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Aguas, cuencas, modo de producción y propiedad de la tierra. Las actuales sequías y las pasadas y futuras inundaciones. Problemas que no son solamente climáticos, pero al mismo tiempo son fundamentalmente políticos.

Por Pablo Casals

La sequía es un factor climático convertido en problema por el hombre, a partir de la dependencia de este por el agua y por el modelo de producción adoptado. Modelo que se basa en la explotación intensiva de la tierra y la propiedad privada de la misma.

¿Qué significa entonces? Que la sequía es un factor climático pero también es una cuestión política. Explicar los desmontes o el derroche de agua, como una serie de mezquinas actitudes individuales de los propietarios de la tierra o de los actores que regulan las cuencas hídricas, es patear la pelota para afuera.

De fondo, es un problema político. Una cosa es la propiedad privada de la tierra, y otra muy diferente es hacer lo que se quiera con esa tierra. El desmonte debe planificarse y los cultivos también.

Con el manejo de las aguas sucede algo similar. La estadística acumulada por más de un siglo, proporciona parámetros para la previsión de ciclos de seca y ciclos de alta carga de humedad. Esa posible anticipación, puede indicarle a la política el norte para la confección de obras y planificación del uso del territorio. Es decir, de los marcos y límites de acción que podrán tener los propietarios.

Venimos de atravesar un periodo de sequía prolongado y que causó daños importantes. No hay que ser un erudito para deducir que la contracara de la falta de agua, es la abundancia de la misma. Por lo tanto, si es cierto lo que plantean los meteorólogos, que el ciclo de sequía está finalizando, comenzarán los intervalos de grandes lluvias y los problemas asociados a las mismas.

Dos ejemplos para ilustrar el problema

Seguramente, durante las semanas anteriores, los lectores se encontraron en lo medios y en las redes dos fotografías: una, grandes cantidades de vacas muertas a causa de la falta de agua, particularmente en el norte de la provincia de Santa Fe. La otra, miles de peces muertos en uno de los ríos más importantes de la provincia de Buenos Aires.

¿Cuáles son las explicaciones, las excusas y los hechos en ambos casos? Son más o menos similares. La sequía es una realidad. Falta de lluvias, menores caudales en ríos, arroyos y espejos de agua. Pocas pasturas, suelos salitrosos. Por ende, es lamentablemente lógico que en las condiciones que venimos describiendo, haya gran cantidad de mortandad de animales y bajos rindes de producción en los cultivos.

Para el caso del norte de Santa Fe, tanto los funcionarios regionales como actores de la producción, recalcan dos cosas. Por un lado, lo obvio, no hay agua en los cauces naturales, no hay pastos, y los animales van muriendo.

El segundo factor, tiene que ver con el manejo de la cuenca del río Salado (o Salado del Norte). Dicho río nace en Salta, atraviesa la provincia de Santiago del Estero, y desagua en el Paraná previo paso por el Noroeste santafesino.

¿Qué dicen los actores locales? Que tanto Salto como Santiago no largan el agua, no cumplen con el acuerdo de garantizar un caudal de 3 metros cúbicos por segundo, y mientras las lluvias tarden el llegar, el daño será cada vez mayor. Además, cuentan la contracara de lo que sucede ahora: en épocas de grandes lluvias, ambas provincias abren las compuertas y se “sacan el excedente de agua de encima”.

Entonces, es evidente que el problema no es solamente climático; y al mismo tiempo es fundamentalmente político.

El segundo caso, es el de la cuenca del río Salado bonaerense. Según parte de las idas y vueltas de los actores privados – fundamentalmente productores agropecuarios -, el problema que complementa a la sequía es el desmanejo de las cotas de las lagunas en Junín y aguas arriba. Como por la sequía, es agua descendió, la laguna acumula agua para poder seguir garantizando la pesca deportiva, lo cual perjudica a la cuenca y las localidades aguas abajo.

En realidad el problema es más complejo que el “tapón” creado en Junín. En otras oportunidades hemos dado cobertura a los problemas asociados a la laguna La Picasa al sur de la provincia de Santa Fe.

Los viejos baqueanos nos dirán que ese espejo de agua no tiene nada que ver con el Salado. Sin embargo, hemos explicado que la sobredimensión que ha cobrado La Picasa en las últimas tres décadas, está asociada al literal abandono del manejo de las cuencas hídricas del sur santafesino y el sudeste cordobés. Alteración de drenes naturales, canalizaciones ilegales o mal planificadas, obras de riego que no tienen en cuenta el recorrido de las cuencas tanto aguas arriba como aguas abajo, movimientos de suelo, rellenos, etc.

Todo lo mencionado anteriormente, ha generado que la cuenca del Salado, que nace en Teodelina, hoy tenga una influencia territorial mucho mayor y por lo tanto, el problema debe ser abordado integralmente por las tres provincias implicadas: Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Esto último, no estaría sucediendo. Frío, frío.

Obras y mecanismos

¿Qué están haciendo los Gobiernos provinciales y el Gobierno nacional al respecto? El Ejecutivo nacional en las discrepancias entre las cuencas, no se mete, a menos que se lo requieran, como ha sido el caso del conflicto por la cuenca del Atuel entre Mendoza y La Pampa.

Es un error político que los distintos Gobiernos nacionales no entiendan que el manejo de las cuencas hídricas es vehículo de soberanía, territorial, productiva y alimentaria, y que no necesariamente perjudica a las provincias o municipios. Pero, en los últimos 40 años, el rol asumido, ha sido en de “acompañar” alas provincias en la gestión para el financiamiento de obras. Las últimas novedades al respecto, provienen de las gestiones con Israel y Arabia Saudita en relación obras hídricas en distintos puntos del país

Fuera de ello, lo que las provincias emprenden son obras particulares. Por ejemplo, Santa fe anunció semanas atrás la construcción del acueducto San Javier – Tostado; donde la obra proporcionará el líquido vital para uso doméstico y sanitario; y el excedente podría ser destina a la producción agropecuaria.

Las localidades incluidas en la traza e influencia del acueducto, son San Javier, Colonia Francesa, Colonia San José, Colonia Teresa, Los Corralitos, La Brava, Colonia Dolores, San Martín Norte, Silva, Gobernador Crespo, La Criolla, Vera y Pintado, Pedro Gómez Cello, La Penca y Caraguatá, Petronila, Villa Saralegui, María Eugenia, La Lucila, Ñanducita, Capivara, San Cristóbal, Santurce, Aguará Grande, La Cabral, Huanqueros, El Aguará, Las Avispas, Esteban Rams, Ambrosetti, Monigotes, Curupaity, Arrufó, Suardi, Ripamonti, San Guillermo, Colonia Rosa, Villa Trinidad, Colonia Ana, La Rubia, Hersilia, Ceres, Montefiore, Logroño y Tostado.

Respecto del Salado del Norte, no hay obras que reviertan la ecuación actual. Están a la espera de los planteos que pudiera realizar desde la empresa israelita Mekorot, que es la firma que planificará y calculará las obras.

Para el caso del Salado bonaerense, las quejas de los intendentes y referentes de las comunidades, es que el Comité de Cuenca no se reúne, y que además, los organismos provinciales vinculados al manejo de aguas, no tienen presupuesto o no cumplen un rol determinante en la suerte de los acontecimientos. Bastante de eso hay.

Pero, el Gobierno bonaerense, puso en marcha algo que en la provincia resuena desde por lo menos la primera gobernación de Eduardo Duhalde, entre 1991 y 1995: la implementación de un sistema de monitoreo y análisis hidrometeorológico.

Así, según los anuncios realizados a mediados del mes en curso, la Subsecretaría de Recursos Hídricos bonaerense llevó adelante la licitación para la fase inicial del denominado “Sistema Inteligente de Monitoreo para la Prevención y Análisis del Riesgo Hidrometeorológico” (SIMPARH) destinado en esta etapa específicamente al río Salado y cuencas subsidiarias.

El SIMPARH es una herramienta destinada a todas las regiones hídricas naturales de la Provincia que permitirá conectar tanto las zonas rurales como urbanas y tiene la función de monitorear variables hidrológicas como lluvias, viento, humedad, niveles de arroyos y ríos y temperaturas.

Según la información oficial, la primera fase contará con 104 estaciones dentro de la zona denominada “desagüe natural del Río Salado” que ocupa casi 95 mil kilómetros cuadrados, equivalente al 51% del territorio de la cuenca, que incluye las localidades por donde pasa el cauce del río, así como subcuencas determinadas por los arroyos Vallimanca, Las Flores, Tapalqué, Azul, Los Huesos y Chapaleofú.

La operatoria será realizada por la Autoridad del Agua (ADA) y tendrá subsedes en varios municipios de la cuenca. La función principal del SIMPARH, será la de recabar y examinar información para la toma de decisiones en materia de prevención y análisis de los riesgos de origen meteorológico e hidrológico. Esto permitirá “mejorar la gobernanza del agua en todo el territorio bonaerense, fortalecer las capacidades productivas y reducir el riesgo de desastres de naturaleza hidrometeorológica”.

Claramente, la tecnología disponible por estos tiempos, facilita la tarea propuesta por el gobierno bonaerense. Las telecomunicaciones y el avance de la tecnología aplicada a los materiales que serán utilizados, garantizan durabilidad y altos niveles de confiabilidad.

L que resta ahora, es que tanto en Santa Fe (más Salta y Santiago del Estero), como en Buenos Aires (más Córdoba y Santa Fe), resuelvan los problemas políticos que determinan las políticas adoptadas y los hechos relatados.

Y no se duerman. Recuerden que se viene el agua. Mucha agua.

Fuentes: Gobierno de Buenos Aires / Gobierno de Santa Fe / Diario La Verdad / Aire Santa fe / Satélite Pampa / Info Cielo

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