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Fertilizantes CS3B: convenientes, soberanos, buenos, bonitos y baratos

Continuamos con lo que prometimos ayer: cómo puede salir Argentina del actual atolladero del modelo tecnológico agropecuario funcional a las multinacionales de una manera conveniente, barata, natural y soberana.
Redacción
Ayer publicamos una nota (”La agricultura no es la minería, pero si usamos la cabeza…”), donde haciamos referencia al tema de los fertilizantes en esta etapa de comienzo de campaña agrícola 2022/2033, donde ese insumo es fundamental para el rendimiento anual de los cultivos.
Entre otras cosas, afirmamos que el enriquecimiento de los suelos puede planificarse y puede renovarse sin inconvenientes con procesos y tecnologías nacionales convenientes. Implementando un proceso sistemático de reposición de nutrientes, luego de cada campaña; más la posibilidad de acceso masivo a los fertilizantes por parte de los productores, a partir de una especie de “banco” de insumos. O mejor – que también lo dijimos -, una empresa estatal productora o al menos dispensadora de esos componentes, en el marco de un plan productivo de mediano y largo plazo.
Un sistema así, sería una alternativa diferente a pagar anualmente 3.500 millones de dólares en químicos a “paquete cerrado” para aplicar en los campos. Es decir, reemplazar en principio una gran parte de las 4.150.000 toneladas de fertilizantes que Argentina importa anualmente.
Los números que asume la industria en ese sentido son más que elocuentes: de algo más de 6 millones de toneladas que el campo argentino utiliza por año, solo 2 millones se fabrican en el país – algo más del 4% de ellas se exportan. Suponiendo que se detuvieran las importaciones, su sustitución abriría una brecha para generar más de 155.000 puestos de trabajo entre directos e indirectos. Una cantidad para nada despreciable en el actual contexto.
Quién lea este artículo se preguntará cómo podría hacerse una cosa así. Bueno, de un día para el otro es difícil, aunque la decisión política no debería demorarse más allá de dos cafés.
Habrá un abanico de excusas como siempre: que Brasil produce más fertilizante y por lo tanto abarata costos y no hay tiempo para competirles; que en Argentina no se puede porque no existen ciertos minerales que sí se encuentran en otros países como las piedras fosfáticas; que convine importar ese insumo del Perú -como se hizo durante 2021, cuando se trajeron 335 mil toneladas -; que justo ahora que el precio de la urea a nivel internacional está bajando, no es el momento; y demás etcéteras de rigor.
Sin embargo, qué pasa si les contamos que hay una manera conveniente de que Argentina comience a reemplazar el fertilizante que importa de manera barata y conveniente. Que es posible incorporar un 40% de esa demanda a corto plazo con sólo un par de decisiones políticas.
Porque la agricultura no es la minería pero se vinculan y en algún punto se parecen. Estudios que vienen llevando adelante el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Servicio Geológico Minero Argentino (Segemar) constataron la reducción de un 25 a 40% en fertilizantes con la incorporación de zeolitas, reforzando y mejorando a los ya conocidos azufre, diatomeas, yeso, dolomitas y carbonatos. Todos ellos minerales de uso agropecuario.
Las pruebas conjuntas de estos insumos se vienen realizando en zona núcleo y adyacentes de menores rindes potenciales, específicamente en el maíz y en el maní.
Según el tipo de suelo y cultivo aplicado, la zeolita y los demás minerales potencian la conservación de por ejemplo el nitrógeno, evitando evaporaciones y reteniendo propiedades de que luego va liberando lentamente hacia el suelo, optimizando al mismo tiempo la conservación de la humedad.
Por lo tanto, en regiones golpeadas por la sequías o semiáridas este tipo de aportes puede no sólo conservar el suelo, si no también potenciarlo; y sin la necesidad de incorporar cultivos alterados genéticamente para “aguantar” con poca agua. De la misma forma que en regiones con riego asistido, la acción de estos minerales permite una planificación de la administración del recurso hídrico, permitiendo por un lado una mayor eficiencia, y por otro colaborar con la recuperación de los caudales en las cuencas.
Un proceso similar se está llevando adelante con los minerales con contenido fosfático. El fósforo es un elemento que debe ser controlado y suministrado al mismo tempo a los suelos en permanente producción. Se dice que en Argentina no existen yacimientos donde se pueda extraer fácilmente el mineral. En realidad, lo hay en presencia abundante. Como el resto de las industrias extractivas, alas cadenas multinacionales les resulta más rentable traerlo de otra parte, y dejar las existencias nacionales en calidad de “reserva”, que mágicamente “descubrirán” en unos años con el respaldo de algún otro gobierno cipayo.
Sin embargo tanto INTA como SEGEMAR continúan relevando el territorio y experimentando con lo obtenido en los distintos hallazgos.
La disponibilidad de minerales y rocas con condiciones convenientes para el uso agrícola, es muy amplia en nuestro territorio. El país cuenta con yeso en abundancia y se podría proveer tanto azufre como calcio, y enmendar lo suelos con problemas de sodicidad (exceso de salitres). También cuenta con abundantes carbonatos de calidad, para aportar calcio y magnesio y solucionar problemas de acidez. Disponibilidad prácticamente inmediata de sales de potasio, con la existencia de grandes yacimientos y el potencial de las salmueras que surgen de los salares del NOA. Argentina posee asimismo, rocas con alto contenido de magnesio, otras con propiedades físicas para usarlas en distintos sustratos.
En definitiva, Argentina es un boticario natural masivo y a granel. Es hora de volver con la minería a manos nacionales y utilizar todo su potencial en mejorar, fortalecer, crear y poner en marcha todo nuestro potencial industrial.
Tenemos todo para hacerlo y podemos empezar ahora mismo.

Fuente: SEGEMAR / INTA / INDEC

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