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Murió Augusto Cicaré, uno de los baluartes aeronáuticos argentinos, a los 84 años. Autodidacta, fabricó sus primeras aeronaves inspirado en los helicópteros que había visto en revistas. Su talento aeronáutico fue reconocido en todo el mundo. Nunca pudo homologar una máquina para uso civil.

Redacción

A fines de 2016, Carlos Cristófalo, escribió una nota sobre Cicaré para el portal “Autoblog”. En ella detallaba cómo fueron los primeros pasos del constructor en sus pagos de Saladillo, Provincia de Buenos Aires.
“Cuando era chico, era loco por los aviones. Escuchaba que pasaba uno y salía corriendo a mirarlo. Mi tío tenía una tornería y compraba la revista Mecánica Popular. Yo todavía no sabía leer, entonces mi mamá me la leía. Un día apareció la foto de un helicóptero. Un Chinook norteamericano. No me lo olvido más. Le dije a mi mamá: ‘Yo voy a fabricar uno de esos’”.

Y cumplió, a los 21 años, Cicaré fabricó el primer helicóptero de Sudamérica allá por el año 1958. Al mismo tiempo surgió otra innovación: el “Entrenador Cicaré”: “Cuando terminé mi primer helicóptero, el CH-1, yo sabía todo sobre su mecánica. Pero nunca había volado en uno. Sabía cómo funcionaba, pero no me animaba a probarlo. ¿Y si perdía el control al despegar? Por eso, en mi vuelo de bautismo, até al CH-1 a un palo, con una soga. Despegué, me elevé dos metros y aterricé. Mis amigos que vinieron a presenciar ese primer vuelo, después de acompañarme durante casi una década en el proceso de construcción, me dijeron: ‘¿Eso es todo?’ Les contesté: ‘Sí, ahora lo voy a desarmar y a hacerle unas mejoras. Calculo que en unos dos años más estará listo’ ¡Me querían matar!”, recordaba Cicaré en la entrevista realizada en 2016.

Sin embargo, la ocurrencia de aprender a volar con el helicóptero atado a un palo, fue la fuente del “Entrenador Cicaré” actual. Compuesto de un helicóptero de verdad, “unido a una estructura con un mástil vertical, que le permite elevarse hasta tres metros de altura. Una base que lo mantiene en contacto con el suelo, con ruedas para desplazarse en todas las direcciones”. En Estados Unidos, donde son necesarias 40 horas de vuelo para obtener la licencia de piloto, las autoridades aeronáuticas permiten desde 2016, que la primera cuarta parte de la instrucción se realice en ese simulador de vuelos.

“De chico odiaba ir a la escuela. Yo sólo quería meterme en la tornería de mi tío, a trabajar en mi helicóptero. Así fui aprendiendo”, contaba Cicaré. “Cuando tenía el CH-1 bien avanzado, quise ir a la base de helicópteros de la Fuerza Aérea, en José C. Paz. Ahí tenían el primer Chinook que adquirieron las Fuerzas Armadas. Pedí entrar para verlo, pero no me dejaron pasar. Me dijeron que era un área restringida. Me faltaba información para terminar mi helicóptero, pero con el tiempo fui encontrando el camino. Podría haberme ahorrado unos cuantos años de desarrollo. Sin embargo, apenas hice el primer vuelo, la noticia salió en varios lados. A los pocos días, el Chinook de la Fuerza Aérea aterrizó en Saladillo. Vinieron a verme a mí. Me llevaron hasta la base de José C. Paz y me dieron acceso a todo. Me fui con un camioncito y me lo llenaron con repuestos”.

Las Fuerzas Armadas habían entendido que había un tipo que sólo en su taller, estaba fabricando con elementos nacionales, helicópteros nacionales. Si la tecnología se desarrollaba lo suficiente, no sería necesario a futuro importar aeronaves extranjeras.

Helicópteros Cicaré se desarrolló como pequeña empresa, pudo dar empleo y armar su propio equipo de desarrollo, diseño, ingeniería, producción y comercialización. Tiene representantes en Europa y clientes en varios países del mundo. Varios de los helicópteros vendidos fueron exportados a Europa y Australia; posee autorización para comercializar aeronaves en Estados Unidos y China. Sucede que los Helicópteros Cicaré son hasta el momento de uso privado, y prácticos para tareas agropecuarias como la fumigación.

En seis décadas, Cicaré desarrolló más de veinte modelos de helicópteros. Uno en particular el CH-14 de 2007, también conocido como “Aguilucho”, fue creado por Cicaré y su diseñador jefe, Indalecio Sabbioni, a pedido de las Fuerzas Armadas Argentinas. Fue un proceso costoso y burocrático que, cuando se completó, nunca recibió el encargo de unidades que había prometido el Gobierno. Las FAA prefirieron importar. El CH-14 era el primer helicóptero militar a turbina que fabricaría. Su tamaño, potencia (360 HP)y capacidad de carga (700 kg) eran sobradamente mayores a los que Cicaré había fabricado antes, pero su diseño angulado de baja sección frontal para el radar, lo hacía menos detectable. Sin embargo, al no tener financiamiento para una planificación industrial de pre-serie, como tantas veces a sucedido en Argentina, Cicaré se quedó en el prototipo.

Cicaré entregó más de un centenar de unidades desde su fábrica. Doce modelos de helicópteros livianos hoy fuera de producción; cinco modelos en oferta y dos en desarrollo. Uno de estos es el helidrón de 160 kg, que en conjunto con INVAP, buscan darle fines logístico militares y para la agricultura de precisión: el RUAS 160, capaz de levantar 80 kg de carga útil. Funcionaría perfectamente como aeroaplicador para campos de hasta 300 hectáreas y alejados de los aeroclubes. En cuanto a su uso en materia de defensa, podría multiplicar el poder de observación, detección y también de captura de pesqueros piratas por cualquier unidad liviana naval o de la Prefectura. Dotado de un radar pequeño RASIT modificado por INVAP, una cámara telescópica en infrarroja y banda óptica FixView y una ametralladora liviana MAG 7,62 mm., podría operar desde la cubierta de barcos chicos que carecen de hangar de helicóptero.

Pero se sabe que luego de 1982 y más aún después de los Acuerdos de Madrid, Argentina destruyó la industria aeronáutica, tanto en su fase terminal como en la cadena de proveedores. Asimismo, – coincidimos con lo escrito por Daniel Arias -, las Fuerzas Armadas y de Seguridad, debería ser los impulsores naturales de la fabricación nacional de aeronaves. Sin embargo, prefieren importar; los viajes y las comisiones son demasiado tentadoras. Lo que haga que la solución al problema sea más política que tecnológica.

Por todo lo dicho, adiós Augusto Cicaré. Gracias por todo el trabajo brindado al pueblo argentino. Su país lo merecía, y sus saqueadores lo impidieron.

Fuente: Autoblog / AgendAr

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