Los científicos argentinos son fenomenales. Campeones mundiales del mundo. Son los creadores de los Organismos Genéticamente Modificados HB4. La macana, es que las empresas que se hacen de esas investigaciones y patentes a cambio de financiar ensayos y trabajos, se hacen de un conocimiento que potencialmente puede ser perjudicial. Lea que le contamos.
Redacción
Hemos hablado en otras notas sobre el buen rendimiento que ha tenido el girasol en la presente campaña a pesar de la sequía. Era esperable, porque es un cultivo resistente – o más que los demás – a los contextos de baja humedad de suelos. De allí que la tecnología HB4 se base justamente en incorporar a la soja o al trigo en este caso, un gen (el HB4) proveniente del girasol.
La apuesta por el desarrollo de los organismos genéticamente modificados (OGM) tiene un par de décadas, y su objetivo ha sido garantizar pisos de rendimiento, o incluso incrementar los mismos en temporadas donde se dan las condiciones óptimas para el desarrollo de cultivares. En criollo, que llueva lo que tiene que llover en el momento que tiene que hacerlo; y que las temperaturas tangan la gradualidad estacional promedio que marcar los libros: frío en invierno; templado en primavera; calor en verano; templado en otoño.
Lógicamente, la dinámica de la agricultura, los OGM, y demás tecnologías asociadas a cada campaña poseen una mayor complejidad que la expresada en el párrafo anterior, pero es una manera de explicar la base fundamental del proceso.
Hacer esta nota vale la pena, porque recientemente desde CONICET – Bioceres se estuvo promocionando el HB4 y sus buenos resultados durante la campaña anterior en las regiones donde fue sembrado. Esto no es casual. Cuando nos queramos acordar estaremos en junio y ya estará comenzando la campaña 2023-2024 con sus cultivos de invierno, entre ellos el trigo. Por lo tanto, es el momento de la propaganda.
Así, la empresa Bioceres y el CONICET difundieron en los últimos días, que los rendimientos en las 50 mil hectáreas de identidad reservada, donde fue cultivado el trigo HB4, los rendimientos mejoraron un 40% respecto de campañas anteriores; a pesar de la sequía.
Vamos a quedar como unos brutos importantes, pero digamos que ese mayor rinde obtenido, es lo mínimo que podía suceder; ¿o no? De lo contrario, no se justificaría que el Estado nacional asociado al capital privado destinara recursos, investigadores e instalaciones al desarrollo de una tecnología aplicada a la semilla, de íntegro desarrollo nacional.
El hallazgo del gen HB4 y su posterior investigación, consiste en “la única tecnología del mundo de tolerancia a la sequía para los cultivos de soja y trigo”. Su argumento principal hacia el afuera, es que la variedad permite producir más en un contexto de limitaciones hídricas, logrando un mayor cuidado del ambiente y los recursos naturales.
Lo cual no será del todo cierto a menos que su cultivo sea controlado por un ente estatal de control. Desde nuestro punto de vista, el desarrollo del HB4 no implica la inserción de un elemento “sintético” a la estructura del ADN de la semilla, sino un gen determinado de otra especie que lo hace más resistente a la sequía.
Hasta ahí, no habría mayor problema, siempre y cuando su aplicación sea con el espíritu de garantizar un piso mínimo de rendimiento a la campaña del trigo en general tomando en cuenta todas las variedades que se siembran por campaña. Entonces, en la planificación de cada temporada, se puede aconsejar que en tal región donde la seca no permitirá un buen desarrollo del cultivo en las condiciones habituales, se podría recomendar la aplicación de la variedad HB4.
Sin embargo, no conocemos hasta el momento ni siquiera un prospecto de aplicación por parte de las autoridades de Agricultura, como de INTA, SENASA o el INASE. Entonces, la virtud de conservar el ambiente, se vuelve en contra del mismo. Imaginen lo siguiente: si la variedad permite garantizar pisos mínimos de rendimiento por hectárea en contexto de sequía o crisis hídrica, ¿cómo reaccionará en una situación “normal”? ¿Reacciona igual que las otras variedades, o también sus rindes son mayores?
Porque de ser así, lo que hay que examinar después, es en qué estado queda el suelo y cuánto tiempo lleva recuperarlo para la siguiente campaña. O mejor dicho, qué cantidad de materia orgánica, fertilizantes y agroquímicos necesito, para incorporar al suelo lo que le falta, y hacer un efectivo control de plagas, hongos y hierbas extrañas (llamadas “malezas”, porque compiten con el desarrollo del cultivo).
Cabe hacerse estos planteos, porque les recordamos que año a año. Las autoridades y los grupos de presión insisten en el asunto de “la ampliación de la frontera agropecuaria” (incorporar más tierras a la producción de cereales y oleaginosas), y este tipo de variantes HB4 les viene fenómeno: hay regiones lindantes a las áreas productivas actuales donde el trigo o la soja no dan resultados positivos, dados sus escasos regímenes de lluvias en condiciones “normales” (Patagonia Norte; Sur de San Luis; Centro-Oeste de La Pampa).
Pero si le incorporan estas simientes, ayudadas con alguna política respecto del riego y control de plagas, la frontera podría ampliarse hacia esas regiones, generando un profundo desequilibrio ambiental, además de perjudicar sensiblemente otras actividades económicas y sociales (el valor de la tierra se haría aún más prohibitivo).
Supuestamente, en Argentina no hay ningún tipo de limitantes, y las actuales autoridades consideran que eso está “bien”. De hecho, cuando Basterra era aún el Ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca (antes de que asumiera el “superministro” casi presidente), se autorizó a la firma IDEAR “comercializar la semilla, y a los productos y subproductos derivados”. Por ende, el HB4 comenzó a insertarse en el eslabón molinero y en el segmento harinero.
La empresa Bioceres tiene otra política de negocios que el actual Gobierno le interesa más: la inserción del Trigo HB4 en el contexto internacional. Según la firma, hasta ahora recibió aprobaciones en Estados Unidos (FDA), Colombia, Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica y Nigeria. Indonesia, por su parte, sólo lo autoriza para forraje (alimento animal); y en Brasil se autorizó el consumo humano además del animal.
Bioceres ya tiene autorizaciones para comercializar libremente todas las variedades que tiene disponibles: tres materiales de primera generación (Paraná, Bermejo y Pilcomayo), dos de segunda (Iruya y Traful) y otros tres en proceso de registro. Si no se lanzó del todo, es porque fundamentalmente espera un mayor nivel de acuerdos con los principales compradores de trigo argentino (Brasil, Bolivia y el Sudeste asiático).
Por lo tanto, descrea de la propaganda redundante alrededor del tema. Se supone que, en un contexto de sequía, un cultivo preparado para “sobrevivir” a la crisis hídrica, es lo menos que puede hacer.
Preste atención a lo demás, porque no se extrañe que si usted tiene un patio donde pegue lindo el sol por fuera de la zona núcleo agropecuaria, le vengan a ofrecer el oro y el moro de la noche a la mañana a cambio de la maceta o el cantero.
Todo bien con el desarrollo científico argentino; pero ojo: miremos para dónde patea.
Fuente: AgendAr / Archivo Chasqui Federal