Compartimos el artículo de Guadi Calvo* que fuera publicado durante el pasado fin de semana. En el se intentan describir algunos factores geopolíticos que motivarían el lance de Estados Unidos sobre Asia Central, y como golpe de efecto, perjudicar a Irán.
Redacción
Irán-Azerbaiyán otro frente de la OTAN – Por Guadi Calvo
Sin duda Washington, tras el triunfo demócrata en las elecciones de medio término en las que la sociedad norteamericana parece haber dado un cheque en blanco a la Administración Biden, se lanzará a ratificar todas sus políticas guerreristas más allá de sus fronteras y además de estar dispuesto a derrotar a Moscú en Ucrania, a no perder tampoco la oportunidad de ir por Teherán para confirmarse como la única potencia militar a escala mundial frente a la pasividad de Beijing.
Esta situación está íntimamente ligada a la lo que está sucediendo en Irán desde septiembre pasado tomando como excusa el marco de las multitudinarias protestas tras la muerte de una mujer bajo custodia policial y el ataque reivindicado por el Dáesh, del pasado 26 de octubre, contra el santuario chiita de Shah Cheragh en la ciudad iraní de Shiraz, provincia de Fars, que dejó al menos 15 muertos y 40 heridos.
Se pecaría de inocente de no entender que tanto la CIA cómo el Mossad se encuentran operando a toda máquina detrás las fuerzas que parecen opuestas, aunque se conjugan para degradar a un enemigo común, en este caso la República Islámica de Irán.
Desde mediados de septiembre pasado, tras la muerte de Mahsa Amini, lo que las autoridades reconocieron como un claro hecho de brutalidad policial, iniciando una profunda investigación, una ola de protestas se expandió por todo el país.
Protestas a las que evidentemente la CIA y el Mossad no son para nada ajenos, dada la capacidad de organización y el tenor de las manifestaciones que apuntan más que a buscar justicia por el crimen a intentar derrocar al Gobierno.
Asesinatos a causa de la brutalidad policial se producen prácticamente a diario en todos los países del mundo sin conseguir “extrañamente” la misma repercusión en la prensa occidental que se ha dado al caso de Amini. Si no, que lo digan los miles de palestinos ejecutados en el plan sistemático de aniquilación que los sionistas practicaron y sigue practicando, o los cientos de ciudadanos negros y latinos, como George Floyd, Rodney King o Trayvon Martin, asesinados por la policía en Estados Unidos a la vista de todo el mundo, sin que esto modifique en nada su accionar represivo.
Las protestas desde la muerte de Amini se han reproducido en unas 30 ciudades iraníes dejando, según la prensa atlantista, centenares de muertos entre los que se cuentan numerosos efectivos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC).
Según voceros de alto nivel de la Casa Blanca serían agentes de Moscú quienes estarían asesorando a los IRGC en la represión de las protestas, ya que el Kremlin “cuenta con una importante experiencia en la materia”, como según los voceros norteamericanos ya lo hizo en Bielorrusia a fines de 2020 y en Kazajistán a principios de este año.
Por otra parte el ataque en Shiraz ha tenido particularidades significativas, comparándolo con cualquier otra operación del Dáesh a lo largo de su historia. El atacante lo hizo en solitario y sin chaleco explosivo, lo que hubiera impedido que fuera detenido a pesar de ser herido por la seguridad de la mezquita después de que este abriera fuego contra los peregrinos cuando se preparaban para la oración.
Actuar en solitario y sin la clara determinación de inmolarse antes de ser detenido no es el perfil de un combatiente del Dáesh, lo que más allá del comunicado en el que la organización fundada por Abu Bakr al-Baghdadi se atribuye el ataque, solo por afán publicitario como en otras oportunidades, ya que el comunicado es confuso, no ofrece más detalles de los que habían publicado los medios y carece de datos concretos, como suelen hacerlo en las operaciones en las que claramente sí son los verdaderos responsables, por lo que se podría especular que el ataque fue montado por las fuerzas que están operando detrás de los manifestantes y que conocida la exacerbada necesidad de protagonismo del Dáesh pactaron, o supusieron, que los terroristas se lo iban a adjudicar.
Según el Ministro del Interior Ahmad Vahidi, las manifestaciones han sido el factor principal para que el ataque en Shiraz se produjera. Esa misma ciudad había sufridos un hecho similar en abril de 2008, cuando el estallido de una bomba mató a 14 fieles en la mezquita de Hosseynieh Seyed al-Shohada.
La última acción terrorista de importancia en Irán se había producido en 2018 en la ciudad de al-Ahwaz, capital de la provincia de Khuzistan en el suroeste del país, durante el desfile militar en el que se conmemoraban los 38 años del inicio de la guerra Irán-Irak y dejó al menos 25 muertos y 60 heridos entre civiles y miembros de la IRGC.
En octubre pasado, aprovechando también el clima de inestabilidad, la organización wahabita Jaysh al-Adl (Ejército de la Justicia) del Baluchistán iraní, al este del país, llamó a sus milicianos a accionar contra el Gobierno central. El Dáesh Khorasan, que opera esencialmente en Afganistán y se encuentra en guerra con los talibanes desde años antes de la victoria de los mullahs en agosto del 2021, se pronunció a favor de las revueltas en Irán, por lo que no sería extraño que en las próximas semanas se vuelvan a repetir acciones terroristas dentro del territorio iraní.
El Ministerio del Interior iraní informó de que el lunes 7 de noviembre 26 personas vinculadas al ataque de la mezquita, fueron detenidas junto al líder de la célula, un hombre de nacionalidad azerí, mientras el resto eran afganos, azeríes y tayikos.
Según la inteligencia iraní, el jefe del grupo que organizó la masacre de Shiraz había llegado pocos días antes en un vuelo desde Bakú, la capital de Azerbaiyán, mientras el resto de los terroristas habían sido detenidos en seis provincias diferentes cuando procuraban abandonar Irán.
No es menor considerar el hecho de que el coordinador del ataque a la mezquita de Shah Cheragh haya sido un ciudadano azerbaiyano, al igual que varios de los detenidos, en un momento en que las relaciones entre Bakú y Teherán se encuentran en extrema tensión dado que el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, desde el incremento de las hostilidades con Armenia que desembocaron en la breve guerra del 2020, reforzó su alianza con Tel-Aviv, que lo provee de armamento y logística desde el año 2012.
Un íntimo enemigo
Desde finales del conflicto con Armenia del 2020, Bakú comenzó una lenta pero progresiva diferenciación con Teherán, llegando al punto de incluir en mapas del “Gran Azerbaiyán” provincias del noroeste del país persa donde existe una población de origen azerí de unos 22 millones de personas, lo que la convierte en la más numerosa después de los persas, mientras que la población de Azerbaiyán alcanza apenas los diez millones.
Un dato no menor si se tiene en cuenta que Azerbaiyán ha desarrollado una relación mucho más intensa con la otra gran potencia regional, Turquía, al tiempo que la alianza con los sionistas, con quienes estableció relaciones diplomáticas en 1992, seis meses después de que declarara su independencia de la Unión Soviética, es cada vez más fuerte, lo que está tensando de manera exponencial las relaciones con Irán.
Incluso, aunque la información es difícil de comprobar, diferentes fuentes insisten en que el presidente “dinástico” Ilham Aliyev, en el poder desde 2003 tras “heredar” la presidencia de su padre Heydar, quien gobernó el país desde1993 a 2003, ha firmado un acuerdo con Tel-Aviv para utilizar aeropuertos azerbaiyanos en caso de que decida realizar un ataque militar contra las instalaciones nucleares de Irán. Tanto sionistas como azeríes han negado esa información. Además, Bakú ha conseguido el apoyo de los regímenes monárquicos del Golfo Pérsico, fuertes rivales de Irán.
Aunque el punto culminante de las diferencias de Bakú con Teherán, explotadas hasta el hartazgo por el Departamento de Estado, han sido los ejercicios militares a lo largo de su frontera con Azerbaiyán, por temor a la posibilidad del surgimiento de un movimiento secesionista azerbaiyano en Irán que, en el marco de la escalada de Washington contra la República Islámica, es una posibilidad concreta.
Generar más inestabilidad en el Cáucaso sur es también obligar a Rusia a atender esa geografía que tantos problemas le ha traído, por lo que los recientes movimientos del ejército azerbaiyano sobre las fronteras del sur de Armenia, a lo largo de septiembre, agregan un factor de mayor tensión, por lo que el IRGC ha comenzado a enviar una gran cantidad de equipo militar y efectivos a la frontera con Azerbaiyán, lo que incrementa las posibilidades de una escalada armada entre ambas naciones que, dada la superioridad militar iraní, obligaría tanto a Turquía como al Estado sionista a intervenir a favor de su aliado.
El origen de la numerosa comunidad azerí de Irán se produjo tras el tratado de Gulistán, que puso fin a la primera guerra ruso-persa (1804-1813) dejando al pueblo azerí a ambos lados de la nueva frontera de 600 kilómetros.
Si bien la población tanto de Irán, como la de Azerbaiyán, es fundamentalmente chiita, el desarrollo religioso de ambos países fue muy diferente. Mientas Irán es un Estado confesional a partir de la revolución de 1979, Azerbaiyán ha seguido definiéndose como un Estado laico, incluso desde su escisión de la Unión Soviética en 1991.
Así, en el actual Irán la comunidad de origen azerí, entre la que se incluye nada menos que el líder supremo, el ayatolá Alí Khamenei, la figura político-religiosa más importante de la nación, lo que no sería un impedimento para la que OTAN intentar abrir otro frente para terminar con un enemigo jurado desde 1979.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino, que cubre temas relacionados con África, Asia Central y Occidental.
Fuente: Rebelión