Lo que van a leer a continuación, está muy bien para una sobremesa de asado y vino mediante. Periodísticamente no se hace. Es, digámoslo así, “poco profesional”. Pero el tema amerita el resbalón, porque quién suscribe está demasiado atravesado por el asunto. Además, la joda viene de lejos, y es momento de que los argentinos volvamos a las cosas.
Por Pablo Casals
Ayer, lunes 10 de octubre, la habitual columna de Mempo Giardinelli en Página 12 (si quiere, lea aquí “Elogio de la Sarasa: ahora Quequén”), se refirió a una de las próximas entregas de soberanía nacional que realizarán el gobierno liberal/demócrata encabezado por Alberto Fernández y su ristra de funcionarios, y el Gobernador porteño y liberal/keynesiano, Axel Kicillof.
Para quién no esté en tema, nos referimos a la”renovación”; o mejor, nueva disposición a concesión privada de las viejas instalaciones de la Junta Nacional de Granos en Puerto Quequén. La privatización vigente, vence durante la segunda quincena del próximo mes de noviembre; y la decisión política provincial ya está tomada.
Legítimamente, quien lea estas líneas, puede preguntarse qué o cuán importe es el asunto de la renovación o nueva puesta a disponibilidad de concesión. Simple: si se vuelven a privatizar las viejas instalaciones de la Junta, todas las demás que hacen a las instalaciones de Puerto Quequén, se encadenarán unas tras otras. En definitiva, lo mismo que ha sucedido con la gran mayoría de las privatizaciones del menemismo y los gobernadores noventistas.
Ahora bien; ¿por qué arrancamos mencionado la nota de Giardinelli? Porque en aras de volver a plasmar en su columna habitual el tema de la navegación de la cuenca del Plata y el Canal Magdalena, Mempo, agarró el asunto Puerto Quequén, lo metió en el cubilete, quiso sacar generala servida, y tiró todos los dados al suelo.
¡Ojo! Y nos vamos a extender: con esa nota coincidimos en varias cosas. A saber:
Entrega de la cuenca del Plata
Por un lado, la prolongación por parte del gobierno de la dupla Fernández – Fernández de la entrega total de soberanía en términos de navegación para la cuenca del Paraguay – Paraná – Uruguay – Río de la Plata. Tanto el presidente como la vice, tuvieron la oportunidad histórica de terminar con el flagelo de la libre navegación por parte de banderas de extranjeras de nuestros ríos interiores. En todo caso, también dejaron pasar la oportunidad histórica de construir acuerdos con Uruguay, Paraguay, Brasil y Bolivia – todos países hermanos y usuarios dependientes de la cuenca -; para ejercer una estrategia conjunta de comercio exterior para la región y el litoral Atlántico.
Como bien menciona Giardinelli, mediante el Decreto presidencial 949/2020; y la reciente Resolución Nº 625/2022 del Ministerio de Transporte, el Gobierno Nacional, le puso moño, aplauso, medalla y beso, a las condiciones necesarias para que las multinacionales exportadoras y del flete marítimo hagan lo que quieran con la cuenca y con las producción primaria de mediana y gran escala tanto de Argentina como de nuestros vecinos.
Como verán, no abonamos aquí, la teoría de los imperialismos paraguayo, boliviano, brasileño y uruguayo que ahogarían a la Argentina. En todo caso, los cipayos argentos en tándem con los cipayos regionales – cuya sede operativa central se aloja en Sao Paulo, Brasil -, siguen mellando nuestra soberanía nacional como en los últimos dos siglos. La joda viene de lejos.
Entrega de la navegación y el flete marítimo
Giardinelli también menciona que Argentina, no posee siquiera un barquito de papel propio para transportar y realizar nuestro comercio exterior. La bodega nacional viene siendo entregada desde la última dictadura cívico eclesiástica militar; proceso agravado por el noventismo; e ignorado por los gobiernos liberales de Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Mauricio Macri, y Alberto Fernández. Lo hemos mencionado varias veces en estas páginas: desde 2002 los proyectos de ley para recuperar la flota mercante de bandera poseen estado parlamentario en el Congreso Nacional y son sistemáticamente cajoneados. Además, tanto la la ex presidenta como el actual presidente, tuvieron en sus despachos, los esquemas de proyección industrial para la reconstrucción de la industria naval nacional.
Seguramente, todos esos papeles han servido de lona para evitar las chorreadas de pintura cada vez que pintaron la Rosada y sus dependencias en los últimos años.
La lucha local por recuperar el puerto
El columnista de Página 12 reivindica la lucha y el trabajo de Miguel Ángel Bayón*. Una de las voces que desde hace más de tres décadas viene oponiéndose al despojo portuario y particularmente de Puerto Quequén. Oriundo de Necochea -como quién escribe- y conocedor como pocos del asunto, Bayón viene predicando el tema ante cada uno que quiera escucharlo.
[Aclaración al paso: quién escribe, no le debe nada a Bayón. De hecho, apenas nos conocemos; y seguramente ni se acuerde quién soy. Sólo trato de difundir su trabajo, porque es parte de la causa y de las cosas de todos.]
Giardinelli, cita a Bayón en varias cosas que éste viene planteando y plasmando de varias maneras en los últimos tiempos. Por ejemplo:
El trabajo de Bayón es bastante más abarcativo y integral respecto del tema y ha escrito un par de trabajos reveladores, que no se agotan en lo mencionado por el columnista de Página 12.
Sin embargo… la mescolanza…
¿Por qué mescolanza? Volvamos al principio de la nota.
Giardinelli defiende la soberanía argentina sobre de la cuenca del Plata; y para evitar la libre navegación de los ríos por parte de naves extranjeras y el imperialismo uruguayo, forma parte del sector que postula la construcción del Canal Magdalena. Supuestamente, a través de él, y haciendo eje operativo en el Puerto de La Plata, el comercio exterior argentino se desligaría del “peaje” uruguayo sobre el Río de la Plata, ya que el mencionado Canal se construiría paralelo a la margen sur del estuario.
Dice también que “controlar el Río de la Plata (y por ende el Paraná) es controlar el Atlántico Sur, y quien controla el Atlántico sur controla la Antártida y el pasaje bioceánico”.
Ahora bien. Nada de eso detendría en sí misma, ni la navegación de nuestros ríos interiores por buques de ultramar de bandera extranjera; ni limitaría a las multinacionales exportadoras/importadoras de cereales, oleaginosas, insumos y subproductos. Menos que menos pararía con la catástrofe ambiental que implica el dragado hasta los 18 metros de profundidad, para ríos que naturalmente poseen de 5 a 12 metros de profundidad máxima.
Lo único que haría el Canal Magdalena, es justamente, abaratar los costos operativos a las multinacionales, poniéndole un “peaje” más barato que el montevideano. Y hasta ahí llega su amor. Sólo será -en el mejor de los casos – otra caja de recaudación.
La clave del Quequén
Las inquietudes de Giardinelli son genuinas. Está preocupado por un problema del litoral argentino, que se lleva pegado al país entero hace más de dos siglos.
A propósito, Puerto Quequén no es una mera “sarasa”. Tal vez, con el ejemplo de este enclave portuario marítimo – y no fluvial como los demás casos que se mencionan -, podamos entender lo complejo del problema; y al mismo tiempo, no mezclar los tantos.
¿Serviría para algo el Canal Magdalena? Sí; claro. Puede ser una vía perfecta para la transición río–mar del cabotaje por navegación hacia puertos marítimos nacionales.
Es decir, una solución soberana, es que nunca jamás se permita que una embarcación de bandera extranjera navegue aguas interiores argentinas, ni que tampoco “haga patito” en los puertos marítimos argentinos. Hagamos como “en los países en serio”: llega un barco a puerto marítimo; descarga, paga estadía, vuelve a cargar y se vuelve a su casa. Todo el cabotaje interno, lo hace la flota fluvial-marítima del país que recibe la mercadería. Por ejemplo: en Estados Unidos, o en China, ni un barquito de papel que no sea yanqui o chino, navega sus aguas interiores.
Para que Argentina pueda hacer lo mismo y aplicar la misma política, debe canalizar su comercio exterior por los puertos marítimos desde Mar del Plata hasta Ushuaia.
De esa manera, vamos a contribuir a la causa de Miguel Bayón – y de quién escribe -, de recuperar Puerto Quequén para los argentinos; y vamos a resolver la preocupación de Giardinelli – y de quién escribe – de controlar el tráfico comercial y la navegación del Atlántico Sur.
Porque desde Magdalena es difícil hacer algo por el caladero Malvinas o el enlace antártico. ¿Saben por qué? Porque para patullar la zona Argentina tiene que solicitar permiso de “paso y movimiento” a la corona británica (nuestro invasor); y además, todo el cabotaje marítimo entre puertos argentinos, hoy por hoy, lo hace una empresa yanqui con subcontratistas paulistas.
Entonces, desde el Canal Magdalena, más allá que abrir una cabina de peaje propia, no se podría hacer nada.
¿Y qué hacemos con al navegación de la cuenca del Plata?
Se deja de dragar y se construye la flota fluvial correspondiente; además de hacer todos los acuerdos necesarios, suficientes y convenientes con Paraguay, Bolivia, Brasil y Uruguay para la participación regional.
Asimismo, deben recuperarse, reconstruirse y/o construirse, todos los ramales ferroviarios necesarios y suficientes para complementar, abaratar y optimizar en tránsito logístico de la mercadería desde y desde los puertos del litoral marítimo. Esto significa que, planificando y realizando las obras que correspondan, la carga generada en el Chaco – de donde Giardinelli es oriundo -, en lugar de hacer patito por el Paraguay – Paraná en una barcaza hasta los puertos fluviales de Santa Fe, y que de allí embarquen a un gran mercante que saldrá allende los mares; pueden pasar a formaciones ferroviarias que la trasladen hacia puerto marítimo, como por ejemplo Quequén, Bahía Blanca, o San Antonio Este – sí, es un puerto de aguas profundas en aguas de golfo; si puede entrar un petrolero o un Hardy como están haciendo y planificando, puede entrar un Panamax -.
Muchos dirán “la carga no se comporta de esa forma”. La carga se comporta como las reglas de juego lo demanden. Si las reglas las ponen en Washington, Londres, Pekín o Sao Paulo, lógicamente que todo lo dicho aquí no vale nada. Pero si las reglas de circulación de cargas fronteras adentro las pusiera el pueblo argentino, las mismas danzarían a nuestro ritmo.
Para finalizar: dejemos de mezclar todo por favor. Existe en un sector del Frente de Todos el interés de desarrollar el Canal Magdalena. En particular, no nos extraña. Es una solución liberal propuesta por una coalición electoral-gobernante también liberal. Sin dudas, existe una interna allí y se sacan chispas por los diarios.
Pero sucede que están metiendo dentro de su propia interna, banderas sagradas del pueblo argentino como son su soberanía política, su independencia económica, y la justicia social.
Jueguen a perder si quieren; y pierdan. Pero no manchen la pelota. No vale todo.
* Miguel Ángel Bayón, entre otras cosas que ha hecho, es autor de dos importantes trabajos: “Puerto Quequén. La batalla perdida de Mauricio Macri”; y “Contradicciones de la producción agropecuaria y la agroexportación argentina”. Ambos de permanente consulta por esta Redacción.