilizan al mismo tiempo a los granos y oleaginosas como insumo principal.
Por un lado, el biodiesel. Los fabricantes cuentan ahora con una materia prima que aumentó en seis horas un 11%. La tonelada de aceite crudo de soja – insumo base principal – pasó de $ 198.143 por tonelada equivalente a $ 220.000. El argumento principal de la queja es que unos días antes, este mismo gobierno, mediante la Resolución 636, estableció los valores, precios y porcentajes de corte para el biocombustible. Montos que ahora, según el sector, son “imposibles de sostener”.
Por otro lado, los sectores asociados a las cadenas lácteas, avícolas y carnes en general, también verán afectados su esquema de costos, y por ende aumentarán los precios finales. El elemento en el cual coinciden es: habrá un faltante de disponible de maíz en el mercado interno, dado que los productores se volcarán a liquidar la soja. Es decir: declarar que tienen soja y venderla directo a la exportación o dentro del país, pero a precio de exportación.
Por esto también nos enteramos de un secreto a voces: dado el aumento masivo de costos entre el 35 y el 40% en sólo seis horas, las cadenas admiten que el alimento balanceado a base de soja y maíz , es el insumo clave de engorde y alimentación de los animales, sean vacas, chanchos, pollos, o vacas lecheras. A esto debe agregarse, el aumento del costo de los arriendos (alquiler de campos para producción), cuyos montos se fijan en función del valor de la tonelada de soja.
La necesidad de alimentar en base a forraje en invierno obedece a por un lado el factor climático – menos pasturas disponibles – pero por otra parte compensa el costo de los arriendos. Alquilar campo para que se engorde vía pastura, no es lo mismo que disponer de las instalaciones para el encierre.
Además, si aumenta la soja, también aumentan los productos sustitutos – el girasol -, y los complementarios – como el maíz. Algo elemental en cualquier cadena de valor, sobre todo en contextos de alta concentración privada y dependencia extranjera de los factores que fijan precio, modo de producción y destino de los resultados.
Por lo tanto, no es que Massa, sus asesores y sus mandantes no sabían de esto. No se necesita una cadena de masters y doctorados en economía para comprender que esto iba a suceder.
Lo único bueno de esta situación es que se acabó la mentira del “relato”: cuesta encontrar una medida que fomente el trabajo argentino, la equidad y la justicia social. Algo que siempre se achaca a la actual oposición.
Fuentes: CEPREB / CAPBA / CAPIA / OCLA / Archivo Chasqui Federal