La pasión que casi todo lo puede. No se trata de entender, se trata de vivir. Más que del lunes, es el diario del sábado. Pasaron varios días de algo que tardaré en procesar, y con una alegría que espero que nunca se vaya. Pero había cosas que tenía ganas de decir. Nada importante, pero aquí están.
Por Pablo Casals
La lógica periodística indica que en la foto debería estar Messi y en la nota hablar sobre él. Bueno; no. A esta altura, no hay nada relevante para decir de Messi. Han escrito todo sobre él. Tal vez en unos años, con la distancia que da el tiempo, puede que me tire unas líneas como alguna vez lo hice con Diego.
Tampoco será un relato emotivo, casi rayando la intención de conmover al lector y apelar a esas figuras alegóricas de nuestro fútbol, la historia y nuestras propias familias. No sirvo para eso. Además, como se ha visto, hay gente lo hace muy bien; y yo no tengo libros para vender ni un prestigio que cuidar.
Pero esta nota será una mezcla entre sinceramiento personal, análisis, explicitación apuntes, y una serie de cositas más que ninguna es suficiente para un artículo, y todas juntas harán inleíble el presente. No me importa.
Antes que los buches de los archivos salten como leche hervida, diré. Nunca me gustó como juega Di María. Es más – y dato para los buches pispeadores -, ¿cuántas veces manifesté “basta de Di María en la Selección”? Un montón. Busquen en mis redes.
¡Ojo! Y esto va para los pasados de vueltas: siempre que lo pensé o lo dije, fue hablando de cómo juega al fútbol o sobre su desempeño en la Selección. En otros aspectos de su vida, no lo conozco, ni me interesa. Cosa de él. No es materia opinable; es un hombre grande.
¿Por qué no me ha gustado su desempeño? Simple, siempre consideré que había otros jugadores, más regulares, que podían hacer lo mismo que él y otras cosas que hacían falta – a mí insignificante e intrascendente entender – en el equipo.
Más allá de sus goles en las finales – que los grité a todos y los disfruté mucho -, también tengo en la retina otras cosas grosas que hizo Di María: se bancó como un campeón el rol más “defensivo” que le había asignado Maradona en 2010; se me viene un partido por eliminatorias en La Paz donde corrió como ninguno; otro caso, el partido de 2018 contra Francia; y seguramente alguna cosa más.
Pero, el domingo 18, Di María me cerró la boca. Escribo esto para no decir nada más. No sólo de Di María. De cualquiera que juegue en la Selección, de acá hasta que me toque irme de este mundo.
¿Me rindo a sus pies? No para nada; eso queda para mi hija. ¿Debo pedir disculpas? Tampoco. Jamás dudé de sus ganas de que las cosas salgan bien; o de su honestidad como persona y como profesional. Lo único que tengo para decir es “gracias; me enseñaste a cerrar el traste en esta cuestión”.
Scaloni y Martínez
Luego del descalabro del cuerpo técnico en el Mundial anterior, con la mano en el corazón, ¿quién corno confiaba en Scaloni? Casi nadie.
En mi caso, no me influía lo de la mucha o poca experiencia en la dirección técnica (¿quién soy yo además para opinar en eso?). Lo que me pasaba era que había formado parte del equipo de trabajo de Sampaoli, y yo pensaba que no tenía que quedar ninguno de ese grupo. Lo de la “cama” o “traición” al técnico que habían hecho correr por aquél entonces, era algo que a mí no me importaba. Sinceramente: no me gano el mango con esas discusiones; no es mi problema.
Por otra parte, la Selección luego de Rusia era una tonelada de papas calientes que me imagino que ningún técnico con trayectoria quería agarrar, y este muchacho se hizo cargo a partir del famoso interinato inicial. Y bueno; mató… tampoco eso lo convertía en un pro-hombre de la Nación.
Pero, en la Copa América de 2019, con buenas y malas, se vio en cancha un equipo que jugaba a “algo” con lo que los argentinos nos identificamos. Pasar la pelota “redonda”, al compañero. Y si está Messi en cancha tanto mejor; dénsela y acompáñenlo porque solo no puede. La cosa era jugar con él y no tirarle el muerto a él.
Pero dije que no iba a hablar de Messi.
Volviendo a esa Copa del 2019, yo – al menos – sentía eso. El equipo juega a algo, que pude salir o no, pero los jugadores van, la piden, se hacen cargo. Y siempre tenía la sensación de que iban a sacar lo partidos adelante.
Después de perder en semifinales de ese torneo ante Brasil, tuvo un invicto prolongado la “Scaloneta”. Unos cuantos dijeron: “no jugaron contra nadie”. Miren muchachos, las Eliminatorias Sudamericanas nunca fueron fáciles. Las Copas América tampoco. Está demás enumerar todo lo sucedido en 2021. Ya lo saben.
Llegó finalmente el Mundial. El “muchaaaachoooos…” a flor de boca de casi todas las personas que conozco. Primer partido con Arabia; se pierde. ¡Ja! Ahí afloraron desde los alcahuetes hasta los rastreros.
Yo critiqué el planteo del partido por la docena de off sides; y al arquero. Sí, al “Dibu”. El segundo gol de los árabes era inatajable para cualquier guardameta. Pero en el primero Martínez estaba mal parado. Lo bajaba del pedestal de “arquero invencible” al que lo habían subido.
¿Eso es suficiente para solicitar su fusilamiento? No, para nada. Cosas que pasan. Creo que es la propia lógica no escrita del fútbol: los goles que no le hacemos al rival, luego se te vienen en contra. Seguramente dije algo más por aquellos días que ahora no recuerdo (trabajo para los buches).
¿Pero qué pasó? Cuando días después dijo lo del psicólogo, y que le habían pateado dos veces al arco, habían sido goles y se quería matar; ahí dije: “este loco tiene los huevos bien puestos. Tenemos arquero”.
Vuelvo a algo que dije más arriba sobre “Fideo”: ¿le debo una disculpa a “Dibu”? No; soy un hombre grande, no jodamos. Dije que estaba mal parado en el primer gol. Punto. Aflojemos con el melodrama. Además, seguramente, a Martínez le importará tres pitos lo que dice esta nota. Ni se va a enterar que fue escrita alguna vez.
Para cerrar, regreso al “mal planteo” de Scaloni en ese primer partido. Capaz que no fue así, pero fue mi sensación. Lo que no se puede negar es el laburo que hay detrás. Trabajo y boca cerrada. Y salieron campeones del mundo.
Trabajo y boca cerrada. Cerrada como me la cerraron a mí. Al punto que no diré más nada al respecto ni de esta, ni de las Selecciones Nacionales por venir.
Laburo y boca cerrada. En el fobal y en la vida. Aprendamos de Menotti, Bilardo y Scaloni. Laburo y boca cerrada. En la cancha se ven los pingos. Lo demás, viene solo. Tengan una linda Navidad y un próspero año nuevo.