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Fulbo 4: Geopolítica del Mundial que acabamos de ganar

La pasión que casi todo lo puede. No se trata de entender, se trata de vivir. A 33 días de que Argentina se consagró por tercera vez en la historia Campeón del Mundo, nos topamos que este interesante trabajo del historiador De Vincenzo*. El tipo nos mete en tema con el siguiente título que le puso al artículo que le estamos chafando: “El antiguo vicio europeo de juzgar y pretender orientar a “medio oriente”: apuntes de geopolítica existencial en el Mundial de Qatar 2022”. Métale a la lectura.

El Editor Federal

Introducción al problema: los alemanes y el brazalete “arco iris”

Mundial de Qatar 2022. Grupo E. Juega Alemania contra Japón. Un partido que fue histórico: el seleccionado asiático venció por primera vez en un mundial al seleccionado alemán, cuatro veces campeón del mundo. Antes de comenzar el partido, los alemanes, en la foto tradicional de los once que salen a la cancha hacen algo no tradicional, atípico. Los once se tapan la boca en un claro gesto de protesta por no poder utilizar el brazalete “One Love” con los colores del arco iris. La “performance”[1] de los alemanes se liga con la iniciativa de varios capitanes de equipos europeos que tenían previsto llevar el brazalete durante los partidos, con el propósito de promover la diversidad, la inclusión y los derechos sociales del colectivo LGBTI+ (Lesbiana, Gay, Bisexual, Transgénero e Intersexo) en oriente medio. La intervención político-ideológica de este seleccionado llamó poderosamente la atención, más aún, considerando que desde la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) se promueve la no inclusión de cuestiones políticas en el mundial.

Primeras inquietudes. ¿Qué selección fue la que realizó la protesta? Mejor dicho, ¿Quiénes eran los hombres que integraban esta selección? Por la camiseta, como por lo que dice la FIFA, son jugadores alemanes, europeos, aunque en realidad deberíamos decir: es un grupo de personas que se autoperciben como alemanes y, en consecuencia, como europeos.

Repasemos. En el caso de la selección alemana, hay dos de sus jugadores que nacieron directamente fuera de Alemania: Armel Bella-Kotchap –nacido en Francia, pero de padres cameruneses– y Youssoufa Moukoko –Camerún. Más de la mitad del equipo está formada por hijos de inmigrantes turcos, árabes o africanos: Antonio Rüdiger, de padre y madre africanos de Sierra Leona; Thilo Kehrer, con madre de origen africana, de Burundi; Ilkay Gündogan, hijo de turcos; Jamal Musiala, de padre africano, de Nigeria; Leroy Sané, de ascendencia africana, de Senegal; Serge Gnabry, de padre africano de Costa de Marfil; Karim Adeyemi, de madre rumana y padre africano, de Nigeria. ¿Qué quiero decir con esto? Que la protesta, que algunos juzgaran como válida y otros no tanto, ya presenta geo-existencialmente algunos problemas de fondo. Alemania, como otras superpotencias del Atlántico Norte (OTAN), no reciben con los brazos extendidos a los “otros seres humanos” no alemanes, y menos aún si provienen de África, Latinoamérica, Europa del Este o “medio oriente”. De hecho, en los últimos años la política inmigratoria alemana se ha endurecido, prohibiendo cualquier acceso al mercado de trabajo formal para los indocumentados, en una paradójica postura que tolera la existencia en Alemania de aquellos que han logrado entrar sin documentos, pero al mismo tiempo prohíbe su acceso al trabajo formal. Una política inmigratoria que ha motorizado el trabajo “en negro” y la sobreexplotación humana a niveles similares a los del siglo XIX: más de 14 horas de trabajo, condiciones laborales precarias, ausencia de derechos del trabajo, salarios bajos.

La página del gobierno federal de Alemania detalla los pasos a seguir para conseguir el permiso de residencia: “tu solicitud tiene que incluir los siguientes documentos: pasaporte válido: asegúrate de que tu pasaporte no caducará durante el periodo de residencia que estás solicitando; una foto de carnet biométrica actual con las medidas 35 mm x 45 mm: puedes hacerla en cualquier fotomatón de Fotofix situado en las estaciones de metro a lo largo de toda Alemania; prueba de ingresos: tu banco alemán te podrá proporcionar un documento con tu saldo; prueba de trabajo: tu contrato serviría; prueba de tu seguro médico alemán: con la tarjeta sanitaria alemana es suficiente; prueba de empadronamiento: con la dirección en la que te registraste en Alemania (Meldebescheinigung, aka Anmeldung); formulario de solicitud de residencia: Antrag auf Erteilung eines Aufenthaltstitels en alemán; formulario de permiso de trabajo: Antrag auf Erlaubnis einer Beschäftigung en alemán; formulario de descripción del puesto de trabajo: Stellenbeschreibung en alemán; pago de las tasas: van de 50 € a 110 €, dependiendo de la complejidad del caso”.

No hay que ser una analista profesional para llegar a concluir que cualquier europeo del este, turco o africano promedio difícilmente pueda llegar a cumplir con todos los requerimientos mencionados. Sin embargo, más de la mitad del equipo alemán es de procedencia africana, turca o de Europa del este. Pero no sólo los alemanes en este mundial de fútbol han completado sus seleccionados con hombres cuya procedencia y nacimiento no tiene nada que ver con el país en el cual les tocó jugar. En los seleccionados europeos, únicamente contando los no nacidos en el país en el cual jugaron –descontando la procedencia: hijos de africanos, árabes, turcos o europeos de este– en el mundial de Qatar el número llegó a 137.

La dimensión de análisis toma otra densidad si consideramos –o aceptamos– las profundas implicancias que tiene el fútbol para buena parte de los seres humanos que habitan el planeta Tierra. En Latinoamérica, por ejemplo, como se ha señalado en otros trabajos (Buela, 2022; Tristán, 2022; Di Vincenzo, 2022), el fútbol expresa formas de la cultura popular, además de ligarse directamente con acontecimientos trascendentales de la historia del pueblo. En otras palabras, el fútbol es un canal por el cual se manifiestan parte de las tradiciones, las costumbres y las vivencias del pueblo. Más allá de lo que se proponga la FIFA o los gobiernos de las naciones que juegan el mundial de fútbol, los pueblos de esas naciones determinan y establecen relaciones entre el acontecimiento deportivo y la historia de luchas, resistencias o tragedias vividas entre las naciones a través de su historia. En resumen, el fútbol parecería abrir un portal hacia el sentir de la comunidad nacional, derribando las barreras políticas, sociales e ideológicas internas de una Nación. Una victoria, una derrota o una trifulca de un seleccionado nacional del llamado “tercer mundo”[2] contra determinado seleccionado nacional cuyo Estado pertenece a la OTAN –Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Holanda o Alemania, por ejemplo– puede tener repercusiones inesperadas. Probablemente por ello, cuando un grupo de hombres con la camiseta de Alemania se tapó la boca en gesto de protesta hacia la política ideológica del Estado Árabe de Qatar estaba también ocurriendo otra cosa.

Primera reflexión. Hay una distorsión respecto a quienes pueden hablar y ejercer la potestad de juzgar, cuestión que no implica la anulación de unos derechos sobre otros, pero sí define quiénes pueden juzgar y quiénes deben –o deberían– ser juzgados. A los europeos, quizás especialmente los alemanes –por su historia, por los hechos en los cuales han estado involucrados a lo largo de su existencia como pueblo y como nación– les correspondería –como se dice comúnmente en estas tierras del conurbano sur de Buenos Aires– “rescatarse” al momento de hablar y, peor aún, de juzgar a otros pueblos, a otras culturas. La performance del seleccionado alemán –entendiendo por performance “la actividad total de un participante dado en una ocasión dada que sirve para influir de algún modo sobre los otros participantes”– abrirá otro tema no menos sugestivo: ¿puede una cultura juzgar o darle una graduación –de inferioridad o superioridad– a otra cultura, propia o ajena? ¿Hay culturas mejores o superiores a otras?

El concepto de cultura, según los nuestros y un par de alemanes

Uno de los nuestros, el tres veces presidente, líder político y pensador nacional Juan Domingo Perón (Lobos, 1895-1974) en su libro Filosofía Peronista (1973) escribe: “La realidad nos muestra que el concepto de cultura varía según la concepción que se tenga del hombre, más aún, está condicionado por él. La oligarquía tiene una concepción clasista del hombre. Para ella el que no pertenecía a su clase era considerado un ser inferior. Este concepto del hombre se reflejó en todas las manifestaciones de su cultura, las que se caracterizaron por su orientación antipopular”. Luego agrega: “La oligarquía equiparó el concepto de cultura a ‘suma de conocimientos’. En el peronismo, humanismo en acción, para que esa suma de conocimientos sea cultura, debe estar orientada hacia la felicidad del pueblo” (Perón, 1973: 159). En síntesis, para Perón hay varias concepciones de lo que se llama cultura. Directamente habla de otra definición que él mismo se ocupa por explicar. Me interesa resaltar esta esencia creativa del movimiento peronista. Que no es casual, por cierto, ya que surge como una crítica y una ruptura respecto de la imperante cosmovisión liberal occidental, materialista e individualista. Recordemos: los imperialismos, con sus resultados atroces para las periferias, dos brutales guerras, un holocausto, dos bombas atómicas y un tercio del mundo envuelto en la miseria, habían generado un pensamiento diferente al que proponían las potencias del Atlántico Norte. Ya en 1922 el filósofo alemán Oswald Spengler (Blankenburg, 1880-1936) hablaba de la decadencia de Occidente (Spengler, 1923).

Luego de 1945, la crisis de los valores que sostenían la legitimidad de la cosmovisión occidental se profundizó. Perón lo advierte, anuncia y profesa en 1949, convocando a filósofos y pensadores de todo el mundo al primer Congreso de Filosofía Nacional, en su intento por pensar el futuro de la humanidad de otra manera. Para pensar la cultura de otra manera. Escribe Perón: “En la oscura historia de nuestro reciente pasado hemos tenido muchos personajes que eran considerados, por su misma clase, como depositarios de la cultura, porque poseían ‘gran suma de conocimientos’. Formaban dichos personajes la clase culta, la clase de hacendados y terratenientes, o abogados de empresas extranjeras, que podían llegar al gobierno. Esta clase culta, que cultivaba ‘el arte por el arte’, que hacía versos de una corrección estilística impecable, que evidenciaba una sensibilidad exquisita, daba muestras de bestialidad sin límites cuando aparecía la más mínima reclamación de los trabajadores. Bastaba que un grupo de obreros o de campesinos pretendiera organizarse gremialmente, para lograr mejores condiciones de trabajo o de vida, para que esta gente tirara la careta cultural y pasara a las medidas de terror más espantosas. Semejante ‘cultura’, desprovista de humanidad, no puede ser la nuestra”.

El poeta, folklorista e historiador León Benarós (Villa Mercedes, 1915-2012) afirmaba que Perón le había dicho: “La cultura popular, o es popular o no es cultura”. Benarós (1954: 184), como Perón, también alude a otro concepto de cultura: “Para que el pueblo sea apto para asimilar una cultura general, debe antes inculcársele una cultura social, que consiste en el sentido de la solidaridad humana y de la acción para el bien de todos”.

En resumen, la cultura trasciende la instrucción o conocimientos que pueda llegar a poseer un individuo, porque es social: la cultura trasciende al individuo. Al mismo tiempo, para que se pueda considerar a un hombre o a una mujer como un ser culto, es necesario que esa persona contribuya a engrandecer a su comunidad, que ayude a superar los niveles de desarrollo de su pueblo. Escribe Perón (1973: 160): “No importa que conozca de memoria el nombre de los personajes de toda la historia mundial; ni que domine muchos idiomas, ni que sea un gran violinista, o un gran poeta, etcétera… pues se puede haber leído mucho, cursado altos estudios, tener una gran sensibilidad y poseer el don de expresarla y, sin embargo, no ser un hombre culto. (…) Serán los elementos de nuestra cultura el sentido sincero y humilde de la vida, nuestras tradiciones, nuestra poesía, nuestra música popular, elementos que, unidos a la creación artística y científica que se nutra de ellos, darán por resultado el sello peculiar y argentino de nuestro patrimonio cultural”.

Me interesa mencionar a otros tres autores que han realizado indagaciones y llegado a la misma idea de cultura. Uno de ellos es el filósofo alemán Theodor Adorno (Francfort del Meno, 1903-1969). En 1958, en una conferencia, Adorno marca las diferencias entre el término Kultur –en alemán– y el término Culture –en inglés. Su exposición comienza señalando que la palabra cultura equivale a cuidado, que proviene del latín colere: “colere significa originariamente la actividad del campesino, del agrícola, que establece una relación con la naturaleza y su cuidado” (Adorno, 2007: 65). En otra parte del texto, Adorno afirma que en Alemania la palabra se relacionaba con la idea de cultivar, de sembrar para el futuro, y en ese sentido existe una ligazón más profunda con la tierra, la naturaleza y la comunidad de hombres y mujeres de esa tierra. El filósofo alemán observa que en Estados Unidos la palabra tiene otro significado: “en América significa el ejercicio de la violencia sobre la naturaleza en el sentido de dominio, un dominio tanto sobre la materia y las fuerzas naturales como sobre el instinto del hombre y su inconsciente. Este concepto de cultura se caracteriza a su vez esencialmente por pensarse como configurador de realidad” (Adorno, 2007: 68). Observo que para Adorno –como para Perón y Benarós– la cultura que surge de cierto sector dominante de la sociedad –oligarquía en el caso argentino– no tiene basamento en las tradiciones de los seres humanos que han habitado ese suelo, no es parte de lo que hombres y mujeres hayan cultivado en el tiempo, sino que es un artificio. De hecho, Adorno habla de dominio sobre el instinto y la naturaleza. Como un configurador de realidad. En pocas palabras: a la idea de cultura norteamericana –cosmovisión liberal occidental europea– la asocia con un tipo de cultura que no tiene nada de espiritual ni de historia, y tampoco se trasmite de generación en generación.

También el antropólogo ítalo-argentino José Imbelloni (Lauria, 1885-1967) indagó sobre los conceptos de cultura y folklore: “Folk-lore es la vinculación de dos palabras antiguas, folk, que en la antigua lengua anglosajona significaba ‘pueblo’, y lar, que quiere decir sabiduría. Lore of the folk quería decir literalmente ‘la sabiduría de lo vulgar’” (Imbelloni, 1943: 95). Rápidamente se puede observar que ya desde la lógica de la lengua anglosajona se produce el desplazamiento: lo que el pueblo sabe es algo vulgar, no es cultura. Ahora bien, Imbelloni también habla de otra palabra relacionada con el término folklore, que es la palabra tradición. Su etimología no es sajona, sino latina, proviene del verbo tradere, que significa traducir, trasmitir. Es decir, es una palabra que representa una acción y que en la práctica se manifiesta con el paso de conocimientos, costumbres y valores de una generación a otra. No es casual entonces que Juan Domingo Perón, un humanista que proponía una filosofía vital, hablara de tradición cuando intentaba definir la palabra cultura. Hablar de tradición es hablar de una cultura en movimiento, dinámica, para el futuro.

¿Se puede hablar de tradición y de futuro? ¿La tradición no es el pasado? El filósofo y pensador Nacional Alberto Buela (Buenos Aires, 1946) se encargó de demostrar que hablar de tradición no es sólo hablar de pasado: “La tradición es el traspaso de una generación a otra de las cosas valiosas que la conformaron. La tradición no debe confundirse con el conservadorismo, que en general guarda todo, lo valioso y lo que no es. La diferencia entre tradición y conservadorismo es que, en este último, lo viejo vale por viejo, mientras que en la tradición lo viejo vale en tanto portador de valores. La tradición, para nosotros, es algo que aún vive y no una entidad ahistórica tal como la considera el tradicionalismo filosófico” (Buela, 1998: 11).

El brazalete “arco iris” y el pensamiento único de la OTAN

Desde la antigüedad los europeos han intentado orientar –y desorientarnos– sobre lo que ocurre en medio oriente. El historiador italiano Mario Liverani (Roma, 1939), en un libro esencial para la introducción al estudio del antiguo Oriente, afirma que hubo tres canales o fuentes por los cuales el Occidente europeo “conoció” a Medio Oriente: el Antiguo Testamento, los autores clásicos y “los mitos modernos eurocéntricos”. Dice Liverani: “En la cultura europea siempre ha habido cierta ‘memoria’ del panorama histórico del antiguo Oriente, pero nos ha llegado por unos canales que le han conferido un carácter en cierto modo mítico, es decir, absoluto y preconcebido, en vez de histórico y documentado. (…) A partir de Heródoto [el historiador de la antigua Grecia, 484-425 AC] se afianzó una imagen y un uso de Oriente como lugar geométrico de los elementos de polaridad con respecto a Occidente ‘nuestro’. Es así como se consolidaron los mitos del despotismo oriental (opuesto a la democracia occidental), el inmovilismo tecnológico y cultural (opuesto al progreso acumulativo de las civilizaciones europeas), y la sabiduría oculta y mágica (opuesta a la laica y racional de los griegos y sus herederos” (Liverani, 1995: 19). Un filósofo alemán ya citado, Oswald Spengler, hace exactamente cien años, en 1923, arribaba a una conclusión similar a la de Liverani con relación al desconocimiento que se tiene en Europa sobre el medio Oriente y su cultura: “La investigación occidental se ha fraccionado desde hace tiempo, no sólo por su materia y su método, sino también por el pensamiento, en sinnúmero de esferas especializadas, cuya absurda delimitación ha impedido no ya sólo tratar, pero ni aún percibir siquiera las grandes cuestiones. El ‘especialismo’ ha sido fatal para los problemas del mundo arábigo. Los historiadores propiamente dichos se atuvieron a la esfera de interés de la filología clásica; pero su horizonte terminaba en los límites orientales de los idiomas antiguos. (…) El resultado fue la perspectiva de Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna, limitada y vinculada por el uso de la lengua grecolatina” (Spengler, 1923: 269). Otro filósofo, en este caso argentino, Enrique Dussel (La Paz, Mendoza, 1934), dice: “Comprender significa justamente abarcar lo conocido; pero para ‘abarcar’ es necesario todavía previamente enmarcar lo que pretendemos conocer dentro de ciertos límites, es decir, debemos delimitar. Por ello, el horizonte dentro del cual un ser queda definido es ya un elemento constitutivo de su entidad noética” (Dussel, 2018: 17).

Volviendo a la performance del seleccionado con la camiseta de Alemania, los once que salen a la cancha para jugar contra Japón se tapan la boca en señal de protesta. Quieren llevar un brazalete que para la cultura árabe de Qatar –pero también para buena parte del resto del llamado “mundo árabe”– es inaceptable. Evidentemente, para la cultura de los árabes, naturalizar –digamos, normalizar– a lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros e intersexos es algo inadmisible. Ahora bien, los seleccionados “europeos” juzgan a los árabes por este rechazo, porque consideran que la tolerancia a estos grupos debe ser “universal”. Nuevamente: Liverani, Spengler y Dussel se encargaron de señalar que los europeos no han querido –o no han podido– comprender a la cultura árabe. “El mito de la modernidad” –como diría Dussel– creó una idea de lo universal que no era más que la idea que tenían los europeos del Atlántico Norte –desde el Atlántico Norte– aplicable para el resto del planeta. No se preocuparon por comprender antes de delimitar. Primero delimitaron –conquistaron, colonizaron, esclavizaron y explotaron– y luego taparon el mundo con el manto de “lo universal”. Lo “no universal” pasó entonces a ser entonces el enemigo, en una extraña paradoja en la cual los pueblos que los europeos del Atlántico Norte habían excluido ahora eran quienes se excluían del mundo. Parafraseando al pensador Frantz Fanon (Fort de France, Martinica, 1925-1961), los condenados de la tierra pasaron a ser los “autocondenados de la tierra”. En otras palabras, los árabes no quieren usar el brazalete arco iris porque en realidad no quieren formar parte de esta tierra, de este mundo. ¿Cómo puede ser posible esta paradoja?

Hay elementos nuevos, posmodernos –posmoprogresistas–, nuevas operaciones y dispositivos que actúan para lo que comúnmente desde el pensamiento nacional y latinoamericano llamamos la “colonización cultural y pedagógica” de las sociedades del tercer mundo. Esto no quiere decir que los árabes tengan la razón absoluta, ni que los de la OTAN la tengan. En realidad, nadie la tiene, porque no existe esa razón absoluta-universal. Spengler señala que cada cultura –Kultur– tiene su civilización –Zivilisation– propia. Cada cultura tiene su cosmovisión, su forma de ver al mundo. Hoy la cosmovisión de Atlántico Norte ha logrado penetrar en los hogares más recónditos del tercer mundo con el bombardeo constante a través de artefactos personales y móviles –celulares, tablets, notebook, etcétera– con su pensamiento “universal”, que en verdad es un pensamiento único, su forma de ver el mundo. Como señala Buela, “aquello que amenaza nuestra identidad no es la identidad de ‘los otros’, sino la identidad pensada de todos por igual (por favor, léalo de vuelta). Este, y no otro, es el problema fundamental a resolver por todo lo que se denomina el pensamiento identitario o no conformista. Si lo pretendemos resolver como lo hace el pensamiento único, también llamado políticamente correcto, caemos en el ‘igualitarismo’, fundamento ideológico de la democracia liberal que piensa a todos los hombres por igual. Y es por ello que cree, a pie de puntillas, que la forma de gobierno democrática es de obligatoria aplicación universal. Este razonamiento es el que justifica las intervenciones a bombardeo limpio y cañoneo de los Estados Unidos por todo el mundo. (…) Y si uno niega a esto le replican inmediatamente ‘usted no es un demócrata’, con lo cual lo sacan literalmente de la humanidad y el mundo civilizado, transformándolo en un paria” (Buela, 2021: 73).

La descolonización cultural y los cánticos del mundial de Qatar 2022

La descolonización opera por lugares insospechables, subterráneos y sorprendentes. No importa la graduación o la magnitud de los mecanismos ejecutados por quienes ejercen el poder cultural, pedagógico e ideológico desde el Atlántico Norte. El fútbol con su mundial abrió el portal al sentir de la comunidad nacional y, como escribió otro alemán, Ernst Jünger (Heidelberg, 1895-1998) en su hermoso libro Sobre los acantilados de mármol (1939): “sobre nosotros, los humanos, se nos derrama el cuerno de la abundancia cuando estamos cobijados bajo el techo de nuestra comunidad”. Durante el mundial florecieron tragedias, logros, luchas y resistencias presentes en las tradiciones y en la cultura popular. Una de las canciones más cantadas en Argentina, en uno de los fragmentos dice: “En Argentina nací / Tierra del Diego y Lionel / De los pibes de Malvinas / Que jamás olvidaré”. Otro cántico gritado hasta el cansancio por las calles argentinas fue el clásico “el que no salta es un inglés”.

Resalto: se cantaba una y otra vez sin jugar contra Inglaterra. Una vez más, el proyecto desmalvinizador de la cosmovisión del Atlántico Norte quedaba deshecho en las calles. Un hecho deportivo generaba una movilización masiva, y en esa movilización dos de sus principales cánticos aludían claramente a la descolonización, manifestándose contra la ocupación ilegal de parte del territorio Nacional y subrayando: no olvidar. Otras canciones aludían en parte de sus párrafos a la situación de colonialidad mencionada con anterioridad: “Escuchen, corran la bola / juegan en Francia pero son todos de Angola. (…) Su vieja es nigeriana. / Su viejo, camerunés. / Peeero en el documento… nacionalidad: francés”.

Otras hinchadas en Qatar, como la de Marruecos, cantaron por la liberación de Palestina, y en el enfrentamiento contra Francia en semifinales también se acordaron del pasado colonial –fue colonia francesa entre 1912 y 1956. Otro hecho relacionado con la colonización-descolonización se desarrolló en el contexto del partido entre Irán y Estados Unidos, cuando la US Soccer –la federación estadounidense de fútbol– decidió omitir el emblema de la República Islámica en la bandera de Irán en una imagen de la clasificación de su grupo compartida en Twitter. El gesto fue una forma de protesta contra la crisis de derechos humanos que se vive en Irán. La tensión llegó hasta la sala de prensa previo al encuentro, donde un reportero iraní cuestionó al jefe de prensa de la US Soccer por no darle la palabra a la prensa de dicho país y pidió respetar a su nación, ya que “se encuentra en la Copa del Mundo y no en la MLS Cup”.

Los pueblos, como dice José Hernández en su El Gaucho Martín Fierro (1872), “cantan opinando”: “Mucho tiene que contar / el que tuvo que sufrir, / y empezaré por pedir / no duden de cuanto digo; / pues debe creerse al testigo / si no pagan por mentir. // Gracias le doy a la Virgen, / gracias le doy al Señor, / porque entre tanto rigor / y habiendo perdido tanto, / no perdí mi amor al canto / ni mi voz como cantor. // Que cante todo viviente / otorgó el Eterno Padre; / cante todo el que le cuadre / como lo hacemos los dos / pues sólo no tiene voz / el ser que no tiene sangre. // Canta el pueblero… Y es pueta; / canta el gaucho… Y, ¡ay Jesús! / Lo miran como avestruz, / su inorancia los asombra; / mas siempre sirven las sombras / para distinguir la luz. // El campo es del inorante, / el pueblo del hombre estruido; / yo que en el campo he nacido / digo que mis cantos son / para los unos… sonidos, / y para otros… intención. // Yo he conocido cantores / que era un gusto el escuchar; / mas no quieren opinar / y se divierten cantando; / pero yo canto opinando, / que es mi modo de cantar”.

* Facundo Di Vincenzo es profesor de Historia, especialista en Pensamiento Nacional y Latinoamericano (UNLa), docente e investigador del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte”, del Centro de Investigaciones Históricas del Departamento de Humanidad y Artes y del Instituto de Problemas Nacionales (UNLa).

NOTAS

[1] El sociólogo canadiense Erving Goffman (Mannville, Canadá, 1922-1982) define al concepto de “performance” como: “la actividad total de un participante dado en una ocasión dada que sirve para influir de algún modo sobre los otros participantes” (Goffman, 2006).

[2] Aparentemente fue el economista francés Alfred Sauvy quien primero utilizó el término “tercer mundo” –en el original: tiers monde– en un artículo titulado “Tres mundos, un planeta” publicado en la revista francesa L’Observateur el 14 de agosto de 1952. Este autor lo asimiló al tercer Estado de la Revolución Francesa. Sauvy llamó la atención sobre la existencia de un tercer mundo, “el más importante”, de los países subdesarrollados, explotados y olvidados, al que el primer mundo capitalista y el segundo mundo comunista no prestaban atención. Diferentes publicaciones posteriores realizadas por hombres y mujeres de las periferias entre los años 50 y 60, como Frantz Fanón, Amelia Podetti, Leonardo Boff, Darcy Ribeiro y, finalmente, el grupo de obispos de diversas partes del mundo que firmaron el Manifiesto titulado como de los Obispos del Tercer Mundo en agosto de 1967, terminaron por consolidar el uso del término.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Adorno T (1958): “Kultur y Culture”. En La torre del Virrey. Revista de Estudios Culturales, 3, Madrid, 2007.

Benarós L (1954): Cultura Ciudadana. Buenos Aires, Kapelusz.

Buela A (2022): “Siempre se puede ser un poco más tonto”. Noticias del Congreso Nacional, Buenos Aires, 19-12-2022. En:

Buela A (2021): Pensamiento de ruptura. Buenos Aires, CEES.

Buela (1998): Aportes a la tradición Nacional. Marcos Paz, Agrupación Tradicionalista Rincón del Moro-Theoría.

Di Vincenzo F (2022): “Los jugadores son nuestros pero los goles son ajenos. Apuntes de Geopolítica Existencial en el Mundial de Qatar 2022”. Viento Sur, UNLa, Remedios de Escalada, 7-12-2022.

Dussel E (2018): Hipótesis para el estudio de Latinoamérica en la Historia Universal. Buenos Aires, Las Cuarenta.

Fanon F (1961): Los condenados de la tierra. México, Octaedro, 2003.

Goffman E (2006): Frame analysis: los marcos de la experiencia. Madrid, CIS.

Imbelloni J (1943): Concepto y praxis del folklore como ciencia. Buenos Aires, Nova.

Hernández J (1872): El Gaucho Martín Fierro. Buenos Aires, Ciordia, 1968.

Jünger E (2008): Sobre los acantilados de mármol. Buenos Aires, Tusquets.

Liverani M (1995): El Antiguo Oriente. Barcelona, Crítica.

Perón JD (1973): Filosofía Peronista. Buenos Aires, Fabro, 2014.

Spengler O (1923): La decadencia de Occidente. Madrid, Espasa Calpe, 1953.

Tristán JM (2022): “El mundial como indicio metapolítico del nacionalismo cultural”. El Manifiesto, Madrid, 16-12-2022.

Fuente: Revista Movimiento

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